Menos de 10 años después de la independencia de Kosovo, ¿ha muerto el espíritu "newborn"?

Menos de 10 años después de la independencia de Kosovo, ¿ha muerto el espíritu "newborn"?

Kosovo, whose economic growth of 3.5 per cent is not benefitting its population of under 2 million, has an unemployment rate of 57.7 per cent among the under 25s. Pristina, 25 April 2017.

(Laetitia Moreni)

Cuando su albergue apenas empieza a despertarse, cuando los ojos de los turistas de paso todavía están empañados por la fiesta que terminó tarde en la noche, Xili ya ha perfumado la cocina común con los aromas de sus huevos al plato que chisporrotean en el aceite caliente.

Xili corre después de una habitación a la otra. Se apresura para ir a la agencia de turismo en la que trabaja. “Un segundo trabajo para llegar mejor a fin de mes”, dice tragándose a toda prisa su desayuno. Ayer por la noche, Xili se acostó de nuevo tarde porque después de su jornada de trabajo asume otra función, la de regentar un albergue que abrió en mayo de 2013; se trata de un proyecto dirigido junto con su pareja, Chelsea, una joven texana con el cabello largo y espeso que vive en Kosovo desde hace seis años. El albergue Buffalo Backpackers es uno de los pocos albergues de Pristina, la capital kosovar.

Xili, de treinta años, no para jamás. Tiene una energía característica de la gente que está convencida de poder lograr que las cosas avancen. De algún modo, forma parte de esta generación newborn (recién nacida). Newborn no es solo un estado de ánimo, sino también el símbolo de Pristina materializado en un monumento situado en el centro de la ciudad. Siete letras mayúsculas en placas de metal fueron instaladas en 2008 para componer esta palabra con motivo de la celebración de la independencia unilateral de Kosovo, marcada por el conflicto en 1998-1999 con Serbia, su país vecino.

En Kosovo, donde la media de edad es de 29 años, la juventud tiene ganas de construir un nuevo Estado, pero está cada vez más dividida entre los que tienen ganas de quedarse para contribuir al país –el más joven de Europa– y los que dicen querer irse a un lugar mejor.

Y a pesar del fervor de los que mantienen el entusiasmo, como Xili, conscientes del potencial que ofrece su propio país en pleno desarrollo, se plantea una pregunta: el espíritu newborn, ¿existe o resiste todavía en vísperas del décimo aniversario de la independencia de Kosovo?

“Veo una gran decepción, es triste. Hay gente que hace cosas positivas, pero no es fácil”, observa Joanna Hanson en una entrevista con Equal Times. Cofundadora de la ONG Perspektiva, creada en 2014, admite con pena que “se sienten decepcionados por las autoridades. También entra en juego un tema importante: la corrupción”.

La realidad ha roto los sueños. Aunque los kosovares están orgullosos de aparecer en las encuestas como los más optimistas de la región de los Balcanes, parece que la luna de miel del espíritu newborn ha terminado.

Y con razón: el país, cuyo crecimiento de 3,5% no beneficia a la población de menos de dos millones de habitantes, registra una tasa de desempleo de 57,7% entre los menores de 25 años.

Un estudio realizado conjuntamente por la oficina de estadística de Kosovo y el Banco Mundial indica que de las 733.341 personas inactivas en 2015, 165.712 no buscaban trabajo porque consideraban, sencillamente, que no había trabajo disponible. Esta categoría incluso tiene nombre: se trata del solicitante de empleo “desmotivado” y en Kosovo representaba hace dos años el 14,1% de la población en edad de trabajar. Además, el nivel de desánimo es más elevado entre las mujeres que entre los hombres (16,8% frente a 11,4%).

Crisis económica, corrupción y un sistema educativo por reformar

En el centro de la capital, las terrazas de las cafeterías están llenas durante todo el día, una manera de pasar el tiempo y distraerse para ocultar la falta de ocupación.

Si bien lo reconocen a medias, los jóvenes kosovares están sobre todo decepcionados por las autoridades. Además de una situación económica poco esperanzadora, Agron Bajrami, redactor jefe del periódico kosovar Koha Ditore, lamenta la falta de avances concretos: “Se habla de la falta de agua y no existe una clase media. El pueblo no tiene ganas de que se le compare con hace 20 años, quiere que se le compare con el mundo entero. Piensa que con todo el dinero que se ha recibido de la comunidad internacional la población debería vivir mucho mejor”.

Desde su oficina situada en pleno centro de la capital hace una pausa y prosigue: “Un político gana 20 veces más que un jubilado. Por eso, la gente se pregunta: ¿Por qué las personas en el poder no sufren como nosotros?”.

Ardiana Gashi, profesora de economía en la Universidad de Pristina, comparte esta opinión: “Si se utilizara mejor el dinero, la situación sería mucho mejor”. Sin embargo, lo que preocupa a Gashi no es tanto la corrupción sino el sistema de educación, “la mayor barrera para lograr que el país avance”.

Dentro de dos años, su hijo de cuatro años y medio deberá ser escolarizado y la madre de familia tiene miedo de un sistema escolar anticuado: “No se desarrolla su espíritu crítico, todavía se imparte una enseñanza a la vieja usanza, aprenden todo de memoria. Los niños terminan sus estudios sin ninguna capacidad de análisis. Hemos hecho muchas reformas en materia de educación, pero tengo la impresión de que consiste en ’copiar y pegar’ cosas que ya existen. Sin hablar del nivel universitario, que sigue siendo muy deficiente”.

Gashi estudió en el Reino Unido antes de volver a Kosovo en 2007. “Si hubiera sabido que estaríamos como estamos hoy, nunca habría vuelto. Estamos matando el futuro de nuestros hijos”, dice, dividida entre la resignación y las ganas de resistir.

Además de estos problemas importantes, los kosovares todavía no disfrutan de un sistema de seguridad social que funcione y las relaciones con Serbia, el país vecino, se han deteriorado en los últimos años, lo que ha desviado la atención de las autoridades de cuestiones internas que deben resolverse.

“Amo mi país, pero odio al Gobierno. Está claro que no es una buena señal”, dice Xili, con una voz profunda y potente.

Ha anochecido en Pristina y esta noche Xili organiza una barbacoa en el jardín acondicionado al lado del edificio del albergue. Xili aprovecha la ocasión para pasar tiempo con las personas que han reservado algunas noches y escuchar las anécdotas de los viajeros de paso por Pristina, como un hermano mayor contento y despreocupado que deja sus responsabilidades de lado un momento. Chelsea, su pareja, supervisa todo. Mientras hace a la parrilla unas brochetas de verduras, Xili dice: “La gente también está cansada de trasmitir sus esperanzas a la comunidad internacional porque nos ha demostrado que no está interesada en un desarrollo sostenible de Kosovo”.

Abandonados por la comunidad internacional

Las autoridades nacionales han decepcionado, pero la administración de las Naciones Unidas y la Unión Europea (UE) también decepciona a una población abandonada que vive en un país excluido de la liberalización de los visados europeos.

“La población de Kosovo tiene ganas de desplazarse, pero está encerrada. Es la única población que sigue estando ‘encarcelada’ en los Balcanes. El hecho de que la UE no quiera liberalizar los visados da la impresión de que el país solo hace concesiones sin obtener nada a cambio. Los kosovares querrían poder beneficiarse de la libre circulación, pero no tienen las mismas posibilidades que los otros pueblos de los Balcanes occidentales. Es una injusticia moral, política y jurídica pedirles que contraigan compromisos contra la libre circulación, la cual considero que es un derecho fundamental del que todos los pueblos de Europa disfrutan”, indica Mirsad Voca, autor de la tesis “Kosovo: entre la descomposición yugoslava y la recomposición europea. Las incertidumbres del derecho de autodeterminación”. Delante de las embajadas se forman largas colas para obtener los papeles tan esperados, aunque un simple viaje de varios días al extranjero siga siendo complicado.

Pese a este panorama global, Petrit Selimi, exministro de Asuntos Exteriores de Kosovo y ahora coordinador nacional del Millennium Challenge (un programa de ayuda internacional financiado por el Gobierno estadounidense), se defiende: “Creo que Kosovo es el país que más ha progresado en la historia de la Europa moderna. En 1945, cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial, el 90% de las personas en Kosovo no sabía leer ni escribir. La universidad para albaneses se autorizó en 1974 y solo después de ello comenzamos a construir una clase media”. Sin embargo, confirma: “La luna de miel efectivamente ha terminado”.

En las calles de Pristina, los jóvenes hacen un balance muy modesto. Xili pide a las autoridades “que comiencen a luchar contra sus propias estructuras corruptas”, antes ni siquiera de empezar a pensar en crear empleo u ofrecer una educación mejor.

Ya es tarde, pero en Buffalo Backpackers la fiesta ha alcanzado su punto álgido. A la espera de que el país de sus sueños emerja, Xili construye su espacio. En el perímetro de su albergue todo es posible.

This article has been translated from French.