Macron frente al desafío de una industria francesa moribunda

Macron frente al desafío de una industria francesa moribunda

Gathering of GM&S workers and their supporters, on 23 May, in Poitiers, awaiting the decision of the commercial court of Poitiers concerning the future of the auto supplier in the Creuse region.

(Julia Beurq)

La sirena que suena en los talleres de la fábrica marca la rotación habitual entre el equipo de la mañana y el de la tarde. Pero en lugar del cambio de turno, sólo se ve a un grupo de obreros vestidos con batas de trabajo grises comiendo en una gran mesa instalada en medio de las máquinas paradas. El único sonido que se escucha es el barajeo de los naipes, conforme los obreros de GM&S se resignan a emprender una enésima partida.

Actividad que se ha vuelto habitual, desde que los 277 obreros de la planta de piezas de automóvil, subcontratista de Renault y PSA, decretaron el 11 de mayo la ocupación de la fábrica de La Souterraine, pequeña localidad en el centro de Francia.

Desde que se pronunciase la liquidación judicial el pasado mes de diciembre, los obreros de GM&S se dedican más a manifestarse que a embutir o soldar. Retención de vehículos entre La Souterraine y Limoges, manifestaciones espontáneas frente a los show-rooms de PSA y Renault en los Campos Elíseos de París –donde teóricamente están prohibidas las actividades de ese tipo–, bloqueo en dos ocasiones de la planta PSA de Poissy… sin resultado. Los obreros decidieron entonces ‘radicalizar’ sus acciones, amenazando con hacer explotar numerosas bombonas de gas bien visibles en el patio de la fábrica.

“Hace meses que intentamos mediatizar nuestra causa, pero el cierre de una fábrica más ya no es noticia, por lo que tuvimos que cambiar de método”, se justifica Jean-Marc Du Courtioux, delegado sindical de la francesa Confédération générale du travail (CGT).

Gérard, un soldador de 54 años afirma con ironía: “¡Ya solo nos queda la opción de recurrir al Papa! Sentimos mucho haber tenido que llegar a estos extremos, pero no nos ha quedado otro remedio. Si no conseguimos nuestro objetivo hoy, nadie más podrá conseguirlo”.

El método funcionó durante cierto tiempo. Las cámaras de la televisión francesa se desplazaron hasta la Creuse –departamento situado en el corazón mismo de Francia y duramente afectado por el desempleo, la pobreza y el éxodo rural– para hacerse eco del combate de estos obreros, posiblemente su último cartucho para salvar a GM&S (segundo empleador privado en la Creuse) de la liquidación judicial.

Proliferación de planes sociales

La mediatización del caso GM&S, justo antes de las elecciones presidenciales, puso en aprietos al nuevo ejecutivo cuando se encontraba en plena campaña electoral.

Máxime teniendo en cuenta que este caso ‘explosivo’ es sintomático de la situación social a la que deberá enfrentarse el nuevo presidente Emmanuel Macron durante sus cinco años de mandato. En todos los rincones de la Francia rural, la desindustrialización resulta palpable y visible.

Varios miles de empleos están actualmente amenazados: los subcontratistas del sector automovilístico Nobel Plastiques, en la región de Île de France, y Hanon en las Ardenas; Seita, último fabricante francés de cigarrillos en Auvergne; la fundición Castmetals en Feurs; el fabricante de aerosoles Aéropharm en Marsella, y la lista sigue.

Este fenómeno que afecta a Francia desde los años 1970, al igual que a muchos otros países desarrollados, prosigue de forma inexorable. Entre 1980 y 2007, la industria ha perdido el 36% de la mano de obra, lo que representa 1,9 millones de puestos de trabajo, provocando un retroceso neto de la contribución del sector al PIB, que pasaría del 24% al 14%.

Según el INSEE, en el primer trimestre de 2017, la industria ha registrado en Francia una disminución de otros 5.200 empleos. En un año, 20.000 puestos de trabajo desaparecerían en este sector, lo que equivale a cuatro veces la población de La Souterraine.

¿Qué solución propone el Gobierno frente a semejante ‘urgencia industrial’?

“No es posible prohibir el cierre de una planta industrial (...), la respuesta no es la supresión de la mundialización”, afirmó Emmanuel Macron el 26 de abril, ante una multitud de trabajadores de Whirlpool, cuya fábrica de Amiens será deslocalizada a Polonia en 2018 –otro dossier espinoso al inicio de su mandato–.

En resumen, el discurso del presidente francés, que sintetiza perfectamente su ideología liberal, apunta a que la mundialización es responsable de la desindustrialización y que resulta imposible luchar contra ella.

Una teoría refutada por diversos economistas. “El problema de la industria francesa no puede explicarse exclusivamente por la mundialización, pese a que evidentemente tenga parte de responsabilidad”, afirma Gabriel Colletis, profesor de economía de la Universidad de Toulouse, entrevistado por Equal Times.

“Por ejemplo, la planta de Amiens no tenía ningún problema de competitividad. El objetivo de Whirlpool no es vender lavadoras más baratas, sino obtener márgenes de rentabilidad más importantes. Los grandes grupos prefieren competir a nivel de costos, más que respecto a las competencias técnicas, lo que en realidad no es sino cuestión de elección”.

Esta estrategia tiene consecuencias también para los subcontratistas. El 67% de la actividad de GM&S depende de hecho de los pedidos que recibe de sus compradores, esto es, los dos gigantes franceses del automóvil.

La actual situación de GM&S se debe esencialmente a que PSA y Renault redujeron considerablemente sus pedidos, en beneficio de otras fábricas donde la mano de obra resulta menos cara, sobre todo en Brasil o en el Magreb.

Pero los problemas de la fábrica en la Creuse no datan de ahora, viéndose amplificados con sucesivos procesos de suspensión de pagos y absorciones. Desde los años 1990, la empresa atravesaría cinco. Gérard, que entró a trabajar en la fábrica con 18 años, resume: “La vida de un obrero en GM&S no es un largo río tranquilo, pero apreciamos nuestra fábrica. Hemos pasado por tantos compradores que ya ni recuerdo sus nombres”.

Además, algunos de ellos, como por ejemplo Altia Industry, grupo alemán acusado de malversación de fondos y estafa, vació la tesorería, pese a estar beneficiándose de subvenciones del Estado francés.

Esta situación provocó la ira de Patrice, de 41 años, congregado junto con otros compañeros ante el tribunal de comercio de Poitiers en espera de la decisión del juez que dictaminará sobre su futuro. “En mi opinión, todo ha estado orquestado y organizado. PSA y Renault ya no nos necesitan, puesto que se suministran de otras fábricas, así que han hecho todo por hundirnos. Estamos atados de pies y manos”.

“En Francia, existe una grave falta de responsabilidad social por parte de los grandes grupos”, afirman Frederic Boccara y Henri Sterdyniak, miembros del colectivo ‘Économistes atterrés’. “Se necesita una ley que obligue a las empresas a hacerse cargo de los empleados de sus subcontratistas, cuando son ellas las que imponen los pliegos de condiciones y representan sus clientes exclusivos. Dicha ley no existe y desgraciadamente no está prevista su elaboración”.

El nuevo presidente, símbolo de las finanzas

Varios políticos han pasado por La Souterraine en los últimos seis meses: François Hollande, Bernard Cazeneuve cuando era Primer Ministro, y Bruno Le Maire, nuevo ministro de Economía, que consiguió que Renault y PSA aumentasen sus pedidos, aunque no lo suficiente como para conservar a toda la plantilla.

“Al ser accionista de PSA y de Renault, únicamente el Estado puede hacer algo, tiene algo que decir al respecto”, estima Yann La Brousse, delegado sindical de la CGT congregado ante el tribunal de comercio de Poitiers. “Espero que el Gobierno se interese por la industria y por las pequeñas empresas del medio rural, porque nosotros queremos poder seguir viviendo y trabajando en nuestra tierra. No queremos vernos obligados a emigrar a la ciudad para poder trabajar. Tenemos derecho a quedarnos en el medio rural”, añadió.

Emmanuel Macron les prometió incluso, en vísperas de la primera ronda de las elecciones legislativas, que “haría todo lo posible”, aunque no era “papá Noël”. Por parte de los obreros, persisten las dudas y el descontento.

“Votamos por determinados políticos, pero en realidad no son ellos quienes dirigen el país, sino los dos Carlos [NdE: Carlos Ghosn y Carlos Tavares, respectivamente director ejecutivo de Renault y presidente de la dirección de PSA]”, espeta Jerôme Imbert, responsable de presupuestos en GM&S desde hace 22 años. “¡Macron es el símbolo mismo de la situación en que nos encontramos! Representa las finanzas; no le interesa la industria, no veo por qué nos salvaría”.

Desde hace varios años, Jean-Louis Borie, el abogado que defiende a los trabajadores de GM&S, así como a muchos obreros cuyos empleadores están en proceso de liquidación judicial, constata la creciente financialización de la economía.

“Los adquisidores de estas fábricas se dedican a efectuar operaciones financieras ante el tribunal de comercio”, denuncia.

“Adquieren los negocios por pocos euros y se aprovechan beneficiándose de subvenciones del Estado. Engordan al animal y no dejan más que los huesos cuando se van. Es lo que ha ocurrido en La Souterraine: no ha habido un piloto industrial desde hace año, solo han sido financieros y patrones-estafadores quienes se han hecho cargo. Los obreros esperan aún encontrar un auténtico industrial, que no razone exclusivamente en términos de dividendos”.

Situación confirmada por la CGT. En 1985, los dividendos vertidos a los accionistas representaban el 5% del valor añadido en la industria, frente al 25% en 2015, en detrimento de las inversiones.

Si nos remitimos al programa del nuevo presidente, en gran parte inspirado en el que tenía cuando era ministro de Economía, no parece considerar prioritario luchar contra esta tendencia. Aparte de una reducción de impuestos sobre el capital, prevé además transformar el modelo industrial por el numérico.

Una visión de la economía que dista mucho de ser realista, en opinión de muchos economistas, entre los que figura Henry Sterdyniak: “Según Macron, para que se instalen en Francia empresas innovadoras, es necesario flexibilizar el mercado de trabajo. Una vez destruido ese derecho al trabajo ‘excesivamente rígido’, se podrá despedir fácilmente en la industria ‘anticuada’ y contratar a los empleados del textil en empresas de electrónica, por ejemplo. Por una parte, se destruirían así empresas con abundante mano de obra, valorizando el lanzamiento de nuevas empresas con un número mucho más reducido de empleados. Por otro lado, Francia podría perder determinados sectores donde posee una competencia industrial, en aras de sectores en gran parte utópicos”.

En La Souterraine, donde la media de edad de los obreros se sitúa en 49 años, todos se interrogan sobre su futuro, y no son capaces de imaginar una Francia sin obreros.

“Es gracias a nosotros y a los asalariados que funciona la economía, somos nosotros quienes consumimos”, asevera Didier Soulas, un operario de 54 años portando una boina roja.

A su compañero Gérard, le corroe una duda: “Con 54 años, ya al final de mi carrera, ¿seré capaz de volver a la escuela para seguir otra formación? No creo… Y los jóvenes, ¿qué harán cuando accedan al mercado laboral? No todos tendrán buenos resultados escolares, hará falta que algunos puedan trabajar en las fábricas”.

Entre tanto, los obreros de GM&S deberían saber cuál será su suerte en los próximos días, cuando el tribunal de comercio de Poitiers dicte su veredicto.

This article has been translated from French.