“La reconciliación llegará con la justicia, pero Nigeria no está preparada”: Biafra, 50 años después

“La reconciliación llegará con la justicia, pero Nigeria no está preparada”: Biafra, 50 años después

The hat worn by Major General Philip Efiong, the vice president of the short-lived Republic of Biafra, was on display during the Legacies of Biafra conference held in London from 21 April to 22 April 2017.

(Osita Nwegbu)

Avivada por los rescoldos del sectarismo, el tribalismo, la corrupción, la mala gestión y la desconfianza, la guerra de Biafra cambió Nigeria irreversiblemente. Fue la primera guerra civil después de que muchos países en África obtuvieran la independencia, uno de los primeros conflictos del mundo retransmitidos por televisión y, con un número estimado de muertes de entre 500.000 y 2 millones de personas –principalmente por la hambruna provocada por el bloqueo terrestre y marítimo de la antigua región oriental por Nigeria–, también fue uno de los más mortíferos.

La guerra, que estalló el 6 de julio de 1967, fue el resultado de años de crecientes tensiones étnicas, principalmente entre los hausas y los igbos, dos de los tres grupos étnicos principales de Nigeria (el tercero es el de los yorubas). El año antes de la guerra, un golpe de Estado letal y un contragolpe provocaron la muerte violenta de dirigentes políticos y militares nigerianos, como Sir Abubakar Tafawa Balewa, el primer jefe de Gobierno del país, y el comandante general Johnson Thomas Umunnakwe Aguiyi-Ironsi, el primer presidente militar de Nigeria. El general Yakubu Gowon sucedió a Aguiyi-Ironsi como jefe de Estado en julio de 1966; en menos de un año había puesto en marcha operaciones para retomar el control de la separatista República de Biafra. Se dijo que era una guerra de “unificación e integración”, pero cinco décadas más tarde esta meta sigue sin lograrse.

“Creo que no aprendimos las lecciones que se supone que teníamos que aprender de la guerra”, dice Philip Effiong II, hijo del comandante general Philip Efiong*, vicepresidente del general Chukwuemeka Odumegwu-Ojukwu, primer presidente de la efímera nación de Biafra (30 de mayo de 1967-15 de enero de 1970). El comandante general Efiong también gobernó Biafra los cuatro días antes de que se rindiera ante Nigeria después de que Ojukwu huyera a Costa de Marfil.

Effiong II habló con Equal Times en el marco de “Legados de Biafra: Reflexiones 50 años después de la guerra de Nigeria-Biafra”, una conferencia celebrada en la Escuela de estudios orientales y africanos (SOAS, por sus siglas en inglés) de la University of London el 21 y 22 de abril para conmemorar el quincuagésimo aniversario de la declaración de la República de Biafra y la posterior guerra civil nigeriana.

“La guerra fue el resultado de muchas cosas, como el conflicto étnico, la intolerancia, el abuso de poder y la falta de respeto del proceso democrático. Muchos de estos problemas todavía existen”, dice Effiong II.

Un claro ejemplo de ello es la reaparición reciente del movimiento separatista de Biafra y la respuesta al mismo. Por ejemplo, el 30 de mayo de 2017 se observó en la mayor parte de la región sudoriental de Nigeria una sentada en casa a modo de protesta para conmemorar el quincuagésimo aniversario de Biafra, convocada por los grupos separatistas igbos. Unos días más tarde, el 6 de junio, una coalición de organizaciones hausas del norte de Nigeria pidió a todas las personas que hablan igbo que abandonasen el norte del país antes del 1 de octubre de 2017. La declaración recordaba extrañamente a la violencia contra los igbos en el norte de Nigeria que precedió a la fundación de Biafra. Decenas de miles de igbos que vivían en el norte fueron asesinados entre mayo y octubre de 1966, cuando cientos de miles de igbos se vieron obligados a huir al este por su seguridad. Aunque el Gobierno nigeriano actual condenó rápidamente la reciente amenaza como “incitación al odio”, otra coalición de jóvenes de la región petrolífera del delta del Níger emitió posteriormente un ultimátum similar a los hausas.

Trauma sin resolver

Esta situación aún incierta ilustra perfectamente por qué los organizadores de la conferencia decidieron que el trauma sin resolver de Biafra fuera uno de los temas centrales de la conferencia de dos días. “Era importante para nosotros ofrecer un espacio de conversación y reflexión a fin de crear un espacio productivo para el entendimiento mutuo entre los nigerianos y la comunidad internacional. [Los] temas del trauma, la identidad y la pertenencia permiten tener una visión más personal de la guerra y humanizan a las personas afectadas por el conflicto”, explica Yvonne Chioma Mbanefo, uno de los organizadores de la conferencia “Legados de Biafra”.

Akachi Ezeigbo, escritora, crítica y profesora en la Universidad Federal Ndufu-Alike Ikwo en el estado nigeriano de Ebonyi, fue una de las ponentes de la conferencia. Dice que, como adolescente que vivió en Biafra durante la guerra, nunca olvidará la miseria y el hambre generalizada capturados en imágenes de niños malnutridos, las cuales provocaron una indignación humanitaria mundial e incluso dieron lugar al nacimiento del organismo humanitario Médecins Sans Frontières. “No había nada para comer. Comíamos cáscaras de mandioca en casa. Llegué a comer lagarto durante la guerra y utilizábamos hibisco y hojas de mandioca para hacer sopa y sobrevivir”.

El sufrimiento causado por la guerra es algo que Effiong II comprende muy bien. Las memorias de su padre, The Caged Bird Sang No More: My Biafra Odyssey, 1966-1970, constituye un relato completo de la guerra desde la perspectiva de alguien que desempeñó un papel fundamental. Effiong II, escritor y profesor adjunto de inglés en la universidad estadounidense Michigan State University, dice que la guerra devastó a su familia. “Mi padre construyó una carrera militar que empezó en 1945 y cuando la perdió, perdió todo. Toda la familia sufrió”. Como los Efiong, muchas familias igbos perdieron sus ahorros, propiedades y medios de vida durante la guerra. A pesar de que el general Gowon afirmó en 1970 que no habría “ni vencedores, ni vencidos”, las cuentas bancarias en Biafra fueron confiscadas al final de la guerra y sus titulares, independientemente de cuánto tuvieran antes, recibieron solamente 20 libras esterlinas cada uno como compensación.

La política oficial de “reconstrucción, rehabilitación y reintegración” también es cuestionada ampliamente por muchos igbos hoy en día. Nunca se pidió responsabilidades a nadie por las masacres que precedieron a la guerra y nadie ha pedido disculpas. No se estableció ningún mecanismo de verdad y reconciliación para procesar la brutalidad de la guerra; ni siquiera hay un museo o monumento nacional.

Además, los igbos dicen estar marginados tanto económica como políticamente en Nigeria hoy en día. Eziegbo dice que los jóvenes igbos todavía tienen que lidiar con la “injusticia, la marginación y la exclusión”.

La guerra todavía pesa mucho sobre la psique nigeriana, incluso para aquellos que nacieron años después de que terminara. Uno de los pocos medios donde los igbos consideran que se les escucha es en la literatura. “La guerra de Nigeria-Biafra es uno de los pocos conflictos en los que aquellos que perdieron la guerra [los igbos] han dominado lo que se ha escrito sobre ella”, dice Mbanefo, haciendo referencia a las obras de escritores de prestigio internacional, como Chinua Achebe, Chimamanda Ngozi Adichie y el poeta Christopher Okigbo. “La vuelta constante a escribir sobre la guerra indica que todavía quedan cuestiones por resolver y, más concretamente, que el trauma persiste no solo en los individuos, sino también en las comunidades. Este trauma es interétnico e intergeneracional y se pone de manifiesto en movimientos separatistas recientes en Nigeria”, dice Mbanefo, haciendo referencia a grupos como Indigenous Peoples of Biafra (IPOB) y el Movement for the Actualisation of the Sovereign State of Biafra (MASSOB).

“Nigeria juega con fuego”

Unoma Azuah, una escritora y activista defensora de los derechos LGBTQI que enseña narrativa en el Instituto de arte de Illinois en Chicago, es hija de un soldado nigeriano y una civil igbo. Para ella, el trauma es tanto personal como político. La guerra dejó “un nivel de humillación y una profunda herida en nuestra psique [a los igbos]”, señala, algo que sigue sin resolverse. Azuah advierte de que “Nigeria juega con fuego” por su actitud actual hacia la etnicidad y la política. Cabe destacar que, dado que se calcula que 86 millones de nigerianos (de una población total de 182 millones de personas) viven con menos de 1,90 dólares al día, la mayoría de la población nigeriana está, en cierto grado, marginada. Pero en el plano federal, esto toma un cariz particular. “Algunas regiones del país creen tener derecho a un amplio abanico de cosas”, dice, haciendo referencia a las opiniones extendidas de que las personas del norte dominan los altos cargos de las estructuras políticas de Nigeria.

Azuah explica que el “favoritismo étnico” está presente en cada esfera de la vida pública, desde trabajos ordinarios a altos puestos. Como consecuencia, “no sorprende el resurgimiento de movimientos como MASSOB e IPOB”, apunta. “Hay límites en lo que puede soportar un grupo marginado”.

Actualmente, la pobreza, el subdesarrollo y la corrupción endémica son una parte integral del tejido nacional nigeriano. Se ha atribuido a estos factores el surgimiento del grupo islamista militante Boko Haram en el noreste de Nigeria, donde siete años de insurgencia han llevado a la muerte de decenas de miles de personas y al desplazamiento de más de 2,6 millones de personas.

Chinwe Madubuike, una especialista en desarrollo, no experimentó directamente el trauma de Biafra, pero a través de su trabajo para el movimiento “Bring Back Our Girls” y su labor humanitaria en los campamentos de personas internamente desplazadas (PID) en el noreste de Nigeria, puede ver las similitudes entre ambos conflictos.

“Participar en el movimiento Bring Back Our Girls (Devolved a nuestras niñas) ha sido muy traumático porque te conviertes en una minoría por partida doble, hablando de algo que es un tema tabú. Ahí estás, una mujer hija de padres igbos haciendo algo que ‘va en contra de los igbos’: ayudar a gente en el norte”, dice.

Madubuike admite que aunque ha perdido amigos y ha sufrido consecuencias en el plano profesional debido a su trabajo en el norte del país, el revés la obligó a examinar de cerca el impacto prolongado de Biafra. “Me creaba un conflicto que la gente que había sobrevivido a Biafra no se mostrara más empática con las víctimas de la insurgencia [de Boko Haram], pero lo entiendo. Es porque no tuvieron un proceso propio de reconcliación. No hubo justicia”.

La mayoría de los asistentes a la conferencia estimó que, para que se produzca una verdadera reconciliación, es necesario que haya valor y visión de todas las partes. “Tenemos que volver sobre nuestros pasos y encontrar los caminos en los que hemos errado, y después prepararnos mejor para caminos futuros”, dice Azuah. Sin embargo, Madubuike se muestra escéptica al respecto. “La reconciliación llegará con la justicia, pero no creo que Nigeria esté preparada para establecer o apoyar estructuras que propicien esa justicia”.

Ezeigbo dice que la falta de liderazgo supone el mayor obstáculo para una verdadera reconciliación. “Realmente no hemos tenido dirigentes que piensen en Nigeria, que quieran poner a Nigeria en primer lugar y unir a todo el mundo sin excluir a nadie”. Según Ezeigbo, lo que necesita Nigeria son políticos con el perfil adecuado. “Pero, ¿cómo los conseguimos? Somos los que votamos para que lleguen al poder. Ese es el problema”.

*Nota de la redacción: Philip Effiong escribe su apellido con dos ‘f’, mientras que el resto de su familia utiliza una ‘f’.