Milán abrió sus puertas a los refugiados… pero ¿hasta cuándo?

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El 20 de mayo, unas 100.000 personas participaron en Milán en la mayor manifestación contra el racismo y a favor de la acogida de migrantes de la historia de Italia. Bajo el eslogan “20 de mayo. Sin muros”, la manifestación fue convocada por el Ayuntamiento y por Pierfrancesco Majorino, responsable de la Consejería de Política Social, inspirándose en la marcha convocada en Barcelona el 18 de febrero de 2017.

Además de expresar su apoyo a los refugiados, la manifestación se convocó en protesta contra la nueva la ley represiva Minniti-Orlando, que aumentará las detenciones de los inmigrantes, reducirá su derecho de apelación y limitará las salvaguardas que protegen a los solicitantes de asilo.

Volver a centrar la atención en la solidaridad con los refugiados y migrantes llega en un momento crucial. Según el director de Amnistía Internacional para Europa y Asia Central, John Dalhuisen, “2017 tiene visos de convertirse en el año más mortífero en la ruta migratoria más letal del mundo”.

El mes pasado, Amnistía Internacional publicó el informe titulado A perfect storm: the failure of european policies in the central Mediterranean (La tormenta perfecta: El fracaso de las políticas europeas en el Mediterráneo central) que dibuja una lúgubre imagen de la crisis que afecta a la frontera del sur de Europa. Según la Organización Internacional para las Migraciones, 60.228 refugiados y migrantes llegaron a Italia por mar en los primeros cinco meses de 2017; el informe de Amnistía revela que, en los seis primeros meses de 2017, fallecieron el 2,7% de todos los que intentaron la travesía, un aumento del 0,89% sobre la tasa de mortalidad alcanzada en la segunda mitad de 2015.

Como respuesta al imparable incremento del número de muertes en el mar, el Parlamento italiano ha anunciado el controvertido plan de enviar buques de guerra para patrullar la costa libia, interceptar refugiados y migrantes en el mar y enviarlos de vuelta a Libia, país donde se cometen gravísimos abusos contra los derechos humanos, y los migrantes son víctima de violencia, torturas, extorsiones, violaciones e incluso asesinatos.

Un artículo reciente de Open Migration revela que hay al menos dos o tres guardacostas operando en Libia, y que algunos de los guardacostas participan de hecho, incluso están al frente de las redes de tráfico de personas.

Paralelamente, la hostilidad hacia los refugiados y migrantes está creciendo entre la sociedad italiana. La Liga del Norte, el partido contrario a la inmigración, salió bien parado en las elecciones municipales celebradas en junio y la crisis migratoria será con toda probabilidad una de los temas clave en las elecciones generales previstas a principios de 2018.

El modelo de Milán

En medio de este caos, la estrategia de Milán para la recepción de refugiados y migrantes constituye un modelo interesante, para el resto de Italia y de Europa.

Desde el estallido de la crisis de los refugiados en Europa, Milán, la capital financiera de Italia, se ha convertido en un importante punto de tránsito para quienes desembarcan en el sur de Italia e intentan llegar a países del norte de Europa, como Alemania, Suecia y el Reino Unido, para reunirse allí con sus familiares y amigos o buscar trabajo.

Para recibirles y ayudarles, una red de voluntarios, activistas y organizaciones sociales en colaboración con el Ayuntamiento han desplegado el llamado “Modelo de Milán”, una iniciativa pionera que enlaza a diversas personas y agencias con el Ayuntamiento, para ofrecer a los refugiados comida, ropa y vivienda o para ayudarles con clases de orientación o cursos de idiomas.

En la actualidad hay 900 refugiados al amparo del Ayuntamiento de Milán, repartidos en distintos centros de la ciudad; y 2300 más bajo la supervisión de la Prefectura (un órgano descentralizado del Gobierno que se encarga de la seguridad pública, la protección y la inmigración), según explica Claudio Meazza, especialista en inmigración del Ayuntamiento de Milán.

El Modelo de Milán comenzó con el proyecto de acogida del Ayuntamiento “Emergencia Siria”, puesto en marcha en octubre de 2013, explica Meazza a Equal Times. En aquel momento, el Consejo de Asociaciones Islámicas de Milán y Monza (CAIM) y la comunidad católica de Sant’ Egidio socorrían a los refugiados sirios apiñados en la Estación Central de Milán. “El Ayuntamiento se involucró para ayudar a coordinar los distintos centros y actividades de acogida a los refugiados. Hoy, la Prefectura se encarga de gestionar la acogida de los refugiados en el aeropuerto de Bresso y en torno a la región de Lombardía.

Después de años de aumento incesante, el número de llegadas de refugiados está empezando a descender con lentitud. De una media de 150 a 250 llegadas diarias, Milán recibe hoy alrededor de 50 nuevos refugiados al día. Esto se debe, sobre todo, a las dificultades que encuentran los refugiados para llegar al norte de Europa luego del cierre de la ruta balcánica y de otras fronteras.

La nacionalidad de los refugiados está variando también. En 2013, los sirios representaban el 95% de las nuevas llegadas; en 2014, pasaron a ser el 78% y, en 2015, solo el 20%, y su número se ha reducido incluso más en los últimos años. Paralelamente, el número de refugiados de Eritrea que están huyendo del régimen del presidente Isaias Afewerki ha pasado de representar el 15% de todas las llegadas de refugiados a Milán en 2014, al 50% en la actualidad.

El Hub

El Hub de Milán acoge a los refugiados que están a la espera de alojarse en los centros de recepción temporales y permanentes que ofrece el Ayuntamiento. Se estableció en octubre de 2013, en el entresuelo del Estación Central de la ciudad y más tarde se transfirió a la cercana Via Sammartini.

Desde entonces lo gestiona la Fondazione Progetto Arca (Fundación Proyecto Arca), una organización sin ánimo de lucro que antes se dedicaba ayudar personas sintecho y a drogadictos. Según la periodista Marina Petrillo, redactora jefe de Open Migration, el Hub “ha mitigado el sufrimiento de decenas de miles” de los 107.000 refugiados que se estima atravesaron Milán entre septiembre de 2013 y noviembre de 2016. Desde que se convirtió en centro de acogida, el Hub presta servicio a unos 100 refugiados cada día.

“Milán es una ciudad abierta en la que funciona una red cuyos elementos dialogan entre sí. Hay un contacto permanente entre el Ayuntamiento, la Prefectura y nuestros aliados (como Save the Children). Hay una comunión de intenciones apoyando esta labor —y en eso reside el valor este modelo—“, explica Sabrina Liberalato, responsable del Departamento de Refugiados de la Fundación Proyecto Arca.

Armana, una joven Eritrea solicitante de asilo y madre de un niño de diez años, utilizó los servicios del Hub el pasado mes de febrero. “Soy madre de un niño pero (el gobierno eritreo) quería obligarme a ir a Massawa (un puerto y una base estratégica de las fuerzas armadas de Eritrea) para alistarme en el Ejército. Yo no quería ir. Me detuvieron en las calles de Asmara, donde trabajaba como camarera. Estuve dos años en una cárcel de mujeres, sin juicio, sin abogado”. Cuando la pusieron en libertad recogió a su hijo y huyeron del país. Lograron cruzar el peligroso mar y llegar a Italia a través de Sudán y Libia.

“Espero vivir con mi hijo una vida segura y en paz”, dice Armana a Equal Times.

El papel de los activistas y ¿un cambio de actitud?

Los activistas que defienden los derechos de los refugiados juegan un papel decisivo en el éxito del Modelo de Milán.

Selam Tesfai, una italiana de origen eritreo, ha participado en varios grupos de apoyo a los refugiados, como Cambio Passo (Cambio Radical), Zona 8 Solidale y el Centro Sociale Cantiere.

“Ahora estamos intentando que el Ayuntamiento mejore los centros de emergencia temporales y el nivel general de eficiencia”, afirma.

Pero teme que la hospitalidad característica de Milán esté desvaneciéndose. Cristina Bocchi lleva años trabajando como activista por los derechos de los refugiados y explica que el Ayuntamiento está endureciendo su política hacia los refugiados. Hay un número cada vez mayor de migrantes que duermen al raso en las calles de Milán y la policía ha desalojado varias veces a los migrantes de la Estación Central de la ciudad.

“Las cosas han cambiado desde hace poco porque el Ayuntamiento ha decidido desincentivar la estancia de los solicitantes de asilo y de los refugiados que pasan por Milán en tránsito hacia otros países europeos”, explica.

“Pero aunque la hospitalidad de Milán haya empeorado debido estas nuevas prácticas, sigue siendo mucho mejor de lo que hay en el resto de Italia”, dice Bocchi.