Mercaderes de la muerte, árbitros de la paz: los activistas ponen en tela de juicio la paradoja suiza de las armas

La navaja suiza no es la única arma que vende Suiza. El país neutral más antiguo del mundo, un agente de paz internacional famoso por exportar queso, chocolate y navajas de bolsillo icónicas, vende en silencio armas en el mercado mundial.

Suiza es uno de los fabricantes de armas pequeñas más importantes del mundo. El país, que recibe miles de millones de euros por acoger organizaciones humanitarias como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Cruz Roja, se clasificó como el segundo país en exportación de armas per cápita en 2015, según datos del centro de investigación Stockholm International Peace Research Institute.

En los últimos años, Arabia Saudí ha desplegado tanques Mowag Piranha fabricados en Suiza para reprimir el levantamiento pacífico en Bahréin. En Ucrania se utilizaron rifles de francotirador con licencia suiza contra civiles. Otros clientes incluyen al derrocado dictador egipcio Hosni Mubarak, el artífice del golpe de 1999 en Pakistán, Pervez Musharraf, y los presidentes consecutivos de Estados Unidos que han estado en guerra en Afganistán, Iraq, Libia y Siria desde el cambio de siglo.

“Es imposible ser neutral y al mismo tiempo vender armas o invertir dinero en empresas que las fabrican”, dice Eva Krattiger, miembro del ayuntamiento de la ciudad de Berna y secretaria de la organización antimilitar Grupo por una Suiza sin ejército (su acrónimo oficial, GSoA, se basa en su ortografía en alemán).

“Cuando te beneficias de negocios relacionados con la guerra, significa que te beneficias de la guerra. Por razones económicas simples, esto también significa que no puedes estar interesado en lograr la paz”.

Y sin embargo, desde 1972, el pueblo suizo ha votado tres veces en contra de prohibir la exportación de armas. La votación más reciente para este asunto tuvo lugar en 2009. Pareciera que los resultados secundasen la opinión de Raymond Clottu, miembro del Partido del Pueblo Suizo, una formación de derechas, y su famoso: “Prohibir la exportación de armas suizas no traerá la paz al mundo”.

La guerra siempre ha sido un negocio rentable para Suiza. Antes de la derrota en la batalla de Marignano en 1515, los suizos eran una de las fuentes principales de mercenarios en Europa. Hoy en día, los últimos miembros de la Guardia Suiza sirven al papa en la Ciudad del Vaticano, como una de las unidades militares más antiguas en funcionamiento.

Durante la época medieval, los mercenarios suizos lucharon en todos los conflictos europeos principales. En la guerra italiana de Luis XII de 1499-1504, a veces lucharon en ambos lados de la batalla.

Al final de esta era, el único país europeo en el que se permitía a los ciudadanos llevar una pistola era la confederación suiza. Todavía se permite a todos los hombres suizos sanos de entre 18 y 34 años tener sus rifles de servicio en casa. Esto ayuda a explicar por qué Suiza es el tercer país en la lista de países con el número más alto de civiles que poseen una pistola y se encuentra entre los 20 primeros países en todo el mundo con la tasa más elevada de homicidios por armas de fuego per cápita.

No a las plantas de energía nuclear, sí a las armas nucleares

Aunque Suiza dejó de enviar a soldados a la guerra hace 500 años, las armas suizas todavía están presentes en la mayoría de los conflictos en todo el mundo. Además, cada año el sector público suizo se beneficia del mercado mundial de armas.

En 2016, el banco nacional suizo puso a disposición de los fabricantes de armas nucleares unos 800 millones de dólares. El mismo año los fondos de pensiones suizos invirtieron entre 4.000 y 12.000 millones de dólares en empresas de armamento.

En respuesta a estas inversiones, GSoA puso en marcha en abril una campaña nacional para intentar parar la financiación de material de guerra por las instituciones públicas de Suiza.

“Nuestro principal objetivo es prohibir a las instituciones financieras suizas, como el banco nacional suizo, los fondos de pensiones, las empresas de seguros y los bancos, que inviertan en empresas que fabrican armas”, explica Krattiger.

“Exigimos una prohibición total de inversiones en la industria armamentística, independientemente del tipo de arma. La inversión de las instituciones suizas en la fabricación de armas nucleares o químicas y material bélico convencional, como tanques o munición, debe ser prohibida”.

Irónicamente, mientras el banco nacional suizo continúa invirtiendo en la fabricación de armas nucleares, el pueblo suizo votó en mayo a favor de la eliminación progresiva de la energía nuclear en favor de la energía renovable.

“Es más complicado de lo que parece”, dice Krattiger. “En realidad, Suiza ya tiene una ley que prohíbe invertir directamente en la fabricación de armas nucleares. Sin embargo, una laguna en la ley todavía permite la financiación indirecta de empresas que fabrican dichas armas”.

“Fines de entrenamiento”

Los inversores suizos en armamento nuclear no son los únicos empresarios que pueden encontrar una manera de sortear la lista de transacciones e inversiones prohibidas.

Por ejemplo, Suiza vende en teoría el avión Pilatus para fines de entrenamiento, pero se puede adaptar fácilmente para el transporte de bombas; ese es el uso que se le ha dado en Birmania, Guatemala, México, Chile, Bolivia, Nigeria, Irak, Sudáfrica y Sudán.

“El Pilatus es solo uno de los ejemplos de productos suizos destinados al entrenamiento que se han empleado en combates”, dice el antiguo director general de una empresa suiza que opera en el mercado de las armas.

“Las granadas suizas de entrenamiento también han sido utilizadas en los campos de batalla”, dice el director general, que habló con Equal Times bajo condición de mantener el anonimato. “Lo mismo ocurre con la venta de balas. No hay ningún problema si un fabricante suizo vende las balas para fines de entrenamiento”.

Y sin embargo, a pesar de todos los escándalos relacionados con el comercio de armas de Suiza, ha mantenido la reputación como uno de los exportadores de armas más transparentes del mundo.

“No somos demasiado críticos con Suiza porque el país cuenta con un estándar de control de armas relativamente alto”, cuenta Patrick Walder, un activista a favor del control de armas de Amnistía Internacional, a Equal Times.

Según la ley federal suiza sobre material de guerra, las empresas suizas no pueden vender armas a países que “violan sistemática y gravemente los derechos humanos”. No obstante, Arabia Saudí, Pakistán y la India se encuentran entre los importadores principales de armas de Suiza.

“Todavía pasa de vez en cuando, por ejemplo en Bahréin o Libia, que las armas suizas acaban en manos de aquellos que violan los derechos humanos”, añade Walder. “Amnistía Internacional condenó estos incidentes y también criticó la decisión del Gobierno suizo de relajar la prohibición de exportación de armas a Arabia Saudí”.

Otra ambigüedad en el negocio de armas en Suiza tiene que ver con las diferentes formas en que se interpretan las estadísticas.

En 2015, la Secretaría de Estado para Asuntos Económicos (SECO) anunció que Suiza había reducido la exportación de material bélico. Sin embargo, esta disminución aparecía solo sobre papel porque SECO excluía el número de “artículos militares especiales”, como los aviones Pilatus, de sus informes.

El tamaño real de la industria armamentística suiza todavía es mayor cuando se añade el número de artículos civiles que se utilizan en la industria de las armas. El antiguo director general de la empresa de armas dice que la empresa para la que solía trabajar fabrica aparatos electrónicos que no están destinados a un uso directo en conflictos. Sin embargo, sus únicos clientes eran fabricantes de armas.

“Es imposible asumir que el fabricante de artículos con doble uso pueda adivinar con qué fin se utilizarán sus productos”, dice. “Sin embargo, todo el mundo en el mercado de las armas sabe cuál es el fin principal de fabricar esos productos”.