¿Ayudará la reciente iniciativa periodística de Chipre a “fomentar el diálogo en lugar de promover la violencia”?

“Gran parte del lenguaje sale automáticamente. Se desarrolla a partir de una cultura de la competitividad. Refleja la idea de que cuando informo sobre el otro bando, ellos siempre están equivocados, pase lo que pase, y nuestro bando siempre tiene la razón”, explica el periodista grecochipriota Yiorgos Kakouris.

Al ser un reportero político que informa en primera línea sobre la dinámica de la isla de Chipre, dividida desde hace décadas, Kakouris sabe cómo el lenguaje puede afectar a una sociedad, en especial si ésta está inmersa en un conflicto.

Su labor en Politis, el segundo mayor periódico griego de la isla, no solo implica informar sobre las negociaciones diplomáticas entre los políticos griegos y turcochipriotas, sino también sobre la comunidad turcochipriota desde su sede en el sur de la isla.

“Existe cierta terminología en nuestros medios de comunicación que no intenta informar sobre los hechos, sino perpetuar la imagen que queremos tener de la situación”, argumenta.

Con 35 años, Kakouris forma parte de un grupo de jóvenes periodistas que se ha embarcado en una serie de intercambios laborales entre los medios de comunicación al servicio de las comunidades grecochipriota al sur de la isla mediterránea y la población turcochipriota del norte, como parte de un esfuerzo para “superar la situación de estancamiento informativo”.

Entre los que informarán desde el sur se encuentra la periodista turcochipriota Gözde Öz, de 25 años, que trabaja para el diario Kibris, y quien –nos avanzó– espera que el intercambio “ayude a los periodistas a fomentar el diálogo en lugar de promover la violencia”.

La iniciativa Diálogo para Chipre está acercando a periodistas, sindicatos y consejos de prensa de ambas partes de la línea divisoria –bajo los auspicios de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE)– en un intento por reforzar el periodismo de calidad y “promover la concienciación en ambas comunidades sobre la vida de sus vecinos”, explica Harlem Désir, el representante de la OSCE para la libertad de prensa.

El proyecto también incluye la creación de un glosario conjunto de “términos desconsiderados y discursos potencialmente incendiarios” para contrarrestar los estereotipos presentes en los reportajes de los medios de comunicación.

“Al ofrecer información sobre la comunidad vecina a los lectores de su zona, los periodistas participarán en las medidas para aumentar el entendimiento mutuo, lo cual constituye uno de los primeros pasos en cualquier esfuerzo para la resolución de conflictos”, agrega Désir.

Todos los implicados albergan la esperanza de que, con el tiempo, el proyecto pueda influir en cierta medida en el proceso de reunificación de Chipre, cuya salida diplomática se estancó en julio al concluirse las últimas negociaciones sin lograr un acuerdo de paz.

Sin embargo, el Diálogo para Chipre también forma parte de la batalla mundial para proteger y mejorar la calidad y la ética en el ámbito periodístico, ya que ambas están amenazados por múltiples factores, incluidos el aumento del lenguaje que incita al odio, la propaganda y las ‘noticias falsas’ (popularmente conocidas como "fake news"). El colapso del modelo empresarial tradicional en el ámbito periodístico ha provocado el cierre de miles de medios de comunicación y la pérdida de cientos de miles de puestos de trabajo, mientras que la polarización política y los cambios tecnológicos suelen permitir que la desinformación llene el vacío.

El aumento de la precariedad en las condiciones laborales también ha tenido un “impacto negativo en cómo desempeñan su labor los periodistas y, por consiguiente, en la calidad de la información”, explica Ricardo Gutiérrez, el secretario general de la Federación Europea de Periodistas que representa a 320.000 periodistas en 71 sindicatos y asociaciones y encabeza la campaña europea Medios de comunicación contra el odio.

“Sin duda, la mejora de las condiciones laborales de los periodistas forma parte de la solución, pues para desempeñar el papel de vigilante de la democracia hacen falta recursos y tiempo”, concluye.

Cuidado con el lenguaje

Dedicar tiempo y cuidado al lenguaje es especialmente fundamental en los períodos de división. La isla de Chipre lleva dividida en dos desde que estalló el conflicto en 1974; actualmente, las dos comunidades están separadas por una zona de amortiguación de las Naciones Unidas. La autodeclarada República Turca del Norte de Chipre no ha sido reconocida por el sur de la isla ni por la comunidad internacional, exceptuando a Turquía.

Los sindicatos de periodistas y consejos de prensa empezaron a trabajar hace poco en el glosario, que se redactará en inglés, griego y turco y que más tarde será revisado por Aidan White de la Red de Periodismo Ético (EJN). La EJN ha colaborado en varias guías sobre discursos de incitación al odio para periodistas de varias regiones, así como en un ’test’ general de cinco puntos para detectar dichos discursos y abordarlos.

“En Chipre, el norte es muy sensible ante la interpretación de cualquier asunto relacionado con Turquía, por ejemplo. Y el sur tiene mucho cuidado con cualquier afirmación que dé la impresión de aceptar el statu quo”, asegura White.

Por ejemplo, el uso del término ‘invasión’ para describir la acción militar de Turquía en el norte (en respuesta a un intento de golpe de Estado apoyado por Atenas en 1974) se considera “inaceptable” en la zona turcochipriota, explica White. Por eso, el término se incluirá en el glosario.

“Se trata del clásico ejemplo de tener que explicar por qué a veces una palabra puede resultar ofensiva y constituir un obstáculo para fomentar el diálogo”.

Sin embargo, según White, no se trata de prohibir palabras, sino de analizar los términos que “ofenden a la gente” y de reconocerlos. Afirma que ha observado una “voluntad real” por parte de los periodistas en ambas comunidades de entender que “si la otra parte tiene una fuerte opinión sobre un término que considera ofensivo… tiene derecho a tener dicha opinión”. Esto lo describe como “un paso adelante sumamente importante. Se trata de tolerar otras opiniones, en especial sobre asuntos históricos, políticos y culturales que han sido el origen de numerosos conflictos”.

Asimismo, White asegura que, aunque actualmente las negociaciones de paz se hayan estancado, el proyecto de los medios informativos constituye “una medida que genera confianza e implica a la sociedad civil”.

Y concluye: “Puede aportar un beneficio inmediato a la calidad de la información periodística en ambas partes. Y si contribuye a rebajar las tensiones en algunos de los debates que se están llevando a cabo, entonces aportará algo más que puede resultar útil”.

Hacer frente a la desinformación y el sesgo informativo

Según Kakouris, algunos periodistas ya están llevando a cabo esta iniciativa voluntariamente desde hace tiempo.

En una entrevista telefónica desde Chipre, nos ofrece el ejemplo del propio uso que hace él de determinados términos: “Aquí en los medios de comunicación existen métodos para describir la legitimidad del otro bando que resultan ofensivos para los otros, aunque haya razones para hacerlo. Quizá se hayan dado cuenta de que yo he utilizado el término ‘autodenominado parlamento’. Lo hago automáticamente. [Cuando informan sobre el norte], los periodistas del sur suelen escribir ‘autodenominado parlamento’ y ‘autodenominado líder’ o ponen las palabras parlamento y líder entre comillas”.

“Personalmente he intentado reducir su uso tanto como me ha sido posible y buscar otros modos de describir los conceptos; buscar modos que no evoquen este sentimiento de palabras ’encarceladas’ cuando describimos algo con lo que no estamos de acuerdo”.

Kakouris asegura que el subtexto de esta práctica es la idea de que ’el pueblo turcochipriota no tiene voluntad política y que Turquía les dicta lo que deben hacer’. “Sin embargo, si entendemos que nosotros también somos actores políticos, entonces resulta más fácil visualizar la cooperación que tiene que darse si vamos a vivir en un Estado federal”.

Y agrega: “Podemos enfrascarnos en nuestros debates políticos y tener nuestras discrepancias como un solo pueblo sin formularlos en términos nacionalistas o tribales. Creo que eso es lo que nosotros, como periodistas, podemos hacer a largo plazo”.

Gözde Öz, su colega turcochipriota, coincide en que existe un problema con “el sesgo político, el lenguaje incendiario y la desinformación” en ambas partes.

“A pesar de las buenas intenciones de los periodistas, es posible que tengamos prejuicios, pues estamos trabajando en zonas de conflicto. El lenguaje que utilizan los periodistas afecta a los lectores de forma positiva o negativa”, afirma.

En los casos más extremos, los medios de comunicación pueden incitar activamente a la violencia y el asesinato, como en el caso del genocidio en Ruanda.

Pero también pueden “deteriorar fácilmente una situación ya precaria”, lo cual sirvió de base para la guía publicada por el Instituto Internacional de Prensa titulada Usar con cuidado que trata sobre el lenguaje “capcioso” utilizado en el conflicto entre Israel y Palestina.

“El discurso alarmista”, como el que se ha usado en gran parte de la cobertura de la crisis migratoria, también es sumamente dañino y ha sido objeto de numerosos estudios y guías para ayudar a los periodistas a publicar reportajes más equilibrados. Un estudio de 2015 de la EJN, Moving Stories, reveló que un periodismo bajo la presión del partidismo político, la falta de recursos y el oportunismo cae fácilmente en el empleo de expresiones que incitan al odio, además de fomentar los estereotipos y la exclusión social de los refugiados y migrantes. No obstante, ese mismo estudio encontró también ejemplos “inspiradores” de “periodismo prudente, sensible y ético”.

Asimismo se han publicado guías parecidas para abordar la terminología al informar sobre temas de etnicidad, LGBTI y los relacionados con la pobreza. Los miembros de los grandes sindicatos, como el británico National Union of Journalists, suelen encabezar la lucha para defender el periodismo de calidad.

“Este es el momento en el que deberíamos promover el periodismo como una parte absolutamente fundamental de cualquier solución a la actual crisis informativa”, afirma White.

“En países como Chipre o Rusia y Ucrania, en los que se observa una tremenda cantidad de propaganda y noticias falsas, realmente necesitamos que el periodismo y los periodistas nos indiquen el camino a seguir para lograr una mejor forma de comunicarnos. No hay que culpar a los periodistas, sino utilizar el periodismo para lograrlo. Es más importante que nunca”.