En Eslovaquia, los trabajadores del automóvil se niegan a seguir siendo “esclavos de las empresas occidentales”

“Una exigencia irresponsable”, así calificó Lucia Kovarovič Makayová, portavoz de Volkswagen (VW) en Eslovaquia, el hecho de que los trabajadores exigieran un aumento salarial del 16%.

Sin embargo, el 26 de junio, después de seis días de una huelga ampliamente seguida, los 12.500 asalariados del grupo obtuvieron el 14,1% en el plazo de dos años, a la par de una revisión de la escala de bajos salarios, una bonificación inmediata de 500 euros (590 dólares USD) y un día libre adicional.

“La huelga retumbó como un trueno tras un largo silencio”, comenta Ján Macho, encargado del control técnico de los motores en la fábrica de Martin y delegado del Moderné Odbory (Sindicato Moderno).

“Los inversores saben que los eslovacos trabajan bien y nunca protestan. Han sacado el mayor provecho posible de la elevada tasa de desempleo y el temor de los trabajadores de perder lo poco que tienen. Hoy, sin embargo, nuestro nivel de calificación nos permite no dejarnos intimidar con la amenaza de trasladar la producción a otro lugar”.

Desde la compra de las fábricas de Škoda en 1991, Volkswagen ha apostado fuerte por este paraíso de los fabricantes de automóviles, aprovechando los diez años de “vacaciones fiscales” ofrecidas en 2001 el Gobierno liberal de Mikuláš Dzurinda y de una fuerza de trabajo barata y competente.

En 2016, los trabajadores eslovacos del grupo automovilístico más grande del mundo ensamblaron 388.000 vehículos de diversas marcas, incluyendo los modelos más prestigiosos: Porsche Cayenne, Audi Q7 o Volkswagen Touareg.

No obstante, será difícil que alguna vez puedan conducir estos automóviles de lujo, casi exclusivamente destinados a la exportación a Europa occidental, China o Estados Unidos. Y eso porque, a pesar de la productividad equivalente a la de sus contrapartes alemanas, los trabajadores de VW en Eslovaquia ganan en promedio tres veces menos: 679 euros (800 USD) al mes al inicio de carrera en Bratislava, mientras que seiscientos kilómetros más lejos, los trabajadores de Wolfsburg empiezan con 2.070 euros (2.450 USD).

El efecto sorpresa benefició a los huelguistas: “La dirección no se creyó un paro laboral masivo. Los alemanes pensaron que sería suficiente con proclamar que estamos mejor pagados que otros eslovacos, hablando de una media de 1.800 euros (2.100 USD)”, señala el sindicalista. “Lo que enfureció a la mayoría de los trabajadores, que ganan menos de 1.000 euros (1.180 USD)”.

“Luchamos por sus salarios y por ustedes”

El piquete instalado frente a la fábrica de Bratislava pronto adquirió un carácter festivo, ampliamente difundido por los medios de comunicación e Internet. “Los trabajadores de VW Slovakia pudieron dirigirse a todos los eslovacos y decirles: “Aquí luchamos también por sus salarios y por ustedes”, explica Karol Klobušický, asesor del sindicato Moderné Odbory.

La mayoría de las organizaciones políticas finalmente apoyaron el movimiento, entre ellos el presidente del parlamento Andrej Danko, el Partido Nacional Eslovaco y el primer ministro Robert Fico. “Se dio cuenta de que íbamos a ganar”, sonríe Macho. “Además, no compromete al Gobierno a pagar, como ocurre con los maestros o las enfermeras...”.

Para los sindicalistas, lo más difícil tuvo lugar antes del bloqueo de las líneas de montaje, primero, para convencerse de que podían ganar, y luego para librarse de OZ Kovo, la organización adscrita a la histórica confederación KOZ.

El sindicato de la industria metalúrgica, próximo al partido socialdemócrata Smer-SD y heredero de la única central sindical del régimen comunista, ha conservado sus antiguos reflejos de “correa de transmisión” del poder, mientras que la tasa de sindicalización en el país ha caído del casi 70% que alcanzaba en 1993 a poco más del 10% en la actualidad.

Cansado de su pasividad y de la opacidad de su financiación, un pequeño grupo encabezado por Zoroslav Smolinský quiso desplazar al inamovible presidente de OZ Kovo, Emil Machyna, presentándose como su opositor. En respuesta, este último consiguió que la dirección de Volkswagen despidiera a unos quince disidentes.

Fue necesaria la intervención de IG Metall, el muy influyente sindicato del mundo de la empresa en Alemania, para que la dirección levantara su sanción y posteriormente reconociera la representatividad de la nueva organización.

Moderné Odbory ahora reivindica 9.500 miembros, es decir tres de cada cuatro trabajadores asalariados de VW Slovakia...

Las consecuencias de esta huelga se miden por la importancia del sector en la economía eslovaca: más del 40% de la producción industrial, un tercio de las exportaciones y una cuarta parte del producto interior bruto.

Si comparamos el número de automóviles con el número de habitantes, Eslovaquia sería el mayor fabricante del mundo.

Entre 2000 y 2016, los nuevos modelos del grupo Volkswagen, así como la llegada de PSA Peugeot Citroën y Kia, han aumentado la producción de 200.000 a más de un millón de vehículos al año. Y la planta de Jaguar Land Rover, que se encuentra en construcción en Nitra, ensamblará 150.000 vehículos adicionales a partir de 2018.

“Estoy seguro de que esta huelga tendrá un significado histórico”, afirma Macho. “Por primera vez, todos tuvieron que hablar sobre nuestra posición en la Unión Europea. Ya no aceptamos ser esclavos de las empresas occidentales. No podemos seguir siendo el tercer mundo de Europa”.

“La mayoría de la gente quiere respeto”, redunda Klobušický. “Quieren que las empresas extranjeras les consideren seres humanos”.

Los trabajadores de PSA Peugeot Citroën acaban de montar una sección del sindicato Moderné Odbory. En Kia, OZ Kovo ya obtuvo un aumento del 8,8%.

¿Será esta batalla por la dignidad salarial el comienzo del fin de la fuerza de trabajo malbaratada en Europa central?

En enero, los trabajadores de Audi Hungría (11.500 empleados) pararon durante dos horas para obtener lo mismo que sus 4.000 compatriotas de Daimler: un aumento de aproximadamente el 20% en dos años.

En Kragujevac (Serbia), la primera ministra Ana Brnabić tuvo que sermonear personalmente a los trabajadores de Fiat Chrysler Automobiles para que pusieran fin a una huelga de veinte días.

A su vez, los 20.000 trabajadores de la planta de Škoda en Mladá Boleslav, República Checa, también hablan de entablar una acción próximamente.

This article has been translated from French.

Este artículo apareció originalmente en Le Monde Diplomatique. Lo publicamos de nuevo aquí con la autorización de Agence Global.