Los sindicatos deben hacer más para luchar contra la violencia de género en sus propias filas

El acoso sexual es un acto de violencia infligido a una persona a causa de su género o sexo. Se produce en el entorno laboral y recientemente ha dado mucho que hablar, especialmente ante el impacto de la campaña #MeToo en las redes sociales.

En los últimos meses, los medios de comunicación norteamericanos se han visto inundados por un flujo constante de revelaciones que indican que el mundo del trabajo no es un lugar seguro para las mujeres. Sin embargo, las mujeres norteamericanas ya lo sabían, al igual que las mujeres de América Latina, África, Asia, Europa y Oriente Medio.

El momento en el que se producen estas revelaciones antes inéditas sobre destacadas personalidades masculinas que se aprovechan de sus compañeras de trabajo, y en ocasiones también de sus compañeros, no deja de resultar irónico, ya que los 16 días de la ONU de activismo contra la violencia de género tienen lugar del 25 de noviembre al 10 de diciembre.

También ha obligado a muchas personas a reconsiderar por qué la sociedad concede elogios y recompensas a personas que claramente no respetan a la mitad de la población mundial.

En 2018, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) revisará la cuestión de la violencia de género en el mundo del trabajo y los activistas están presionando a favor de la elaboración de un nuevo convenio que aborde un problema que afecta a millones de trabajadoras en todo el mundo.

Los sindicatos y coaliciones más amplias han puesto en marcha campañas de gran calado para sensibilizar sobre la violencia de género que afecta a sus miembros. Estas campañas son esenciales y oportunas.

La violencia basada en el género en los sindicatos

Sin embargo, existe una cuestión a la cual los activistas aún no han dado voz ni han expuesto a la luz, y me refiero a los trabajadores de los propios sindicatos y organizaciones que hacen campaña.

Esta es una cuestión profundamente difícil para quienes hacemos este trabajo. Mis dedos tiemblan aun ahora al escribir el cuarto borrador de este blog. Nosotros dedicamos nuestras vidas a este trabajo porque creemos en sus altos propósitos.

Creemos que al unir a las personas en torno a cuestiones relativas a la desigualdad, el respeto y la justicia, podemos hacer de este mundo un lugar mejor. Estos son los principios que impulsan a las mujeres brillantes que conozco y que trabajan en sindicatos de todo el mundo.

Y, sin embargo, no hay una sola región donde el sexismo, el acoso sexual o el comportamiento predatorio no hayan tenido un efecto negativo sobre las mujeres en los sindicatos.

Las compañeras sindicalistas de un país latinoamericano han sido víctimas de una tortura casi diaria por parte de altos representantes sindicales, pero están tan dedicadas a su misión de organizar a las personas marginadas, que se ven obligadas a crear redes “silenciosas” entre ellas para protegerse mutuamente.

Una compañera en un sindicato con sede en Europa presentó una demanda contra un compañero que constantemente le hacía comentarios obscenos y finalmente, para su más profunda vergüenza, lo hizo frente a un afiliado sindical. Todo lo que pudo obtener de su organización fue una carta enviada al personal, que resumía en términos generales que el acoso sexual no sería tolerado. Se vio obligada a seguir trabajando con esta persona hasta que finalmente abandonó la organización.

En Estados Unidos, las compañeras y las líderes sindicales se han visto sometidas al mismo nivel de acoso sexual descrito en las historias que ahora son objeto de grandes titulares. Sin embargo, no se hacen públicos ni siquiera los casos más graves.

Una dirigente sindical africana me confió lo difícil que le resultaba organizar a las mujeres tanto en el sindicato como a nivel de la dirección sindical porque en su comunidad se considera que los sindicatos son un coto de caza para que los hombres se aprovechen de las mujeres. Las mujeres que han alcanzado la cúpula dirigente dentro de este sindicato deben soportar el acoso y además las habladurías.

Nuestro movimiento perdió a otra gran organizadora en la región de habla árabe porque no podía seguir luchando contra el constante sexismo que existía a diario dentro de su sindicato, por lo que acabó abandonando totalmente el movimiento.

Me entristece pensar en todas las grandes líderes que hemos perdido. Todas las luchas que nunca se emprenderán porque las mujeres se ven forzadas a abandonar los sindicatos. Todas las trabajadoras que nunca pudieron hacer oír su voz dentro de su sindicato porque la mejor persona para abrirles camino se había sido obligada a partir debido a un acoso atribuido a “su culpa”.

Bandera de lucha

Las mujeres sindicalistas padecen las mismas condiciones que las trabajadoras y las mujeres dirigentes en todos los tipos de puestos de trabajo. Por lo tanto, la palabra de las mujeres sobre el acoso sexual dentro de los sindicatos debería ser una bandera de lucha para todos aquellos que se preocupan por el futuro de los movimientos progresistas.

Somos tan buenos como las organizaciones que construimos y salvaguardamos. Si nos permitimos ejercer el mismo tipo de dinámica de poder contra la que luchamos incansablemente en el caso de los empleadores, entonces no somos mejores que ellos.

Si sometemos a nuestras líderes y personal femenino al estrés y a la violencia del acoso sexual, entonces habremos perdido de vista nuestro verdadero camino.

¿Cómo podemos decirnos un movimiento democrático que lucha por la igualdad? Si permitimos que esta situación continúe, no somos democráticos, somos opresores. De hecho, fallamos a nuestros miembros y a todos los trabajadores si perpetuamos la marginación de las personas en función de su género.

Hago un llamamiento a todos los sindicatos, ya sean predominantemente masculinos, femeninos o que tengan el mismo número de miembros de ambos sexos, para que analicen detenidamente la forma en que perpetuamos la opresión dentro de nuestras propias estructuras. Si no creamos espacio para esta introspección, no somos mejores que los perpetradores de la opresión. Si no damos voz a aquellas compañeras que han sido víctimas de violencia de género en su sindicato, o en su trabajo sindical, lo que hacemos es aniquilar nuestro propio poder. Peor aún, no podemos predicar con el ejemplo.

Nuestro movimiento puede tomar medidas prácticas para construir el futuro que avizoramos, empezando por nosotros mismos. Para promover un entorno libre de acoso dentro del sindicato, podemos:

1. En primer lugar, establecer una política interna (sindical) contra el acoso, un código de conducta y una declaración de igualdad a fin de proporcionar un entorno sindical libre de acoso

a. Incluir un lenguaje antidiscriminatorio y contra el acoso en los estatutos y reglamentos locales

2. Capacitar a los dirigentes y delegados sindicales para que reconozcan y luchen contra el acoso

a. Si una persona observa un comportamiento inapropiado, la organización debe darle los medios y el poder para hacerle frente, especialmente en el entorno sindical, por ejemplo, durante las reuniones sindicales

3. Designar a una persona en la ejecutiva para tratar los problemas relacionados con el acoso

4. Escribir artículos para su sitio web o boletín informativo sobre el acoso, los derechos de los miembros y la forma de poner fin o de prevenir el acoso

5. Hacer encuestas entre los miembros sobre sus experiencias con el acoso y la discriminación

6. Desarrollar alianzas con grupos comunitarios locales que luchen contra la discriminación y la violencia

a. Invitar a oradores de la comunidad a los eventos sindicales, patrocinar uno de sus eventos comunitarios o apoyar la acción conjunta.

Las medidas del movimiento sindical sobre el acoso envían un mensaje importante. Los miembros pueden mostrarse reacios a manifestar sus inquietudes sobre el acoso. Los miembros que confían en el sindicato para luchar contra el acoso y defender un lugar de trabajo libre de acoso, son más susceptibles de dar a conocer su situación. Es nuestro deber brindarles la oportunidad de hacerlo.