En Turquía, ni Charles Darwin es ya bienvenido

Meltem, Nehir y Emre son padres de alumnos, docentes, estudiantes y, sobre todo, miembros del grupo de ciudadanos Hepimiz İçin Laik Eğitim, que defiende una educación laica.

Cuando, poco antes del verano, se enteraron de las intenciones del Gobierno de reformar los libros de texto su sorpresa fue mayúscula, tanto como los cambios previstos.

“Sabíamos que el Gobierno planeaba modificar los programas” explica Meltem Figen, madre de familia, “pero hasta ahora nos permitían, como mínimo, ver la versión en PDF publicada en internet, antes de su impresión. Esta vez, no ha sido así”.

Una de las reformas que más descontento suscita entre la oposición es, sin duda, la supresión de la teoría de la evolución de Darwin en la enseñanza impartida en los institutos. Por el momento sólo afecta a ciertos niveles de primaria y secundaria, pero a partir del curso 2018-2019 se extenderá al conjunto de las clases.

Nehir Sevim, estudiante universitario de ciencias medioambientales, es uno de los reacios y, por ello, se ha unido a la iniciativa ciudadana. “Dejar de enseñar la evolución, tocar las ciencias…Estas reformas afectarán a toda la sociedad. La educación de los niños es el futuro de un país. Es importante que todos tengan acceso a una educación científica y general” subraya.

El viceprimer ministro, Numan Kurtulmus, calificó en septiembre las teorías de Darwin de “superadas y perniciosas”.

Para Dilek (nombre ficticio) que acaba de comenzar su quinto año como profesora de biología en el instituto: “Esta decisión no tiene sentido alguno. No podemos pronunciar el nombre de Darwin pero debemos continuar enseñando el desarrollo de las células”.

Dilek está afiliada a un sindicato desde su primer año como docente. Su compromiso la ha llevado a seguir las directrices de su sindicato, Eğitim-Sen, de seguir hablando de Charles Darwin en clase. “Su nombre no aparecerá en ningún documento, pero hablaré de él en mis clases”.

“Una juventud piadosa”

“Hemos dejado a un lado algunos temas polémicos porque sabemos que es imposible que nuestros estudiantes tengan los conocimientos científicos o los elementos necesarios para su comprensión”, argumentaba en junio pasado Alparslan Durmuş, presidente del Consejo de Enseñanza Superior, en un video de 26 minutos donde se presentan los nuevos programas escolares.

La reforma contiene un total de 51 temas, entre los que hay otra cuestión controvertida: el “significado auténtico de la jihad”. El concepto se enseña desde primaria, en las ‘imam hatip’, las escuelas religiosas que al principio debían formar a los imanes y hoy están abierta a todos.

“La jihad es un elemento de nuestra religión: forma parte de ella y, por lo tanto, es deber del Ministerio de Educación enseñar este concepto de la forma apropiada”, afirma Ismet Yılmaz, ministro de Educación de Turquía.

Los cursos de religión adquieren una hora adicional en la agenda escolar, en todos los niveles y en todas las escuelas.

Esta reforma tomada en su integridad divide tanto a la sociedad porque cristaliza una escisión que ha marcado toda la historia de la Turquía moderna: la laicidad frente a religión. Un combate librado desde la creación de la República laica de Turquía en 1923 por Mustafá Kemal Atatürk, pero cada vez más politizado, en detrimento del frente laico.

Esta reforma se ajusta a la voluntad del presidente Erdoğan y su Gobierno de distanciarse de una visión demasiado “eurocéntrica” con el objetivo de formar una “juventud piadosa”, con la que sueña el presidente turco.

Ya en 2014, Erdoğan declaró: “Si preguntamos a los jóvenes quién es Albert Einstein, seguro que todos pueden decir algo de él. Pero si les preguntamos quién es Ibni Sina [el sabio persa conocido como Avicenas, que vivió entre 980 y 1037, NDLR], la mayoría de ellos no sabe nada”.

Esta no es la primera reforma que se aplica al sistema escolar. Durante sus 15 años en el poder, el AKP, el partido de la justicia y el desarrollo, lo ha reformado más de diez veces. ¿Por qué suscita, entonces, esta reforma tanta controversia?

La oposición ve en ella la enésima tentativa del Gobierno de imponer una visión uniforme de la sociedad y la historia turcas.

“Tienen el propósito de islamizar la juventud”, denuncia enérgicamente Feray Aytekin Aydoğan, presidenta del sindicato de docentes Eğitim-Sen. “Desde 2012, las niñas pueden llevar velo a la escuela a partir de los nueve años y se han construido salas de rezo, a pesar de que muchas escuelas carecen de biblioteca o de gimnasio”.

Los sindicatos alegan también como prueba la proliferación del número de escuelas imam hatip.

Según un artículo publicado en el periódico Birgün, se abrieron más de mil escuelas e institutos imam hatip sólo a lo largo del año 2016. Casi 10% de los estudiantes del país acude hoy a estos centros.

Pero, según las cifras publicadas por el diario Hürriyet, 40.000 alumnos se incorporaron este año a estas escuelas sin su pleno consentimiento.

Meral Gülşen y Dilara (nombre ficticio) trabajan en la escuela primaria y en el instituto respectivamente y comparten esta constatación. Reunidas en un café del centro de Estambul con otros colegas, reflexionan sobre los medios que deben desplegar para no caer en una educación “en sentido único”.

“El Gobierno está decidido a presentar una sociedad musulmana, concretamente sunita, y conservadora” lamenta Meral.

Dilara, después de volver a asegurarse de que no se desvelará su auténtica identidad, añade: “Yo enseño ciencias sociales. Han incluido un nuevo módulo sobre “democracia y ciudadanía” completamente centrado en el intento de golpe de Estado del 15 de julio de 2016. Nosotros, los profesores, debemos presentar como héroes, a los niños de 10 años, a las personas que aquel día se tumbaron bajo los tanques. Se habla de guerra, de violencia. Pero a mí me gustaría enseñarles la paz”.

La resistencia, se organiza

Transcurridos tres meses desde el inicio del curso escolar, como las manifestaciones no han logrado que el Gobierno dé marcha atrás, los grupos ciudadanos han cambiado de táctica.

“Organizamos reuniones de reflexión sobre el contenido de la educación, los padres de alumnos tienen una mayor presencia en las escuelas y se reúnen por barrios para hacer balance”, explica Sevim.

Emre, padre de una adolescente que entrará en el instituto el año próximo, ha decidido hablar en casa de las cuestiones científicas.

“Le hemos explicado que debía estudiar lo que le enseñan en la escuela porque hay exámenes. Pero que no es obligatorio estar de acuerdo con todo. Le ayudamos a desarrollar sus conocimientos y su espíritu crítico, en la medida de lo posible”.

Este padre comprometido admite que muchas familias deciden llevar a sus hijos a costosos centros privados, con la esperanza de darles una “mejor educación”.

Emre participa en las reuniones, se informa y se ocupa de otros padres. “Este combate lo libro por mi hijo y por todos los niños del país”.

Se están poniendo en marcha varias iniciativas ciudadanas, como la del grupo de científicos de la Universidad Técnica de Oriente Medio, en Ankara, Evrim Ağacı (el árbol de la evolución). Acaban de lanzar el proyecto “Müfredat Biziz” (nosotros somos el programa escolar) y publican en internet videos intentando llegar a la máxima audiencia.

“Proponemos videos sobre la evolución, sobre las ciencias modernas y todo tipo de temas que dominamos, porque somos científicos, para sacar a luz las carencias de la educación y ayudar a los ciudadanos a instruirse por sí mismos”, explica Çağrı Mert Bakırcı, fundador del grupo.

Ya se vislumbra una nueva protesta, porque días después del inicio del curso el Gobierno decidió anular el examen de entrada al instituto.

Como sucede en Francia, los futuros alumnos serán aceptados en los institutos más cercanos a su domicilio. Resurge el espectro de los imam hatip. Los padres a favor de la educación laica pasan a la acción.

Hay familias dispuestas a soluciones radicales, como mudarse para estar cerca de los centros de su elección.

This article has been translated from French.