Indignación popular en Portugal ante la respuesta del gobierno a los mortíferos incendios forestales

Indignación popular en Portugal ante la respuesta del gobierno a los mortíferos incendios forestales
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Cuando las llamas invadieron el municipio portugués de Pedrógão Grande el 17 de junio de 2017, y sus cerca de 2.000 residentes se encontraron rodeados por un incendio que se propagaba rápidamente, su reacción inmediata habría sido escapar. Pero 47 de los 64 muertos que se registraron en el peor incendio de la historia en Portugal perdieron la vida en la carretera principal, que las autoridades no habían cortado a tiempo. Actualmente se conoce como la ‘carretera de la muerte’.

Meses después de los mortíferos incendios forestales en Pedrógão Grande –que destruyeron cerca de 30.000 hectáreas en las poblaciones locales y unas 45.000 hectáreas en total– las víctimas continúan batallando para recuperar lo perdido, y crece la indignación de la población contra la inacción del gobierno mientras que los incendios continúan cobrándose vidas.

Nadia Piazza, presidenta de la Asociación de Víctimas del Incendio de Pedrógão Grande, perdió a su hijo de cinco años en la tragedia del mes de junio. Acusa al gobierno de haber cometido toda una serie de errores, incluyendo lo que considera una tremenda lentitud en la respuesta de emergencia y no haber evitado la pérdida de vidas humanas.

“No hay nada que el Estado pueda hacer para compensarme por la pérdida de mi hijo. Es demasiado tarde”, dice a Equal Times. “Pero el gobierno debe tomar medidas para evitar que se pierdan más vidas”.

Hay varios motivos por los que los incendios, que se producen por toda la región del Mediterráneo cada verano, afectaron en 2017 a Portugal de forma tan descomunal. Por ejemplo, la prevalencia de eucaliptos tuvo un papel significativo. Según un artículo de Phys.org, los científicos han criticado al gobierno por fomentar “excesivas plantaciones” de bosques de eucaliptos, altamente inflamables, en un esfuerzo por promover el sector forestal del país, que representa el 3% del PIB portugués. El éxodo rural (en Pedrógão Grande, por ejemplo, a unos 200 kilómetros al norte de la capital Lisboa, la población se ha reducido en más de la mitad en los últimos 50 años) y las repercusiones de las medidas de austeridad sobre los servicios públicos también habrían dificultado la respuesta de emergencia ante los incendios.

Distintos observadores reclaman mejores políticas de gestión forestal, más bomberos y mejor equipamiento de lucha contra incendios. Piazza apunta asimismo al derecho constitucional de los ciudadanos a recibir información sobre lo que hay que hacer en ese tipo de emergencias.

Demasiadas personas, incluidos su hijo y su expareja, perdieron la vida por falta de información respecto al protocolo de emergencia correcto.

Otros residentes tuvieron más suerte. “Fue un milagro”, afirma Eduarda Lourenço, de 53 años. “No teníamos agua, no había bomberos. Así que decidí huir de las llamas con el automóvil, dirigiéndome hacia la autopista nacional [la ‘carretera de la muerte’] con mis dos hijos”. Tras haber recorrido cerca de un kilómetro, los neumáticos empezaron a derretirse, así que se vieron obligados a abandonar el vehículo y salir corriendo. Poco después serían rescatados por una ambulancia. El automóvil de Lourenço –estacionado frente a su garaje con la parte frontal totalmente calcinada– sirve como escalofriante recordatorio de lo ocurrido.

Cuando el fuego alcanzó la localidad de Adega por la tarde, Olinda Conceição Martins, una agricultora de 74 años, utilizó los depósitos de agua situados sobre la casa para mojar una zona en torno a su hogar. Gracias a ello, nos comenta, su casa se salvó de ser consumida por las llamas. Los bomberos únicamente consiguieron llegar hasta su casa alrededor de las 2 de la madrugada.

Pero Conceição Martins aún llora la muerte de cinco familiares que perdieron la vida en el incendio. La casa de su hijo, poco más arriba en la misma carretera, quedó arrasada, al igual que su leñera y su pequeño huerto de lechugas, judías, sus olivos y sus animales. Hasta la fecha, la única ayuda que ha recibido Conceição Martins ha sido la comida donada gracias a la generosidad de sus vecinos.

Se dispone de fondos públicos para ayudar a las víctimas, pero al parecer llevará un tiempo considerable antes de que los residentes reciban apoyo alguno.

El Fondo Revita, creado por el gobierno para administrar las donaciones, recaudó alrededor de 3,8 millones de euros para repartir entre las personas que perdieron sus hogares y granjas. El banco estatal CGD también abrió una cuenta especial para donaciones, y el propio banco contribuiría con 50.000 euros (unos 58.300 dólares USD).

No obstante, los supervivientes se muestran bastante escépticos. “Ya veremos si [el dinero] nos llega”, comenta Jose Vaz da Mata, de 73 años, mientras camina sobre los escombros del cobertizo donde solía guardar leña y sus herramientas agrícolas. Vaz de Mata perdió 32 colmenas y afirma haber sufrido pérdidas estimadas en unos 15.000 EUR (aproximadamente 17.500 USD).

“Mis cultivos agrícolas son para uso personal, así que no pido gran cosa. Me conformaría con recuperar parte de mi maquinaria”.

En febrero, el gobierno portugués hizo públicos sus planes de presentar 23 nuevas leyes como parte de un paquete de descentralización que reformaría la financiación del gobierno local. Durante siglos, Portugal ha sido uno de los países más centralizados de Europa, con el poder de decisión firmemente asentado en Lisboa. Con estas nuevas leyes los residentes en el interior del país, como los de Pedógão Grande, podrían asumir un mayor control respecto a decisiones pequeñas pero vitales, como el tipo de árboles que se planten en su zona.

Pero mientras el gobierno se dedica a discutir y prometer los medios para prevenir nuevas tragedias, los incendios continúan arrasando el país. A mediados de octubre, unos 600 incendios forestales se cobraron las vidas de al menos 39 personas en el centro y el norte del país, a las que hay que sumar cuatro muertos más en el noroeste de España. Con el aumento de las temperaturas debido al cambio climático, muchos portugueses se preguntan qué ocurrirá el próximo verano.

 

Burnt trees in Pedrógão Grande ravaged by forest wildfires in June, which killed 64 people. 22 June 2017.

Photo: Marina Watson Pelaez

El gobierno portugués prometió que se evitarían nuevas tragedias, pero otra reciente serie de incendios en la región se cobró 39 vidas.

 

On 22 June 2017, less than a week after the wildfires began, a man digs graves in the village of Facaia in the municipality of Pedrógão Grande, central Portugal.

Photo: Marina Watson Pelaez

Más de 40 personas de esta localidad perdieron la vida en los incendios. Los supervivientes achacan la magnitud de la tragedia a la falta de coordinación y fallos de comunicación, así como la inadecuada planificación forestal. Afirman además que no había suficientes bomberos desplazados sobre el terreno para evacuar a las familias. Actualmente Portugal cuenta con unos 5.000 bomberos profesionales, y cerca de 25.000 voluntarios.

 

A burnt house in the village of Facaia, Pedrógão Grande. 6 October 2017.

Photo: Marina Watson Pelaez

Los incendios forestales que se declararon el 17 de junio de 2017 arrasaron más de 200 viviendas, y los daños ocasionados se estiman en unos 7 millones de euros (aprox. 8,16 millones USD). El Fondo Revita, establecido por el gobierno, recibió donaciones por un total 3,8 millones de euros (unos 4,43 millones USD). Hasta la fecha, tan solo 2,4 millones euros (2,8 millones USD) han sido asignados para ayudar a las víctimas.

 

Olinda Conceição Martins, 74, stands in front of her car which was destroyed in the June wildfires. Nossa Senhora da Graça, Pedrógão Grande, 6 October 2017.

Photo: Marina Watson Pelaez

Conçeicao Martins afirma que sobrevivió gracias a que consiguió vaciar su depósito de agua, mojando todo un perímetro en torno a su casa y con ello impidió que se extendieran las llamas. Desgraciadamente, perdió a cinco familiares en los incendios, catástrofe que el primer ministro Antonio Costa describiría como “la mayor tragedia registrada en los últimos años en cuanto a incendios forestales”.

 

Seventy-three-year-old Jose Vaz da Mata walks over the rubble of what used to be his small agriculture storage house in Facaia, Pedrógão Grande. 6 October 2017.

Photo: Marina Watson Pelaez

Da Mata perdió toda su maquinaria agrícola, sus 32 colmenas y estima que los daños sufridos se elevan a unos 15.000 euros (17.500 USD).

 

“It was a miracle [that I survived],” says Eduarda Lourenço, who lives in Cimo das Vinhas in the municipality of Pedrógão Grande. 6 October 2017.

Photo: Marina Watson Pelaez

“No teníamos agua, no había bomberos. Así que decidí escapar de las llamas con el automóvil, dirigiéndome hacia la autopista nacional [la ‘carretera de la muerte’] con mis hijos”. Muchos residentes se han quejado de que el hecho de que la policía no cerrase a tiempo la N236 fue uno de los motivos por los que hubo tantos muertos.

 

Nadia Piazza lost nine members of her family in the June fires, including her five-year-old son. 6 October 2017.

Photo: Marina Watson Pelaez

Piazza, embarazada de siete meses, preside la Asociación de Víctimas del Incendio de Pedrógão Grande, que exige al gobierno portugués que “tome medidas para evitar que se pierdan más vidas” en otros incendios.