“Nadie considera aceptable la violencia en el trabajo, de ahí la trascendencia de este convenio de la OIT”

“Nadie considera aceptable la violencia en el trabajo, de ahí la trascendencia de este convenio de la OIT”

Marie Clarke Walker addresses delegates at the 3rd ITUC Women’s Organising Assembly in San Jose, Costa Rica on 12 October 2017.

(Meylin Aguilera/ITUC)

Marie Clarke Walker es secretaria y tesorera del sindicato canadiense Canadian Labour Congress (CLC). En vísperas de la Conferencia Internacional del Trabajo, que a finales de mayo debatirá la adopción de un convenio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para acabar con la violencia y el acoso en el trabajo, y unas semanas de los 23 Días de Acción de la Confederación Sindical Internacional en apoyo a dicho convenio, Clarke Walker habló con Equal Times sobre las razones por las que la violencia doméstica es un problema laboral y sobre qué están haciendo los sindicatos para ponerle fin.

Los movimientos #MeToo y #TimesUp, catapultados desde las redes sociales, han puesto en el candelero el tema de la violencia de género, pero continúa existiendo un enorme desconocimiento al respecto, sobre todo cuando se trata de violencia doméstica. ¿En qué medida la violencia doméstica es una cuestión sindical?

La violencia doméstica sigue a su víctima a todas partes, y si esa víctima tiene un empleo, su maltratador puede hacer muchas cosas para amargarle la vida en el lugar de trabajo. El empleador tiene la responsabilidad de velar por la seguridad de todo su personal mientras trabaja, pero también es una función que compete a los sindicatos. La salud y la seguridad son una de las piedras de toque del movimiento sindical, por lo que debemos garantizar que los empresarios proporcionen un entorno seguro y saludable para los trabajadores. Esto implica estar a salvo de la violencia y el acoso en todas sus formas.

En 2015, el Canadian Labour Congress (CLC) emprendió una investigación sobre la violencia doméstica. ¿A qué conclusiones llegó?

Teníamos una cierta idea, pero carecíamos de evidencias sobre el alcance de la violencia doméstica en el lugar de trabajo hasta que hicimos una encuesta en colaboración con la Western University. Los resultados revelaron unas cifras bastante alarmantes. Por ejemplo, dos tercios de las personas en el lugar de trabajo habían experimentado algún tipo de violencia o conocían a alguien que la había sufrido. En torno al 33,6% afirmó haber sufrido violencia doméstica, siendo las mujeres indígenas las más afectadas. A lo que se añade que un 35,4% respondió tener al menos un compañero de trabajo que podría estar siendo víctima de violencia y el 11,8% de los que respondieron señalaron que tenían al menos un compañero de trabajo que pensaban que era un maltratador. En otras palabras, en el lugar de trabajo encontramos a las personas que están siendo maltratadas y a sus maltratadores.

Sobre este último punto: a finales del año pasado, investigadores canadienses estudiaron las repercusiones de la violencia doméstica en el lugar de trabajo hablando con los maltratadores. ¿En qué se basa este enfoque atípico?

Si alguien está siendo violento y no está recibiendo la ayuda que necesita, la violencia irá de mal en peor. Además, aunque en el lugar de trabajo no seamos necesariamente expertos en este tema, podemos mantener conversaciones que animen a la gente a buscar ayuda y proporcionarles una serie de recursos. También podemos impartir formación a delegados y dirigentes sindicales y a quienes enfrentan el maltrato en primera línea, día a día. Una de nuestras funciones como sindicatos consiste en mantener informadas a las personas sobre los servicios que tienen a su disposición y cuáles son sus derechos.

¿Puede destacar algunas de las actividades que estén llevando a cabo los sindicatos canadienses para combatir la violencia doméstica?

Enseñamos a reconocer cómo se manifiesta y cómo resuena la violencia doméstica y qué recursos tienen disponibles las personas que la están experimentando, sean víctimas o perpetradores. También hemos creado varias páginas en nuestro sitio web dedicadas a la violencia doméstica en el trabajo. Allí encontrarán desde qué pueden hacer los representantes y dirigentes sindicales y otros trabajadores, a qué cursos se están impartiendo. Además, ofrecemos información práctica en línea, que estamos ampliando constantemente, a la que todos pueden acceder, pertenezcan o no a un sindicato. Una cosa más que hemos hecho: enseñar a redactar las cláusulas sobre la violencia doméstica en el trabajo, para incorporarlas en los convenios colectivos.

Para ello ofrecemos ejemplos de cláusulas tipo, en línea. Hay sindicatos que están capacitando a “defensoras de las mujeres” en el lugar de trabajo y otros, como el sindicato de trabajadores siderúrgicos, que ofrecen formación dirigida a los hombres, para ser algo más que meros espectadores. Esto es importante porque la violencia contra las mujeres no es sólo un asunto de mujeres. Todos los hombres tienen la responsabilidad de pronunciarse y de hablar con otros hombres si observan que esto está ocurriendo.

¿Y qué hay de la cuestión de los permisos remunerados?

Los permisos remunerados para las personas que están sufriendo violencia doméstica son fundamentales. Hay muchos convenios colectivos que prevén permisos remunerados de carácter general, pero es crucial incluir el permiso remunerado por violencia doméstica porque, en ocasiones, la mujer no necesita más que una o dos horas para encontrar un abogado o para ir a buscar a sus hijos a la escuela, y ese tiempo debe ser retribuido. Una de las cosas que mantiene a las mujeres en situaciones violentas es el temor a perder su estabilidad económica. La equidad salarial forma parte de la ecuación. No podemos mirar solo una pieza del puzle. La solución a la igualdad en el lugar de trabajo debe ser holística.

También estamos tratando de convencer a los Gobiernos para que garanticen el permiso remunerado por violencia doméstica. En Canadá hay dos provincias que conceden permisos retribuidos a las víctimas de la violencia doméstica, Manitoba y Ontario. Estamos trabajando con organizaciones de mujeres a nivel provincial y nacional, para no decaiga nuestra presión a favor de esta reivindicación. A escala federal ya existe una legislación que prevé días libres y servicios de apoyo a las víctimas de la violencia doméstica, pero sin remunerar.

A finales del año pasado, el Gobierno canadiense propuso una legislación para abordar el acoso y la violencia en aquellos lugares de trabajo regulados federalmente, pero no se mantuvieron consultas genuinas [con los sindicatos]. Así que, a pesar de que nosotros defendíamos una licencia remunerada, impusieron la propuesta de los diez días de permiso no remunerados para las víctimas de la violencia doméstica. También incluyeron como excepción, con nuestra oposición, que ninguna persona acusada de violencia doméstica pueda disfrutar este permiso. Pero el problema es que, en muchos casos, la policía acusa tanto a la víctima de la violencia como al perpetrador. Esto podría haberse resuelto mediante una redacción diferente, pero no han introducido enmienda alguna. De cara al futuro, esperamos que las provincias que aún están sopesando el permiso por violencia doméstica autoricen a que sea retribuido y puedan recibirlo todas las víctimas.

¿Es importante una norma de la OIT para poner fin a la violencia y el acoso en el lugar de trabajo?

Es extremadamente importante. Hay quienes pueden pensar que la cuestión de la violencia, incluida la de género, ya la abordan otros convenios y recomendaciones, pero contar con un convenio y una recomendación independientes es esencial, dado todo lo que estamos viviendo hoy en día. Creo que la OIT, como organización del trabajo de las Naciones Unidas, tiene la responsabilidad de sacarlo adelante y todos los Gobiernos, empleadores y trabajadores tienen la responsabilidad de garantizar que se pueda trabajar de forma segura. Lo sucedido recientemente con #MeToo y #TimesUp, por ejemplo, nos demuestra que las mujeres están hartas de esperar a que otros les digan que el maltrato es inaceptable.

Espero que tengamos una nueva norma en vigor para la conmemoración del centenario [Nota de la redacción: en 2019, la OIT celebra su primer centenario] y que no haya muchas idas y venidas o se prolonguen demasiado las discusiones sobre la semántica de este convenio. No conozco a nadie –ya sea trabajador, empleador o funcionario gubernamental— que considere aceptable la violencia contra los hombres y las mujeres en el lugar de trabajo, de ahí la trascendencia de este convenio de la OIT.

Sabemos que la violencia se perpetra sobre todo contra las mujeres, y en especial contra las mujeres marginadas –mujeres de determinadas etnias, mujeres indígenas, con discapacidad, quienes trabajan en entornos precarios, quienes tienen bajos ingresos o pertenecen a la comunidad trans—. Estos grupos de personas son víctimas de demasiada violencia y demasiado a menudo. Tenemos que ponerle fin de una vez por todas. Este convenio hará saber a los trabajadores que merece la pena hacerse oir. Merece la pena decir en voz alta lo que están padeciendo, porque los Gobiernos y los empleadores les escucharán de verdad y tomarán medidas. Este convenio es otra forma de ser proactivos y de no limitarnos a reaccionar porque, hasta que nos decidimos a reaccionar, alguien puede haber muerto ya.