Cuando la pobreza alimenta el mito de los vampiros "chupasangre"

Cuando la pobreza alimenta el mito de los vampiros "chupasangre"

The people who are accused of being vampires or witches in Malawi tend to be the most marginalised: widowed women, the elderly (particularly older women), the disabled and, increasingly, children.

(Lindsay Mgbor/Department for International Development)

La vida no ha sido la misma para Stephan Sazuze desde que el pasado mes de septiembre una turba furiosa destruyó su casa y la mayor parte de sus pertenencias en Chimwaza, un pueblo de Mulanje, al sur de Malawi. ¿Su crimen? Stephan fue acusado de encubrir a "vampiros" que estaban supuestamente aterrorizando la zona en busca de sangre para llevar a cabo rituales.

A mediados de septiembre de 2017, los rumores de los chupadores de sangre se extendieron desde la frontera del vecino Mozambique hasta Malawi. A pesar de que las declaraciones de la Policía y de la asociación de médicos Society of Medical Doctors desmentían los rumores mortíferos tachándolos de bulo, el miedo se avivó a través de las redes sociales en los pueblos y ciudades del sur de Malawi y terminó provocando la muerte de al menos nueve personas a manos de los vigilantes.

Decenas de personas resultaron heridas y más de 200 han sido arrestadas por los ataques contra quienes han sido acusados de ser anamapopas o "chupasangres".

Los enfrentamientos violentos del año pasado saltaron a los medios de comunicación internacionales cuando hubo que retirar de los distritos afectados por los asesinatos a parte de los trabajadores humanitarios de las Naciones Unidas y otras ONG. Sin embargo los ataques contra personas acusadas de vampirismo o brujería no son raros en Malawi.

Las razones son muchas y complejas. La creencia en la brujería está muy arraigada y generalizada en Malawi, sobre todo en la zona sur del país. Lo mismo sucede en otras partes del continente. Los acusados suelen proceder de los sectores más marginados de la sociedad: viudas, personas mayores (sobre todo mujeres mayores), discapacitados y, cada vez más, niños.

Pero incluso algunos trabajadores de ONG extranjeras, en particular los trabajadores de la sanidad que tienen que tomar muestras de sangre, han sido acusados de vampirismo. En otras partes de África meridional y oriental, los individuos albinos son extremadamente vulnerables a los asesinatos rituales porque hay gente que cree que las pócimas preparadas con partes de sus cuerpos traen riqueza y buena suerte.

Cualquier cosa relacionada con problemas de salud mental, con la ruptura repentina de una relación o con dificultades económicas e incluso con la prosperidad, puede atribuirse a la brujería. Los que son acusados pueden ser condenados al ostracismo, sufrir abusos verbales y físicos, ser expulsados de sus hogares y, en los casos más extremos, ser asesinados.

En enero de 2016, por ejemplo, cuatro ciudadanos mayores del pueblo de Chimbalanga, cerca de Neno, fueron brutalmente asesinados por una turba entre la que supuestamente se encontraban algunos de sus familiares. Se les acusaba de dirigir un "relámpago inducido por el hombre" para matar a su nieta de 17 años, Flora Kanjete.

Detrás de todo esto está la pobreza. Malawi, un pequeño país con una población relativamente grande de 18 millones de habitantes, ocupa el puesto 170 de un total de 188 países en el Índice de Desarrollo Humano, y el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas estima que el 50,7% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza.

La educación también constituye un reto enorme. Según las estadísticas de UNICEF, el 21,6% de las personas de 6 a 29 años de edad nunca ha ido a la escuela, mientras que los que asisten a escuelas públicas tienen que apañarse en aulas con una relación de 1 profesor por 92 alumnos.

"Cuando a una persona le van bien los negocios se supone que está implicada en el satanismo o en alguna forma de ocultismo", declara Sazuze, un hombre de 48 años que se dedica al comercio transfronterizo. Sazuze explica que el escaso nivel educativo y el limitado acceso a las tecnologías modernas en algunas partes del Malawi rural son factores que contribuyen al problema.

"Yo sé de alguien que fue asesinado simplemente por llevar un teléfono móvil, un cargador y una botella de agua reutilizable mientras hacía jogging por la mañana", afirma Sazuze.

Una larga historia de rumores

Según los antropólogos malauíes Anthony Mtuta y Sangwani Tembo, que fueron citados en un artículo publicado por African Arguments el pasado mes de noviembre, Malawi tiene una larga historia de creencias en prácticas sanguinarias.

"En 1948 y 1949 el país sufrió una hambruna terrible. La gente creía que había chupasangres que se desplazaban por la noche en coches y camionetas. Los ataques no cesaron hasta que se quemaron los coches y los jefes de los pueblos impusieran un toque de queda".

Es preciso tener en cuenta que los "chupasangres" de Malawi no son del tipo Drácula. Para robar la sangre de las personas se cree que, en lugar de colmillos, utilizan agujas, magia y a veces alguna tecnología indeterminada. Después, esta sangre es supuestamente vendida o utilizada en ritos satánicos.

La Society of Medical Doctors ha señalado que, hasta la fecha, no existen "pruebas clínicas que corroboren estas alegaciones", una afirmación que ha sido respaldada por el inspector general adjunto del Servicio de la Policía de Malawi, Duncan Mwapasa, cuando Equal Times le pidió pruebas sobre los ataques de vampiros. Sin embargo la falta de pruebas no sirve de nada a la hora de intentar que quienes creen lo contrario cambien de opinión.

El Jefe Supremo Ngolongoliwa del pueblo Lhomwe dice que, ya en los años 1920, la gente temía los ataques de los anamopopas, en particular durante los meses de verano.

"Normalmente los rumores sobre los vampiros comienzan a principios de verano y desaparecen con la estación lluviosa. La explicación más habitual es que a los vampiros les resulta fácil atacar a sus víctimas en la estación cálida porque tienen una circulación sanguínea más intensa", dice Ngolongoliwa.

Otro líder tradicional, el jefe Mangasanja del distrito de Milanje, en la provincia de Niassa (Mozambique), ha evocado los sentimientos de Ngolongoliwa y dice que su pueblo siempre ha creído que hay personas que utilizan sangre humana para conseguir poder y riqueza.

Pero indica que también entiende que haya personas, en particular aquellas con un nivel educativo más alto y más adaptadas a los sistemas de creencias europeas, a las que les pueda resultarles difícil aceptar algo que para mucha gente de las zonas rurales es la realidad cotidiana del mundo sobrenatural.

"A las personas que han estudiado y que creen por encima de todo en las pruebas científicas les suele resultar difícil creer en la magia", dice Mangasanja.

No obstante, Michael Goba Chipeta, secretario honorario del Colegio de Abogados de Malawi, insta a los líderes tradicionales a que actúen con cautela a la hora de hablar de brujería, porque la propagación de los rumores suele provocar mucho terror y violencia.

"Es difícil hacer una afirmación imparcial sobre si las alegaciones de la existencia de vampiros son reales en una sociedad como la de Malawi, donde las leyes rechazan la existencia de la brujería", dice Chipeta.

La Ley sobre la brujería de la era colonial del país ofrece un marco jurídico basado en la inexistencia de la brujería, lo cual se opone directamente a muchos malauíes que sí creen en su existencia. En consecuencia, se han hecho llamamientos para que se reforme la Ley sobre la brujería de 1911 con vistas a impedir que la gente se ponga en manos de tribunales tradicionales o que dependa de la ley de la calle para obtener "justicia".

George Thindwa es director ejecutivo de la Association of Secular Humanism de Malawi y defensor de las personas que son acusadas de practicar brujería. Thindwa condena los ataques de los vigilantes contra personas acusadas de chupar sangre o brujería, pero también condena las condiciones económicas que provocan semejante violencia.

"Es lamentable que por pobreza y analfabetismo y para escapar de la miseria, la gente recurra a la superstición", afirma Thindwa. "Lo que hemos constatado a raíz de las alegaciones de los chupasangres es que personas inocentes han sido asesinadas brutalmente sin ninguna prueba", concluye.

En un artículo para el Nyasa Times, el profesor de Derecho malauí Edge Kanyongolo plantea una pregunta muy pertinente: "…si la brujería y la magia fueran tan ’reales’ como lo creen muchos malauíes, ¿por qué no movilizamos su potencial para promover objetivos de interés público, como por ejemplo el desarrollo nacional?".

Chioza Bandawe, psicólogo clínico del Malawi College of Medicine, considera que los brotes cíclicos de histeria relacionados con el vampirismo son una metáfora de las consecuencias asesinas y chupadoras de vida y sangre de la pobreza profunda, que él ve como "una succión de la esperanza en la vida".