Ser homosexual en Kosovo, el país más joven de Europa

Ser homosexual en Kosovo, el país más joven de Europa

Activists with the Centre for Equality and Liberty, a LGBTQI rights NGO, Lendi Mustafa and Liridon Veliu, in their office preparing for Pristina’s first ever gay pride parade. Pristina, 28 September 2017.

(Kathrine Norsk)

Kosovo celebró su décimo aniversario el 17 de febrero. El país más joven de Europa nació tras la guerra de independencia de 1999 contra las fuerzas de seguridad del Gobierno serbio, que durante años había oprimido despiadadamente a la población albanesa de su provincia suroccidental.

Casi dos décadas después del cese oficial de las hostilidades, seguimos encontrando víctimas de la opresión en Kosovo. Entre ellas, la comunidad LGBTQI (lesbianas, gais, bisexuales, transgénero, queer e intersexual) del país.

Sobre el papel, las leyes sobre los derechos humanos y las disposiciones del Estado de derecho de Kosovo están muy por encima de las de sus vecinos. Después de todo, los cimientos de esas leyes los establecieron funcionarios representantes de los países que habían apoyado a la nación separatista en su guerra contra Belgrado, y que administraron el territorio antes de su declaración de independencia.

Sin embargo, hay un mantra entre quienes siguen lo que acontece en Pristina, la capital de Kosovo: “La legislación es una cosa, su aplicación es otra”. La Constitución de Kosovo consagra desde junio de 2008 el principio de no discriminación por motivos de orientación sexual. Sin embargo, el número de kosovares LGBTQI dispuestos a identificarse públicamente como tales podría contarse con los dedos de las manos. Hayan salido o no del armario, todos los que hablaron con Equal Times nos ofrecieron ejemplos escalofriantes de lo que significa ser joven y homosexual en el país más joven de Europa.

Ismail Cakolli es de los pocos que se ha atrevido a salir. Antes de fundar la ONG Movimiento para la Igualdad de Género de Kosovo, Cakolli fue presentador de la emisora de radio nacional RTK y, a pesar de haber dejado atrás el mundo del espectáculo, sigue siendo un hombre popular.

La entrevista que mantuvimos en un café de la principal vía peatonal de Pristina, fue interrumpida continuamente por amigos que se acercaban a saludarlo, entre ellos un antiguo campeón olímpico de boxeo. Pero hablando con él pudimos saber que normalmente no es ese trato el que recibe.

“He sido apedreado dos veces por chicos de mi barrio”, cuenta. “No lo denuncié a la policía porque no tenía pruebas”.

Con o sin pruebas, sus experiencias con la policía, y las de otros kosovares LGBTQI, sugieren que es dudoso que su denuncia hubiera servido de algo.

Recuerda el día en que él y un amigo quisieron entrar en un bar, hoy cerrado, y el personal de seguridad les dejó claro que no eran bienvenidos debido a su orientación sexual.

“Fuimos a una comisaría de policía y se rieron de nosotros, nos hicieron bromas, nos preguntaron cómo mantenemos relaciones sexuales, etcétera”, lamenta. Finalmente no presentaron cargos. “Hasta hoy no hay ni un solo caso que haya llegado a los tribunales, ése es el mayor problema”.

Siempre escondiéndose

En 2011 abrió por primera vez un bar gay en Pristina. Duró unos días. Enclavado bajo el estadio de fútbol de Pristina, Pure Pure Bar difundió discretamente que los clientes LGBTQI eran bienvenidos. Uno de los dueños puso un anuncio en GayRomeo, un sitio de citas, que fue seguido por la publicación de un artículo en un periódico local, lo que fue seguido de amenazas y abusos contra el personal y los clientes del bar, aseguran numerosos miembros de la comunidad LGBTQI.

Equal Times intentó ponerse en contacto con el antiguo propietario de Pure Pure Bar, pero varios intermediarios le dijeron que no quería hablar con la prensa por miedo a que se repitiera lo vivido en 2011.

Blerim —un seudónimo— terminará pronto la secundaria. Nos encontramos en Dit e Nat, una cafetería-librería del centro de la ciudad donde sirven menú vegetariano y macchiatos, ambientada con música de bandas independientes y de jazz y con una clientela de jóvenes estudiantes vestidos a la moda, artistas y funcionarios noveles. Aunque no es un bar gay, Dit e Nat es amigable a los gais, aunque no abiertamente. Blerim nos cuenta que es uno de los tres lugares de Kosovo en los que se siente a sus anchas.

El segundo es un tranquilo café para gais y, el tercero, un apartamento del centro de la ciudad sede del Centro para la Igualdad y la Libertad (CEL), una ONG establecida hace cinco años para luchar por la protección de los derechos LGBTQI. Por razones de seguridad, no aparece su ubicación en su página web. Su dirección se transmite de boca en boca, como lugar de refugio y apoyo.

Cada tarde, se apiñan en este pequeño centro de acogida docenas de personas, desde populares artistas en los descansos de sus ensayos hasta adolescentes que acaban de salir del instituto. En CEL, ríen, bromean y se relajan, libres por unas horas para ser ellos mismos.

Un informe publicado en diciembre por la Iniciativa de la Juventud para los Derechos Humanos explica las razones por las que los jóvenes LGBTI de Kosovo pueden sentirse incómodos en la escuela.

Un examen del uso del lenguaje discriminatorio en los libros de texto revela que un libro de texto de educación cívica equipara la homosexualidad con “trastorno” y “comportamiento delictivo”. Otro libro de texto, de Biología, decía que la homosexualidad “se desvía de la conducta normal y se considera una forma de conducta desviada”.

Cuando Equal Times visitó el apartamento del CEL encontró un ambiente especialmente animado. CEL se estaba preparando para celebrar por primera vez el desfile del Orgullo Gay en Kosovo. Blerim era uno de los que conspiraban.

“Me da un poco de miedo, pero al mismo tiempo me encantaría participar”, dice. “Yo lo llamo el medio orgullo, porque el orgullo es cuando lo puedes celebrar. Nosotros no somos aún libres para celebrarlo”, añade.

Razones no le faltan para ser cauteloso. En el Día de San Valentín de 2014, un colectivo artístico de cuatro mujeres llamado Haveit escenificó una performance en el corazón de Pristina cuya repercusión fue mucho más allá de lo que anticipaban.

Lola Syla, miembro de Haveit, recuerda frente a una galería de arte de Pristina que antaño albergó el club de boxeo de la ciudad, el origen de la pieza:

“Estábamos charlando en un café sobre el Día de San Valentín y cómo todas las celebraciones son sobre gente heterosexual, mientras que la comunidad LGBTQI ni siquiera puede ir de la mano por la calle”, dijo. “Después de hablarlo, todo sucedió muy rápido, dos días antes dijimos: ‘Ok, vamos a salir y a hacernos una foto besándonos’”.

La foto se volvió viral. Fue compartida 90 veces en apenas tres horas, según Balkan Insight. Algunos les enviaron mensajes de apoyo, pero otros dejaron fotos de sogas, ahorcamientos y las acusaron de haber mancillado la cultura y tradiciones albanesas.

“Estábamos muy asustadas. Recibimos cien amenazas de muerte en nuestra página de Facebook”, dice Syla. “Fuimos a la policía y ya sabían que éramos las del beso, porque alguien había denunciado que unas chicas estaban besándose en la calle. Nos escucharon, pero lo que más les interesaba preguntarnos era si éramos lesbianas”.

¿Qué les recomendó la policía? Borrar la foto.

Señales de progreso

Cuatro años después la situación de la comunidad LGBTQI kosovar está muy lejos de ser la ideal, pero hay señales de progreso. El desfile del Orgullo se celebró sin contratiempos, el 10 de octubre, y el rechazo a los temas LGBTQI en las artes escénicas es más velado que antes, a juzgar por la acogida que ha recibido una nueva obra de teatro.

Más que cualquier otro dramaturgo del país, Jeton Neziraj no deja de llevar al límite lo que los kosovares consideran aceptable. Cuando estrenó su última obra, 55 Sombras de Gay, el otoño pasado, había agentes de policía apostados en la entrada del teatro. Pero no fue necesaria su intervención.

No hubo amenazas de muerte, ni interrupciones durante la actuación, ni actos vandálicos al enorme póster promocional que, como señaló Neziraj, colgó dos semanas del Teatro Nacional sin ser molestado.

Sin embargo, el dramaturgo no cree que los homófobos de Kosovo hayan desaparecido o cambiado de opinión en los últimos años.

“Saben que cualquier exhibición pública de homofobia o incitación al odio les saldrá cara, por así decirlo, tendrán que asumir su responsabilidad”, explica. “[Pero] para mí, tener este espectáculo en el Teatro Nacional de Pristina es signo de la emancipación del pueblo en este tema. No significa que la gente haya cambiado de opinión, pero para mí es suficiente con que durante las funciones no haya protestas”, conclye.

Entretanto, la comunidad LGBTQI de Kosovo está a la espera de que concluya este proceso emancipatorio. En una encuesta realizada en 2015 por el Instituto Nacional Democrático, el 81% de los kosovares LGBTQI entrevistados dijeron haber sido víctimas de abuso psicológico debido a su orientación sexual, mientras que el 29% afirmó haber padecido violencia física como resultado de su sexualidad. La mitad de los que denunciaron agresiones físicas dijeron que los principales agresores eran amigos suyos.

La vista cenital no es mucho mejor. Los principales políticos de Kosovo emiten los mensajes pro-LGBTQI políticamente correctos y asisten a los eventos adecuados, en gran medida para complacer a los embajadores de los benefactores de Kosovo.

Tomemos, por ejemplo, al presidente del Parlamento, Kadri Veseli. En 2015, la web del Parlamento de Kosovo publicó unas declaraciones de Veseli afirmando que la Constitución y la cultura de tolerancia permitían al país ser “lo más eficaz posible en la lucha contra los prejuicios y estereotipos a los que se enfrentan los miembros de la comunidad LGBTQI”. Sin embargo, al año siguiente, unas escuchas telefónicas revelaron que los sentimientos personales de Veseli distan mucho de sus declaraciones públicas. En ellas se le oía referirse a un político de la oposición como ‘peder’ –maricón en albanés–.

¿Cuánto tiempo tendrá que esperar la comunidad LGBTI kosovar para dicha emancipación? Según Blerim, el estudiante de bachillerato: “Tal vez cinco o diez años; entonces será un orgullo total”.