Profesionales jubilados median en casos de violencia doméstica en Senegal: ¿derribarán barreras culturales?

Profesionales jubilados median en casos de violencia doméstica en Senegal: ¿derribarán barreras culturales?

A mediation in progress at the Maison de Justice in Rufisque, Senegal.

(Sylvain Cherkaoui/OSIWA)

Marieme recibe una llamada de teléfono justo cuando estaba explicado cómo se rompió el brazo. Es una vecina suya que está cuidando a sus tres hijos. En su cara podemos percibir claramente un gesto de pánico. Se apresura para recoger su gran bolso del suelo de cemento, olvidando por un momento su brazo izquierdo vendado y acomodado en un cabestrillo de muselina color crema. El agudo dolor le hace sacudirse y le devuelve a la realidad.

“Tengo que volver antes de que descubra que me he ido”, explica al administrador, un joven de veintitantos años que asiente metódicamente. Hace exactamente un mes y siete días que su marido le rompió el brazo a las 3 de la madrugada durante una pelea de pareja. Va a tener que operarse.

Marieme (cuyo nombre hemos cambiado a petición suya) está sentada en las oficinas de la Maison de Justice (Casa de la Justicia), un tribunal civil gestionado por miembros de la comunidad en Rufisque, un suburbio al este de Dakar (la capital de Senegal).

Está aquí para presentar una denuncia por agresiones, pero prefiere no optar por la vía judicial.

“Sé que si me presento ante un tribunal, encerrarán a este hombre, pero por mis hijos no quiero ser la persona que envíe a la cárcel a su padre”, explica.

Casos como este son los que, cada vez con mayor frecuencia, gestiona la Maison de Justice. Dicha institución existe como un término medio para las personas a las que resulta difícil entender el proceso judicial o que no están dispuestas a acudir a los tribunales.

“Hemos modernizado lo tradicional”, asegura Dieynaba Bâ, que se convirtió en la primera y única mujer mediadora en 2014. “Hemos intentado fusionar el sistema parlamentario con el modo tradicional de resolver los problemas mediante una persona anciana del pueblo que sea sabia para formar lo que es ahora la Maison de Justice”.

Actualmente se contabilizan 18 instituciones como ésta diseminadas por todo Senegal. Ofrecen sesiones de mediación presididas por un juez o un secretario judicial jubilado que viva en el municipio y conozca la ley. La mediación es gratuita y voluntaria y los casos pueden pasar a los tribunales penales.

Cuando se puso en marcha este servicio en 2004, se ocupaba de conflictos como deudas pendientes, asuntos de tierras y disputas por herencias entre los ciudadanos. Este tipo de casos todavía constituyen la mayoría de los asuntos que atienden. Hace cinco años, las mujeres empezaron a acudir a este servicio para abordar el tema de la violencia doméstica.

Según su recopilación de datos más reciente (a la que tuvo acceso Equal Times), a finales de 2015 la Maison de Justice había resuelto más de 131.500 casos sobre temas relacionados con la violencia física o de género.

Barreras culturales

La violencia doméstica constituye un problema generalizado en Senegal.

Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas, más del 60% de las jóvenes senegalesas creen que la violencia física contra las mujeres puede estar justificada.

Estas actitudes persisten a pesar del hecho de que la ley senegalesa penaliza las agresiones con hasta cinco años de prisión. La violencia doméstica que provoque lesiones permanentes conlleva condenas de prisión de hasta 20 años. Sin embargo, los jueces rara vez imponen estas sentencias y la policía suele ignorar dichos casos. Además, no existe ninguna ley que castigue la violación conyugal.

“Está mal visto que las mujeres denuncien [la violencia doméstica]”, afirma Awa Tounkara, representante de la Asociación Senegalesa de Abogadas (AJS) que gestiona un centro de acogida para mujeres en Dakar.

“Las barreras culturales son tales que las mujeres deben apoyar siempre [a sus maridos], sea cual sea el grado de la violencia. De no ser así, corren el riesgo de que su propio círculo social les estigmatice”, explicó Tounkara por correo electrónico. “Las Maisons de Justice repercuten en los casos, pues permiten que se lleven a cabo procesos de mediación”.

De media, Bâ preside más de 40 sesiones de mediación a la semana. Algunos casos se alargan hasta varias horas.

“Algunos casos podemos resolverlos en cinco minutos. Con otros nos alargamos más de cuatro horas. Les pedimos que reflexionen. Que piensen lo que quieren y luego vuelvan”, nos cuenta Bâ.

“Los casos de violencia doméstica normalmente se alargan porque cuando estas mujeres acuden a nosotros suelen mostrar todo lo que llevan en el corazón. Hay que tener paciencia para escucharlas y consolarlas antes de intentar encontrar una solución… Como están frente a una mujer, les resulta más fácil hablar conmigo”.

En Keur Massar , un poblado a 24 kilómetros de Dakar, la Maison de Justice está profundizando su impacto al contratar a las bajenu gox, un rol tradicional muy importante en Senegal. Se trata de abuelas de las comunidades que ayudan a las embarazadas.

“Somos las mediadoras a nivel local”, afirma Khadijatou Diallo de 62 años, una de las 17 bajenu gox que trabajan en la Maison de Justice en Keur Massar desde 2010. “El trabajo que hacemos no tiene horarios. En cualquier momento nos puede llamar una mujer con sus problemas para solicitar nuestra ayuda... Hablamos con la gente para explicarles que si hay algún maltrato en la comunidad o si escuchan algo, nosotras llevaremos el caso ante la Maison de Justice”.

Es media tarde en Dakar. Un mediador se encuentra en una sala cerrada escuchando un caso que ha presentado Diallo.

“Nunca la pego por otra cosa que no sea la educación de nuestras hijas”, dice Mass Dieng, que ha venido voluntariamente y admite que maltrata a su esposa. “Peleamos porque no quiere que pegue a las niñas. La mayor ya se ha quedado embarazada tres veces antes de casarse. La otra dos veces”.

Al final de la sesión se registran los acuerdos a los que llegan las parejas. Para Dieng, que se ha comprometido a dejar de pegar a su esposa, la decisión del mediador es definitiva.

“Estoy de acuerdo en venir la semana que viene y traer a esas niñas con nosotros para ver qué podemos hacer”, declara Dieng.

Último recurso

Muchas de las mujeres que acuden a la Maison de Justice solo quieren que se ponga fin a la violencia. Luego hay otras que se han visto afectadas por las deficiencias de la ley.

Safi (nombre ficticio) tiene 29 años y lleva diez años casada. En su ojo tiene incrustado un pequeño fragmento de la escoba de madera con la que su marido solía pegarle.

“Para venir aquí hay que estar muy desesperada”, explica Safi. “Si vas al tribunal, en vez de ayudarte te preguntan ‘¿Dónde está tu certificado de matrimonio?’. Y como no lo tengo, no me ayudan”.

En Senegal, la mayoría de las uniones del 95% de la población musulmana se celebran con una ceremonia islámica, a menudo sin registrarla oficialmente ante las autoridades. Por tanto, a las mujeres que desean divorciarse les resulta muy difícil hacerlo sin la documentación legal necesaria.

Aminata Kebe, una analista de programas de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) en Senegal, asegura que parte del problema reside en la aportación financiera.

“Hay que pagar a un abogado y las tasas del juicio. Hay que pagar el certificado médico para verificar que hubo violación y violencia. La mayoría de las víctimas son muy pobres”, explica Kebe. “No pueden cumplir todos esos trámites antes de llevar su caso ante la justicia.”

Las mujeres como Marieme que se niegan a dejar a sus maridos plantean otros problemas. “La mayor parte de las mujeres casadas que son maltratadas prefieren seguir casadas y no divorciarse”, nos cuenta Tounkara.

Bâ prevé que harán falta varias generaciones para superar la mentalidad de la sociedad que la Maison de Justice está intentando cambiar. “No podemos romper el matrimonio socialmente. Lo que podemos hacer es intentar encontrar una solución alternativa”, sugiere.

Marieme y su marido tienen dos sesiones programadas. “Voy a ir a la mediación”, declara Marieme desafiante. “Pero la próxima vez que esto ocurra iré directamente al tribunal”.