La memoria de las brujas

La memoria de las brujas

The village of Vardø, in the Norwegian Arctic, with a population of little more than 200 at the time, saw as many as 70 witchcraft trials between 1601 and 1663. Steilneset, the striking memorial to those executed, is a global reference for historians and activists calling for a respectful and faithful reminder of such events.

(Bjarne Riesto)

“Persecución debida a prejuicios sociales o políticos”, así es como el Diccionario de la Real Academia Española define la caza de brujas. En el origen de la expresión encontramos lo que académicos como Marshall McLuhan han denominado el “pánico moral”. Un pánico que, durante tres siglos, se extendió por algunas zonas de Europa y del actual Estados Unidos y que acabó con la vida de entre 40.000 y 60.000 personas.

Este terror, explica el sociólogo Stanley Cohen, autor de Demonios populares y pánicos morales, hace referencia a la “condición, episodio, persona o grupo de personas que emerge para convertirse en una amenaza a los valores sociales e intereses”. El pánico moral lo componen tanto los “emprendedores morales” –quienes inician el pánico– como los “demonios populares” –las supuestas amenazas al orden social–.

En este sentido, la caza de brujas se veía como una “guerra contra el terror” en la que los acusados no inspiraban compasión alguna.

Varios investigadores como Marko Nenonen, profesor de Historia Finlandesa en Tampere, advierten de que la historiografía de la caza de brujas se ve reducida al “paradigma europeo occidental”, dejando fuera lo que sucedió en Europa del Este, Oriente Medio, África y Suramérica. Esto ha conducido a “supuestos falsos y generalizaciones” como el de género, señala. En Rusia, Estonia o Finlandia, por ejemplo, las víctimas eran mayoritariamente masculinas: en la Carelia finesa del siglo XVIII, recoge este historiador en su tesis, el 80% de los ajusticiados fueron hombres.

“Perdón” institucional, monumentos a la memoria y “rehabilitación”

No obstante, en Escocia, datos como los aportados por un estudio de la Universidad de Edimburgo –coordinado por Julian Goodare, entre varios historiadores más–, muestran que el 85% de los perseguidos fueron mujeres y que unas 2.500 murieron ahorcadas o quemadas vivas acusadas de “conjuro o hechicería”.

En una conversación con Equal Times, este académico se pronuncia respecto a los perdones institucionales sobrevenidos varios siglos después: “Soy escéptico sobre los perdones porque parece que intentan reescribir el pasado. Como historiador, estoy dispuesto a que aprendamos de él, pero no quiero que se reescriba. En su lugar, hablemos de monumentos”.

Los primeros memoriales, como los de Salem (EEUU) o Colonia (Alemania), aparecen a finales del siglo pasado, dentro de un movimiento más amplio por la “memoria, dignificación y reparación moral” de las víctimas de injusticias.

Construido en el Ártico noruego, en el lugar de las ejecuciones, destaca Steilneset, un largo corredor de madera abierto por 91 ventanas, una por ajusticiado. A su lado, la instalación de Louise Bourgeois, especialista en visualizar el dolor emocional y el trauma: una silla en llamas.

En el caso de los memoriales escoceses, Goodare critica que son “poco conocidos en su mayoría” e incluso “históricamente inadecuados”. “Hace tiempo envié un correo electrónico al Gobierno escocés sugiriendo que debía crear un monumento conmemorativo, pero me respondieron que su política es la de no pagar ninguno”, señala.

Otra fórmula para reparar daños es la “rehabilitación”. Anna Göldi fue la “última bruja” europea y también la primera “rehabilitada” por un parlamento, el del cantón suizo de Glarus. Una llama perpetua la recuerda en el tribunal donde fue condenada.

“La suya es una historia sobre poder, política, intrigas, tortura y emociones; un asesinato judicial”, explica a Equal Times Maggie Wandfluh, miembro del Museo Anna Göldi. Ésta fue rehabilitada en 2008, cuando el periodista Walter Häuser, actual presidente de la Fundación Anna Göldi, lo solicitó al Gobierno cantón. “No todos en esta parte de Suiza estaban contentos de retomar este suceso histórico. Pero la respuesta de la gente ha sido enorme”, apunta.

“No se trata solo de recordar la injusticia que sufrió Anna; eso sería muy pobre. Queremos concienciar a la gente de las violaciones de derechos humanos y arbitrariedades judiciales que se cometen hoy en día. En el museo se aborda también la injusticia en el presente, porque el mensaje sigue vigente”, declara Häuser a Equal Times. Muy popular en Suiza actualmente, la rehabilitación de Göldi está impulsando un proceso similar en Zurich, donde se valora la construcción de un monumento conmemorativo de otros acusados de brujería.

En España, la caza de brujas se concentró en el País Vasco y Cataluña. La publicación de Calibán y la bruja, de la historiadora feminista Silvia Federici, ha animado a autora y editorial a poner en marcha una iniciativa para recuperar su memoria. “Al recorrer el país durante la presentación del libro nos dimos cuenta de que el retrato de estos hechos era más folklórico que historiográfico”, nos cuenta Beatriz García, editora de Traficantes de Sueños y responsable de la campaña. “La bruja vieja y fea en su escoba alimenta la imagen que los inquisidores daban de estas mujeres y minimiza un hecho de violencia extrema contra ellas. Hay hipótesis diversas [sobre por qué eran perseguidas y acusadas], pero desde luego no eran brujas”, subraya. Una de ellas es el “patriarcado del salario”, señala Federici.

“Cuando en la Edad Moderna los campesinos europeos son expulsados de sus tierras, pierden sus medios de producción y necesitan un salario. Las campesinas quedan asignadas a la parte reproductiva, dependiendo de un dinero que solo puede ganar el hombre”, explica García. “Para que acepten su nueva posición, tiene lugar la caza de brujas: un proceso de busca y captura de mujeres con un cierto poder en la comunidad o conocimientos relacionados con el cuerpo o la medicina. También se produce un fortísimo ataque por parte del Estado a los métodos anticonceptivos y al control de la natalidad que tenían las mujeres”, añade.

“En aquellos días las mujeres eran reprimidas y no tenían derechos. Anna fue una víctima en un mundo de hombres, porque era una mujer”, subraya Wandfluh. “Los conceptos ‘derechos humanos’ y ‘derechos de las mujeres’ no existían, aunque hoy la situación no es mejor en muchos países”, denuncia.

Así, pese a no estar descrita con claridad, la brujería es delito en el Código penal camerunés; en Arabia Saudí conlleva la pena capital, y en India, la cifra oficial habla de más de 2.500 personas, mujeres en su mayoría, perseguidas, torturadas y asesinadas en este tipo de cacerías entre los años 2000 y 2016. Como en el pasado, muchas de las acusaciones hunden sus raíces en disputas de propiedad, políticas locales y enfermedades.

Memoria y explotación turística

“Animamos a que, donde hubo caza de brujas, haya una memoria, lo más fidedigna posible y desvinculada de mitología y superstición”, exhorta la editora de Calibán y la bruja. “Valoramos positivamente que se las recuerde en el Museo de las Brujas de Zugarramurdi, Navarra”, añade. Este, además, se ha convertido en el reclamo turístico de la comarca (con más de 30.000 visitantes anuales en los últimos ejercicios, y subiendo).

A Salem, “ciudad de las brujas”, llegan 250.000 personas cada Halloween y en Glarus, Häuser no niega que el Museo de Anna Göldi es un “importante reclamo turístico” para la zona.

“Una cosa es usar personajes mitológicos como reclamo turístico, y otra, un proceso histórico donde murieron mujeres”, advierte García. “Esta no es una cruzada, sino una llamada a reflexionar sobre qué hacemos con la memoria de estos procesos históricos”, elabora.

“Me gustaría que las personas entendieran mejor la caza de brujas, pero no podemos esperar que todos sean expertos”, reconoce Goodare. “La gente quiere contar historias, y la caza de brujas puede ser una buena historia. A veces, una ‘buena historia’ también es una historia real; en otros momentos, una ‘buena historia’ es más poderosa que la verdad”, añade. “Creo que a la gente le gustaría que le dijeran la verdad [en mi caso, con mi aportación] trato de ayudar a que lo entiendan”, concluye el profesor.

Si las cazas de brujas dejan una lección para el siglo XXI, para Goodare es ésta: “Deberíamos tratar de entender mejor a quienes consideramos nuestros enemigos; darnos cuenta de que ni ellos son completamente malvados, ni nosotros completamente buenos. De lo contrario, nos sentiremos con el derecho de tratarlos de forma inhumana, que es como los cazadores de brujas se comportaban. Deberíamos intentar comprender por qué lo hicieron, pero también aprender mejor”.

This article has been translated from Spanish.