“A los trabajadores iraníes no solo les han despojado de sus salarios, sino también de sus derechos fundamentales”

“Consagrar un [solo] día al trabajador es como si consagráramos un [solo] día a la luz o un [solo] día al sol”, declaró el ayatolá Jomeini, el primer Líder Supremo de Irán. “Todos los días son el día de la luz y todos los días son el día del sol”, agregó con motivo de las celebraciones del Primero de Mayo tras la Revolución de 1979 en Irán.

Sin embargo, ya han pasado 39 años desde que triunfó la Revolución y la clase trabajadora iraní sigue esperando a que se la tenga en cuenta. Los sindicatos independientes están prohibidos, los trabajadores de las empresas públicas tienen que esperar meses a que les paguen sus salarios, los del sector privado tienen que enfrentarse a condiciones precarias y si los sindicalistas exigen sus derechos les silencian con mano dura.

“El movimiento sindicalista tan solo tuvo la oportunidad de florecer en Irán durante los dos primeros años después de la revolución”, asegura el activista sindical Mehdi Kouhestaninejad que reside en Canadá.

Como todos los regímenes autocráticos, el gobierno de Irán se siente amenazado cada vez que hay un intento de garantizar los derechos fundamentales de sus ciudadanos. Cuanto más tiempo pasa desde la revolución de 1979, más temores ha mostrado el gobierno de Irán.

“Cuando el gobierno islámico intensificó su brutal campaña contra la oposición a principios de la década de 1980, los activistas y sindicalistas no quedaron exentos de la terrible represión”, explica Kouhestaninejad.

Hoy en día, los trabajadores iraníes no cuentan con garantías ni protección de sus derechos. Como relató Jamshid Ahmadi, un activista iraní que trabaja para el Sindicato de Trabajadores de la Metalurgia y la Mecánica de Irán (UMMI), en 2014 a la confederación sindical mundial IndustriALL:

“En Irán tan solo se aceptan los Consejos Laborales Islámicos, pero en realidad no son sindicatos. Se trata de organizaciones tripartitas formadas por miembros del Ministerio de Trabajo, empleadores y algunos trabajadores elegidos en base a su lealtad al gobierno y su afiliación religiosa. Por tanto, son inadecuados y no están preparados para satisfacer las demandas y necesidades de los trabajadores iraníes”.

Además, según el Índice Global de los Derechos de 2017 de la Confederación Sindical Internacional (CSI), cualquier tipo de acción colectiva que emprenden los sindicalistas iraníes “es violentamente reprimida y las huelgas son impedidas por las fuerzas de seguridad, la policía antidisturbios y los militares”.

Owen Tudor, director del departamento de relaciones internacionales de la central sindical británica Trades Union Congress (TUC), explicó a Equal Times:

“A Irán le gusta describirse a sí misma como una democracia teocrática organizada conforme a principios islámicos. En realidad se trata de una cleptocracia donde la gente en el poder utiliza su autoridad para robar a los trabajadores”.

Uno de los principales escollos a los que se enfrentan los trabajadores iraníes es el retraso en el pago de sus salarios. A lo largo de la última década se ha normalizado que los empleadores se atrasen sistemáticamente en el pago a sus empleados, debido en parte a las sanciones internacionales a Irán, pero también a los altos niveles de corrupción existentes en el país.

Los trabajadores iraníes tampoco pueden recurrir a la justicia. “No existe ninguna ley que apoye a los trabajadores. Tienen prohibido formar sindicatos y toda la economía, tanto la pública como la privada, la gestiona la Guardia Revolucionaria [una poderosa organización que forma parte de las fuerzas armadas del país]”, afirma Kouhestaninejad. “En dichas condiciones a los trabajadores no solo se les despoja de sus salarios, sino también de sus derechos fundamentales”.

En 2017, más de 600 empleados del Forghani Textile Group trabajaron durante cinco meses sin recibir sus salarios. Forghani es un gran conglomerado textil formado por cinco empresas que exportan sus productos al sudeste asiático. Otra gran empresa, Faravardehaye Roghanie Iran Company (FRICO), que produce aceite vegetal, dejó de pagar a sus trabajadores durante cuatro meses. Asimismo, el 25 de febrero de 2018, los empleados de Qazvin Foolad Company se manifestaron para protestar por un retraso en el pago de sus salarios y prestaciones que ascendía a unos tres millones de tomanes (aproximadamente 800 USD).

Acciones colectivas exitosas

A pesar de los graves ataques a los derechos sindicales en Irán, a las detenciones arbitrarias de sindicalistas y a las largas condenas de prisión que han impuesto a los principales activistas sindicales, los sindicatos independientes siguen luchando por los derechos de los trabajadores iraníes. Un reciente ejemplo de dichos esfuerzos es la exitosa huelga que se llevó a cabo en la azucarera Haft Tapeh Sugarcane Plantation and Industry Company.

El 2 de diciembre, los trabajadores de Haft Tapeh, una empresa con 5.700 empleados y una facturación estimada de 100 millones de dólares USD (unos 81,5 millones de euros), se declararon en huelga para exigir los salarios y prestaciones que todavía no les habían pagado. Por fin, el 21 de febrero, tras más de dos meses de huelgas y protestas, la empresa desembolsó todos los pagos atrasados a sus empleados.

“Los trabajadores de Haft Tapeh cobraron sus salarios atrasados gracias a los métodos clásicos de acción colectiva”, explica Peter Rossman, director del departamento de campañas y comunicaciones internacionales de la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación, Agrícolas, Hoteles, Restaurantes, Tabaco y Afines (UITA).

Según Rossman, los empleados de Haft Tapeh consiguieron sus objetivos porque “se negaron a que les dividieran”, “fueron claros al presentar sus demandas” y “se negaron a caer en provocaciones cuando se desató la brutalidad de la junta directiva y las autoridades locales”.

Esta no fue la primera huelga en Haft Tapeh, un yacimiento arqueológico situado en el sur de Irán donde se construyó el complejo industrial. En 2008, sus trabajadores crearon un sindicato independiente en la empresa y desde entonces el nombre de ‘Haft Tapeh’ se ha convertido en sinónimo de noticias relacionadas con protestas.

Para Rossman, el éxito de su huelga más reciente pone de manifiesto la importancia que tienen los sindicatos en las relaciones laborales en Irán.

“Finalmente, la empresa [Haft Tapeh] se vio obligada a ceder, lo que constituye una forma de reconocimiento de facto de la existencia del sindicato, de que este representa a los trabajadores y de que la empresa no puede ignorarles”, destaca.

Las protestas contra las condiciones laborales no se han limitado a Haft Tapeh. El 5 de febrero, los trabajadores de la empresa de maquinaria pesada Heavy Equipment Production Company (HEPCO) protestaron en la ciudad de Arak, situada en el centro del país, para exigir el pago de los seis meses que llevaban sin cobrar. El 23 de febrero, un grupo de empleados del conglomerado industrial Iran National Steel Industrial Group organizaron una protesta en la ciudad sureña de Ahwaz para exigir a la empresa que pagara a 4.000 de sus empleados los cuatro meses de salarios atrasados que les debía.

Una semana más tarde, las fuerzas de seguridad detuvieron a 10 trabajadores tras llevar a cabo redadas nocturnas en sus hogares. Un día después de la protesta de Ahwaz, los empleados de la siderúrgica Orumieh Steel Group también se manifestaron en la ciudad de Orumieh, ubicada al oeste del país, por el impago de sus salarios.

En las dos últimas décadas, los sucesivos gobiernos se han enfrentado a innumerables protestas y huelgas organizadas por obreros, trabajadores del sector de transportes, docentes, comerciantes de los grandes bazares e incluso orfebres. En comparación con las acciones sindicales anteriores, las huelgas laborales más recientes han sido objeto de una enorme atención de la opinión pública internacional porque coincidieron con la oleada de protestas antigubernamentales que sacudieron Irán en diciembre de 2017 y enero de 2018.

Después de la violenta represión por parte del gobierno, las protestas sociales no duraron mucho. Sin embargo, los sindicalistas y activistas laborales iraníes no han cejado en la lucha por sus derechos, a pesar de tener que hacer frente a la persecución política y a penas de prisión.

Sindicalistas en prisión

“Indudablemente, los derechos de los trabajadores son derechos humanos”, afirma Nassim Papayianni, investigadora sobre Irán para Amnistía Internacional. “Al criminalizar las actividades sindicales pacíficas y prohibir la formación de sindicatos independientes, las autoridades iraníes están violando de forma flagrante sus obligaciones en materia de derechos humanos según el Derecho internacional”.

Hoy en día, en Irán varios líderes sindicales están cumpliendo largas condenas de prisión. Esmail Abdi de la Asociación de Docentes de Irán se encuentra actualmente en prisión cumpliendo una condena de prisión de seis años por haber organizado protestas. El juicio se amañó para condenarle por delitos contra la seguridad nacional. Un miembro de la junta directiva del Sindicato de Trabajadores de la Empresa de Autobuses de Teherán y el Extrarradio, Reza Shahabi, es otro sindicalista que pasó cinco años en prisión acusado de los mismos delitos que Abdi. Finalmente, Shahabi fue liberado el 13 de marzo de 2018.

Otros activistas laborales iraníes, como Mansour Osanlou que actualmente reside en Estados Unidos, se vieron obligados a salir de Irán después de cumplir sus penas de prisión. En 2015, Shahrokh Zamani, un miembro encarcelado del Sindicato Iraní de Pintores de Edificios, falleció de un infarto después de que las autoridades penitenciarias se negaran a que recibiera asistencia médica.

“Estos trabajadores y sindicalistas son defensores de los derechos humanos”, explica Papayianni a Equal Times. “Están luchando para garantizar el derecho de cualquier persona a formar y afiliarse a sindicatos y a gozar de unas condiciones de empleo justas y favorables, de una seguridad social y de un nivel de vida adecuado”.

En respuesta a las recientes presiones que han recibido los activistas sindicales, Amnistía Internacional ha instado a Irán a que “anule las duras penas de prisión que han recibido los sindicalistas” y a las autoridades a que “levanten la prohibición represora e ilegal” de los sindicatos independientes.

Además, a raíz de los recientes acontecimientos en Haft Tapeh, la cuestión para los sindicalistas iraníes reside en qué medidas deben tomar para proteger sus derechos fundamentales en la lucha contra unos empleadores que gozan del apoyo total del gobierno y del poder judicial.

“Otros movimientos sindicales de todo el mundo se han enfrentado a obstáculos y retos parecidos a los de Irán”, nos cuenta Tudor. “La larga tradición de la organización de los trabajadores ha supuesto claramente una ventaja para la clase trabajadora iraní”.

“En Zimbabwe, nuestros colegas del ZCTU [Zimbabwe Congress of Trade Unions] siempre dicen: ‘Cuanto más oscura es la noche, más cerca está el amanecer y la lucha se agudiza’. Eso también es así en Irán. La valentía y el compromiso de los líderes de los sindicatos que en Irán luchan incluso por existir inspiran confianza en el futuro, así como respeto”, concluyó.