2018, un año marcado en América por procesos electorales decisivos

2018, un año marcado en América por procesos electorales decisivos

Officials from the Supreme Court of Electoral Justice of Paraguay checking the ballot papers to be used in the elections on 22 April 2018.

(Santi Carneri)

De norte a sur, el continente americano vive un intenso año electoral. Las opciones más conservadoras y oficialistas dominan el panorama en los comicios que están por venir en Cuba, Brasil, México, Estados Unidos, Colombia, Venezuela y Paraguay. Acaban de celebrarse también las de Costa Rica, donde el 1 de abril ganó la presidencia el candidato progresista Carlos Alvarado Quesada frente a un religioso evangélico.

México y Brasil, las potencias latinoamericanas, tienen por delante elecciones presidenciales marcadas por las denuncias de tramas de corrupción y la violencia. Venezuela votará en medio de una crisis económica, política y social y Colombia se abre a la novedad de que las FARC se presentan por primera vez a unas presidenciales.

En Paraguay persiste un enfrentamiento entre dos partidos hegemónicos y conservadores. Con el oficialista Colorado a la cabeza.

La maratón electoral americana de 2018 terminará con Estados Unidos, que celebra sus legislativas intermedias, una prueba para Donald Trump, que podría perder la mayoría en el Senado y en la Cámara de Representantes.

Comenzamos por la que parece será la excepción. Costa Rica ha elegido al candidato progresista, del partido gobernante, Carlos Alvarado (Partido Acción Ciudadana, PAC), que se enfrentó a un pastor evangélico al que ganó con holgura después de que éste llevara al centro del debate político el discurso de la defensa de “los valores cristianos” –cuando la Corte Interamericana de Derechos Humanos, situada en ese país, acababa de pronunciarse a favor del reconocimiento de los matrimonios entre personas del mismo sexo–.

Venezuela celebrará unas elecciones en medio de una grave crisis económica. El país sufre la mayor inflación de su historia y un desabastecimiento de bienes básicos; con índices de pobreza en aumento y la salida del país (hacia Perú, Colombia, Brasil y Panamá, entre otros) como única opción de supervivencia para muchos de sus ciudadanos. Nicolás Maduro, del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) ganó las elecciones en abril de 2013, con el programa de Gobierno que había redactado su predecesor y mentor en 2012, Hugo Chávez, antes de fallecer.

Para el 20 de mayo la oposición venezolana prácticamente estará ausente. La mayoría de dirigentes de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que aúna a los partidos contrarios al Gobierno y ganó en diciembre de 2015 la mayoría en el Parlamento, ha decidido no acudir a la cita electoral porque considera que las condiciones no son “justas [ni] transparentes”.

Cuba renueva su parlamento mañana miércoles 18 de abril (poniendo fin a un ciclo electoral que comenzó en noviembre pasado), y entre los diputados será elegido el nuevo presidente, a todas luces el actual número dos de Raúl Castro, Miguel Díaz-Canel, lo que pone fin (simbólico) a seis décadas de castrismo.

Exjefes de Estado y de Gobierno de la Iniciativa Democrática de España y las Américas, reunidos en Perú la semana pasada, pidieron a los actuales líderes iberoamericanos, presentes en la VIII Cumbre de las Américas, “desconocer las elecciones presidenciales convocadas por la dictadura” cubana, subrayando que la Constitución y sistema electoral de la isla “están diseñados para impedir la participación efectiva y la expresión libre y soberana de la ciudadanía”. Y lo mismo pidieron para las elecciones en Venezuela por ser “un simulacro de elecciones presidenciales sin condiciones para ser reconocidas como constitucionales, auténticas, libres, justas, transparentes y competitivas”.

Mientras tanto, en Colombia las presidenciales están fijadas para el 27 de mayo, con posibilidad de segunda vuelta (17 de junio) y una posible división política fuerte. Este país gobernado actualmente por Juan Manuel Santos (Partido Social de Unidad Nacional) está marcado por la polarización desde la firma del acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC, que postula por primera vez en la historia como partido político en unos comicios presidenciales.

Hay una división entre los candidatos de las formaciones contrarias al proceso de paz: Germán Vargas Lleras e Iván Duque, del partido del expresidente Álvaro Uribe, principal opositor al acuerdo de paz con las FARC; y los de izquierda que enarbolan la reconciliación como eslogan político: Humberto De la Calle, Sergio Fajardo y Gustavo Petro.

En Brasil, las elecciones del próximo octubre se presentan como las más inciertas en muchos años por el convulso período político que está viviendo el país con la inaudita y reciente encarcelación de un expresidente, el mandatario Luiz Inácio Lula da Silva, que lidera las encuestas si se candidata en los próximos comicios del 7 de octubre.

Dilma Rousseff, también del Partido de los Trabajadores (PT), fue destituida por el Congreso en 2016 y desde entonces el derechista Michel Temer (salpicado él mismo y su entorno más cercano por casos de corrupción) gobierna el país y estudia presentarse a los comicios. El segundo en los sondeos para octubre, Jair Bolsonaro, es un exmilitar ultraderechista que promueve la venta libre de armas, la tortura de delincuentes y las ejecuciones extrajudiciales. En la centroderecha tradicional ningún candidato acaba de despuntar, como tampoco se adivina un posible recambio para Lula en la izquierda.

En México, que celebra simultáneamente unas presidenciales, legislativas y regionales el 1 de julio –ya consideradas como las mayores de la historia del país por su tamaño, costo y fiscalización–, las esperanzas de la izquierda para la Presidencia están puestas en el representante del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Andrés Manuel López Obrador, dos veces candidato presidencial, y más conocido como AMLO. Él intentará, por tercera vez (y última, según sus propias palabras), ganar las presidenciales.

Su principal adversario es Ricardo Anaya, líder de Por México al Frente. Anaya es el candidato más joven, con 38 años. Él lidera el partido conservador cristiano PAN y se ha aliado a los progresistas PRD y a Movimiento Ciudadano para alcanzar la Presidencia. José Antonio Meade, candidato del PRI, va tercero en las encuestas.

El proceso electoral mexicano, que comenzó oficialmente el 30 de marzo, estará marcado por los escándalos de corrupción en la formación de centro derecha con la que gobierna Peña Nieto, el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Otros asuntos de campaña ya son el aumento de la violencia –en 2017 México registró el mayor número de homicidios en 20 años, lo que costó al país, según el Índice de Paz México, el equivalente a un 21% de su PIB– y la relación con Estados Unidos, especialmente en medio de la negociación del Tratado de Libre Comercio.

En Estados Unidos, el Partido Republicano y el Demócrata se enfrentan en unas legislativas decisivas para el resto de la presidencia de Donald Trump, quien ya ha tenido problemas para aprobar su agenda legislativa. Los demócratas están a dos asientos de conseguir el control de esta Cámara del Senado y, para controlar la Cámara de Representantes uno de los dos partidos necesita conseguir al menos 218 asientos. Los demócratas no han tenido mayoría en esta Cámara desde 2010.

En Paraguay, Mario Abdo Benítez es el candidato presidencial del oficialista Partido Colorado, la formación con la que el general Alfredo Stroessner gobernó con mano de hierro entre 1954 y 1989 y que solo ha perdido la presidencia del país una vez desde 1948. Fue en 2008, ante una alianza de movimientos sociales de izquierda con el conservador Partido Liberal. Abdo Benítez es el hijo del histórico secretario privado de Stroessner y su apología de la dictadura ha sido una constante durante la campaña.

Por su parte, el Partido Liberal ha intentado repetir la fórmula ganadora del 2008 para intentar desbancar al Partido Colorado. El candidato a presidente es Efraín Alegre, quien fue ministro de Obras Públicas y también el candidato liberal a las presidenciales de 2013, cuando perdió ante Horacio Cartes.

Un momento clave para definir la economía de la próxima década

Sobre este escenario de euforia electoral en América, sobrevuelan el mismo Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea y hasta China en busca de cerrar Tratados de Libre Comercio con países como México y uniones regiones como el Mercado Común del Sur (Mercosur) formado por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay.

Precisamente a este último país decidió volar la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), la francesa Christine Lagarde, el martes 13 del pasado marzo.

La única protesta de centrales sindicales que ocupó la calle frente al Banco Central de Asunción, donde Lagarde daba una relajada conferencia, no llegaba a treinta personas. La media de edad de los manifestantes sí era mucho más alta y había más policías que activistas y pancartas.

Esta escena es solo una anécdota, pero que ilustra la desorganización obrera actual en algunas regiones del Cono Sur. La figura máxima del FMI, que solía ser objeto de las principales demandas laborales en América Latina, ¿no tiene ya confrontación en la calle?

“Macri, Temer y Cartes se parecen mucho. Antes Paraguay parecía un país centroamericano dentro del Cono Sur, pero ahora es igual, todos son así. Los gobiernos [latinoamericanos] han buscado bajar el perfil social [en sus respectivos paises] para hacer [que se vean] más rentables para el capital, para la inversión extranjera”, dice a Equal Times la economista paraguaya Lila Molinier, formada en la Universidad Autónoma de México y docente en la Universidad Nacional de Asunción.

Desde 1992, la UE y el Mercosur buscan cerrar un acuerdo de libre comercio sin éxito. Los portavoces de ambos lados aseguran que las actuales negociaciones están yendo a buen puerto, pero los agricultores europeos y los industriales suramericanos no parecen estar tan de acuerdo.

“Dolería que en este momento se logre el acuerdo con la UE porque es el momento en que nuestros Gobiernos son todos mucho mas vulnerables, sumado a unos años de crisis del comercio exterior en el agro negocio, la base de nuestras economías”, opinó Molinier.

Según la experta, el tratado con la UE es “una apertura a la liberalización total” que no es recíproca. “Ni la industria, ni los ganaderos sudamericanos está de acuerdo y pronto se sumaran los sindicatos y grupos sociales a su descontento. Pero hay tanto ruido por las elecciones que no están al tanto de lo que se va a firmar y no están reaccionando”, concluyó.

This article has been translated from Spanish.