“La huelga no desaparece en el siglo XXI, se transforma”

“La huelga no desaparece en el siglo XXI, se transforma”

Workers and trade unionists demonstrating outside the European Parliament in Brussels in 1989 for a “Social Europe”.

(Communautés Européennes)

En AFL-CIO (American Federation of Labor and Congress of Industrial Organization) están muy ocupados con la organización del Día Internacional del Trabajo. Esta central sindical, la mayor de Estados Unidos y Canadá, no olvida el Primero de Mayo de 1886. Dos años de intenso esfuerzo organizativo concluyeron ese día con el paro de 350.000 trabajadores –procedentes de más de 5.000 fábricas– en Chicago, Nueva York, Detroit y Cincinnati. “Por las ocho horas” o “El gran día para el trabajo”, tituló la prensa local en referencia a la histórica jornada.

Muchas cosas han cambiado desde entonces en este país que cuenta con 126 millones de empleados a jornada completa. Solo el 11,9% está sindicado y el número de huelgas cae en picado desde 1981, hasta convertirse en algo testimonial. ¿En el origen? El gobierno de Ronald Reagan “con sus políticas públicas en contra de los trabajadores”, los “ataques y cambios en leyes y regulaciones laborales” y “los obstáculos a la organización de sindicatos en lugares de trabajo y a los convenios colectivos”, afirma a Equal Times Gonzalo Salvador, portavoz de AFL-CIO. La industria de la comida rápida, “donde cada franquicia es considerada independiente” y no como un sector, es solo un ejemplo.

Descenso en EEUU y Europa, ascenso en África

La clasificación laboral es otro escollo. Por ejemplo, las empleadas de hogar o los trabajadores de la economía de trabajos temporales (gig economy, en inglés), son considerados “contratistas independientes”. Estos ya representan el 32% de la fuerza de trabajo en EEUU y el propio Bureau of Labor Statistics estadounidense reconoce su falta de cobertura social y de un horario.

Para Salvador también es clave el hecho de que administradores, supervisores y gerentes incluidos, no puedan votar a favor de un sindicato en unas elecciones: “si en una empresa de 100 empleados, durante la campaña el empleador estima que 53 trabajadores van a votar por el sindicato, promueve a cinco a supervisores y se asegura de que no exista mayoría a favor de éste”.

La conflictividad laboral también decae en Europa. Una infografía del European Trade Union Institute (etui) lo demuestra. En Europa del Este las huelgas son casi inexistentes o no hay datos de los últimos años. En países con políticas de austeridad, el desarrollo ha sido desigual: en Irlanda y España se observa una drástica reducción del número de paros; mientras que en Grecia –incluso antes de la crisis– y en Chipre –después de ésta– se experimenta un aumento elevado.

En Reino Unido, cuna de la Revolución Industrial, el descenso tiene un origen político, nos dice el investigador y profesor emérito de Historia Social y del Trabajo de la Universidad Metropolitana de Manchester, Neville Kirk.

“Margaret Thatcher coincidió con Ronald Reagan en que protegería el ‘derecho al trabajo’ frente a la ‘tiranía’ sindical. Decidió enfrentarse y aplastar a la Unión Nacional de Mineros, el sindicato más poderoso y activo. Cuando usó toda la fuerza del Estado para derrotar a los mineros en la huelga de 1984-85, el movimiento sindical se situó en la defensiva”, relata. “A partir de ahí, los conservadores y cada vez más el nuevo laborismo, alabaron el individualismo sobre el colectivismo”, asevera.

En cambio, las huelgas suben en el continente africano. En particular en Sudáfrica, la última incorporación al grupo de economías emergentes denominado BRICS.

“La mayoría de los países africanos heredaron economías coloniales que nunca se transformaron o reestructuraron. Esto ha perpetuado un régimen salarial muy bajo y los salarios mínimos son algo nuevo en el continente”, subraya Swizwe Pamla, portavoz el mayor sindicato sudafricano, COSATU. “Lo que también vemos es una situación en la que muchos trabajadores están empezando a disfrutar ahora de sus derechos en democracias. La economía sudafricana fue especialmente víctima del colonialismo y esto ha complicado las relaciones laborales”, matiza.

“Crecen las nuevas formas de expresar el conflicto”

“Lo que caen son las huelgas ‘clásicas’, ligadas a un modelo industrial que pierde peso en la economía mundial”, reconoce a este medio Luz Rodríguez, profesora de Derecho del Trabajo en la Universidad de Castilla la Mancha. Según el Banco Mundial, la aportación de la industria al PIB mundial cayó un 4% entre 1995 y 2016, con países como Dinamarca, Australia o Francia en el grupo de los más se rezagan, mientras que China, Corea del Sur, Arabia Saudita y Tailandia, entre otros, estarían en el de los que aportan por encima de la media.

Con el fin de visibilizar ante la opinión pública el conflicto, “crecen las nuevas formas de expresarlo, más alternativas y adaptadas a los nuevos modelos de producción: como colapsar el servidor de una aplicación informática”, señala Rodríguez. “Si del lado empresarial, la tecnología puede coordinar actividades dispersas a lo largo del mundo, ¿por qué no va a poder coordinar colectivamente los intereses de los trabajadores?”, se pregunta esta experta.

“Las tecnologías están dando lugar a nuevas formas de lucha mientras los trabajadores, supuestamente resignados, muestran en todo el mundo su capacidad de pelear por sus derechos; desde los restaurantes de comida rápida, hasta las limpiadoras migrantes en universidades. Las huelgas no han desaparecido, se han transformado”, coincide Kirk.

Los repartidores/ciclistas (riders, según la jerga de la compañía) de la británica Deliveroo –con presencia en 12 países–, son una buena muestra. “Más que efectividad, buscábamos meter presión. Dañamos mucho a su imagen de marca en medios y redes sociales”, comenta a Equal Times Carlos Iglesias, exrepartidor de la compañía en Valencia. Iglesias participó en uno de los dos “paros” organizados por Riders Por Derechos. “Durante el verano de 2017, el 27 de cada mes, se produjo una strike o acción internacional en 70 ciudades. Y ahí nos inspiramos”, cuenta. “Se supone que cada uno éramos como una pequeña empresa unipersonal y que el trato con la empresa es de ‘tú a tú’ y no es cierto”, denuncia. “Cada quince días nos cambiaban las tarifas, no teníamos ninguna capacidad de negociación, por eso decidimos hacer la huelga”, argumenta.

Precariedad y asilamiento

Una de las características de la economía de plataforma, como destaca Rodríguez, es que “dispersa tareas y trabajadores, lo que dificulta la organización actuaciones colectivas”. “Deliveroo habilitó los denominados centroides, puntos de reunión de los riders. Y ahí se favoreció el contacto”, recuerda Iglesias. “Los eliminaron. Hacernos esperar los pedidos allí, era a la vez un indicio de laboralidad e ilegal. También se trataba de aislarnos. Atomizados estamos vendidos, porque entonces no somos compañeros sino competencia”, declara.

Un gigante del comercio electrónico y del cloud computing puede sufrir una huelga a la antigua usanza. Primero en Francia, Italia y Alemania y ahora en España, el conflicto entre Amazon y sus trabajadores derivó en un paro de dos días. “Fue un éxito, no salió ni un solo pedido. Si el trabajador no produce, no hay nada que hacer”, relata a Equal Times Douglas Harper, del comité de empresa. Aún así, el conflicto se mantiene.

“Nuestra propuesta es una huelga europea en el Prime Day [Ndlr: día de ofertas exclusivas, lo que implica un significativo pico de ventas], implicando a alemanes, italianos, franceses, polacos y checos, aunque todavía no hay nada cerrado”, comenta. Su sindicato, CCOO, lleva dos años trabajando en la constitución de un Comité de Empresa Europeo de la compañía. “La tecnología avanza más rápido que la legislación y no acompaña al ejercicio de la huelga. También estamos perdiendo poco a poco la cultura sindical –en España– y laboral: se entra al mercado de trabajo sin saber leer una nómina”, critica.

Precariedad y descenso de la conflictividad laboral, van de la mano. “Cuando la vinculación de un trabajador con el mercado laboral es atípica y vulnerable, lo es su posición frente al conflicto. Y mayor su reticencia a secundarlo”, afirma Rodríguez.

También el miedo a las represalias. El trabajador de Deliveroo que presentó en rueda de prensa Riders por Derechos, fue despedido. Los trabajadores temporales que secundaron la huelga en Amazon España, no fueron renovados. Además, “El aumento de una mayor inseguridad y aislamiento en el trabajo –el precariado– no ha derivado en una acción industrial masiva”, añade Kirk. “Lo difícil hoy en día es conseguir que una huelga tenga seguimiento”, admite Iglesias. “Pero sirven y mucho”, manifiesta.

“La población trabajadora y sus intereses están cambiando y la revolución tecnológica lo multiplica por cinco”, sostiene la profesora Rodríguez. “No se cuestiona la actuación colectiva en defensa de los intereses de los trabajadores, pero los sindicatos tienen que revisar sus formas de organización y de actuación”, añade mientras destaca el ejemplo de la unión sindical alemana IG Metall que “está haciendo un sindicalismo diferente, sin romper sus lazos con el más clásico”.

This article has been translated from Spanish.