El “día más mortífero” de los medios afganos pone de manifiesto la determinación, la resiliencia y la vulnerabilidad de sus periodistas

En un país que ya ha soportado décadas de guerras brutales, invasiones extranjeras y violencia terrorista, el 30 de abril de 2018, con su carga de infames acontecimientos, pasará a la historia como “el día más mortífero de la crónica de los medios de comunicación afganos”.

Nueve periodistas fueron asesinados mientras cubrían un atentado suicida que se había producido momentos antes en la capital, Kabul, y otro periodista fue asesinado a tiros en la región este de Afganistán.

La primera descarga se produjo cuando un motociclista hizo detonar varios explosivos durante la hora punta en el barrio de Shash Darak de la ciudad. Aproximadamente 30 minutos más tarde, un terrorista suicida que se había hecho pasar por reportero se inmoló en un cordón de seguridad próximo al lugar donde había estallado la primera bomba. Un total de 29 personas murieron en estos ataques, ambos reivindicados por el grupo terrorista Estado Islámico (ISIS).

Entre las víctimas mortales había nueve periodistas: Farishta Mehram Durrani, Ebadullah Hananzai y Sabawoon Kakar de Azadi Radio; Yar Mohammad Tokhi, un cámara de TOLOnews; Ghazi Rasooli y Nowroz Ali Rajabi de 1TV; Saleem Talash y Ali Saleemi de Mashal TV; y Shah Marai, un destacado fotógrafo jefe de AFP en Kabul.

Ese mismo día, varios individuos armados mataron al periodista de los servicios afganos de la BBC, Ahmad Shah, en la provincia de Khost, al este de Afganistán.

“Este ataque terrorista es un crimen de guerra y un ataque organizado contra los medios afganos”, sentenciaba una declaración publicada por la Afghanistan Federation of Journalists (AFJ). “Pero a pesar del ataque de hoy y de otras amenazas a periodistas, los medios afganos se comprometen a seguir proporcionando información”.

Los ataques suicidas con bombas y otras formas de violencia vienen siendo muy habituales en Afganistán desde hace años, pero el reciente aumento de los ataques contra periodistas ha causado una gran conmoción en el conjunto de los medios de comunicación mundiales.

“La impunidad reinante para con los crímenes contra periodistas y la falta de medidas concretas por parte del Gobierno para proteger a los periodistas son causas fundamentales de la creciente violencia a la que se están viendo sometidos los periodistas en Afganistán”, ha expresado en una declaración Anthony Bellenger, secretario general de la Federación Internacional de Periodistas (FIP).

“La FIP insta al Gobierno afgano a tomar urgentemente medidas drásticas para garantizar la seguridad de los periodistas y que se haga justicia para los periodistas asesinados”, continúa el comunicado.

“No hay otra opción”

El Estado Islámico ha reivindicado la autoría de los ataques del 30 de abril, pero los talibanes han sido responsables de la muerte de un gran número de periodistas durante años. Ambos grupos atacan a los periodistas y la infraestructura mediática (oficinas, torres de comunicación, etc.) para tratar de evitar que se publiquen informes sobre las atrocidades que cometen.

Miembros de los órganos de prensa afganos están conmocionados y preocupados por esta violencia mortal, pero se mantienen decididos a seguir realizando su trabajo –por deber, por necesidad, pero también como mecanismo para sobreponerse a estas situaciones–. “Supongo que lo que me ayuda a sobrellevar el dolor es compartir algunas de esas emociones y compartir parte de esa carga como periodista. Yo lo escribo”, declaró a la CNN, tras los ataques, Mujib Mashal, un periodista afgano de alto nivel que colabora con el New York Times.

Otro periodista afgano, que ha solicitado permanecer en el anonimato, declaró a Equal Times mientras cubría otro ataque suicida que tuvo lugar cerca de un campamento de donación de sangre en el centro de Kabul, el 7 de mayo: “No hay otra opción. Podemos seguir trabajando como lo estamos haciendo, o tirar la toalla y quedarnos en casa sin ingresos ni asistencia”, explica.

Hakima Hejran es una periodista radiofónica que solía trabajar con Farishta Mehram Durrani de Azadi Radio. Explica que muchos periodistas son el principal sostén económico de sus familias, por lo que cuando uno de ellos muere, las repercusiones son económica y emocionalmente devastadoras.

Hejran visitó hace poco a la familia de Durrani y se sintió sumamente consternada por lo que se encontró. “Aunque su muerte trágica y lamentable me sigue pareciendo increíble, lo que me ha destrozado ha sido la visita que hice a la casa de barro de su familia, al ver que sus padres están sufriendo por la desgarradora muerte de su hija en unas condiciones de extrema pobreza”.

Falta de formación y equipo de seguridad

Desde la caída de los talibanes en el año 2001, el sector de los medios de comunicación privados ha prosperado. Actualmente hay cerca de 170 estaciones de radio, decenas de periódicos y un centenar de canales de televisión operativos por todo el país.

Pero los últimos acontecimientos han puesto en entredicho la seguridad de los periodistas, al tiempo que ha surgido también un debate sobre el entrenamiento y el equipo de seguridad necesarios para preparar a los periodistas locales a afrontar los peligros que implica trabajar en este país. Solo un puñado de periodistas afganos reciben formación en primeros auxilios o algún entrenamiento para trabajar en entornos hostiles, y muy pocos medios informativos envían a sus reporteros sobre el terreno equipados con cascos y chalecos de seguridad.

Steven Butler, coordinador de la región asiática del Committee to Protect Journalists, declaró a Equal Times que, si bien la culpa del asesinato de los periodistas recae plenamente en los perpetradores, también habría que aprender algunas lecciones de este tipo de tragedias. “Cuando se trabaja en una zona de guerra o de conflicto es imposible eliminar todos los riesgos, pero sí se pueden adoptar ciertas medidas para reducirlos”.

“Una vez que se produce un ataque inicial, los periodistas y editores de asignación deberían anticipar la posibilidad de que se produzcan bombardeos secundarios u otros ataques. Los periodistas deberían estar entrenados para aproximarse con prudencia al lugar de los ataques, mantenerse a cierta distancia y evitar concentrarse en un grupo que pueda convertirse en fácil blanco de ataques. Y es costoso pero útil proporcionar equipos de protección, como cascos y chalecos antibalas”, concluye.

Afganistán es actualmente el lugar más peligroso del mundo para trabajar como periodista. De los 26 periodistas asesinados hasta la fecha en 2018, 10 han muerto en Afganistán, lo que representa la cifra más alta de víctimas mortales en un solo país.

Poniéndolo en perspectiva, el número de periodistas asesinados hasta ahora en Afganistán durante este año constituye más de un quinto del número total de periodistas asesinados en Afganistán desde 1992.

Hablando con Equal Times, Rahimullah Samandar, presidente de la Afghanistan Independent Journalists’ Association (AIJA), que cuenta con 1.900 miembros, puso de relieve las duras amenazas que afrontan los periodistas locales.

“El principal obstáculo aquí es que pocas organizaciones mediáticas locales pueden permitirse contratar instructores extranjeros cualificados y bien versados. Estamos en contacto con organizaciones internacionales como la Federación Internacional de Periodistas, el Institute of War and Peace Reporting, el Committee to Protect Journalists, etc., para que nos ayuden en este sentido”, explica Samandar.

Diversos grupos de defensa de los derechos humanos están insistiendo en la importancia de que se juzgue a los perpetradores de los ataques contra los periodistas. “Es una responsabilidad no solo del Gobierno afgano sino también de organismos internacionales como el Tribunal Internacional de Justicia y la ONU”, señala Butler del CPJ.

“La comunidad internacional debería asumir parte de la responsabilidad a la hora de adoptar medidas para proteger a los periodistas, porque no son solo los afganos los que necesitan la información que estos valientes periodistas proporcionan, sino las personas y los gobiernos de todo el mundo”, concluye.