Lech Walesa: “Si no damos soluciones a la gente, se despiertan demonios del pasado”

Lech Walesa: “Si no damos soluciones a la gente, se despiertan demonios del pasado”

The former leader of Solidarnosc talks to Equal Times after a meeting with other Nobel Peace Prize laureates during the Voy por la Paz (I am for Peace) forum in Montevideo on 27 April 2018. From left to right: the Guatemalan political and human rights activist Rigoberta Menchú; former Polish president Lech Walesa and Iranian lawyer and human rights defender Shirin Ebadi.

(Ana Isla)

Lech Walesa es una de las figuras icónicas del fin de la Guerra Fría. Su vida está plagada de ironías. Nació en una Polonia ocupada por el nazismo, poco después liberada por el comunismo soviético. El comunismo ya no se iría, y tras varias décadas, la liberación del país de sus liberadores llevaría a Walesa a la presidencia.

Actualmente, el líder de la revolución pacífica en Polonia y premio Nobel de la Paz es abucheado en su país, donde –en el mismo acto– Donald Trump es vitoreado como héroe.

Parte de ese rechazo lleva larga data: en 1995, siendo el primer presidente del período netamente poscomunista, busca su reelección, pierde, y anuncia su retiro político. Se postula nuevamente en 2000, pero su retiro es respetado a rajatabla por 99% de los votantes, que le dan la espalda.

Otra parte del rechazo se debe a que el Estado poscomunista que él contribuyó a crear lo acusa de haber colaborado con la inteligencia comunista en los años 70.

Walesa se presenta formal, académico, calmo, distanciado de la realidad que observa como mito histórico que es. Pero el político y sindicalista emerge, carismático, persuasivo, cuando se siente involucrado, y da definiciones punzantes, a veces vanidosas, otras defensivas. A veces eslóganes ambiguos, que cada quien puede entender como quiera. Y, por momentos, emana el creyente apasionado, casi teólogo, capaz de hablar de cuestiones políticas con frases de Juan el Apóstol.

Usted fue una figura clave en ese momento bisagra que fue la caída del muro de Berlín y la disolución del bloque comunista. De hecho, su salto al liderazgo de la oposición al comunismo polaco comienza tras saltar un muro. ¿Cómo lee Ud. el escenario internacional actual en que hablan de construir muros quienes los criticaban en esa época?

En nuestra generación, pensamos a nivel de continentes enteros, e incluso del mundo en su totalidad. Y enfrentamos 3 grandes preguntas. Primero, ¿cuál es una base común aceptable para países con distintas religiones, culturas y grados de desarrollo?

Luego, ¿cuál debe ser el sistema económico en la nueva estructura mundial? Seguro que no el sistema comunista, porque no fue eficaz en ningún país. Pero tampoco es el capitalismo feroz que podemos ver en el mundo actual, en el que un 10% de la población mundial controla el 90% de la riqueza, y nos enfrenta a la alternativa de quitarles esa riqueza o acordar con ellos sobre cómo hacer que beneficie a todo el mundo.

Y la tercera pregunta: ¿cuál debe ser la forma de la democracia? Hoy día, las elecciones las ganan el populismo, las mentiras y la demagogia. Debemos mejorar también la democracia.

¿Qué diagnóstico hace del ascenso de la extrema derecha, en varios países, y cómo se compara con la que ocupaba Polonia cuando usted nacía?

Si no damos soluciones a la gente, se despiertan demonios del pasado, y la gente vuelve a lo que le parecía atractivo entonces. Las élites tienen que reunirse en foros, encontrar soluciones mucho mejores que las de la extrema derecha, y convencer al pueblo. Si no lo hacemos a tiempo, los extremismos nos vencerán.

¿Vivimos un fenómeno sistémico donde Estados Unidos disputa en el terreno militar una hegemonía que está perdiendo en el plano económico y político frente a China y Rusia, y abandona la competencia política, diplomática, comunicacional, de "poder blando"?

La única superpotencia de hoy sigue pensando con la mentalidad de la Guerra Fría. Y, sí, quiere mantener su hegemonía. Si no logramos que Estados Unidos cambie su perspectiva, será un gran fracaso para todos. Nosotros queremos que Estados Unidos siga liderando, pero de una nueva manera. El mundo debe unirse para forzar a Estados Unidos a cambiar.

Hablemos de derechos humanos y del mundo sindical, dos de sus especialidades... Es curioso el paralelismo entre su carrera sindical, política y penitenciaria, y la del expresidente Lula da Silva, hoy preso en procedimientos cuestionados por su aparente motivación política. No fue acusado de comportamiento antisocial, como usted en Polonia, sino de corrupción, pero se señalan insuficiencia de prueba y asimetría en el trato judicial a él en relación a políticos acusados con evidencias más fuertes y numerosas. ¿Cómo analiza esta situación en Brasil? ¿Se reconoce usted en la situación de Lula, más allá de las diferencias ideológicas entre ustedes?

Conocí a Lula en 1981 en Roma. Entendimos que hablábamos de lo mismo, pero también de que yo cuestionaba al comunismo, y él al capitalismo. Nos encontramos nuevamente hace 2 años. Y acordamos que ambos teníamos razón. Sin embargo, él ahora está preso, y yo no lo estoy ni lo voy a estar.

Respecto de las acusaciones, no sabemos si son justificadas. Pero él luchaba contra los capitalistas, que no iban a olvidarse de eso. Es posible que le hayan hecho una trampa. Mi situación era más fácil porque yo he construido capitalismo. No necesitan atacarme.

Hay que investigar profundamente. Debemos mostrar solidaridad con Lula, pero ser honestos hasta las últimas consecuencias. Yo no supongo que él haya cometido grandes errores. A pesar de nuestras diferencias, lo considero mi amigo.

En otro plano relacionado con los derechos humanos, si bien es conocido su catolicismo ferviente, sorprendió la opinión que se le atribuyó, en 2013, de que los diputados homosexuales deberían sentarse fuera del Parlamento. Hoy, ¿se siente reflejado en estas opiniones, se arrepiente de ellas o las repudia?

No me arrepiento porque se cambió mi intención. Yo soy fanático de que el Parlamento muestre una representación proporcional de la sociedad, y les dije a los homosexualistas “ustedes forman menos del 1% de la sociedad, por tanto, considerando la proporcionalidad, nunca podríamos vernos dentro del parlamento, pues son un grupo demasiado pequeño”. Entonces, que cada grupo de la sociedad tenga sus representantes según su proporción en la sociedad.

¿Los gays, 1%? ¿Y está hablando de cuotas...?

En Polonia, hay un 20% de gente que se considera de izquierda. Entiendo que deben tener ese 20% de representación en varios organismos. Yo no estoy en contra de los homosexualistas porque Dios les hizo de esa manera... que estén en paz, pero... sólo insisto en que estén representados de acuerdo a su proporción en la sociedad. Hay que respetar, no luchar contra el homosexualismo, pero... mantener la proporcionalidad.

¿Por qué debe ser relevante la orientación sexual de un político por encima de su idoneidad y sus propuestas? Y, ¿qué evita que se aplique su principio contra otras minorías?

Yo soy democrático. Y en democracia se cuenta cuántos votos tienes. Así entiendo yo la democracia: represento los votos que tengo. Yo no impongo nada a los homosexualistas. Que no me impongan ellos nada a mí.

¿Cómo influye en su impulso a regulaciones contra abusos en la libertad de expresión el hecho de que usted fuera acusado de colaborar con la antigua policía secreta comunista polaca? Y en esta época de noticias falsas, de Cambridge Analytica, ¿cuáles serían reglas aceptables que no cercenen el ejercicio legítimo de ese derecho?

Hay derechos en relación a la libertad de expresión, y también responsabilidades. Si esto fuera norma, usted podría acusarme de una cosa, pero sólo una vez y no se repetiría.

Respecto de que estuve al servicio de la policía secreta... si fuera así, en realidad ellos habrían estado a mi servicio, pues yo vencí y no al revés. He ganado todos estos casos en la justicia, pero siguen diciendo mentiras. Entonces, ¿es eso libertad de expresión? No.

Estos son ejemplos de por qué se debe regular la libertad de expresión. Imagínese si quitáramos las reglas de tráfico y ya no hubiera señales ni semáforos. Las reglas de conducir nos quitaron numerosas libertades, pero aceptamos eso para conducir sin daños. Lo mismo vale para la libertad de expresión: debemos aceptar algunas limitaciones.

This article has been translated from Spanish.

Colaboró en el cuestionario Diego Anchorena