Trabajar, luchar, proteger: los derechos de los trabajadores en el mundo en 2018

Desde hace ya cinco años, la edición anual del Índice Global de los Derechos recoge las violaciones a la libertad de expresión, la libertad sindical y el derecho de huelga, además de examinar en detalle los cambios legislativos, tanto positivos como negativos, que afectan a los trabajadores en todo el mundo. Establece un panorama anual global del mundo de trabajo, sumamente diverso y en constante mutación, trazando las tendencias que se registran, bajo la influencia de los desafíos políticos y económicos actuales.

Publicado por la Confederación Sindical Internacional (CSI), que cuenta con 331 organizaciones afiliadas, la edición de 2018 apunta ante todo que el espacio democrático se ha visto reducido para los trabajadores en muchos de los 142 países que cubre el informe. “Varios países democráticos no han sido capaces de garantizar los derechos de la población a organizarse, expresarse y emprender acciones”, explica la secretaria general de la CSI, Sharan Burrow.

“Al igual que en 2017, un número significativo de protestas fueron prohibidas o severamente reprimidas por las autoridades, procediendo a la detención sistemática de trabajadores y sindicalistas, y registrándose oleadas de despidos en represalia”.

Ha sido, por ejemplo, el caso en Egipto, donde, como comentaba para Equal Times la periodista egipcia Deena Gamil, “todas las formas de protesta, incluidas las huelgas, han sido reprimidas” desde que asumiera el poder el presidente Abdel Fattah al-Sisi en 2014. “Todas las acciones sindicales recientes tienen lugar en medio de un clima de temor”, añade. No extraña así que, Egipto, se encuentre en el grupo de los 10 peores países del mundo para los trabajadores, junto con Arabia Saudita, Argelia, Bangladés, Camboya, Colombia, Guatemala, Filipinas, Kazajstán y Turquía.

Luchar por el respeto de los derechos

En Bangladés, por ejemplo, pese a las promesas realizadas tras la catástrofe del Rana Plaza, la situación dista mucho de ser la adecuada para las trabajadoras del textil. En Kazajstán, dirigentes sindicales fueron detenidos y sindicatos disueltos por la justicia, mientras que prosigue igualmente la represión en Turquía. “Desde que llegó al poder en 2002, el Gobierno ha impedido activamente en 13 ocasiones huelgas importantes, cinco de ellas, bajo el estado de emergencia”, recuerda el periodista turco Çınar Kiper, quien añade en su artículo Ojos que no ven, corazón que no siente: los trabajadores invisibles de Turquía que “la falta de interés que demuestran los medios de comunicación hacia las noticias laborales es directamente proporcional a la falta de interés del Gobierno por escucharlas”. Por otro lado, en Arabia Saudita, lo más preocupante sigue siendo la situación de los trabajadores migrantes.

La libertad de expresión de los trabajadores y sus representantes, así como el derecho a manifestarse o a hacer huelga están siendo regularmente limitados por los Gobiernos o por los empleadores.

“Prácticamente todos los países del mundo reconocen que los trabajadores tienen derecho a hacer huelga. Unos 90 países lo han consagrado en su constitución nacional”, recuerda por su parte el presidente adjunto de la CSI, Karl-Petter Thorwaldsson. Sin embargo, según el Índice Global, en el transcurso del año 2017, el derecho de huelga se ha visto vulnerado en el 87% de los países cubiertos.

Las prácticas antisindicales se están haciendo cada vez más generalizadas, particularmente por parte de gigantes como Samsung en la República de Corea, mientras que la negociación colectiva resulta cada vez más complicada. En Europa, el 58% de los países no respetó las condiciones necesarias para el ejercicio de este derecho, indica el informe.

Uno de los hechos más preocupantes es el incremento de los casos de violencia física en comparación con el informe anterior. En muchos casos, la justicia no ha condenado a los autores de estos hechos, que quedaron impunes. Así, gran número de sindicalistas fueron arrestados, agredidos, o incluso asesinados (por ejemplo, en Colombia).

Oriente Medio y Asia, entre las peores regiones para los trabajadores

La CSI establece una clasificación para evaluar cuáles son las peores regiones y los peores países para los trabajadores. Expone asimismo algunos casos particulares de Estados donde la situación ha sido particularmente preocupante durante este último año, ya sea porque los regímenes se están volviendo más autoritarios (Argelia, Belarús, Egipto o Turquía) o porque los gobiernos han adoptado leyes que ponen en entredicho derechos laborales adquiridos, como fuera el caso en Brasil, o también en China e Indonesia.

En cuanto a las regiones, Oriente Medio y Asia son entre las que reciben la peor clasificación, situándose a la cabeza de las zonas del mundo donde los trabajadores están más amenazados. Aparte de los países ya citados, como Arabia Saudita o Egipto, otros países de la región de Oriente Medio y Norte de África están además inmersos en conflictos, como Siria, Yemen o Libia, lo que implica la denegación total de todo tipo de derechos. Para los palestinos la situación sigue siendo también particularmente complica da como resultado de la ocupación y el persistente conflicto con Israel. Por otro lado, también es en estos países donde se registran más violaciones a los derechos de las trabajadoras del hogar, como ocurre en los países del Golfo o en Líbano.

En Irán, una periodista comentaba a Equal Times que “los sindicatos independientes están prohibidos, los trabajadores de las empresas públicas tienen que esperar meses a que les paguen sus salarios, los del sector privado tienen que enfrentarse a condiciones precarias y si los sindicalistas exigen sus derechos les silencian con mano dura”.

En la región de Asia, constatamos numerosas violaciones de los derechos de los trabajadores en el sector textil y en las cadenas mundiales de suministro.

Camboya figura entre los países más preocupantes de la región. En 2017, este medio ya exponía el elevado número de desmayos masivos que se producían en las fábricas del país, provocados por las condiciones laborales, el excesivo calor y la contaminación.

En los países africanos, los trabajadores son víctimas de violencia física y los sindicatos siguen encontrando dificultades para protegerlos. En ocasiones son todavía perseguidos, como en Somalia. Pero también siguen luchando por organizar a los trabajadores, como en Uganda.

Cuando las empresas y los Gobiernos no ponen de su parte

El Índice Global de la CSI destaca un segundo aspecto preocupante en 2018, concretamente el incremento del poder de las grandes empresas, prácticamente ilimitado y sin freno alguno. “La influencia de empresas e inversores extranjeros en la adopción de enmiendas regresivas a la legislación laboral ha sido todavía más visible en 2018. En muchos países, el diálogo social tripartito se vio recortado y los derechos de los trabajadores/as severamente socavados”, señala el informe.

Se apunta a empresas como Samsung y Amazon. Esta última, cuya lógica económica se apoya en la rapidez de la distribución, aspira de hecho a modificar las normas del trabajo: “El peso del aumento de la productividad recae principalmente sobre el tiempo de trabajo y, por lo tanto, sobre los trabajadores, cuyo rendimiento está constantemente controlado a fin de encontrar nuevas soluciones para reducir los tiempos y costes de producción”, explican Sylvain Bianchi y Andrea Iossa en El trabajo según Amazon.

En Indonesia, los trabajadores del aceite de palma emprendieron una batalla contra el gigante de la alimentación PepsiCo, donde “los trabajadores y sus familias reciben unos salarios ilegalmente bajos, se ven expuestos a peligrosos pesticidas y son víctimas de abusos rutinarios”, revela el periodista Nithin Coca.

Por último, el informe recuerda que muchos trabajadores no disponen hoy en día de protección legal ni de medios para defenderse.

Es el caso de muchas trabajadoras del hogar, sobre todo en Oriente Medio y en la península arábica; también es el caso de los más de 2.500 millones de trabajadores de la economía informal, principalmente en Asia y en África, pero también el de todos los trabajadores precarios, temporales, temporeros o por cuenta propia en Europa o en América del Norte.

Así, en Europa, nueve millones de profesionales independientes “trabajan para clientes” en lugar de “tener un empleo”. De este modo, la revolución digital hace que millones de puestos de trabajo resulten inseguros. “El trabajo en línea, cada vez más generalizado, aporta flexibilidad e independencia, pero también incertidumbre, precariedad y ausencia de derechos laborales”, indica Esther Ortiz en un artículo sobre la cuarta revolución industrial para Equal Times.

Para concluir esta reseña en un tono más positivo, conviene recordar que se han registrado, en paralelo, mejoras en algunos países. Islandia, por ejemplo, se propuso reducir la brecha salarial de género. En Canadá y Nueva Zelanda los derechos de los trabajadores se han visto reforzados también con la adopción de nuevas leyes.

“El desafío que se plantea a los Gobiernos es gobernar en beneficio de las personas, no de los intereses empresariales, y adoptar leyes que respeten las normas internacionales del trabajo y que mantengan abierto el espacio democrático que permite a los trabajadores tener una voz en su comunidad y en sus lugares de trabajo. A menos que esto ocurra, nos enfrentaremos a un mundo inseguro y fracturado”, resume Sharan Burrow.

This article has been translated from French.