Elecciones decisivas en Zimbabue: ¿abrirán una nueva era para los medios de comunicación del país?

Ver las noticias de la noche en ZBC –el canal de televisión estatal de Zimbabue– en vísperas de las históricas elecciones generales (30 de julio) es una experiencia surrealista. Lo único que se emite es una interminable sucesión de noticias centradas en los largos discursos grabados durante mítines e innovadores actos políticos celebrados predominantemente por el partido en el poder, la Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico (ZANU-PF).

Hombres –son casi siempre hombres– ataviados con trajes de fiesta impresionan a grandes multitudes con deslumbrantes promesas de reactivación de una economía que durante las dos últimas décadas se ha mantenido en vida de manera artificial. La consistencia en la forma y el contenido de las emisiones es tal, que los telespectadores, con razón, se preguntan: “Pero ¿no acabo de escuchar a esta persona hace un momento? ¿Esto no lo pusieron ya ayer?”.

Al leer The Herald, el periódico más importante del país, las cosas no cambian mucho. Cinco de cada diez artículos de las tres primeras páginas de la edición del 26 de julio de 2018 de este periódico estatal son artículos propagandistas sobre el presidente en funciones Emmerson Dambudzo Mnangagwa. Para este hombre popularmente conocido entre sus partidarios por sus iniciales “ED”, y apodado por sus adversarios como “el Cocodrilo”, estos comicios van a legitimar el poder que arrebató al expresidente Robert Mugabe (el hombre al que sirvió como lugarteniente de confianza durante casi cinco décadas) tras el “golpe de Estado blando” perpetrado en noviembre de 2017; o bien van a poner fin al control absoluto que ha venido ejerciendo el ZANU-PF en Zimbabue desde hace 38 años.

En este contexto, y como no podría ser de otra manera, los medios de comunicación zimbabuenses tienen un papel clave en esta cita electoral. Por primera vez desde que Mugabe ayudó a Zimbabue a independizarse –no sin grandes esfuerzos– del Gobierno de la minoría blanca en 1980, el nombre del expresidente de 94 años no aparecerá en las papeletas.

En su lugar hay 55 partidos políticos, 23 personas que presentan por primera vez su candidatura a la presidencia, y otras muchas que compiten por los escaños del Parlamento y los cargos en Gobiernos regionales de todo el país. Por lo menos el 60% de los aproximadamente 5,6 millones de votantes registrados tienen menos de 40 años, y muchos de ellos acudirán por primera vez a las urnas. Los ciudadanos necesitan urgentemente información y análisis de calidad, bien documentados e imparciales en lo que respecta a las políticas e ideas que definirán el futuro de Zimbabue. Pero ¿están los medios de comunicación a la altura de este cometido?

“Los medios de comunicación de Zimbabue se hallan secuestrados”, afirma Lucy Yasini, exproductora de la ZBC y periodista autónoma. “Nuestros medios de comunicación han estado polarizados desde el año 2000” [nota de la editora: cuando el Movimiento por el Cambio Democrático (MDC), dirigido por Morgan Tsvangirai, empezó a plantear una grave amenaza para el dominio del ZANU-PF]. El sector audiovisual está monopolizado por el Estado, y a pesar de que la radio es la forma de comunicación social más accesible en África, en Zimbabue no hay emisoras comunitarias de radio independientes y autorizadas. En los medios impresos existe algo parecido a la propiedad privada, pero la falta de competencia genera una carencia de pluralidad en todos los sectores. “Los medios de comunicación zimbabuenses están en gran medida dominados por los discursos del partido en el poder, de manera que dar cabida a las opiniones discrepantes o alternativas puede considerarse más como un favor que se le hace al pueblo, que como una obligación profesional”, señala Nigel Nyamutumbu, director de programas en Media Alliance of Zimbabwe. “Hasta en los medios de comunicación privados surgen dificultades en torno a la elaboración de programas y las opiniones partidistas”.

“Estas elecciones son distintas a las demás”

Las elecciones de Zimbabue constituyen siempre un gran desafío, pero las de ahora más que nunca. “Ellos [Ndle: Mnangagwa y los generales militares a quienes se atribuye el verdadero poder de su Gobierno] están luchando por la legitimidad”, afirma Yasini. “Quienes comprenden el proceso que se produjo en Zimbabue el año pasado, consideran que fue un golpe de Estado y que las personas que están en el poder son ilegítimas. No fueron elegidas, no fueron destituidas por el Parlamento, ni tampoco fueron colocadas allí por los votantes zimbabuenses, que son los que tienen efectivamente el poder para hacerlo. Menospreciaron la Constitución de Zimbabue. Así que ¿cómo vamos a confiar en que esa gente respete dicha Constitución el día de mañana?”.

Para contrarrestar esta percepción, Mnangagwa se he embarcado desde hace ocho meses en una ofensiva de simpatía, escribiendo artículos de opinión para el New York Times, conquistando a magnates regionales e internacionales de la industria con su eslogan “Zimbabwe está abierto para los negocios”, y cortejando a los agricultores blancos que padecieron las controvertidas reformas agrarias de Mugabe. Mnangagwa, que en el pasado había sido un temido teniente del Ejército involucrado en la matanza de más de 20.000 personas de la tribu ndebele –durante las masacres del Gukurahundi de los años 1980–, se ha posicionado ahora como el guardián de la democracia en Zimbabue. Ha prometido reiteradamente unas elecciones libres y justas, y si bien es cierto que ahora se respira un mejor clima político que en comicios anteriores, el MCD ha publicado diversos informes sobre casos de intimidación y coacción, acusaciones de parcialidad lanzadas contra la Comisión Electoral de Zimbabue (ZEC) y serias objeciones al formato y la impresión de las papeletas electorales, así como a la legitimidad del censo electoral.

“En términos de espacio democrático, se ha producido una mejora”, explica Nyasha Nyakunu, coordinador de programas para la sección zimbabuense del Instituto Mediático del África Austral (MISA-Zimbabue). “Si retrocediéramos a las elecciones de 2002, o a las de 2005 o 2008, a estas alturas ya se habrían producido fácilmente más de 20 o 30 casos de violación de la libertad de prensa, tanto agresiones y detenciones como prohibiciones impuestas a periodistas”. Sin embargo, en el momento de escribir este artículo solo se han notificado un par de casos. “Atribuimos esta disminución del número de incidentes a la nueva Constitución de 2013, que contempla explícitamente el derecho a la libertad de prensa, la libertad de expresión y el acceso a la información”, concluye Nyakunu.

“Estas elecciones son distintas a las demás”, declara a Equal Times el reportero videográfico autónomo Vitalis Jeremiah. “Está siendo todo muy pacífico. Antes había mucha intimidación, mucha violencia. Si se organizaba una manifestación, los participantes eran atacados con cañones de agua y balas de goma. Uno no podía siquiera sujetar una cámara en la calle durante cinco minutos sin que se le acercara alguien de los servicios de seguridad”.

Al caminar por la capital, Harare, se perciben brotes verdes de glásnost. Hay vendedores ambulantes ofreciendo bufandas rojas del MDC y pañuelos a rayas del ZANU-PF. Se ven también paredes, árboles y coches empapelados con pósteres de todas las tendencias políticas, e incluso el canal de la ZBC ha abierto en cierta medida sus emisiones a los debates de la oposición. ¿Constituye este proceso el comienzo de una nueva situación política en Zimbabue? Foster Dongozi, secretario general de la unión sindical de periodistas Zimbabwe Union of Journalists (ZUJ), se muestra escéptico. “El Gobierno está diciendo ahora todo lo que conviene decir. Está siendo manifiestamente mucho más amable y cordial. Pero me pregunto qué dirán cuando salgamos de las reuniones que estamos manteniendo”, declara secamente. “Nos dicen que somos ‘buena gente’ y que lo que sucedió en el pasado es ‘desafortunado’. Pero el pasado no tiene que ver únicamente con Robert Mugabe”, comenta el experiodista del Daily News, un destacado periódico independiente que fue bombardeado dos veces en 2000 y 2001 y posteriormente cerrado por el Gobierno en 2003 (finalmente volvió a abrir en 2010 bajo una nueva dirección). “Los militares solían esconderse detrás de Mugabe; ahora están al frente. Y son muy poco tolerantes con las críticas”.

Dongozi considera que los cambios auténticos solo pueden conseguirse mediante un Gobierno democrático elegido en unas elecciones libres y justas, y mediante unas políticas coherentes en lo que respecta a los medios de comunicación: “El ambiente opresivo sigue estando ahí. Deberían introducirse cambios visibles, no mediante promesas verbales sino mediante estructuras, mediante una legislación adecuada y el cumplimiento de la misma, para que podamos trabajar libremente como periodistas sin tener que depender del humor de un mandamás”.

El reto de la política, la pobreza y el patriarcado

Como cuna de algunos de los primeros periódicos de África, de un sistema educativo antaño envidiable, y de unas de las tasas de alfabetización más altas del continente, Zimbabue tiene un historial de periodismo de calidad del cual todavía pueden encontrarse vestigios, incluso entre quienes trabajan dentro de los límites de los medios de comunicación públicos. Pero las décadas de represión, crisis económicas, acoso, detenciones, brutalidad policial, secuestros y tortura le han pasado factura.

Durante los peores años del régimen de Mugabe, además de afrontar las amenazas de violencia, se promulgaron una serie de leyes represivas para amordazar a los medios. La más polémica de estas probablemente sea la Ley sobre el acceso a la información y protección de la intimidad de 2002, que trata de regular el derecho de acceso a la información, la protección de datos y la propiedad de los medios de comunicación, así como de decidir quién puede trabajar como periodista. Es decir, una ley que vulnera la Constitución de 2013. “No podemos hablar de un mejor entorno mediático en Zimbabue hasta que no se revoquen las leyes que inhiben la práctica del periodismo”, apunta Nyamutumbu, de Media Alliance.

La baja remuneración y las pésimas condiciones de trabajo que tienen que soportar los periodistas zimbabuenses son también cuestiones clave. En el periodismo escasean los trabajos fijos y a tiempo completo, como consecuencia de lo cual los periodistas se han vuelto susceptibles a la corrupción.

Y a pesar de la actual crisis de liquidez, muchos se ven obligados a realizar otros trabajos completamente ajenos a su profesión para poder llegar a fin de mes, como por ejemplo vender comestibles o ropa de segunda mano o involucrarse en el comercio transfronterizo. “La pobreza es terreno abonado para el periodismo poco profesional”, señala Dongozi, líder del ZUJ, al explicar a Equal Times que hasta él mismo tuvo que trabajar una vez como controlador de plagas durante un período de carestía. También son cada vez más los periodistas que no pueden pagar sus cotizaciones sindicales, lo que les deja sin ningún tipo de protección frente a las violaciones laborales.

Los retos son aún mayores para las mujeres que trabajan en los medios de comunicación. “Zimbabue es ya de por sí una sociedad muy patriarcal, y este sector está dominado por los hombres”, asevera Yasini. “Cuando trabajaba en los medios de comunicación estatales, a las periodistas solo se les permitía informar sobre determinados temas”. Según un informe de 2015 publicado por la Comunidad para el Desarrollo del África Austral (CDAA), las mujeres que trabajan en los medios de comunicación de Zimbabue suelen estar relegadas a puestos de administración, publicidad y marketing. Además, los abusos que están sufriendo las candidatas e interventoras electorales durante la presente campaña han sido tan virulentos que el ex secretario general de la ONU Kofi Annan y la expresidenta de Irlanda Mary Robinson expresaron su consternación durante una visita preelectoral de tres días que realizaron a Harare, a principios de este mes, como parte de The Elders. El acoso sexual es también un gran problema en este sector. “Te enfrentas al acoso de compañeros, de personas a las que estás entrevistando, al acoso de tus editores…”, declara Yasini. “Tienes que poder hacer gala de una gran impavidez”.

Al igual que periodistas de todo el mundo, Zimbabue también está teniendo que abordar el indiscutible peligro de la desinformación. La reciente monetización de una herramienta que ha sido implacablemente utilizada por el ZANU-PF para su beneficio político, no ha hecho sino potenciar su toxicidad. Pero al menos Zimbabue tiene una buena base de partida a la hora de tratar de encontrar una solución. “En lo que se refiere a las ‘noticias falsas’, su origen en Zimbabue se remonta a la lucha armada de liberación de los años 1960, cuando el establishment de los blancos recurría a la propaganda y a las mentiras flagrantes para desmoralizar al adversario”, precisa Dongozi. Por ejemplo, si se hubiera producido una batalla o “contacto” entre las fuerzas de seguridad de Rodesia y las guerrillas nacionalistas negras, los medios de comunicación oficiales habrían minimizado en todo momento el número de muertos rodesianos y habrían inflado el número de “terroristas” muertos, explica.

¿El camino a seguir?

En un entorno mediático globalizado en el que existen modelos de generación de ingresos totalmente centrados en el “click-hate” (hacer clic por odio), abordar las noticias falsas no es solo una cuestión de ética, es una cuestión de supervivencia. “Tenemos que asegurarnos de que quienes ocupan puestos de responsabilidad tomen consciencia de los peligros que conllevan las noticias falsas, no solo para sus propias estructuras sino para la sociedad”, afirma Cris Chinaka, antiguo corresponsal principal, jefe de oficina de Reuters y fundador de la primera organización independiente de verificación de datos en línea de Zimbabue, ZimFact.

Nyamutumbu, de Media Alliance, coincide con esta observación: “El actual modelo empresarial resulta insostenible porque va a producir un distanciamiento respecto a los medios de comunicación tradicionales. El ciudadano zimbabuense ya no querrá sacrificar un dólar –que en esta economía equivale ya al precio de una hogaza de pan– para comprar un periódico de escaso valor informativo. Tenemos que reorientar nuestros medios para entender que, en última instancia, lo que nos permitirá ganarnos a los lectores y al público que queremos es la veracidad. Es la imparcialidad”.

Chinaka dice que, a nivel mundial, los periodistas no están atendiendo a las necesidades de la gente corriente, y que, al igual que sucedió con las elecciones de Trump de 2016 en Estados Unidos, con el Brexit y con otros importantes reveses políticos, los medios de comunicación de Zimbabue podrían haber “pasado por alto la verdadera noticia” de estas elecciones.

“Estamos viviendo en unas cámaras de resonancia donde nos alimentamos unos de otros de manera incestuosa, y en realidad la tecnología nos está alienando de las opiniones normales. En estas elecciones no hemos contado la noticia de las necesidades básicas de la gente común, que van desde las necesidades de protección y seguridad hasta las de bienestar, sanidad, educación y empleo”.

Los medios de comunicación de Zimbabue van a tener que replantearse todo desde cero para conseguir recuperar su reputación, señala Chinaka. “Por el momento, el 70% u 80% de la información que publicamos está relacionada con lo que dicen los líderes y los políticos, de modo que terminamos transmitiendo los mensajes políticos de los dirigentes al pueblo. ¡Debería ser al revés! Cuando equilibremos esto, cuando intentemos dar la palabra al pueblo de Zimbabue, podremos empezar a recuperar su confianza”.

Christopher Mahove ha contribuido en el reportaje de este artículo.

Este reportaje ha sido posible gracias a la financiación de Union to Union, una iniciativa de los sindicatos suecos.