The Workers Lab: la aceleradora respaldada por los sindicatos que ayuda a trastocar el sistema capitalista

“El mes pasado empezaron los primeros 800 trabajadores, personas que por primera vez en sus vidas tendrán acceso a la sanidad”, explica orgullosa Carmen Rojas. Los 800 trabajadores a los que se refiere forman parte de The California Harvesters, una organización sindical gracias a la cual los trabajadores agrícolas de California pueden, como cooperativa, negociar con las empresas del sector para conseguir salarios más elevados y unas mejores condiciones laborales. Actualmente es la mayor cooperativa de trabajo de Estados Unidos y fue fundada por The Workers Lab, la organización que preside Rojas.

Sin embargo, The Workers Lab no es un sindicato tradicional. Es más parecido a una incubadora de empresas tecnológicas que cualquier otra organización actualmente asociada al movimiento sindical organizado. Al igual que hacen las start-ups, The Workers Lab financia, asesora y a veces inicia proyectos como el de The California Harvesters; incluso organiza talleres de innovación inspirados en la metodología de los design sprints de Google. Todo esto lo hace con el objetivo de desarrollar una nueva economía orientada al trabajador y basada en cooperativas, empresas sociales y la participación de los trabajadores.

“Los científicos cuentan con laboratorios donde crean nuevas medicinas; nosotros somos un laboratorio donde los trabajadores pueden desarrollar su poder. Nuestra misión fundamental consiste en financiar la experimentación y la innovación con el objetivo de desarrollar el poder de la clase trabajadora en este país”, nos cuenta Rojas. “Básicamente estamos buscando nuevas tecnologías que otorguen a la clase trabajadora un poder económico y que cuestionen los sistemas dentro del capitalismo que históricamente han limitado a los trabajadores”.

El desarrollo de esta economía orientada al trabajador constituye un reto urgente en Estados Unidos. Los salarios ajustados a la inflación se han estancado desde la recesión de 2008. Además, en 2015 la Oficina de Estadísticas Laborales de EE.UU. clasificó a 8,6 millones de trabajadores estadounidenses como “trabajadores pobres”. The Workers Lab espera cambiar esta tendencia.

Hace poco, The Workers Lab anunció los ganadores de su premio Innovation Fund para 2018, en el que 334 organizaciones de 13 países compitieron con sus proyectos para ganar uno de los tres puestos vacantes de la convocatoria. Los tres ganadores recibieron cada uno 150.000 USD en concepto de financiación, así como asesoría, formación y apoyo.

Uno de los ganadores fue The Hood Incubator, una organización que se dedica a crear empresas relacionadas con la industria legal del cannabis en comunidades de escasos recursos. Su misión implica “crear un ecosistema sano y sostenible de acceso a la industria, unos recursos y un apoyo que permitan a las comunidades afroamericanas beneficiarse de la emergente industria del cannabis”.

Como explica Rojas: “Ofrecemos una serie de herramientas a los fundadores de los proyectos y a las organizaciones. Tenemos varios modos de financiar dichos proyectos y nuestros programas les ofrecen orientaciones prácticas reales que esperamos les ayuden a desarrollarse".

Cuando se fundó The Workers Lab hace cuatro años, inició su trayectoria utilizando el modelo de la típica aceleradora de empresas del Silicon Valley, pero luego se apartó de dicho modelo. Las aceleradoras e incubadoras suelen ofrecer una trayectoria lineal que las empresas deben seguir a pies juntillas. Uno de los ejemplos más conocidos probablemente sea el Y Combinator que procesa dos “tandas” de start-ups cada año y les guía por un programa intensivo que dura varios meses. “Adaptamos nuestro modelo en beneficio de un apoyo más continuo e individualizado. La gente suele necesitar cosas diferentes”, asegura Rojas.

Apoyo sindical

The Workers Lab tiene fuertes vínculos con el movimiento sindical. Entre sus fundadores se encuentra el Sindicato Internacional de Empleados de Servicios (SEIU) que todavía la financia parcialmente. En un artículo publicado en 2015, el entonces vicepresidente del SEIU David Rolf expuso sus motivos para apoyar a dicha organización. Tras plantear la cuestión “¿Qué ocurriría si trataramos al movimiento sindical como a una start-up?” instó al movimiento sindical a “dejar de invertir la mayor parte de sus fondos en una infraestructura que nos ha fallado” y a “seguir el ejemplo de un lugar inusual: el Silicon Valley”. The Workers Lab es lo que ocurre cuando los sindicatos siguen el ejemplo del Silicon Valley.

Sin embargo, muchas de las recientes victorias del movimiento sindical estadounidense se deben a un aumento de la sindicalización, no a los métodos de las start-ups. “Nissan, la campaña Fight for $15 (respaldada por el movimiento sindical y que lucha para aumentar el salario mínimo) y ahora los docentes nos han demostrado que, tras años de ataques continuos por parte de poderes antisindicales, el movimiento sindical organizado todavía puede marcar la diferencia”, publicó recientemente el periodista especializado en temas laborales Mike Elk en el diario The Guardian.

Entonces, ¿no será invertir en una aceleradora simplemente una distracción para los sindicatos? No para Rojas. The Workers Lab también colabora con los sindicatos, aunque lo hace sobre todo en los ámbitos de los derechos civiles y la lucha contra el racismo. Rojas considera su labor como complementaria con otras formas más tradicionales de organización sindical y no como una sustitución.

“El sindicalismo tradicional es muy importante, pero existe todo un universo de modos de desarrollar el poder de los trabajadores, aparte de la negociación colectiva y la sindicalización”, argumenta.

Curiosamente, aunque sea una iniciativa apoyada por sindicatos, The Workers Lab adopta gran parte del lenguaje y el pensamiento del mundo de la tecnología. En sus inicios se definía a sí misma como ‘una aceleradora’, organiza design sprints y habla sobre trastocar el sistema. Sin embargo, existe una brecha importante entre el mundo sindical y el mundo de la tecnología. El Silicon Valley es famoso por sus posturas antisindicales y, hasta la fecha, los sindicatos no han conseguido organizar a los trabajadores en el sector de la tecnología.

“La gente en el ámbito de los trabajadores suele preguntarnos por qué no nos limitamos a invertir en la sindicalización y la del ámbito de la tecnología nos pregunta que por qué no nos limitamos a invertir en start-ups para ganar mil millones de dólares”, explica Rojas. “Aun así, utilizamos las estructuras de los sindicatos y los lenguajes de los dos ámbitos para mantener una presencia en ambos espacios y actuar como traductores entre ellos”.

La raza importa

Desde su fundación en 2014, Rojas, licenciada en planificación urbana y regional por la universidad californiana de Berkeley, ha presidido The Workers Lab. Además, trabajó durante 20 años en el sector de las organizaciones filantrópicas y sin ánimo de lucro antes de pasar a formar parte de esta organización. Cuando le preguntamos por las lecciones más importantes que había aprendido durante los últimos cuatro años, nos habló del problema racial en Estados Unidos: “En el contexto estadounidense, la raza importa y creo que en el movimiento sindical este ha sido un punto débil”, explica. “La organización que se ha dado en las comunidades afroamericanas y latinas ha sido fundamental para cambiar la narrativa cultural y política”.

Esto también se puede ver en las tareas que lleva a cabo The Workers Lab. Apoya la organización de las comunidades afroamericanas y latinas, por ejemplo mediante el movimiento Black Lives Matter, y muchas de las personas implicadas en The California Harvesters (y en el trabajo agrícola de California en general) son latinas.

Esta coincidencia entre el pensamiento de las start-ups y el de los sindicatos sigue siendo relativamente poco común en todo el mundo, aunque existen iniciativas parecidas en otros lugares del planeta.

En Reino Unido, la sección TUC Digital de la central sindical Trades Union Congress tiene como tarea digitalizar sus actividades, así como interactuar con el ámbito tecnológico británico en asuntos como la economía colaborativa y las cadenas de bloques.

Además, la investigación sobre lo que significará la tecnología para el mundo laboral también se está acelerando. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Instituto Sindical Europeo (ISE) están analizando qué medidas hay que tomar para garantizar que el futuro laboral esté basado en el trabajo decente, mientras que la Confederación Europea de Sindicatos (CES) ya ha aprobado una resolución sobre la digitalización.

Mientras tanto, The Workers Lab seguirá luchando para construir una nueva economía. Según Rojas: “Lo que es muy triste en Estados Unidos es que muchas personas de la clase trabajadora creen que no hay nadie luchando por ellas. Nosotras queremos cambiar dicha percepción. Cada año queremos ser capaces de incluir a un gran grupo de trabajadores cuya vida mejore gracias a que nosotras existimos".