Llegar a la semana laboral de cuatro días es sólo cuestión de tiempo, ¿deberíamos alegrarnos?

Durante el Congreso número 150 de la central sindical británica TUC el pasado mes de septiembre, su secretaria general, Frances O’Grady, declaró que la semana laboral de cuatro días sería un objetivo realista. Los tremendos avances en tecnología amenazan a los trabajadores, intensificando su carga de trabajo cuando deberían posibilitar mejores condiciones de trabajo. Tal como indicó O’Grady: “Ya es hora de compartir la riqueza derivada de las nuevas tecnologías”. En Europa, el TUC no está solo a la hora de reclamar que se trabaje menos. En muchos otros países cada vez más voces se oponen a las presiones de ampliar las horas de trabajo, reclamando en cambio que se reduzcan.

Considerando que una semana de cuatro días equivaldría a trabajar aproximadamente 32 horas semanales, podríamos mostrarnos optimistas respecto a alcanzar este objetivo. De hecho, el Reino Unido casi ha llegado ya. En promedio, los empleados trabajan actualmente unas 36,5 horas a la semana. Esto representa cerca de 0,2 horas menos que hace 10 años, pero hasta una hora menos que hace 20 años. A este ritmo, el Reino Unido podría llegar a la meta de 32 horas para 2093 –por lo que conseguir el objetivo marcado por el TUC este siglo sería una apuesta segura–.

Pero esto no se traduce necesariamente en buenas noticias. La ‘semana laboral media’ en realidad no existe. La cifra de 36,5 horas es un número que resulta de hacer el promedio entre empleados a tiempo completo que realizan unas 42 horas semanales y empleados a tiempo parcial que trabajan 20 horas.

Considerando que prácticamente uno de cada cuatro asalariados tiene un empleo a tiempo parcial, el Reino Unido se sitúa en séptimo lugar en Europa respecto al nivel de trabajo a tiempo parcial. El primero lo ocupan los Países Bajos, donde casi el 50% de los empleados trabajan a tiempo parcial y la jornada laboral media equivale a menos de 30 horas semanales.

Lo importante es la igualdad

Así pues, ¿puede el TUC relajarse y disfrutar de las ventajas que aporta el tiempo parcial? Bueno, todo depende de si consideramos ese aumento del trabajo a tiempo parcial como algo positivo. ¿Es la extensión gradual de contratos a tiempo parcial una forma natural de reducir el tiempo de trabajo en beneficio de todos?

Desde un punto de vista positivo, podría aducirse que el trabajo a tiempo parcial aporta a todos la libertad de ajustar sus horarios laborales para conciliarlos con su vida privada. Quien ha sido padre recientemente podría estar a favor de una semana de cuatro días porque así puede dedicarse a cuidar a sus hijos, mientras que otros podrían acomodar su vida laboral con otros hobbies y aspiraciones. El trabajo a tiempo parcial puede considerarse emancipatorio puesto que representa un peldaño para acceder al mercado laboral, haciendo que resulte más accesible. Una persona desempleada, por ejemplo, podría empezar a trabajar con una jornada parcial al 40%, al mismo tiempo que realiza un curso de capacitación, para ir incrementando las horas de trabajo gradualmente.

Pero desde un punto de vista crítico, el trabajo a tiempo parcial evidentemente tiene sus inconvenientes. Muy a menudo, en realidad un empleado no elige trabajar a tiempo parcial, e incluso cuando es una opción personal, la elección está influida por la disponibilidad de servicios como los de cuidados infantiles. Tomemos por ejemplo a los empleados de la limpieza. Muchas veces trabajan a tiempo parcial porque el trabajo resulta demasiado arduo para hacerlo a tiempo completo. Pero a cambio deben sacrificar un salario completo. ¿Puede eso considerase realmente como una elección por parte del trabajador?

Y puesto que trabajar a tiempo parcial implica recibir un salario a tiempo parcial, esto lleva a que la reducción de la jornada laboral está enteramente sufragada por el empleado. Desgraciadamente, eso no siempre implica una carga de trabajo reducida. Muy al contrario, trabajar cuatro días a la semana muchas veces significa realizar el mismo trabajo, pero en menos horas (y cobrando menos).

Por último, desde el punto de la sociedad, existe una clara dimensión de género en el trabajo a tiempo parcial. La mayoría de las veces siguen siendo las madres y no los padres quienes reducen sus jornadas laborales para cuidar de sus hijos. Esto implica que generalmente son las mujeres las que cobran un salario inferior, perciben pensiones más bajas y progresan menos en su carrera profesional.

La vía ‘natural’ para la reducción del tiempo de trabajo amenaza por tanto con exacerbar, en lugar de combatir, las desigualdades existentes.

El desafío del TUC estriba por tanto no tanto en reducir las horas de trabajo semanales, sino en asegurarse de que se reduzca de manera socialmente igualitaria. La tarea que se presenta para el próximo siglo es la de gestionar, dar forma y orientar la reducción de la jornada laboral. Cuál es la mejor manera de lograrlo, es una cuestión que queda por responder, pero hay algo que resulta evidente: no podemos depender exclusivamente de las opciones individuales de cada persona a la hora de fijar sus horarios de trabajo.

Las soluciones colectivas son las únicas que podrán garantizar unos resultados equitativos. Unas soluciones colectivas que inciten (por lo menos) a los hombres a trabajar menos horas y ocuparse de los niños, y que eviten las repercusiones individuales para quienes quieran trabajar menos. Unas soluciones colectivas contra riesgos colectivos, como hemos venido haciendo desde siempre a nivel sindical.