Lecia Brooks, de SPLC: “Estamos en plena fase de ‘crecimiento doloroso’. Aunque la cosa mejorará, al principio se va a poner realmente fea”

Lecia Brooks, de SPLC: “Estamos en plena fase de ‘crecimiento doloroso'. Aunque la cosa mejorará, al principio se va a poner realmente fea”

Lecia Brooks is the outreach director at the Southern Poverty Law Center, where she travels across the US and abroad to counter hate and extremism and promote the celebration of difference.

El Southern Poverty Law Center (SPLC) comenzó siendo un bufete de abogados privado en la década de los setenta, y acabó desempeñando un papel decisivo en la implementación real de las leyes de desegregación en el Sur Profundo de los Estados Unidos, mediante la presentación de demandas contra los estados locales. Medio siglo después de la adopción de la histórica Ley de Derechos Civiles, esta organización de defensa jurídica con sede en Alamaba advierte de que el desmantelamiento ordenado por la Administración Trump de las políticas instauradas por su predecesor constituye un "asalto a los derechos civiles".

Este verano, en el marco de un foro organizado por el lobby europeo European Women’s Lobby, Equal Times habló con Lecia Brooks, directora de divulgación del SPLC, sobre el reto cada vez mayor de proteger los derechos civiles en Estados Unidos, el aumento del populismo a ambos lados del Atlántico y el efecto dominó de la retórica antimigratoria del presidente Trump.

¿Qué fuerzas impulsan la reciente oleada populista a ambos lados del Atlántico? ¿Qué logra que políticos como Donald Trump (EEUU), Viktor Orbán en Hungría o Sebastian Kurz en Austria conecten con la gente?

En primer lugar, se trata de una respuesta a la creciente multiculturalidad y diversidad. Hay más gente que nunca cruzando las fronteras y ello inspira e impulsa al populismo. La gente [que vota a los líderes populistas] siente que nadie se preocupa por ellos. Cuando la realidad no es esa. Lo que sucede es que antes lo tenían todo, porque eran mayoría, y ahora se están convirtiendo en una minoría. Y ante eso reaccionan, es comprensible.

Pero soy optimista porque los cambios demográficos ya se están haciendo sentir. Si observamos la población estadounidense de 55 años o más, vemos que sigue siendo blanca en un 75%. Pero entre los menores de 18 años, la proporción es, más o menos, del 50% de personas de color y 50% blancos. Es decir, estamos en plena fase de “crecimiento doloroso”, pero confío en que todo irá bien. Esto se va a poner muy feo [al principio] y espero que nuestros líderes políticos den un paso al frente y lo mitiguen. En última instancia, los supremacistas blancos no pueden ganar porque no tienen población suficiente. Saben que les están superando; esta es su última baza de esperanza.

Pero el auge del populismo no se debe sólo a eso. Es también una respuesta a las guerras culturales en torno al matrimonio, la igualdad y la aceptación de las personas transgénero. Porque estos movimientos también usan estas cuestiones para intentar atraer a la gente que no quiere aceptar o pensar sobre estos temas. Quieren volver a la época en la que todo era simple —sólo se hablaba de ‘hombres’ y ‘mujeres’, ‘maridos’ y ‘esposas’—. Sobre todo en países de la UE que eran muy cristianos o católicos, es más difícil desprenderse de esos conceptos y más fácil apoyar a un nativista como Trump.

Otro argumento que se esgrime a menudo es que los líderes populistas aprovechan la enorme ansiedad socioeconómica que padecen los votantes blancos y las preocupaciones por la globalización que llevan demasiado tiempo sin abordarse.

Mira, la pobreza es real, el subempleo es real, la privación de derechos de ciertas comunidades es real. Por lo tanto, analicemos las cuestiones que rodean al racismo sistémico, a la pobreza, al rendimiento educativo, etc. Analicemos lo que es obvio para todos y veamos cómo hacerlo. Digo esto refiriéndome a los estadounidenses porque eso es lo que siempre hemos dicho que somos. No se puede aplicar el mismo consejo a Europa porque vienen de algo totalmente diferente.

¿Qué quiere decir?

Nosotros, los estadounidenses, somos un experimento de democracia, una reunión de gente. Llevamos esforzándonos por mejorar la democracia desde que la creamos y siempre hemos sido personas procedentes de diferentes orígenes culturales. Nunca fuimos tradicionalmente nacionalistas como en Europa, donde sí había gente. Con la excepción de los nativos americanos, todos llegamos a los Estados Unidos desde algún lugar.

El Southern Poverty Law Center está advirtiendo de que el actual Gobierno de EEUU está eliminando estratégicamente las "protecciones de los derechos civiles obtenidas con mucho esfuerzo". ¿Cuáles son los indicios de que los derechos civiles están peligro en Estados Unidos?

Hay muchos ejemplos, pero uno claro es la rescisión del DACA (Acción Diferida para las Llegadas de Niños) para los jóvenes traídos al país cuando eran niños. Obama estableció esta política y Trump la eliminó. Por lo tanto, todos esos jóvenes pueden ahora ser deportados.

Trump también ha encargado un panel de fraude electoral y está tratando de difundir el falso relato de que hubo fraude electoral en las elecciones presidenciales de 2016. Todos los que han investigado la actividad de los votantes no ven ningún problema de fraude electoral; el verdadero problema es la supresión de los votantes. También está tratando de eliminar las protecciones para los niños transgénero en las escuelas; como puede verse en las llamadas "Leyes de baños públicos". También tenemos a alguien como Ben Carson, secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano de los Estados Unidos, afanándose para impedir que las personas con antecedentes penales accedan a una vivienda pública.

¿Cómo influye la retórica antimigratoria del presidente Trump en la realidad cotidiana de los inmigrantes en Estados Unidos?

Al referirse a los inmigrantes mexicanos como ’violadores’ y a los pandilleros centroamericanos como ’animales’, Trump está deshumanizando a un colectivo de personas. Cuando una retórica así se dirige a un segmento concreto de la población —ya sean musulmanes o inmigrantes— provocará un aumento del odio, de los prejuicios o de los ataques contra ese grupo, y eso es lo que estamos viendo.

Su retórica anima a la gente a pasar a la acción y a decir lo que se les pasa por la cabeza. El Southern Poverty Law Center tiene un sitio web donde pedimos a la gente que reporte incidentes relacionados con los prejuicios o el odio. Inmediatamente después de las elecciones observamos un repunte, porque la gente se entusiasmó mucho cuando Trump ganó. Por todo el país había gente acosando a inmigrantes y a musulmanes, diciéndoles: "¡Ganó Trump y te van a echar!". Tuvieron lugar incidentes en aulas de educación primaria y secundaria, universidades y empresas, en todas partes. Jamás habíamos visto algo igual.

Durante la década de los setenta, el Southern Poverty Law Center llevó a cabo con éxito una estrategia de activismo legal para hacer cumplir las leyes de desegregación a través de los tribunales. ¿Qué valor le da al movimiento de protesta Black Lives Matter (La vida de la gente negra importa)?

Black Lives Matter tiene el mérito de haber llamado la atención sobre el problema de la violencia policial y la segregación racial. No creo que hubiéramos llegado al punto en el que nos encontramos hoy en día, en el que la gente documenta todo tipo de segregación racial y prejuicios implícitos, como los que pudimos ver en Starbucks [un empleado llamó a la policía por sospechando de dos hombres negros estaban esperando a un amigo en el café]. Así que Black Lives Matter ha hecho mucho por cambiar en quién recae la responsabilidad y señalar que la gente blanca tiene también que hacer algo al respecto.

Está, por ejemplo, el SURJ, abreviatura de Defendiendo la Justicia Racial, un grupo de blancos que habla sobre el racismo sistémico entre ellos y lo que se puede hacer para desmantelar el sistema —no a través de la culpa sino de una comprensión real de la opresión sistémica—. Así que yo lo encuentro muy alentador, y no habría surgido el SURJ sin antes tener el movimiento Black Lives Matter.

¿Qué es lo que más le preocupa al final del día?

Lo de la inmigración me hace sentir muy mal. La forma en que la gente se engaña y delata a los demás. No hay otra forma de llamarlo, son las tácticas de la Gestapo. Es inconcebible la forma en que tratamos a la gente. La separación de los niños de sus padres es desgarradora. Y somos cómplices. Invitamos a la gente a que venga a nuestra comunidad ofreciéndoles un trabajo mal pagado, contratándoles para sean nuestras niñeras, y luego les engañamos y les delatamos. Eso es lo que realmente me molesta. Y todo está sucediendo en nuestro nombre. Podría culpar a Jeff Sessions o a Trump pero, en realidad, la culpa es nuestra, porque no estamos haciendo nada para cambiarlo.