El personal de atención psiquiátrica en Francia, al borde del ataque

El personal de atención psiquiátrica en Francia, al borde del ataque

On 21 September, mental health care workers at Saint-Etienne Hospital, united behind the “La Psy cause”, blocked a roundabout to highlight their demand for more ‘human resources for human care’.

(Julia Beurq)

Armada de un megáfono en una mano y de folletos en la otra, Isabelle Bouligaud camina delante de una multitud de enfermeras y personal asistencial tendidos en una carretera de Saint-Etienne, en el centro de Francia. Esta enfermera de psiquiatría infantil desgrana los males que aquejan a su profesión: la falta de personal, de espacio y de recursos. La psiquiatría, en su día orgullo de Francia, está hoy a la altura de estos manifestantes: por tierra.

"Tengo la impresión de que ya no hago el trabajo por el que me pagan y de estar fingiendo que curo a los pacientes", lamenta Isabelle Bouligaud, de 44 años, que lleva 21 años trabajando en psiquiatría y representa a los trabajadores del sindicato Force ouvrière (FO) en el Centro Hospitalario Universitario (CHU) de Saint-Etienne. Explica que su trabajo ha ido perdiendo sentido a lo largo de los años. "Llevaba dos años tratando a un niño de 12 años con problemas para relacionarse. Le veía cada semana, trabajábamos su comportamiento y sus ansiedades. Pero desde septiembre, debido a las reorganizaciones y a la falta de personal, no he podido volver a ver a este niño. Es como si a alguien le quitan la escayola demasiado pronto. Es frustrante que se nos niegue la oportunidad de llegar a la esencia de nuestro trabajo”.

Los manifestantes explican que no están allí "para que les suban el sueldo". Lo que más les preocupa es la calidad de la atención que están prestando. Algo corroborado en gran medida en la visita que realizó a este centro hospitalario Adeline Hazan, contralora general de los Centros de Privación de Libertad (CGLPL, una autoridad administrativa independiente).

Sus conclusiones hacen referencia a "un trato inhumano y degradante", cita casos de pacientes psiquiátricos que llevaban varios días esperando en las urgencias generales "sin haberse podido lavar, cambiar o tener acceso a sus teléfonos móviles", o que permanecían inmovilizados de forma injustificada.

Una paciente llevaba varios meses en una habitación de aislamiento, algo que contraviene la normativa. En 2017, la Alta Autoridad para la Salud recomendó que "todo paciente que pueda ser peligroso para sí mismo o para otros no debería permanecer encerrado más de doce horas ni atado durante más de seis" y que la inmovilización o el aislamiento, sólo se utilizarían como último recurso y de forma temporal.

En un comunicado de prensa, la dirección del Hospital Universitario de Saint-Etienne justifica el uso ocasional de estas medidas "ilegales y abusivas" por parte del personal asistencial, debido a la falta de personal y de camas hospitalarias. "El número de pacientes atendidos aumentó un 30% entre 2012 y 2016, en parte como resultado del escaso número de psiquiatras privados que hay en el país”.

Ese informe supuso una conmoción para los servicios a los que hace referencia. "Actuó como un detonador. Personalmente, sentí alivio cuando se publicó. Por fin, pensé, íbamos a ser capaces de cambiar las cosas", dice Nicolas Moulin, enfermero de noche y representante del personal de la Confederación General del Trabajo (CGT). A lo que su colega Isabelle Bouligaud añade: "Otros trabajadores asistenciales se sintieron culpables al darse cuenta de que habían mermado la libertad de los pacientes sin pensar que podía ser ilegal: fue un shock para ellos". Su enojo ha empujado al personal asistencial a reagruparse en el colectivo La Psy cause, que plantea las reivindicaciones comunes y coordina las acciones y los avisos de huelga.

La inmovilización, símbolo del malestar en la psiquiatría

El Hospital Universitario de Saint-Etienne no es, ni mucho menos, la única institución que ha abusado de la inmovilización y del aislamiento. En 2016, Adeline Hazan denunció "el uso generalizado del aislamiento y la inmovilización", es decir, de aislar a los pacientes y atarlos a sus camas con altas dosis de calmantes, en al menos el 40% de las instituciones de salud mental francesas. Esta constatación no augura nada bueno, según los especialistas: "La inmovilización es un indicador de la buena o mala salud de la psiquiatría. Cuanto peor va la psiquiatría, más recurre a la inmovilización", declaró el doctor Jean-Claude Pénochet, expresidente del Sindicato de Psiquiatras Hospitalarios, durante una investigación parlamentaria en 2013.

El uso creciente de la coerción para controlar a los pacientes es el aspecto más simbólico, pero más allá de eso, todas las luces son rojas. Así lo constatan los psiquiatras Marion Leboyer y Pierre-Michel Llorca en su libro Psychiatry, état d’urgence (Psiquiatría en estado de emergencia), publicado en septiembre de 2018, en el que denuncian "un silencio atronador persistente, que dice mucho sobre la percepción de la psiquiatría en [el] país, situada en la confluencia entre los malentendidos, las amalgamas, los prejuicios, la negación y la vergüenza".

Señalan que hay retrasos de varios años en el diagnóstico debido a las listas de espera de meses para consultar a un psiquiatra y que a uno de cada cinco franceses le preocupa padecer una patología relacionada con la psiquiatría: depresión, esquizofrenia, autismo, trastornos alimentarios, comportamiento suicida, etc.

Para protestar contra la pérdida de sentido de su trabajo, el personal asistencial lleva meses protestando en toda Francia. En Ruán, ocho de ellos incluso se declararon en huelga de hambre durante 18 días. "La situación era insostenible y queríamos hacer una protesta contundente: por falta de espacio, los adolescentes fueron hospitalizados en el servicio de adultos y se produjeron agresiones sexuales", relata Anne Aubrun, enfermera de día en este hospital de Rouen. Lograron obtener la promesa de creación de empleos, que acabaron siendo menos de los que reivindicaban.

Parte del problema se debe a la falta de profesionales en los hospitales. "En mi departamento, dos jóvenes doctores acaban de dejar el hospital para ejercer en consultas privadas", lamenta la enfermera. Según el Sindicato de Psiquiatras Hospitalarios (SPH), hay 2.525 puestos psiquiátricos vacantes u ocupados por personal en situación precaria.

La fila de pacientes aumenta al tiempo que se reduce el personal clínico: entre 1991 y 2003, la lista aumentó un 62% para la psiquiatría general, con una evolución anual del 3 al 5%. A veces los pacientes aguardan años para obtener una cita. Retrasos que, a efectos comparativos, serían inimaginables e inaceptables en el servicio oncológico.

“El pariente pobre de la medicina”

Esta falta de psiquiatras, combinada con la falta de camas, genera situaciones explosivas. En agosto, la tasa de ocupación del hospital de Rouvray era del 107%. Hace cuatro meses "acogíamos a los pacientes en catres, donde podíamos, en los consultorios médicos, en las salas de visita, sin acceso a aseos, hasta el punto de doblar o triplicar la ocupación de las habitaciones...", explica Aubrun.

Para comprender la saturación actual de los hospitales psiquiátricos, debemos remontarnos a los años sesenta y al nacimiento de la psiquiatría francesa moderna. Esta se construyó sobre un trauma: durante la Segunda Guerra Mundial, entre 1940 y 1945, 45.000 pacientes murieron de hambre, olvidados en los manicomios franceses superpoblados bajo el régimen de Vichy.

El sistema de atención psiquiátrica de la posguerra se opuso al "confinamiento de los locos" y optó por la "desinstitucionalización", es decir, el tratamiento de los pacientes psiquiátricos fuera del hospital. "El deber de los psiquiatras es acudir a la gente", explicaba el doctor Lucien Bonafé en 1975.

Como respuesta se crearon varias estructuras: Centros de atención de día, o a tiempo parcial, centros de cura, apartamentos terapéuticos, etc. El objetivo consistía en reducir el número de hospitalizaciones completas, que son caras y estigmatizan al paciente. Pero el problema es que, con los años, se ha reducido el número de camas de 120.000 a 55.000, entre 1990 y 2011. "Como cerraron muchos de estos centros y los retrasos son insostenibles, los pacientes acuden a los hospitales, aunque no sea el lugar que les corresponda", explica Aubrun.

Marion Leboyer y Pierre-Michel Llorca también abogan por la lucha contra el estigma. Para el personal asistencial, la falta de recursos es un reflejo de la indiferencia que desde hace años demuestran las autoridades públicas frente al sufrimiento de los pacientes y de ellos mismos. La ministra de Sanidad, Agnes Buzyn, reconoció que la psiquiatría era el "pariente pobre de la medicina". Todos esperaban que la reforma sanitaria anunciada hace apenas un mes incluyera medidas dedicadas a la psiquiatría.

This article has been translated from French.