De la prisión al reconocimiento tibio de derechos: retrato de la homofobia en Túnez

De la prisión al reconocimiento tibio de derechos: retrato de la homofobia en Túnez

Since the Tunisian Revolution, the LGBTQ community has been taking advantage of every opportunity to make itself visible and defend its rights, holding demonstrations on the fringes of events such as the World Social Forum of March 2015 in Tunis.

(Ali Bousselmi/Mawjoudin)

"¡Sobre todo, no publique su verdadero nombre; sus hermanos vendrían a matarlo!", recalca Mounir Baatour, abogado del joven al que llamaremos Ramy. El letrado nos recibe en su despacho ubicado en un elegante suburbio de Túnez. Activista comprometido, preside la asociación Shams (Soleil), que defiende desde 2015 a las personas transgénero.

Llega Ramy, que por seguridad desea permanecer en el anonimato. Es alto, moreno, de piel mate, esbelto, lleno de dulzura pero de sonrisa difícil. No le faltan razones, su historia es dramática. Ramy creció en una familia de cinco hermanos en los suburbios de Hammamet. Su padre trabaja en el Ayuntamiento y su madre se ocupaba del hogar.

Su infancia transcurrió sin contratiempos, aunque escondía un secreto oprimente: se sentía mujer.

En Túnez, un país musulmán, las autoridades religiosas consideran que las relaciones homosexuales son pecado mortal. El Estado también las condena: desde 1913 el código penal introducido por los franceses, condena con penas de hasta tres años de prisión la "sodomía" entre adultos consintientes. El otro arma legislativa contra las personas transgénero es el artículo 226, que castiga los "atentados al pudor", un concepto que da lugar a interpretaciones por parte de la policía y los jueces.

Ramy comprendió muy pronto los riesgos que traía consigo su condición, y siempre escondió sus inclinaciones y reprimió su gusto por travestirse. Pero una amistad con otro chico le traicionó. Fue su propia madre quien, al percatarse de la excesiva "proximidad" entre los dos adolescentes, denunció a su hijo ante la familia. A partir de ese momento, la vida de Ramy dio un vuelco.

Su padre y sus hermanos le dieron una paliza, le impidieron ir a la escuela, le afeitaron la cabeza y se apresuraron a echarle a la calle. Con apenas 15 años y recién terminada la secundaria, ante el rechazo de su familia y amigos que le dieron la espalda, abandonó su barrio y fue a parar a las calles de Hammamet. Una noche, fue asaltado por "revienta maricones" y violado por un extraño. Fue entonces cuando decidió prostituirse para poder pagar un alquiler y sentirse seguro.

El arresto

El año pasado, mientras circulaba por el centro de la ciudad con dos amigos, fue arrestado por la policía. "Me llevaron a comisaría y el infierno volvió empezar. Me humillaron, me golpearon, me encerraron, me dejaron sin comer durante 48 horas, antes de trasladarme a la cárcel a la espera de mi juicio. Ramy no tuvo que pasar un "examen anal", aunque suele ser lo que obligan a pasar a la gente arrestada por homosexualidad. Los médicos se encargan de examinar minuciosamente la intimidad de la persona, en busca de "signos" de actividad sexual regular. Sus certificados sirven como prueba ante los tribunales.

Durante sus dos meses de detención, Ramy fue objeto de burlas y humillaciones diarias por parte de los guardias y los detenidos. Frágil, rechazado, es presa de algunos prisioneros que quieren obligarle a mantener relaciones sexuales. Como se niega, le vuelven a dar una paliza. Cuando sale de prisión, el infierno continúa. Uno de sus hermanos, que trabaja en Libia, acaba de regresar y jura que lo matará.

"Entonces descubrí la página de Facebook de Shams. ¡Me salvaron! Me puse en contacto con ellos y me ofrecieron un lugar en su refugio". El lugar, situado en los suburbios de Túnez, se mantiene en secreto, Equal Times no pudo acceder por razones de seguridad.

Según Mounir Baatour, cuatro chicos viven allí en la actualidad, hasta que recuperen la estabilidad y puedan mudarse al extranjero. "Estamos trabajando con la asociación francesa Le Refuge, que ayuda a estos jóvenes y menos jóvenes a recuperar una vida normal".

Mounir Baatour conoce docenas de historias como la de Ramy. El abogado es un rostro familiar en las audiencias en las que los hombres, y rara vez las mujeres, son acusados de homosexualidad. "Los tribunales de Túnez tienen una mentalidad medieval. Cuántas veces he oído alegaciones propias de la imaginación popular. Los gays harán temblar el trono de Dios. Son los antiguos habitantes de Sodoma... Pero, de hecho, quien conoce bien la religión musulmana, sabe que el Corán no prohíbe la homosexualidad. Otros magistrados la tildan de enfermedad y yo confieso que recurro a esta creencia en mis alegatos".

"Aunque hace treinta años que la OMS desclasificó la homosexualidad como enfermedad, los jueces siguen creyendo en ella. Por eso suelo preguntar si un hombre puede ser encarcelado porque tiene diabetes. A veces el argumento funciona pero, en general, es duro y en cualquier caso resulta muy violento para los encausados, especialmente si se les describe como ’pasivos’. Entonces se les equipara a prostitutas", comenta el letrado.

"En Túnez, las mujeres son inferiores a los hombres y, por lo tanto, ’comportarse’ como una mujer se considera deshonroso para todo el género masculino. En cuanto a las sentencias, varían de unas pocas semanas a tres años, a discreción de los jueces", añade.

La intolerancia hacia los homosexuales no se limita a los jueces o fiscales. En la calle también podemos recibir una respuesta agresiva cuando hacemos preguntas. Incluso los estudiantes jóvenes que Equal Times encuentra en la terraza de un café siguen mencionando a veces la ’enfermedad’, pero quieren que los homosexuales tengan los mismos derechos que los heterosexuales.

Poco a poco, las mentalidades cambian, pero la ley se mantiene

A pesar de este rechazo general, desde la revolución de 2011 hay más libertad de expresión y han surgido asociaciones de defensa del colectivo LGBT en Túnez. Una decena de ellas lucha hoy por defender los derechos de esta comunidad, al tiempo que apoyan a las víctimas de agresiones.

Al discreto local de la asociación Mawjoudin (Existimos), por ejemplo, pueden ir en busca de ayuda y consuelo. Desde lo alto de un edificio en el centro de la ciudad, voluntarios profesionales, psicólogos y psiquiatras les dan la bienvenida. Pasando el salón de recepción, que tiene las paredes cubiertas de folletos, programas y carteles, se abre una sala neutra donde, varios sillones y sofás les invitan a abrirse y a sentirse menos solos.

Además de ayudar a las víctimas, estas asociaciones también luchan por romper tabúes. En los últimos años, Mawjoudin ha acogido varias jornadas culturales y, en enero de 2018, organizó el primer Festival de Cine Queer Mawjoudin, en el que se presentaron varios cortos y mediometrajes de África y Oriente Medio, que abordaban la cuestión del género y la sexualidad no normativa. Pero no sin dificultades, ya que, explica Jamel (también nombre ficticio), las proyecciones tuvieron lugar por invitación, en el espacio cultural El Teatro de Túnez, bajo supervisión de la policía, de voluntarios solidarios con la causa, guardas de seguridad de discotecas y otros agentes de seguridad.

A pesar de que la mentalidad va cambiando gradualmente, la homofobia sigue estando muy extendida. Según un estudio realizado por la socióloga Abir Kréfa, investigadora de la Universidad de Lyon 2, a pesar de la cobertura mediática de algunos casos, la violencia no amaina. La encuesta realizada en 2018 revela que la homofobia no se limita a un grupo de individuos sin cultura ni educación. Este comportamiento se da en la esfera privada y en la pública y concierne tanto a los ricos como a los pobres. Por último, aunque los principales perpetradores de las agresiones físicas y sexuales son hombres, las mujeres también cometen actos de violencia psicológica.

Las autoridades y la ley están avanzando en este terreno a pasos diminutos. En 2016, Amnistía Internacional denunció la contradicción entre lo que dispone la nueva Constitución tunecina de 2014, que garantiza el derecho a la intimidad y la igualdad de género, y la penalización de las relaciones consentidas entre adultos del mismo sexo.

Desde entonces, se han asumido compromisos, en particular con el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

Túnez se ha comprometido a poner fin a los exámenes anales y a garantizar la protección de las personas LGBTQI contra todas las formas de estigmatización, discriminación y violencia. Pero, en la práctica, el código penal sigue siendo el mismo y las relaciones homosexuales siguen estando penadas.

A pesar de todo, en junio de 2018 apareció un rayo de esperanza para la comunidad LGBT. La Comisión de Libertades Individuales e Igualdad (COLIBE), encargada por el presidente de preparar un informe sobre las reformas legislativas relativas a las libertades individuales y la igualdad, se pronunció a favor de tres reformas: la abolición de la pena de muerte, la igualdad entre el hombre y la mujer en el matrimonio y la despenalización de la homosexualidad. De este modo, ha puesto en pie de igualdad la lucha por los derechos de las mujeres y las personas transgénero.

Este anuncio movilizó a las fuerzas conservadoras del país, que convocaron manifestaciones, pero sin un verdadero respaldo de la sociedad. Como prueba de que las mentalidades están cambiando: uno de los grandes líderes del partido islamista Ennahdha, Lotfi Zitoun, se ha pronunciado a favor de despenalizar la homosexualidad.

This article has been translated from French.