Los khwes de Namibia no quieren desaparecer

Los khwes de Namibia no quieren desaparecer
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“Nuestro supermercado es la sabana. ¿Cómo quiere que mi pueblo sobreviva?”, se lamenta Thaddeus Chedau, con expresión grave. Este antiguo cazador se queja de las restricciones de acceso a los recursos naturales impuestas por las autoridades namibias en el Parque nacional de Bwabwata, establecido en 2007. En medio del calor asfixiante de la Franja de Caprivi, al noreste de Namibia, este hombre de 59 años avanza con los sentidos alerta. Pertenece a la etnia de los khwes, presente en los confines del África austral desde hace más de 40.000 años. “Nosotros somos los primeros habitantes”, reivindica manteniéndose al acecho de la más mínima huella en la arena. “Pero no tenemos derecho a cazar ni a cosechar plantas en nuestras propias tierras ancestrales”.

Esta mañana de junio de 2017, Thaddeus Chedau está dando una lección de rastreo a dos adolescentes de su pueblo, librando una lucha mediante la transmisión de sus conocimientos a las nuevas generaciones. Los khwes son nómadas cazadores-recolectores que se volvieron sedentarios. Los 6.000 khwes que viven en el parque, privados de sus derechos sobre las tierras y de sus medios de subsistencia tradicionales, están política y socialmente marginados. Forman parte del pueblo san, también conocido con el nombre peyorativo de bushmen (aborígenes).

A finales del siglo XVIII su existencia se ve perturbada por la llegada a la región de los mbukushus, pertenecientes a una etnia bantú, que están consiguiendo ejercer progresivamente una influencia política considerable. A finales del siglo XIX, la zona identificada (por las entonces potencias coloniales) como África del Suroeste, conoció varias décadas de colonización alemana [Nota del editor: y un genocidio de 1904-1908 ligado a dicha colonización. En este, se calcula, fueron asesinados al menos 100.000 indígenas de diferentes pueblos, concretamente de entre los herero y nama, además de san].

Los sucesivos Gobiernos namibios los miran con recelo desde que se aliaron, más o menos obligados, a las antiguas fuerzas ocupantes sudafricanas. En 1990, durante la guerra de independencia namibia, la Franja de Caprivi, una extensión estratégica situada entre Angola y Botswana, es ocupada por las Fuerzas de Defensa de Pretoria.

Los khwes son famosos por sus conocimientos del terreno y son empleados como rastreadores. Este legado histórico compromete sus tentativas de integración en la sociedad. Los adultos, que hablan una lengua khoisana, caracterizada por el uso de chasquidos o “clics”, y que no dominan la lengua bantú de los mbukushus, están excluidos del mercado de trabajo, y los jóvenes son rechazados de las escuelas públicas. “Queremos que se nos trate como a los demás grupos nacionales, que nuestros hijos tengan derecho a pensar en su lengua materna”, declara el antiguo cazador.

On this morning in June 2017, Thaddeus Chedau took out his teacher’s jacket and gave a tracking lesson to young people in his village. His parents were still able to hunt in the Bwabwata National Park. Today, the Khwes no longer have this right, but he considers the transmission of ancestral knowledge to be paramount.

Photo: Laurent Rigaux

A lo largo de la carretera B8, los pueblos son un reflejo de la extrema indigencia en la que viven los khwes. En nombre de la conservación de la naturaleza, la caza tradicional está prohibida y la recolección está fuertemente limitada. El Ministerio de Medio Ambiente y Turismo, en colaboración con la ONG namibia Integrated Rural Development and Nature Conservation (IRDNC), trata de reducir esta pobreza mediante la aplicación del programa nacional de Gestión Comunitaria de los Recursos Naturales (CBNRM, por sus siglas en inglés), una estrategia que delega a las comunidades locales la gestión y el uso de la fauna y flora.

Sobre el papel los objetivos son ambiciosos. Los khwes tienen que desarrollar y garantizar nuevas fuentes de ingresos gracias al turismo, a la recolección de una planta medicinal denominada uña del diablo, y a la caza de trofeos, que sigue estando autorizada. En 2006 el Ministerio confió a la asociación multiétnica Kyaramacan, que representa al conjunto de los habitantes del parque, dos terrenos de caza y otro para el desarrollo de una infraestructura turística.

The flora of the Bwabwata National Park includes medicinal plants, such as devil’s claw (harpagophytum procumbens), which helps to treat arthritis. The Khwes are no longer allowed to practise subsistence gathering in the protected areas of the park, but the Namibian government allows them to market devil’s claw through the Kyaramacan association, to develop new sources of income.

Photo: Laurent Rigaux

Sobre el terreno, el camping N//goabaca, situado al borde de las cataratas de Popa del río Okavango, sobrevive mal que bien: debido a la falta de publicidad en las guías turísticas resulta complicado llenar los cuatro emplazamientos para tiendas de campaña. El hotel de hospedaje, prometido desde hace años, todavía no se ha construido. La caza de trofeos, cuya gestión Kyaramacan delega a agentes privados, está reservada a los turistas más pudientes, quienes a cambio de varias decenas de miles de euros se obsequian con un momento de emoción matando a un elefante. La carne es compartida después con la población local.

Sunday, 11 June 2017. An elephant was killed the previous day by a European tourist as part of a trophy hunt around Omega 1, a former military base and one of the main Khwe villages in the Zambezi Region. Each year, about 30 tons of meat are shared among members of the local community.

Photo: Laurent Rigaux

Estas actividades han permitido crear 43 empleos en el seno de la comunidad, unos resultados que dejan indiferente a Thaddeus Chedau: “Cada familia apenas gana 13 euros al año”. Friedrich “Fidi” Alpers, un namibio de origen alemán que trabaja para la IRDNC, reconoce que el escenario no es ideal. “Inventar un nuevo modo de vida es todo un reto”, insiste este hombre entusiasta instalado desde hace 12 años en la sabana, en el corazón del Parque de Bwabwata. “Si un pueblo es excluido de un ecosistema del cual siempre ha formado parte, se convierte en una amenaza”.

Asustados por el lento aniquilamiento de su cultura, los khwes “se sienten heridos”, asegura Friedrich Alpers. “Si eres cazador y te prohíben cazar, te enfadas. Es más que el hecho de tener carne en la cazuela: el tejido social de la comunidad se ve afectado”. Alpers, que brinda un apoyo incondicional a los khwes, les incita a defender sus intereses directamente ante el Gobierno o en el extranjero.

Friedrich Alpers has lived in the heart of Bwabwata Park for 12 years. His credo: indigenous peoples do not reap enough benefit from the preservation of natural resources. “Who benefits from preservation, who benefits from the national parks?” he asks, again and again. “We have to invent new ways of life for these populations, we have to give them access to resources and involve them in the policy-making.”

Photo: Laurent Rigaux

Expulsado durante varios meses del Parque de Bwabwata en 2016 debido a su implicación personal, Friedrich Alpers ha podido finalmente reincorporarse a condición de respetar la estricta política del Ministerio. A pesar de estas advertencias, no contempla quedarse ahí y repite incansablemente: “Para gestionar el Bwabwata hay que respetar la riqueza de los saberes indígenas y combinarlos con la ciencia moderna. La naturaleza se beneficiará, porque los khwes la protegen como un medio de subsistencia”.

En 2014, durante el Congreso Mundial de Parques de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), Thaddeus Chedau reclamó en Sídney el “reconocimiento de los conocimientos indígenas para luchar contra la caza furtiva” en la Franja de Caprivi (una práctica que va en aumento desde que el vecino Botswana prohibió todo tipo de caza en el año 2013). “La mayoría de los miembros de nuestra comunidad no han ido a la escuela, no hablan inglés, no saben leer ni escribir, pero poseen grandes conocimientos sobre la fauna y la flora”, especifica. “Mi escuela está en la sabana”. Al año siguiente las autoridades del parque pusieron en marcha un programa destinado a integrar a varios rastreadores khwes como guardabosques.

In October 2013, a delegation from the World Indigenous Tourism Alliance (Winta) went to Namibia for the Adventure Travel World Summit. A few members travelled to the Caprivi Strip, where a meeting with the Khwe community was organised. Alfred Chedau (left) has lived his entire life in the Bwabwata Park and is employed by the IRDNC as a “senior facilitator” for the Khwes. That day, an exchange emerged with a representative of the aboriginal people of Australia about the different minority’s customs and the problems they face.

Photo: Laurent Rigaux

En marzo de 2016, cuando la Unión Europea quiere prohibir la importación de determinados trofeos de caza, en particular los de rinoceronte, la etnia se moviliza. “Si la caza se para aquí, nos vamos a morir de hambre. Esto nos ayuda, aunque no nos haga engordar”, declara en un vídeo Thikundja Ndando, un abuelo khwe procedente del pueblo de Chetto. El documental, realizado por NACSO, la asociación que agrupa a varias ONG y que asiste a las comunidades namibias, es el primer episodio de una serie titulada “Talking about hunting” (Hablando de la caza), donde diferentes miembros de las comunidades namibias presionan a la UE para que examine su situación.

Finalmente, los países miembros (incluida la UE) de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES, por sus siglas en inglés), reconocen a finales de 2016 que la caza de trofeos es beneficiosa si se gestiona de manera sostenible, y deciden mantener la autorización de los trofeos de elefante en Sudáfrica, Botswana, Namibia y Zimbabwe.

Bushfires are one of the Khwes’ ancestral techniques for regenerating vegetation. Despite being banned in the park, the men continue to light them out of habit, when the soil is still wet, after the rainy season. Friedrich Alpers sees it as an opportunity and encourages them: “This helps to attract animals to the roadside, and that attracts tourists.”

Photo: Laurent Rigaux

Tras haber participado en la creación de un pueblo cultural, el empleado de la IRDNC lucha con la etnia para fundar una universidad (la Traditional environmental knowledge outreach academy) donde se puedan transmitir las competencias tradicionales. “Se ofrecerán cursos a todas las personas que quieran aprender algo sobre la naturaleza”, precisa Thaddeus Chedau. “¡No vamos a ofrecer safaris gin tonic!”.

Y añade: “Es nuestra solución para resolver el problema de la pobreza, y para hacer que los jóvenes se sientan orgullosos de su cultura. ¡Nuestros conocimientos son nuestra riqueza!”. Chedau reclama igualmente el establecimiento de un permiso de caza tradicional en determinadas zonas del parque. Pero esos proyectos no son del agrado de las autoridades, que hacen oídos sordos.

This article has been translated from French.