La vida en el nordeste de Nigeria: entre la lucha contra Boko Haram y el ‘boom’ de la construcción y la escalada del coste de la vida

En el verano de 2009, los insurgentes del grupo terrorista Boko Haram atacaron por primera vez la antigua ciudad nigeriana de Maiduguri. El grupo, cuyo nombre se podría traducir libremente como ‘la educación occidental está prohibida’, avanzó rápidamente por la región nororiental de Nigeria destruyendo hogares, escuelas, mercados y lugares de culto y trabajo, asesinando a miles de ciudadanos y dejando a su paso a casi 2,4 millones de personas desplazadas entre Nigeria, Camerún, Chad y Níger.

Antes de la insurgencia, Maiduguri ya era una de las ciudades más caras de Nigeria en cuanto a propiedades inmuebles se refiere, por detrás de la capital comercial de Lagos, la capital federal de Abuja y el centro neurálgico petrolero de Port Harcourt. Sin embargo, debido a los ataques a la capital estatal de Borno (uno de los tres estados más afectados de la región), miles de personas huyeron de Maiduguri, dejando atrás sus medios de vida y propiedades.

Usman Almad fue uno de los que se quedaron. En aquella época trabajaba en el sector de las propiedades en alquiler y contaba con años de experiencia como agente inmobiliario. Almad explica a Equal Times que detectó una oportunidad donde otros veían peligro.

“Conseguí más de 50 casas vacías en pocos meses”, recuerda Almad sobre la época en la que los propietarios le vendían sus viviendas a precios bastante inferiores a los del mercado para intentar escapar a zonas seguras.

Tras una enorme operación militar en 2014, en la que el ejército nigeriano sacó a los militantes de sus bastiones en Maiduguri y les empujó hacia las aldeas y poblaciones a lo largo de la frontera con el norte de Camerún y el lago Chad, la ciudad fue recuperando lentamente una frágil paz. Almad estaba preparado para cosechar los beneficios derivados de esta migración inversa: “Entonces, la gente que huía de las asoladas aldeas y poblaciones cercanas llegaron a la ciudad en busca de viviendas”, recuerda Almad.

Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), a partir de junio de 2018, casi dos millones de personas fueron desplazadas internamente en el nordeste de Nigeria, principalmente en los estados de Borno, Yobe y Adamawa. Muchas de estas personas se han asentado en Maiduguri y aunque la mayoría están confinadas en campamentos, algunas viven con familiares y amigos en las comunidades locales. Los que disponen de más dinero están alquilando, comprando y construyendo viviendas en el mercado privado. Estas personas son las que han provocado que los precios de la vivienda aumenten vertiginosamente en Maiduguri, en ocasiones hasta en un 500%.

Además de tener que hacer frente a las demandas de los residentes y los desplazados internos, los precios de los inmuebles en Maiduguri se han disparado considerablemente debido a la presencia de organizaciones internacionales de ayuda humanitaria, como la Cruz Roja Internacional y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), así como de organismos del gobierno federal. Maiduguri no solo es la mayor ciudad del nordeste de Nigeria, sino que hoy en día también goza de una relativa calma y de una ubicación ideal cerca de las fronteras con Camerún y Chad, por lo que constituye una atractiva base para los trabajadores humanitarios y los empresarios.

Un boom para algunos y una ruina para el resto

Usman Almad (también conocido por otros nombres, entre ellos Bala Geidam y Ali Garba Shehu) aprovechó el boom y fundó la empresa Dolphin Global Enterprise Limited en 2010. Hoy en día es una de las constructoras/agencias inmobiliarias de más éxito en Maiduguri, una ciudad de aproximadamente 1,3 millones de habitantes. Según Almad, antes de la insurgencia facturaba menos de 20 millones de nairas (55.000 dólares USD). En 2017, asegura que su empresa facturó más de 300 millones de nairas (825.000 USD) de beneficios.

“Compré esas casas a precios más bajos en las zonas propensas a los ataques, pero hoy en día las he vendido por sumas mucho más elevadas. Cuando la insurgencia [se calmó]… la gente acabó volviendo a mi oficina y pagó una suma mucho más alta para recuperar las viviendas que habían vendido tan baratas por miedo”, nos cuenta en su escasamente iluminada sede ubicada en Maiduguri.

El valor de las casas y los terrenos ha aumentado considerablemente; en un artículo publicado por la agencia de noticias AFP en 2017, este admitió ante los periodistas que “una vivienda que valía un millón de nairas al año (aproximadamente 2.744 USD al tipo de cambio actual) puede llegar a costar hasta cinco millones (aproximadamente 13.717 USD) hoy en día”.

“Hay días en que recibo hasta 20 solicitudes de viviendas”, confesó recientemente Almad a Equal Times.

Lo mismo sucede en el ámbito de la hostelería. Según Yakubu Sule, un director de hotel que lleva más de 30 años viviendo en Maiduguri, “antes de la insurgencia, alojarse en cualquier hotel estándar de Maiduguri costaba unas 2.500 nairas (6 USD). Pero hoy en día esa cantidad ha pasado de 10.000 (27 USD) a 50.000 nairas (137 USD) [en los últimos siete años]”.

En su cruzada para fundar un califato islámico en la región del Sahel, Boko Haram no solo asesinó e hirió a decenas de miles de personas, sino que también dañó y destruyó un considerable número de infraestructuras, como escuelas, hospitales, comisarías de policía y mercados.

“Destruyeron al menos 10.000 viviendas, así como más de 86 edificios públicos, entre los que se encontraban escuelas y hospitales”, explicó Babagana Umara Zulum, excomisario de Estado para el recién creado Ministerio de Reconstrucción, Rehabilitación y Reasentamiento, a la agencia de noticias nigeriana News Agency of Nigeria (NAN).

El gobierno estatal de Borno se ha aliado con los promotores inmobiliarios e inversores privados para reconstruir la ciudad. En 2016, el gobierno estatal de Borno asignó un presupuesto de 13.000 millones de nairas (alrededor de 35,6 millones de USD) para reconstruir ocho comunidades del estado. Un portavoz del nuevo ministerio explicó a este medio que han conseguido reconstruir el mercado central, la oficina de correos, el hospital general, varias escuelas y (desde 2017) 32.290 viviendas gratuitas para refugiados cuyos hogares fueron destruidos durante la peor época de la insurgencia.

En una visita a Maiduguri, Equal Times pudo apreciar que la ciudad estaba llena de nuevos centros comerciales, hoteles y restaurantes de lujo. Sin embargo, la ciudad ha pagado un alto precio por su desarrollo. Los precios de los inmuebles y los productos básicos han aumentado desmesuradamente, pero los ingresos de la gente no.

Abdulraheem Abdullahi, un habitante de Maiduguri, asegura que el costo general de la vida en la ciudad es bastante elevado. Antes de la insurgencia, Maiduguri era un núcleo para las transacciones comerciales con Chad, Níger y Camerún, los tres países de África occidental que se encuentran al otro lado de la frontera:

“Antes éramos el centro proveedor de alimentos del nordeste. Todo era más barato y Maiduguri era una zona agradable para vivir. Pero con esta insurgencia la vida se ha vuelto mucho más difícil. Los productos alimenticios ahora cuestan un 200% más. Muchos negocios que prosperaban gracias al intercambio de productos con los países vecinos ya se han ido a pique y han cerrado sus puertas”.

A pesar de las duras condiciones, Abdullahi, que actualmente está desempleado, afirma que el Gobierno no ha hecho lo suficiente para ayudar a la gente de a pie que vive en esta zona ni ha aumentado los salarios de los funcionarios para que se equilibren con el alto costo de la vida en la ciudad. “Además, muchos jubilados llevan más de cinco años sin cobrar sus pensiones. El Gobierno aparenta estar luchando contra el terrorismo, pero en realidad se dedica a empeorar las condiciones de vida de los habitantes del estado”, dice.

Para Abdullahi Adamu, un economista que reside en Damaturu (la capital del estado vecino de Yobe), cree que en general el período posterior a la insurgencia ha mejorado la vida de los lugareños. “Los que buscan empleos de baja categoría se están beneficiando enormemente gracias a los contratistas que trabajan en la reconstrucción de la ciudad. Asimismo, las actividades de las organizaciones internacionales de ayuda humanitaria han proporcionado empleo a muchos habitantes de la ciudad”. Aun así, todavía queda por ver si esta nueva prosperidad va a durar o se ampliará más allá de un sector específico de la población.