Hay que reimaginar la democracia para conseguir una vida mejor para todos

El comienzo de 2019 es la ocasión para muchos de nosotros de reflexionar sobre el año que acaba de terminar, considerar la situación actual y tomar resoluciones para conseguir un cambio con vistas al futuro. Si realizásemos este ejercicio respecto a nuestras comunidades y pudiésemos replantearnos el tipo de democracia en que vivimos y la manera en que la experimentamos ¿a qué se parecería? y ¿cómo sería?

Estas son las preguntas que los investigadores de la alianza de la sociedad civil, CIVICUS, plantearon a diversos líderes de opinión y activistas procedentes de cerca de 80 países en todo el mundo, en el marco de una iniciativa de un año de duración.

El proyecto reveló que, aunque las sociedades han sufrido diversas transformaciones, los sistemas de gobierno mundiales parecen estar viviendo al momento, limitados por una crisis de imaginación, un pensamiento cortoplacista y por las consideraciones tácticas de aquellos que están en el poder. Cómo explicar de otro modo que se inviertan globalmente más de 1,73 billones de USD en gasto militar, cuando 821 millones de personas tienen que irse a dormir con el estómago vacío.

En un país tras otro, la presencia de una política polarizadora y el auge de líderes divisionistas hacen que no se aborden aquellas cuestiones que realmente repercuten en la vida de las personas: los daños ocasionados por el implacable cambio climático, la tremenda desigualdad y la persistencia de conflictos irracionales.

Es preocupante que solo el 4% de la población mundial viva en países donde los derechos de expresión, asociación y asamblea pacífica se protegen adecuadamente, derechos que permiten a la gente influir en las estructuras políticas y sociales que les rodea.

Así, se requieren soluciones radicales para que la democracia sea una realidad para las personas y las sociedades en el Siglo XXI. Es evidente que se necesitan cambios fundamentales. En particular, hay tres a los que convendría prestar atención.

En primer lugar, gran parte de la toma de decisiones debe llevarse a cabo a nivel local y comunitario. Muy a menudo, las decisiones de gobernanza se adoptan en lugares remotos y sin tener en cuenta las necesidades de la población local. Cuando las decisiones se toman más cerca del lugar donde realmente se notará su impacto, esa toma de decisiones resultará más responsable. También será más fácil corregir el rumbo si la democracia es más directa y deliberativa, mediante asambleas de ciudadanos y parlamentos comunitarios. No obstante, es necesario establecer ciertas salvaguardias inherentes, para proteger dicha toma de decisiones frente a posibles perjuicios y la corrupción que pudieran derivarse de determinados intereses creados.

En segundo lugar, los problemas globales exigen soluciones globales, desarrollados a través de la democracia global. De momento, las decisiones sobre asuntos como relaciones internacionales, comercio, migración o cambio climático se adoptan en distantes instituciones intergubernamentales, muchas veces desvinculadas de cualquier tipo de participación de la opinión pública. Muchos de los afectados no tienen derecho a opinar respecto a decisiones internacionales que repercuten en sus vidas. Una de las soluciones que se ofrece es crear un parlamento mundial, elegido directamente por sufragio universal, como una posible vía para que la ciudadanía pueda reclamar sus derechos y promover un cambio significativo a escala internacional.

En tercer lugar, es necesaria una nueva visión que aborde la exclusión y la desigualdad a través de una economía democratizada que funcione para todos. Las teorías neoliberales dominantes basadas en la premisa de mercados desregulados y una desmesurada privatización, han ocasionado una tremenda desigualdad. Grupos reducidos de élites privilegiadas han asumido el control de los recursos económicos y las decisiones políticas en prácticamente todos los países del mundo. Los elementos principales de una visión económica alternativa incluirían la reorientación de la política económica hacia regímenes fiscales que funcionen adecuadamente y la redistribución de los recursos económicos. Un elemento particularmente importante de esta visión económica sería el acceso universal y gratuito a servicios esenciales de calidad como la educación, la sanidad, la electricidad, el suministro de agua potable y conexión a internet, para garantizar la igualdad de oportunidades.

El cambio está en marcha

Las democracias actuales plantean numerosos desafíos, que van desde imperfecciones en los sistemas electorales a la falta de respeto a las normas de derechos humanos por parte de aquellos que ocupan el poder. No obstante, pese a que resulta lamentable el auge del populismo de extrema derecha, se están produciendo ya cambios en muchas partes del mundo, propiciados muchas veces por movimientos populares y organizaciones de la sociedad civil. En lugares tan diversos como Armenia, Corea del Sur y Gambia, los movimientos populares han impulsado avances democráticos, desafiando con éxito a líderes autocráticos en las urnas y en las calles.

En países de África occidental, como Burkina Faso y Senegal, los jóvenes han liderado movimientos, agrupándose creativamente para hacer frente a gobernantes autocráticos que intentaron prolongar su mandato.

En EEUU, el movimiento estudiantil ha ido mucho más lejos que cualquier otra organización en muchos años a la hora de cuestionar el poder político del lobby armamentista, respondiendo a las catástrofes actuando, en lugar de limitarse a aceptar los tópicos mensajes de consuelo. En Malasia, el partido gobernante fue finalmente derrotado después de más de seis décadas afianzado en el poder, y la campaña de la sociedad civil contra la corrupción y los abusos electorales sería fundamental para conseguirlo.

Los movimientos MeToo y Time’s Up movilizaron a un enorme número de personas, transformando el debate sobre la situación de la mujer en la sociedad y en los lugares de trabajo en el mundo entero. En Irlanda, las movilizaciones populares dejaron constancia de cómo las asambleas y los referendos ciudadanos pueden promover los derechos a través de una exitosa campaña destinada a cambiar la ley sobre el aborto, que supondría una victoria para los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.

Para progresar, debemos redoblar esfuerzos para que las elecciones sean más justas, al tiempo que forjamos alianzas que fomenten la independencia de sistemas judiciales y medios de comunicación, además de promover a otros actores interesados en proteger los valores democráticos.

En líneas generales, nuestra investigación reveló que, en general, la gente todavía cree que la democracia es la mejor forma de gobierno, incluso si no están satisfechos con su experiencia actual. Tener voz e influencia sobre las circunstancias de nuestras vidas es una aspiración humana fundamental. Por medio de una participación democrática significativa, se pueden tomar mejores decisiones, y exigir a los responsables políticos que rindan cuentas.