Recuperar el espacio político y cívico: la experiencia de los "chalecos amarillos"

Recuperar el espacio político y cívico: la experiencia de los "chalecos amarillos"

The fight for social and economic justice has inspired the yellow vests, pictured here at a demonstration in Paris on 5 January 2019.

(Christophe Leung)

Acaba de despuntar el día y en el elegante barrio de los Campos Elíseos ya resuenan ensordecedoras las granadas. Se han encendido fuegos, se han improvisado barricadas. Nada recuerda a una manifestación al uso en este sábado 1 de diciembre parisino. Estamos ante un movimiento inédito.

Desde mediados de noviembre, estos ciudadanos se congregan cada sábado en la calle y durante la semana, a las afueras de sus pueblos, ataviados con un chaleco amarillo de seguridad vial. Al principio, se trataba de una forma de protestar contra un impuesto al combustible. Pero al poco se sumaron otras reivindicaciones y luego de semanas de movilizaciones diversas (manifestaciones, bloqueos de carreteras, ocupación de rotondas), no parecen dispuestos a darse por vencidos. Aunque nadie fue capaz de predecir el estallido y el alcance de este movimiento, muchos sí sentían que, de un momento a otro, la situación "iba a explotar", y que "la ira y las desigualdades eran excesivas".

En Toulouse, Virgil, un estudiante de Políticas que hace las veces de "médico callejero" prestando primeros auxilios a los heridos en las manifestaciones, dice: “Me impactó la violencia policial. Algunos manifestantes calientan a la policía, es cierto, pero los agentes son profesionales de mantener el orden, no deberían perder la sangre fría. He visto golpear con porras a personas aisladas y disparar con balas de goma”.

Artean Kantari (seudónimo),“uno de los primeros ’chalecos amarillos’”, se encargo de reunir a los manifestantes de la región parisina, primero en una página de Facebook y luego en rotondas. Tiene 37 años, trabaja ocho meses al año como empleado intermitente en centros de vacaciones y pasa cuatro meses en paro. Termina todos los meses en rojo y tiene que vivir con su padre, a la espera de un reciclaje profesional.

“El ‘chaleco amarillo’ no significa nada, somos los que tenemos problemas para llegar a fin de mes", dice.

La pobreza ha aumentado en muchas partes de Francia, sobre todo después de la crisis financiera de 2008. “Debemos ser conscientes del aumento de la pobreza, de los 5 a 8,8 millones de pobres que ganan del 50% al 60% menos del salario medio”, dice François Boulo, el abogado de profesión que se convirtió en portavoz de los “chalecos amarillos” en Rouen, al norte de Francia.

Los “chalecos amarillos” son “pequeños autónomos, artesanos, comerciantes trabajadores precarios, desempleados, madres solteras, empleados, obreros. Abarcan todo el espectro, desde los muy precarios a las clases medias bajas”, explica a Equal Times Raphaël Challier, doctor en Sociología de la Universidad de París 8, que estudia la participación política de los círculos populares en el este de Francia. Se ha sumergido en el movimiento de los “chalecos amarillos” siguiéndolos sobre el terreno.

Congregados en las rotondas alrededor de braseros (retirados en su mayoría por la policía), "hay un exceso de representación de las clases populares, las prácticas culturales son muy homogéneas, apenas hay ejecutivos y los jóvenes graduados se exilian [de la región] por la falta de empleo", señala.

Pero, "en lugares donde apenas existía movilización política entre las clases populares de la región, a excepción de los militantes del Frente Nacional (extrema derecha) y de la extrema izquierda, llama la atención la fuerte movilización de clase de los ’chalecos amarillos’. Esta gente ajena a la política ha decidido interesarse por la vida cívica", dice. No son personas acostumbradas a participar en consejos municipales, asociaciones y, a menudo, no votan en las elecciones.

De este modo, un nuevo sector de la población ha irrumpido en los cortejos. "Hoy se congregan y se dicen: nosotros somos la política. Están redescubriendo que pueden hacer política fuera de las instituciones", analiza Virgil en Toulouse. Para el sociólogo, Michalis Lianos, lo que les une, por encima de la pluralidad de sus perfiles, y les hace involucrarse es su "conciencia de legitimidad". Hasta hace poco "aprendieron a soportar [sus condiciones] sin rechistar, pero esto ya no es posible. Una de las fuentes profundas de su indignación es verse obligados a pedir ayuda, cuando han hecho todo lo posible para salir adelante sin pedir nada a nadie".

Aprender política en las rotondas

En las rotondas, se aprende política sobre el terreno. Se restablecen los vínculos sociales con sentido del humor, a pesar de las dificultades de la vida cotidiana que cada uno acaba de contarle a los demás. En las rotondas de Val d’Oise, en la región parisina, unos 120 "jóvenes, ancianos, empleados, desempleados, personas discapacitadas" se reúnen durante estas últimas semanas. "Bueno, tal vez no he encontrado el amor", bromea Artean, "pero ahora formo parte de un grupo de 30 a 40 personas y nos reunimos cada semana”.

En Ruán, el abogado François Boulo también quería conectar con algo nuevo. "En mi comunidad, la gente ha entrado en un coma político, votan por Fillon o Macron y disfrutan de sus pequeñas comodidades sin cuestionarse nada", dice.

Admite que, cuando se unió a una rotonda, "al principio, imperaba cierta cacofonía en los debates. Pero se ha calmado, la gente ha aprendido a perdonarse y a escucharse mutuamente".

Cuando le dieron la palabra, esperaba "recibir uno o dos tomatazos, por ser abogado", pero acabó siendo un referente del grupo, y recibió un mandato escrito que lo designa como portavoz y representante ante los medios de comunicación, pero sin poder de negociación.

Los debates organizados en estas rotondas, que recuerdan a los del movimiento Nuit Debout (La noche en pie) de 2016, dieron voz y cabida a personas desocializadas. "En la rotonda se involucra gente que no tiene a nadie más", señala Raphaël Challier. La socialización también implica numerosas discusiones informales, en las que se termina “construyendo un consenso, dejando de lado las ideas más divisorias”, señala el investigador. “No hay un discurso antinmigrante ni anticapitalista total” .

Los “chalecos amarillos” contactaron con Nathalie Coutinet, economista de la Universidad de París 13 y miembro del colectivo Economistas aterrados, para que participara en los debates. Sin unirse al movimiento y cuidando de no asociarse a corrientes extremistas, su colectivo decidió "aportar análisis, responder a preguntas a menudo muy técnicas, alimentar el debate con nuevas ideas, sin imponerlas nunca", dice.

Entre los “chalecos amarillos”, pero también entre los demás ciudadanos, se presencian muchos gestos de ayuda mutua y solidaridad. Ayudas a encontrar alojamiento o a compartir el coche. Las rotondas se han convertido en "laboratorios donde recuperamos el espacio político y cívico", dice François Boulo.

Reivindicaciones que se afianzan

En estos "laboratorios" han surgido reivindicaciones comunes: la exigencia de una mayor justicia fiscal se ha vuelto insoslayable, sobre todo tras la decisión del Gobierno de modificar el ISF, el impuesto que grababa todo el patrimonio de las grandes fortunas, llamado "impuesto de solidaridad sobre el patrimonio" (cuya base impositiva Macron ha reducido a los bienes inmuebles, un cambio que supondrá una pérdida de ingresos fiscales de 3.000 a 5.000 millones de euros), o de sustituir por impuesto fijo del 30% (o “flat tax”) el impuesto sobre los ingresos de las inversiones financieras.

"Los impuestos proporcionales (IVA, CSG, impuesto al tabaco, impuesto a la gasolina) que se aplican a todos por igual ganan terreno a los impuestos progresivos, que hacen posible que los más ricos paguen más y los más pobres, menos. Los ’chalecos amarillos’ se oponen con vehemencia a esta injusticia fiscal, reforzada por la optimización fiscal de las grandes empresas o la evasión fiscal de los ingresos más altos", resume Nathalie Coutinet.

Además del restablecimiento del ISF se reivindican salarios y pensiones más altos. Estas demandas suelen coincidir con las de los sindicatos, que inicialmente se mantuvieron alejados del movimiento. "Al principio, la CGT no quería involucrarse en ningún discurso antimpuestos o antinmigración. Con el tiempo, hemos visto una evolución hacia reivindicaciones cada vez más cercanas a las nuestras", dice Fabrice Angei, secretario confederal.

La CGT (Confederación General del Trabajo) también lanzó, por primera vez en tres meses, una convocatoria conjunta de huelga con representantes de los “chalecos amarillos”, para el 5 de febrero. Cerca de 160 encuentros tuvieron lugar en toda Francia, "chalecos amarillos" y "chalecos rojos" (el color del sindicato) para manifestar juntos.

"No estamos tratando de aferrarnos de manera oportunista al movimiento de los ’chalecos amarillos’, pero sus reivindicaciones han captado las nuestras", explica el sindicalista. Por el momento, existen conexiones locales entre los “chalecos amarillos” y el sindicato en una treintena de ciudades, según la CGT.

Una parte de los “chalecos amarillos” ha erigido como bandera de sus reivindicaciones la instauración del Referéndum de Iniciativa Ciudadana (RIC), una herramienta que permitiría a la gente presentar un proyecto de ley si este obtiene un mínimo de 700.000 firmas. En ese caso, el proyecto de ley debe ser debatido en la Asamblea Nacional y sometido a votación directa de todos los franceses. Para algunos, se trata de una forma de democracia más directa y de tomar la palabra sin intermediarios.

El movimiento pretende estructurarse paso a paso para plantear sus reivindicaciones. Pero ya está empezando a adoptar diferentes formas. En Commercy, en el Departamento del Mosa, profundamente rural, los “chalecos amarillos” crearon la "Asamblea de las Asambleas" a finales de enero, que reunió a representantes de 75 grupos de rotondas para debatir e instaurar un "modelo democrático de coordinación a nivel local y regional".

Aunque algunos han decidido crear una lista para las elecciones europeas, que tendrán lugar en mayo de 2019, muchos consideran que todavía es demasiado pronto para entrar en política o rechazan la idea de tener líderes y representantes. Otros, como Artean, mencionan el "riesgo de radicalización e insurrección". Una cosa parece prevalecer: la determinación de los “chalecos amarillos” de hacer perdurar su movimiento. Para Raphaël Challier, sociólogo, "su reto consiste ahora en consolidar su espacio, mantener el círculo de la sociabilidad y, como dicen las rotondas: ‘¡mantener en pie la cabaña!’”.

This article has been translated from French.