Migrantes africanos malviven en ’El Cementerio’ para trabajar en los campos e invernaderos de Andalucía

Migrantes africanos malviven en 'El Cementerio' para trabajar en los campos e invernaderos de Andalucía

With Spain becoming the main gateway into Europe for irregular immigration from Africa, record numbers of sub-Saharan migrant workers are set to join Issa Diakite, aged 45, from Bamako, Mali, in the hunt for work in Spain’s agro-industrial greenhouses and plantations.

(David Browne/Parachute Pictures)

Sidy y Mamadou son dos de las aproximadamente 800 personas que viven en El Cementerio, un campamento de chabolas de inmigrantes situado junto al cementerio católico de Lepe, una ciudad agrícola de 25.000 habitantes próxima a la frontera hispano-portuguesa, en el suroeste de Andalucía.

Sidy, de 55 años, es bajito, afable y está envuelto en varias capas de ropa contra el penetrante frío invernal. La vida se lo ha puesto más difícil, si cabe, por la poliomielitis que padeció de niño y le dejó parcialmente paralizada la pierna derecha.

Mamadou, de 38 años, es mucho más alto, de complexión atlética y semblante más serio. Tiene en la mirada el destello temerario de quien ha tenido que franquear una alambrada de espino para llegar hasta aquí.

Ambos amigos se conocían ya en su país de origen, en la capital senegalesa de Dakar, donde Sidy sobrevivía como pescador y Mamadou trabajó como camionero. Llegaron a España en 2007 por mar a través de rutas diferentes, pero igualmente peligrosas.

Según la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA), el principal grupo de derechos humanos andaluz, en 2018 llegaron a España 64.120 inmigrantes irregulares procedentes de África, la mayor cifra anual jamás registrada.

En su nuevo informe, Derechos humanos en la frontera sur: 2019, publicado en febrero, la APDHA afirma que 51.711 de estos inmigrantes llegaron a la costa andaluza, lo que supone un aumento masivo con respecto a las 28.587 llegadas a Andalucía registradas en 2017 y a las 14.128 de 2016.

Dos tercios de estos migrantes procedían del África subsahariana, según el informe, y el resto procedía en su mayoría del Magreb.

"Los gobiernos de África no quieren que su gente trabaje", dice Sidy en español a modo de explicación. Pero los factores que impulsan la migración a Europa son mucho más complicados. Entre ellos destacan las altas tasas de desempleo en toda África, la pobreza endémica, la extrema desigualdad salarial, las repercusiones climáticas, la demanda de mano de obra en Europa y la escasez de canales para la migración regular, en particular para los trabajadores manuales.

"Si tienes dinero y lo tienes todo, tomas un avión y te vas a vivir a Asia, a Europa, a América. Nosotros no podemos permitirnos viajar en avión. Viajamos por mar o por el desierto. Para nosotros no hay visado".

Sidy dice que recorrió los 1.600 kilómetros de mar que hay desde el norte de Dakar hasta Las Palmas, en las Islas Canarias (España), en un barco de 21 metros de eslora abarrotado con otros 126 migrantes. La embarcación tenía menos de un metro de profundidad por dos de ancho y sólo dos motores fueraborda de 40hp.

"Perdí muchos amigos. Fue un viaje que no podrías ni imaginar", recuerda Sidy. "Para mí, pensar en ese viaje… al final no quería seguir viviendo".

Mamadou se escondió en un carguero con destino a Barcelona. Durante cuatro días y cuatro noches se acurrucó en la bodega, en un espacio del tamaño de un ataúd sobre los motores del barco, con apenas un litro de agua y un puñado de harina de maíz como sustento.

El Cementerio

Las 200 chabolas de El Cementerio están casi todas pobladas por hombres.

Algunos de los que viven allí son temporeros agrícolas marroquíes; hay un puñado de españoles, pero la mayoría son inmigrantes indocumentados procedentes de África, sobre todo de Guinea Ecuatorial, Costa de Marfil, Malí, Gambia y Senegal.

Muchos afirmarán que esta creciente masa de viviendas informales, construidas a base de palés de madera recuperados, cartones y lonas de plástico industrial es una denuncia flagrante de las fallidas políticas de inmigración europeas.

En España, por ejemplo, la mayoría de los migrantes irregulares no pueden conseguir un contrato de trabajo legal a menos que tengan papeles. Pero para conseguir papeles tienen que demostrar que poseen un contrato de trabajo. Así que se encuentran atrapados en un círculo vicioso.

Crispado por la tensión y la pobreza implacable, El Cementerio es un lugar peligroso. Los periodistas no son bienvenidos, los forasteros desconfían de ellos y hacer fotos es arriesgado.

En esta era de las redes sociales, todo el mundo aquí usa los medios de comunicación y muchos se sienten cohibidos, incluso avergonzados, ante la posibilidad de que sus paisanos conozcan la realidad de su vida en España.

No hay agua corriente, ni alcantarillado, ni electricidad, ni recogida de basura. Es un sálvese quien pueda, dominado por los jefes de las pandillas, los informantes de la policía y una camarilla de pequeños traficantes de drogas.

Es común ver a las trabajadoras sexuales españolas y migrantes ejercer su oficio y a los delincuentes locales de poca monta tratando de vender sus mercancías robadas en las pistas embarradas y en los senderos que atraviesan el campamento.

Las condiciones en las chabolas de Lepe sólo pueden ser descritas como "inhumanas", dice José María Castellano, que trabaja con APDHA en la provincia de Huelva.

"Lepe tiene la mayor concentración de chabolas, pero están por toda la provincia. Las podemos encontrar en los pueblos de Rociana, Lucena, Moguer y Mazagón y también hay una gran concentración en (la provincia de) Almería. Hay campamentos como este en toda Europa.

"A estos trabajadores migrantes se les están negando sus derechos humanos fundamentales y tienen que sufrir la indignidad de vivir así. Creo que la responsabilidad recae en los gobiernos nacionales, provinciales y locales", dice Castellano.

A pesar de repetidos intentos, las autoridades locales y provinciales se han negado a hacer comentarios.

Mientras el negocio florece, los migrantes se sumen en una precariedad rampante

En las últimas dos décadas, los invernaderos agroindustriales han inundado como un mar de plástico esta zona de Andalucía, un triángulo de marisma costera y dehesas, que se extiende desde la capital de la provincia, Huelva, hasta las localidades de Moguer, Palos de la Frontera, Lepe, Villablanca y Ayamonte.

Se cultivan fresas, lechugas, tomates, melones, pimientos, cerezas y ciruelas, entre otros muchos productos. La llanura de plástico de Lepe sólo la rompen las grandes plantaciones de naranjas y mandarinas talladas en la dehesa, un campo de ondulantes colinas de encinares y pueblos encalados, donde pastan rumiantes y cerdos.

La promesa de trabajo abundante en los campos e invernaderos es lo que atrajo a Sidy y Mamadou a Lepe; venía a recoger las frutas y verduras que luego se exportan a los supermercados del norte de Europa.

La agricultura y la pesca andaluza tienen un valor aproximado de 8.630 millones de euros al año, lo que representa cerca del 20% de la producción total anual de alimentos y pescado de España.

Para la recolección de cada cosecha –ya sean cítricos, aceitunas o fresas, por ejemplo– se contratan a decenas de miles de migrantes como recolectores. Pero en esta economía informal los trabajadores indocumentados son particularmente vulnerables. Mientras que a algunos se les paga el salario mínimo diario de 42,10 euros, fijado por el gobierno para los trabajadores agrícolas, muchos otros se contentan con apenas 20 euros.

"Muchos patrones no pagan por hora sino por la cantidad de fruta que recoges. Si tienes mano de hierro puedes ganar más. Si eres lento, ganas menos", dice Sidy.

Otro trabajador migrante, Issa Diakite, de 45 años, originario de Bamako, Malí, que vive en el campamento de Las Malvinas, cerca de Palos de la Frontera, cuenta a Equal Times desde el miserable entorno que rodea su improvisado hogar: "Es muy duro en este momento. A veces no hay nada de trabajo o sólo trabajo unos días al mes. Tengo que vivir aquí, cerca de los campos donde trabajo. No tengo elección."

Destino: España

En 2018, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, España se convirtió en la principal puerta de entrada a Europa para la inmigración irregular procedente de África, superando de lejos a Italia, Grecia, Chipre y Malta.

De las 116.295 llegadas irregulares registradas en la frontera sur de Europa el año pasado, más de la mitad llegaron a España.

Esto es consecuencia del acuerdo firmado en enero de 2017 entre Italia y Libia para tomar medidas enérgicas contra el cruce de migrantes y del acuerdo de 2016 entre la Unión Europea y Turquía, además de las políticas antimigratorias introducidas por toda Europa del Este, sobre todo en la Hungría gobernada por la extrema derecha de Viktor Orbán.

En 2018, unas 769 personas, muchas de las cuales cruzaron el Mediterráneo por el Estrecho en pequeñas embarcaciones de madera llamadas pateras, murieron o desaparecieron en la travesía desde Marruecos al sur de España, estima la OIM.

La APDHA eleva aún más, a 1.064 personas, el número de muertos o desaparecidos en el mar, lo que representa un aumento masivo comparado con las 249 víctimas mortales en 2017 y 295 en 2016, según cifras de la APDHA.

Cuando se les pregunta por qué hicieron ese peligroso viaje a Europa y por qué permanecen aquí, Sidy responde, con una pizca de ironía, que él y Mamadou se limitaron a "seguir la comida".

En Dakar, Sidy, su esposa y sus tres hijos pasaban hambre debido a la depredación de la globalización. Como pescador, se vio afectado por la disminución de las poblaciones de peces y las escasas capturas de las flotas pesqueras internacionales, que han saqueado los recursos marinos de África Occidental.

"Esa gente se llevó del mar todos nuestros peces", cuenta a Equal Times. "Pensé que Europa era mi única posibilidad".

Mamadou añade: "El mayor problema aquí es la vivienda, un lugar al que poder llamar hogar. Nadie quiere vivir en una chabola".

Señala una fila de apartamentos vacíos a corta distancia, al otro lado de la carretera nacional que sale de Lepe y dice: "Mira allí. Y mira aquí. Es una locura esta situación. No puedo alquilar una casa de verdad porque no tengo papeles.Todos los días estás en el agujero. Todos los días creo que alguien va a pasar y me va a lanzar una cuerda para poder salir de él. Estoy en España desde 2007 y sigo sin nada. Pero cada día pienso: ‘Sí, lo conseguiré, el dinero que me permitirá volver a casa’. Esa es la verdad".