El petróleo, ¿factor explicativo en la internacionalización de la crisis venezolana?

En Venezuela están presentes todos los ingredientes de una crisis global donde, de una manera u otra, la comunidad internacional está implicada o siente que debe tomar partido, e incluso algunas interpretaciones hablan de un regreso a la Guerra Fría. Para comenzar, como si evocáramos los tiempos de la Unión Soviética, tanto EEUU como Rusia apoyan a uno de los bandos enfrentados. También, mientras la mayoría de las democracias occidentales y sus aliados respaldan a la oposición contra Nicolás Maduro, detrás de este último está buena parte de los gobiernos más autoritarios o menos democráticos del planeta.

Otros mensajes refuerzan esa idea: como el mantra de la agresión imperialista (obviamente norteamericana) contra Venezuela, un país que busca su segunda y definitiva independencia. Tampoco falta el petróleo, pieza esencial de cualquier teoría conspirativa. Y si esta vez, como otras en la historia del siglo XX, el control de los recursos naturales explicaba la geopolítica internacional, en el caso que nos ocupa es insuficiente, más allá de que Venezuela, además de petróleo y gas tenga importantes yacimientos de uranio, torio, coltán y oro.

Si llegamos a la crisis actual es porque en estos últimos 20 años la política exterior chavista se ha centrado de forma recurrente en un relato de buenos (Simón Bolívar, su reencarnación en Hugo Chávez y el pueblo venezolano) contra malos (la traidora oligarquía nacional apoyada por el imperialismo yanqui).

En todo este tiempo, tras el apoyo inicial de Fidel Castro, esencial para ganar su primera elección en 1998, Chávez se alió con Rusia, China, Irán y Bielorrusia, y posteriormente con Siria y Turquía.

A escala regional su lucha comenzó como una cruzada contra el proyecto continental de EEUU, el Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA. Para eso lanzó el ALBA (Alternativa Bolivariana de los Pueblos de América), la genuina respuesta revolucionaria y antiimperialista latinoamericana al proyecto hegemónico de Washington. Pronto el ALBA devino en la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América, que incluyó a nuevos gobernantes populistas bolivarianos o de izquierda, como Evo Morales, Daniel Ortega y Rafael Correa. Otros gobiernos izquierdistas (Brasil, Chile, Paraguay o Uruguay) o abiertamente populistas (el del matrimonio Kirchner) sintonizaron con Chávez.

El papel del petróleo

El petróleo como principal factor explicativo de la actual crisis venezolana no es convincente. Para comenzar, al desconocimiento de la legitimidad de la elección de Maduro en 2018 por parte de la comunidad internacional, se añade la crisis económica (hiperinflación, deuda, tipos de cambio disparados y desabastecimiento de alimentos y medicamentos), social y humanitaria, provocada por la gestión de Chávez y agravada por Maduro. Por eso, no es un conflicto novedoso o generado artificialmente para vampirizar los hidrocarburos venezolanos sino un problema diferente.

Hay otros argumentos. EEUU convivió durante dos décadas con el chavismo sin hacer del petróleo un elemento de confrontación. Entre 1999 y 2014 Venezuela recibió casi un billón de dólares USD (unos 878.000 millones de euros) provenientes del petróleo sin problemas. No solo eso, EEUU importó regularmente petróleo venezolano, y CITGO, la filial estadounidense de Petróleos de Venezuela (PDVSA), pudo operar hasta ahora con total normalidad. Los dos países más interesados en el crudo venezolano son China y Rusia. China necesita importarlo, aunque sea en pago de los cuantiosos préstamos efectuados en su momento, mientras Rusia, a través de Rosneft y otras empresas invirtió más de 10.000 millones de dólares (unos 8.783 millones de euros). Por su parte, EEUU es prácticamente autosuficiente en materia energética, y, a efectos de garantizar un abastecimiento regular de combustibles fósiles a los mercados internacionales, importan más el Medio Oriente y el Golfo Pérsico que Venezuela.

Finalmente está el lamentable estado del sector petrolero. Si bien Venezuela tiene las mayores reservas mundiales probadas de hidrocarburos, la mayoría es petróleo pesado o ultrapesado, lo que dificulta su extracción y refino y los hace menos competitivos respecto al producido en otras regiones del globo. No solo eso. En 1999 se producían cerca de 3.300.000 barriles diarios, una cifra que hoy está en el entorno del millón y que según algunas estimaciones podría caer hasta los 600.000 barriles en los próximos meses. A esto se agrega la continua falta de inversión y el desvío de fondos a proyectos sociales, junto al abandono y la corrupción. Reflotar el sector petrolero requeriría inversiones multimillonarias que disminuirían los márgenes de ganancia y alargarían la amortización del capital allí invertido.

Si no es el petróleo lo que ha llevado a Donald Trump a apoyar a Juan Guaidó, ¿cuál es su principal motivo? La pregunta es relevante, ya que después del golpe de 2002 es la primera vez que ocurre algo parecido y, además, con una Administración poco interesada en América Latina.

Así, no hay que olvidar el declive del proyecto de construcción del muro con México, idea que movilizaba a los votantes más fieles al presidente, que en noviembre de 2020 aspira a la reelección. Desde esa perspectiva, Florida, uno de los swing states más determinantes –estados en que republicanos y demócratas suelen estar muy empatados–, es clave. De ahí que John Bolton denunciara a la “troika de la tiranía” (Cuba, Venezuela y Nicaragua), origen de la actual ofensiva. Los votantes cubano-americanos junto a los venezolano-americanos están satisfechos con la deriva de la Casa Blanca.

Para los actores internacionales involucrados en Venezuela, las razones para implicarse son diversas, al igual que los incentivos para mantener irreductibles sus posturas o modificarlas. A esto se suma el deterioro interno, que en condiciones normales haría insostenible la continuidad de Maduro. Se dice que China prestó más de 60.000 millones de dólares (53.000 millones de euros) a Venezuela y si bien ha recibido en pago cerca de la mitad el riesgo sigue siendo elevado. Esto aumenta la verosimilitud de las versiones sobre negociaciones con la oposición para garantizar la preservación de sus intereses tras un cambio de gobierno y elecciones libres.

Rusia es diferente, dada su obsesión en ser reconocida como la otra gran potencia y a su enfrentamiento con EEUU. Ahora bien, Venezuela no es Siria, especialmente desde una perspectiva geopolítica, donde Moscú cuenta con la base naval de Tartús.

Muchos especialistas consideran que Putin no tensará la cuerda hasta el extremo en caso de un derrocamiento de Maduro, especialmente si recibe ciertas garantías que le permitan mantener sus posiciones económicas. Los otros actores favorables al chavismo si bien son un importante respaldo, tendrían un rol menor en caso de un conflicto de mayores proporciones.

El factor que favoreció la actitud de EEUU y de la UE en respaldo de Guaidó fue la toma de posición de los países latinoamericanos más Canadá, que conformaron el Grupo de Lima. Estos comenzaron condenando la situación de los derechos humanos en Venezuela y terminaron definiendo al régimen de Maduro de dictatorial. Por primera vez en la historia de América Latina buena parte de sus gobiernos se comprometieron seriamente con un problema regional, como el generado por los millones de venezolanos desperdigados por América del Sur.

Esto hubiera sido impensable en otros momentos, al haber primado la idea de la no injerencia en asuntos de terceros países. Hoy las cosas no son así y pese a las limitaciones en la capacidad de incidencia de la comunidad internacional, la resolución del conflicto venezolano dependerá, más allá de lo que ocurra en las calles y las instituciones de Venezuela y de lo que haga EEUU, de lo que se determine en las capitales de América Latina.

This article has been translated from Spanish.