¿Hay modo de salir de la crisis de endeudamiento estudiantil en Estados Unidos?

¿Hay modo de salir de la crisis de endeudamiento estudiantil en Estados Unidos?

In this 6 October 2011 photo, a protester holds a ball and chain representing his college loan debt during the Occupy DC protests in Washington DC.

(AP/Jacquelyn Martin)

Gracias a los tres empleos que tuvo durante su carrera, y a cierta ayuda financiera de su madre, Karen Hawkins consiguió saldar los préstamos de 12.000 dólares USD (10.700 euros) –que tuvo que solicitar para poder estudiar– ocho años después de haber finalizado su licenciatura por la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign.

No obstante, el reembolso de los 55.000 dólares (49.000 euros) de deuda estudiantil que acumuló tras la obtención de un master por la Universidad de Northwestern ha resultado ser mucho más difícil. “Siento que voy a tener que cargar con esta deuda para siempre, por eso sigo reduciendo mis pagos mensuales”, cuenta Hawkins, una periodista de 43 años residente en Chicago y fundadora de Rebellious Magazine. “Creo que ahora estoy en 250 dólares –223 euros– al mes”, explica.

Con un interés del 5,375%, de momento ha conseguido pagar 35.000 de los 55.000 dólares (31.200 y 49.000 euros, respectivamente) que debe al Departamento de Educación de EEUU. Aunque no se arrepiente de haber realizado estudios de posgrado, la experiencia la ha dejado con varios interrogantes. “Estas deudas constituyen un obstáculo enorme para toda una generación de personas: ¿quién se beneficia de ello y por qué es necesario?”, se pregunta. “¿Por qué es tan caro acceder a la educación? Necesito entender por qué”.

Hawkins es una de entre los 44 millones de personas afectadas por la crisis de endeudamiento estudiantil en Estados Unidos. La deuda total de los estudiantes asciende a 1,5 billones de dólares (1,3 billones de euros), superando la deuda de tarjetas de crédito del país y por debajo únicamente de la deuda de hipotecas.

“Nuestra generación ha contraído la mayor deuda estudiantil de todas las generaciones anteriores”, afirma Reid Setzer, director de asuntos gubernamentales de Young Invincibles, un grupo de presión juvenil con sede en Washington DC. “La gente se da cuenta de que es esencial tener algún tipo de educación postsecundaria para poder participar plenamente en la economía moderna. Pero ahora mismo no se gana lo suficiente para saldar la enorme deuda que se les está obligando a asumir. Y esa carga es muy real. Cuando hablamos con gente joven, este tema surge constantemente”.

Reducción del gasto en educación

Según un informe del Brooking Institute, cerca del 40% de los prestatarios que empezaron la universidad en 2003-2004 corren ahora el riesgo de incurrir, antes de 2023, en el impago de sus préstamos estudiantiles.

Algunos expertos han advertido que todos estos préstamos estudiantiles van a desembocar en cualquier momento en una debacle financiera, y establecen paralelismos con los desastrosos préstamos hipotecarios que provocaron la crisis financiera de 2008. Otros señalan que, para que se produzca una burbuja financiera, el precio de un activo tiene que ser muy superior a su valor real. La mayoría de la gente considera que el aumento del poder adquisitivo asociado a la posesión de un título universitario sigue superando con mucho el coste de la obtención de dicho título.

Lo cierto es que la deuda estudiantil está influyendo, sin lugar a dudas, en el mercado laboral, afirma Douglas Webber, profesor asociado de Economía en la Temple University de Filadelfia, mencionando en este sentido indicios de que los diplomados están menos interesados en los empleos enfocados al sector público debido a la preocupación por poder saldar su deuda estudiantil.

En el plano personal, aún no hay pruebas suficientes respecto a si la gente está o no posponiendo decisiones como comprar una casa, casarse o tener hijos. “Todavía no hemos llegado al punto en que las repercusiones sean enormes, pero si las tendencias siguen por esa vía, es probable que se produzcan cosas así”, apunta.

Según cifras de la organización College Board, las tasas académicas para cursar licenciaturas de cuatro años en instituciones públicas sin ánimo de lucro han aumentado un 213% a lo largo de los últimos 30 años, pasando de una media anual de 3.190 dólares en el año escolar 1987-1988 a 9.970 dólares en el año escolar 2017-2018 (2.840 y 8.890 euros, respectivamente).

Según un informe de la OCDE de 2017, Estados Unidos registra las tasas académicas más altas de los 36 países de la OCDE. En países como Australia, Canadá y Japón, la media de las tasas académicas anuales se sitúa en torno a los 4.500 dólares (4.011 euros), mientras que un tercio de los países examinados en el informe no cobran tasas para cursar licenciaturas en instituciones públicas.

Uno de los principales factores de la crisis de endeudamiento estudiantil no es que las universidades hayan aumentado sus tasas académicas en las últimas décadas (aunque lo han hecho), sino que los estados se están gastando mucho menos dinero que antes en la educación pública superior.

Aunque la reducción de la financiación estatal para las universidades públicas ha sido una tendencia de larga data, la recesión de 2008 exacerbó esta evolución, y muchos estados recortaron sus presupuestos y redujeron los fondos destinados a las universidades públicas. Según el Centro de Prioridades Políticas y Presupuestarias, en 2017 la financiación estatal total para las universidades públicas con licenciaturas de dos y cuatro años fue 9.000 millones de dólares (8.023 millones de euros) inferior que en 2008, tras el ajuste de la inflación.

La diferencia entre lo que los estados están dispuestos a gastar en educación y lo que las universidades cobran mediante las tasas se ha cubierto con deuda. Para financiar su educación, en Estados Unidos los estudiantes pueden solicitar préstamos federales, concedidos por el Departamento de Educación y que representan el 90% de los préstamos, así como préstamos privados concedidos por bancos. Para el curso 2017-2018, los índices de interés aplicados a los diferentes tipos de préstamos federales oscilaban entre un 5,05% y un 7,60%.

Unos grupos más afectados que otros

Aunque los licenciados con decenas de miles de dólares de deuda como Hawkins han protagonizado gran parte de las noticias relacionadas con este asunto, ellos no son los más afectados por la crisis de endeudamiento estudiantil.

Según advierten los expertos, el grupo más vulnerable suele ser el de los estudiantes que abandonan la universidad, puesto que no obtienen el sueldo asociado a la posesión de un título de educación superior, pero tienen que saldar los préstamos que solicitaron. Dos tercios de los prestatarios que incurren en impagos de sus préstamos estudiantiles, es decir con una morosidad de más de 270 días, lo hacen con cantidades inferiores a 10.000 dólares (8.900).

Aquí es donde entran en escena las universidades con ánimo de lucro, explica Webber. “Muchas de las personas que solicitaron un crédito de 5.000 dólares optaron por una universidad con ánimo de lucro, y, por lo general, en este tipo de instituciones los resultados son poco satisfactorios y se matriculan muchos estudiantes de grupos minoritarios”, añade Webber.

Para conseguir el dinero prestado a los estudiantes, el Gobierno federal de EEUU puede confiscar sueldos, devoluciones de impuestos e incluso prestaciones de jubilación de la seguridad social. Dado que muchos de los estudiantes que se matriculan en universidades con ánimo de lucro, “o bien no se gradúan, o bien consiguen un trabajo que no les permite reembolsar el préstamo que solicitaron, la deuda que tienen va a devengar intereses y el saldo de la misma va a ir aumentando, de manera que muchos llegan a un punto en que no pueden salir de esa espiral”, afirma.

Según cifras de la Asociación Americana de Mujeres Universitarias, las mujeres acumulan dos tercios de la deuda estudiantil pendiente, lo que a mediados de 2018 se traducía en casi 900 millones de dólares (800 millones de euros).

Las mujeres piden mayores préstamos que los hombres y también tardan más tiempo en devolverlos, en parte debido a la brecha salarial de género. Estos problemas se ven agravados en el caso de las mujeres de color. Las mujeres negras incurren por término medio en una deuda estudiantil superior a la de cualquier otro grupo.

Hawkins, que es afroamericana, señala que estas disparidades ponen a las mujeres de color en un doble aprieto. “Debido al racismo, clasismo y sexismo institucionalizados, no consiguen ganar lo mismo, aunque tengan la misma educación y las mismas cualificaciones. Y además es mucho menos probable que hayan recibido ayuda de su familia”, explica. “Así que contraen una deuda mayor, y su potencial de ingresos es muy inferior”.

¿Posibles soluciones?

Legisladores como el aspirante a la presidencia de Estados Unidos en 2020, Bernie Sanders, han propuesto que la educación pública sea gratuita, mientras que el expresidente Barack Obama ha propuesto que la universidad pública ofrezca dos años de educación gratuita. Los senadores demócratas también presentaron en 2017 un proyecto de ley que permitiría a los prestatarios de créditos para estudiar en instituciones privadas liquidar sus préstamos en procedimientos de quiebra, algo que actualmente no es posible.

Varios grupos de defensa para los jóvenes han convertido la lucha contra la crisis de endeudamiento estudiantil en uno de puntos fundamentales. Setzer, de Young Invincibles, afirma que para abordar la crisis de endeudamiento estudiantil hay que hacer algo tanto por las personas que han acumulado una deuda, como por las futuras generaciones de estudiantes.

“En primer lugar queremos un plan de reembolso basado en los ingresos, en virtud del cual la gente se gaste el 10% de sus ingresos discrecionales durante 20 años, y después se le perdone el resto de la deuda”, declara. “Eso sería sumamente efectivo. Evitaría incurrir en impagos, y permitiría que las personas pudieran gestionar sus pagos con mucha más facilidad”. Setzer añade que actualmente solo existen unos cuantos planes basados en los ingresos, pero señala que son sumamente confusos y que los servicios de préstamos a estudiantes carecen de obligación fiduciaria para actuar en el mejor interés de los prestatarios.

Para ayudar a las futuras generaciones de estudiantes, señala, el grupo respaldó el plan presentado por el senador hawaiano Brian Schatz; un plan diseñado para crear una asociación federal-estatal en virtud de la cual se destine a los estados un fondo de reservas federales para ajustar lo que gastan por estudiante en enseñanza superior pública, dólar por dólar.

A cambio, los estados tendrían que proporcionar una enseñanza universitaria gratuita a los beneficiarios de las becas federales Pell, el mayor programa de financiamiento educativo de Estados Unidos, basado en las necesidades y destinado a personas con bajos ingresos, y proporcionarles asimismo ayudas para los gastos de asistencia a clase.

“Eso cubriría gastos como el transporte, la guardería, los libros y el alquiler, salvando así los obstáculos más invisibles para las personas que quieren terminar sus estudios”, afirma Setzer. “De esta manera también se incide de forma mucho más directa en las brechas de equidad racial y en determinadas brechas socioeconómicas”, explica a Equal Times. “Porque sabemos que, por lo general, la gente que tiene los ingresos más bajos suele proceder de comunidades de color, y que una alta proporción de los beneficiarios de las becas Pell son estudiantes de primera generación”.

Si se mantiene la situación actual, señala Webber, el promedio de la deuda de los estudiantes pasará de los 30.000 dólares actuales a 40.000 o incluso 50.000 dólares (27.000, 36.000 y 45.000 euros, respectivamente), y se terminará produciendo un estancamiento del ascenso social. “Si esto continúa al mismo ritmo que en las últimas décadas, terminará habiendo menos estudiantes universitarios”, afirma. “Van a decidir que las cuentas no les cuadran. Y, sin embargo, al examinar las probabilidades de éxito, un título universitario es la inversión financiera más segura que existe”.

En cuanto a Hawkins, si pudiera volver a empezar, no cambiaría nada, porque gracias a su licenciatura ha conseguido un sueldo más alto. “Sin mi licenciatura no creo que hubiera tenido la oportunidad de ganar lo que estoy ganando”, confirma. “Además de ganar más, gracias a la universidad he podido hacer lo que realmente quería: ser reportera”.