El negocio de la marihuana medicinal en Colombia: ¿adiós al estigma de las drogas?

El negocio de la marihuana medicinal en Colombia: ¿adiós al estigma de las drogas?

Workers at a greenhouse of the Clever Leaves company in the small town of Pesca in the department of Boyocá (Colombia), February 2019. Like the coca leaf and the opium poppy, the cannabis plant in Colombia carries the stigma of the violence associated with drug trafficking.

(Camilo Rozo)

Un país tan golpeado por el estigma del narco como Colombia tiene una oportunidad para reinventarse gracias a uno de los cultivos que durante décadas han controlado los grupos ilegales: la planta de marihuana.

Para ello ha sido determinante la ley de 2016 que contempla el uso del cannabis para fines científicos y medicinales. Desde el año pasado la nación puede plantar legalmente hasta 40,5 toneladas, el 44% de la producción mundial permitida por la Junta Internacional para la Fiscalización de Estupefacientes.

En Colombia ya hay cerca de 70 empresas con licencias expedidas por el Ministerio de Salud y de Justicia colombianos para cultivar legalmente marihuana con fines medicinales. Sin embargo, las autoridades reconocían en 2018 que en el país todavía hay 234 hectáreas de cultivos ilícitos de esta planta, lo que genera en las cuatro cosechas de cada año más de 900 toneladas de hierba ilegales.

Cannabis como símbolo de paz

Neira Patricia Santiago Medina nunca imaginó que tras abandonar su pequeño negocio en el Caribe colombiano por las amenazas de una mafia que la extorsionaba encontraría en la planta de la marihuana un futuro digno para ella y su familia. "Siempre la relacioné con los muchachos que fuman para drogarse. ¿Cómo iba a saber que podía ser buena para la salud?", dice.

A finales de 2018 ’Pati’, como la conocen todos, empezó a trabajar en Clever Leaves, una empresa en el sector del cannabis medicinal fundada dos años antes en Bogotá por un par de emprendedores colombianos y un experto en políticas públicas de drogas.

"Colombia es el lugar ideal para cultivar cannabis porque reunimos todos los requisitos: una geografía y un clima adecuados con abundante agua de lluvia y luz solar, además de una legislación rigurosa que respeta las directrices internacionales", asegura Andrés Fajardo, presidente de Clever Leaves, quien cree que esta es una oportunidad para su país. "Ahora podemos cambiar nuestra imagen negativa precisamente con algo que nos ha hecho tanto daño".

Como sucede con la hoja de coca y la amapola, la planta de la marihuana carga en Colombia con el estigma de la violencia asociada al tráfico de drogas. Hoy comienza a ser un símbolo de un anhelado futuro en paz. "El uso medicinal de la marihuana es milenario", recuerda el exministro de Salud Alejandro Gaviria, uno de los artífices del cambio en la ley.

"En mi país la gente todavía desconfía, mis vecinos se burlan de mí porque dicen que trabajo con marihuaneros pero es un orgullo contribuir a algo que puede curar a los enfermos", dice Pati. En realidad, esta cultivadora caribeña de 34 años es parte de una multimillonaria industria que en 2018 generó en la economía internacional 12.200 millones de dólares USD (unos 10.900 millones de euros) y que durante este año crecerá, según las previsiones, hasta un 38%, recoge el libro de consulta The State of Legal Marijuana Markets (El estado de los mercados legales de la marihuana).

Pati trabaja en una plantación de cannabis tan grande que a primera vista recuerda a la escena de Narcos: México en la que uno de los primeros carteles del país decide probar a sembrar marihuana a gran escala en medio del desierto. Al contrario de lo que se muestra en la serie de Netflix, estos invernaderos situados en Boyacá, a tres horas en coche desde la capital de Bogotá, son todo lo contrario a un negocio ilícito.

"Tenemos las instalaciones más grandes del mundo para el cultivo y extracción de THC y CBD, los dos cannabinoides más abundantes", explican desde Clever Leaves, donde aspiran a disponer de 22 hectáreas cultivadas para finales de este año. Su ubicación en el pueblito de Pesca, un lugar tranquilo entre montañas en el interior de Colombia, no es casual. A tres kilómetros hay un batallón del Ejército y registra uno de los índices de homicidios más bajos del país.

"La seguridad no nos preocupa. Todas las semanas contactamos a la policía y tenemos 200 cámaras, cercas eléctricas, rayos infrarrojos y protección privada. A eso se suma un riguroso proceso de rastreo de todos nuestros productos, desde la semilla hasta la venta", explica Julián Wilches, quien antes de formar parte de la empresa trabajó durante una década con el Gobierno colombiano como regulador de la política de drogas desde un punto de vista que él define como "comprensivo hacia los pequeños cultivadores".

Esta empresa con capital extranjero (aunque los socios fundadores son colombianos, detrás hay un fondo de inversión con participaciones en Canadá, Estados Unidos y Europa) cuenta con un programa de responsabilidad social que repercute en la comunidad.

El 70% de las personas que trabajan en los cultivos son mujeres colombianas cabeza de familia, como es el caso de Pati, quien tiene dos hijos de ocho y 14 años. Además, cuenta con profesionales en química orgánica, genética, desarrollo de productos farmacéuticos y medicina.

María Corujo es una de ellas. Esta española de 33 años llegó a Colombia en 2017. "Justo entonces empezaba a despuntar esta industria. Yo soy bióloga y doctora en biotecnología y me pareció fascinante entrar en este sector desde sus inicios en uno de los países punteros". Ahora se encarga de investigar la genética de las plantas junto a un equipo de agrónomos que está aplicando los conocimientos aprendidos durante décadas de experiencia en el exigente sector de las flores, una industria donde el país es un referente en el mercado mundial.

Una carrera de caballos

Canadá es desde hace unos pocos meses –octubre de 2018–, el primer país del G7 en legalizar la marihuana con fines recreativos. Las implicaciones de esa decisión para Latinoamérica son enormes, especialmente para países productores como Colombia y México. Antes de que el primer ministro canadiense Justin Trudeau se apuntara a la legalización total, ya lo hizo en 2013 el presidente uruguayo Pepe Mujica, quien determinó que sería el Estado el responsable de la producción.

Reino Unido y Alemania contemplan el uso medicinal del cannabis, igual que 31 estados de Estados Unidos, que se abre cada vez más al negocio de esta hierba: desde hace unos meses Michigan es el décimo estado del país donde está permitido fumar marihuana por placer.

En Latinoamérica la lista se ensancha (por el momento, sólo en su vertiente medicinal): a Colombia se suman Chile, Brasil, Perú, Jamaica, Puerto Rico y México, donde Andrés Manuel López Obrador se ha mostrado abierto a estudiar nuevas estrategias en la lucha contra las drogas.

Clever Leaves logró a principios de este año un hito al obtener la primera licencia en Colombia para exportar cannabis a Canadá. Por el momento el permiso sólo cubre fines de investigación, pero es un paso esencial para lo que (según esperan los implicados) vendrá después. Esta no es la única empresa que opera en Colombia. Con capital canadiense en suelo colombiano está PharmaCielo, que ya cuenta con una licencia para exportar aceites de marihuana, una de las muchas formas en las que se puede comercializar este producto: también existen, entre otros, cremas, resinas, pastillas y esencias (han de ser derivados de la planta).

La primera de las colombianas en entrar en Bolsa ha sido Khiron Life Sciences Corp, que en marzo de 2019 estaba valorada en 300 millones de dólares. "Estamos en una carrera de caballos por ver quién llega el primero", reconocen desde la empresa.

Servicio social

Durante la presentación en 2018 de Khiron en Bogotá un testimonio sorprendió a los asistentes. Carlos Ciro, capitán del mismo ejército colombiano que durante décadas ha combatido a las mafias que controlan los cultivos de marihuana, manifestó su alegría por el descubrimiento del uso medicinal del cannabis. "Mi hija tiene epilepsia y esto es lo único que alivia su dolor. Dios bendiga a esta planta milagrosa", decía entre lágrimas.

Aunque todavía está en fase de investigación, desde la medicina ya se han probado los efectos positivos del cannabis en el tratamiento alternativo de enfermedades como la esclerosis múltiple, las náuseas ocasionadas por la quimioterapia, los dolores crónicos, la artritis, la ansiedad o el estrés postraumático.

"Esta nueva mentalidad implica que nuestros productos podrán beneficiar en torno a un 10% o 15% de la población de Latinoamérica, que supera los 600 millones de personas", dice Andrés Galofre, uno de los fundadores de Khiron y responsable del área de desarrollo de negocio en esta empresa que ha levantado 60 millones de dólares (unos 53,5 millones de euros) en apenas dos años.

Todos los que forman parte de esta nueva industria insisten en que su trabajo repercute en la sociedad, aportando empleo a los locales con condiciones dignas y brindando al país que les recibe fuertes inversiones en salud, innovación y tecnología.

Los campesinos e indígenas que trabajan de forma ancestral en el campo colombiano cultivando la planta de la marihuana (sagrada en algunas culturas) se han visto beneficiados por este cambio de perspectiva según el cual han dejado de ser estigmatizados como colaboradores del narco y la guerrilla para ser reconocidos como fuente de trabajo y desarrollo. Desde 2017 el Gobierno otorga licencias a estas cooperativas comunitarias para que puedan cultivar de forma controlada.

Sin embargo el nuevo mandatario Iván Duque se ha destacado por una política de lucha contra las drogas alineada con las doctrinas que llegan desde Estados Unidos. Durante la campaña en 2018 atacó a su antecesor Juan Manuel Santos por permitir que Colombia volviera a ser el mayor productor de coca del mundo.

Su plan no es sólo combatir a las mafias, también al consumidor. En un país donde la dosis personal de marihuana estaba permitida hasta los 20 gramos por ley desde 1986, el líder conservador firmó un decreto (en octubre de 2018) que permitía, entre otros, la incautación de cualquier cantidad de cannabis en el espacio público. "Esta tesis es equivocada", opina el periodista colombiano Jorge Eduardo Espinosa en una columna de opinión al respecto en The New York Times.

"Cualquier presidente estará de acuerdo con apoyar el progreso que aporta la industria del cannabis medicinal para su nación, no tenemos miedo a los cambios de Gobierno", responden desde Khiron, que cuenta entre sus socios con el expresidente mexicano Vicente Fox y con el asesor Matt Murphy, quien trabajó para la DEA (la agencia estadounidense contra las drogas) durante los años más duros del narco en Colombia y ahora aboga por la regulación. "Es una industria imparable, si no somos nosotros otros países serán los beneficiados", dicen desde esta empresa.

This article has been translated from Spanish.