“¡No quiero volver al armario!”

“¡No quiero volver al armario!”
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Entre las personas mayores el sexo es un tema tabú y la heterosexualidad se da por descontada: un anciano homosexual o transexual no existe. Estos estereotipos persisten incluso en países comprometidos con la igualdad y con legislaciones avanzadas en materia de derechos de personas LGTBI.

Es el caso de España, uno de los países europeos más respetuosos con el matrimonio homosexual, y donde los mayores del colectivo LGTBI desaparecen del imaginario colectivo y se vuelven invisibles.

Aunque la realidad de estas personas no es radicalmente diferente de la de cualquier otra persona de edad avanzada, en muchas ocasiones sus problemas se manifiestan con más intensidad. En general viven solas y acercándose a la vejez, algunas temen la “vuelta al armario”, sobre todo si deben entrar en una residencia para ancianos.

“Quiero estar con personas que me entiendan plenamente, sin juzgarme”, dice David, un hombre homosexual de 65 años. “Toda mi vida he trabajado para romper barreras, pero ahora ya no tengo más energía para luchar”.

El desarrollo de servicios adecuados para estas personas necesita financiación y apoyo a largo plazo, pero la administración pública tarda en proporcionarlo por miedo a la “guetización”. En consecuencia, el colectivo LGTBI tiene que buscar sus propias respuestas, como los pisos tutelados.

“Después de una vida llena de lucha –se indigna Paulina Blanco, lesbiana y miembro de la asociación Casal Lambda en Barcelona–, de haber pagado impuestos mientras se nos negaban derechos básicos durante muchos años, llegando a la vejez exigimos poder disponer de espacios en donde se tenga en cuenta nuestra trayectoria y se nos respeten los afectos. Estoy casada y quiero estar segura de que, si un día deben ingresarme en una residencia, podré vivir allí tranquila con mi mujer”.

 

David lives in one of the supervised flats for elderly LGBTI people provided by the Fundación 26 de Diciembre. The foundation is currently launching a public elder-care project that takes into account sexual and gender diversity and offers accommodation to people with limited economic resources (Madrid).

Photo: Hanna Jarzabek

De origen irlandés, David nació y vivió su juventud en Estados Unidos. En los años 80 integró los Pink Angels (Ángeles Rosas), un grupo formado para patrullar las calles de Chicago e intervenir ante agresiones homófobas. Vino a España en 2016, cuando oyó hablar de la Fundación 26 de Diciembre.

“Busqué una residencia LGTBI por toda Europa, pero las que existen suelen ser privadas y muy caras y todos mis ahorros se agotaron con el último tratamiento de cáncer que tuve”, explica. “Otras más asequibles, como la de Rainbow House en Estocolmo, ¡tienen listas de espera de más de 4 años! Cuando me enteré de que aquí se está construyendo una residencia pública orientada a las personas homosexuales, decidí venir porque lo que necesito ahora es un lugar seguro, sea donde sea. No quiero ser víctima de acoso a estas alturas de mi vida”.

 

Marià in her flat in Ripollet (Catalonia). “I could look for a carer but I’m afraid to end up with someone that I don’t feel comfortable with. A lot of people think that being gay is a bad thing. I couldn’t live with that in my own house.”

Photo: Hanna Jarzabek

Varios activistas LGTBI subrayan la importancia de formar al personal médico y auxiliar que trabaja con los ancianos para que se tome en cuenta la diversidad sexual y de género. “Una vez fuimos a una residencia que acogía a más de 200 personas y cuando preguntamos cuántas personas LGTBI había, ¡nos contestaron que ninguna!”, comenta Paulina, de 69 años.

Estudios como el de Alfred Kinsey (1948) estiman que entre el 5% y el 10% de la población mundial es homosexual y estadísticamente es imposible que no haya ninguno en una residencia. Pero muchos al entrar en una de estas ocultan su orientación por miedo a ser rechazados o maltratados, ya sea por el personal o por los propios residentes.

 

Maite, in the retirement home where she has lived for several years without revealing her sexual orientation. Valdemoro (Madrid).

Photo: Hanna Jarzabek

Maite es una de estas personas que han “vuelto al armario” en su propia casa. Hace algunos años se mudó a un edificio de pisos para ancianos para estar más cerca de su hija. “Tengo buenos vecinos, muy amables, pero no le dije a nadie que soy lesbiana”, asegura. “Estos temas producen aquí un rechazo total. Yo echo de menos poder hablar de mi vida; me siento sola, aislada”.

En su juventud Maite pasó por periodos muy tumultuosos: desde una estancia en un convento de clausura, experiencias bisexuales y un matrimonio, hasta una larga y feliz relación con el amor de su vida, Rosa. En 2005, cuando se aprobó la ley de matrimonio para parejas del mismo sexo en España, Maite participó en un programa de televisión (Espejo Público) para hablar de su experiencia como madre lesbiana. Hoy, según quién esté a su lado, intenta no tocar estos temas, permitiéndose momentos de libertad sólo fuera de casa.

 

Maite and Rosa were in a relationship for 14 years. They lived together with their respective children, telling people they were cousins. Today they remain close friends. Valdemoro (Madrid).

Photo: Hanna Jarzabek

La misma comunidad LGTBI durante muchos años ignoraba a los mayores. Hoy, las primeras generaciones que lucharon por la igualdad de derechos llegan a la jubilación y el tema se impone en la agenda del colectivo. En países como España, donde el cuidado de los ancianos dependientes recae en su mayoría sobre hijos y familia, la situación de estos ancianos es aún más urgente. Muchos de ellos no tuvieron descendientes, mientras que otros perdieron contacto con ellos en el proceso de su autoafirmación. Los servicios de asistencia asequibles y especializados resultan vitales para ellos.

 

Pako married and had three children with whom he managed to reconcile and rebuild a relationship after years of estrangement. Cardedeu (Catalonia).

Photo: Hanna Jarzabek

De joven, Pako siempre quiso tener una familia, pero poco antes de casarse le asaltaron las dudas. “Fui a hablar con un cura que conocía desde pequeño –explica–, y él me aseguró que con fuerza de voluntad podría cambiar. Pronto me di cuenta de que fue un error, pero ya tenía hijos. El tiempo pasaba y la bola se hacía cada vez más grande. Pensaba que con un hombre sólo podría tener sexo, y cuando a los 30 me enamoré de uno, la bola estalló. Tras el divorció me sentí liberado, pero para mis hijos, que eran pequeños, tuvo que ser traumatizante. ¡De repente te enteras de que tu padre es gay!”.

El tema de la “salida del armario” de los padres (que ahora suelen ser abuelos) sigue siendo un tema muy delicado para los hijos, y pocas veces se habla de esta cuestión. Incluso entre las personas que se consideran abiertas, no es raro que los hijos (hoy ya adultos) reaccionen con mucha reserva o incluso rechazo. A muchos les cuesta aceptar la homosexualidad de su padre o madre. Los sentimientos de engaño e incomprensión contribuyen a levantar barreras que a menudo tardan años en romperse.

 

Brenda at her house in Lavapiés (Madrid). “I never felt shame or rejection towards my body. I feel good with the body I was born with and I know that I’m a woman.”

Photo: Hanna Jarzabek

El aislamiento y la vulnerabilidad pueden ser aún más agudos en el caso de las personas transexuales. Al recibir cuidados físicos ya sea en casa, en el hospital o en un geriátrico, estas personas temen la reacción al desvelarse que su sexo biológico no corresponde a su género.

“Cuando llegué a España, todos me decían que debería operarme”, explica Brenda, una mujer transexual de 64 años y de origen peruano. “[Y esto me lo decían] los médicos, los de la seguridad social, todos. A ver, ¿y si yo no quiero? Incluso mi endocrino una vez me dijo: ‘Brenda tu serías una señora perfecta. Quien te vea por la calle no ve a un chico por ningún lado’. Le respondí: ‘es que yo nunca me sentí un chico tampoco’.”

Muchas personas transexuales viven además en una precariedad económica aguda. En su juventud la mayoría se vio obligada a trabajar en el mundo del espectáculo o en el de la industria del sexo (no regulada) y hoy se encuentra sin recursos. Para estas personas las residencias LGTBI privadas están fuera de su alcance y en las públicas, donde el tema de la identidad de género se obvia, temen la transfobia.

This article has been translated from Spanish.