Ser futbolista, senegalés y soñar con una carrera profesional puede salir caro

Ser futbolista, senegalés y soñar con una carrera profesional puede salir caro

Ady Diouf, in the blue jumpsuit, coaching his team during a practice match in Pikine, Dakar, on 29 March, 2019.

(Stefano Fasano)

“La honestidad está bien, pero lo cierto es que uno tiene más oportunidades cambiando de identidad”, explica C.B., un delantero senegalés de 33 años, con una sonrisa pícara esbozada en su rostro.

O puede que tenga 26 años, dependiendo de cuál de sus dos documentos de identidad nos muestre. “De todos modos, puede que yo tenga más años, pero tú eres más viejo que yo”, afirma en tono irónico.

Esta conversación casi surrealista podría haber sido mantenida con buen número de futbolistas en Senegal. En este país de África occidental, donde prácticamente la mitad de la población subsiste por debajo del umbral de la pobreza y donde escasean las perspectivas de encontrar un empleo decente, el fútbol suele actuar como un imán para jóvenes sin recursos que aspiran a mejorar su nivel de vida.

“Me he pasado toda la vida sacrificándolo todo para convertirme en futbolista profesional”, recuerda C.B., mostrando algunas fotos en la pantalla rota de su teléfono móvil.

“Solo estaba esperando mi oportunidad para ‘viajar’, para jugar en cualquier liga importante. La primera ocasión se presentó cuando tenía 16 años. Edad real”.

“Ese agente me dijo que [el club francés] OGC Nice estaba buscando un jugador como yo, pero mis padres querían que antes terminase mis estudios, y yo no tenía los 800.000 francos CFA (unos 1.400 dólares USD; 1.260 euros) que reclamaba el agente como comisión”, explica C.B.

“Pero para cuando terminé el bachillerato ya tenía 20 años”. Demasiados para que ningún equipo europeo quisiese invertir en él. Aunque unos años más tarde, se le presentó una nueva oportunidad, según nos cuenta: “Un contacto que tenía dentro del Qatar SC me dijo que podrían estar interesados en mí. Pero yo ya era demasiado viejo”. Ese contacto le dio una solución muy simple: “Tienes que cambiar tu edad”.

Seis o siete años menos, suficiente para justificar su apariencia física y seguir resultando una inversión interesante para el club. No salía barato: “700.000 francos CFA (1.200 dólares, 1.080 euros) por una nueva partida de nacimiento y un nuevo carnet de identidad, que debería pagar a un intermediario senegalés”. Desgraciadamente su aventura en Qatar no fue concluyente y unos meses más tarde regresó a Senegal.

Actualmente estudia en la universidad, pero su decisión de cambiar su identidad, en pos de un sueño, podría haber tenido serias consecuencias.

Es el caso de otros jugadores que no lograron la carrera profesional que ansiaban. “Mi vida se ha convertido en una pesadilla desde que dejé el fútbol”, nos cuenta A.D., de 26 años según sus papeles, pero muchos más en realidad. “¿Para qué serviría que diga cuál es mi edad real? Esa persona ya no existe, ha desaparecido”, continúa, con la vista perdida en el vacío. A diferencia del caso de C.B., su identidad original sencillamente desapareció al empezar a usar la nueva, creando una serie de problemas que no se esperaba.

“Perdí absolutamente todo lo relacionado con mi antigua identidad: mis diplomas escolares, mi familia, mi vida”, confía a Equal Times.

“Jugaba en una academia cerca de Dakar, y un cazatalentos vino a verme. Me dijo que un equipo italiano, el Parma FC, estaba interesado en mí. No podía creérmelo”.

El sistema de búsqueda de talentos en Senegal se basa esencialmente en el trabajo de escuelas y academias de fútbol que viajan a distintos lugares, en busca de los talentos más prometedores. Los jugadores tienen cubiertos los gastos de alojamiento y comida, además de sus estudios, y suelen aprovechar esta oportunidad como un trampolín para iniciar una carrera en el extranjero.

En la mayoría de los casos, las academias mantienen a sus alumnos hasta que cumplen 18 ó 19 años. Si para entonces no han sido seleccionados por ningún equipo, los mandan de vuelta a casa.

“Mi antigua academia me puso en contacto con este agente”, recuerda A.D. “El agente sugirió que cambiase mi fecha de nacimiento. Unos pocos años bastarían en mi caso. La gente que podría efectuar los cambios en mi documentación me advirtió que la modificación sería irreversible, pero por aquel entonces no me importó. La falsificación de documentos me costó 700.000 francos CFA (1.200 dólares). Pero pocas semanas más tarde supe que no viajaría a Italia; el equipo ya no buscaba un jugador como yo”.

El ‘A.D.’ original ya no existe. “Intenté matricularme en la universidad, pero mis certificados escolares ya no eran válidos”.

Casarse también fue problemático: únicamente pudo contraer matrimonio en una ceremonia religiosa, pero no ante las autoridades civiles.

¿Una posible solución?

Algunos en Senegal han sugerido diversas ideas para evitar este tipo de consecuencias en el futuro.

“Bastaría con crear un ‘pasaporte deportivo’”, afirma Alpha Dabo, presidente de la Coordinación Nacional de Escuelas de Fútbol de Senegal (CONEFS). Es decir, “un documento que acompañe a todo jugador joven desde el momento en el que este empiece a patear un balón, generalmente con 5 ó 6 años, y que garantice que conservará su identidad real hasta el momento en que pudiera iniciar su carrera como futbolista profesional”.

Según Dabo, este documento, podría trazar la identidad del futbolista desde los inicios de su carrera, haciendo que resulte prácticamente imposible falsificar su documentación. Cualquier jugador con una identidad completamente nueva no contaría con un historial deportivo registrado en su ‘pasaporte’, lo que sería muy sospechoso y lo convertiría en una inversión de alto riesgo para aquellos equipos potencialmente interesados.

No obstante, esta solución plantea también numerosas dificultades, empezando por el hecho de que las escuelas de fútbol tendrían que estar reconocidas oficialmente como instituciones formales por parte de la Federación Senegalesa de Fútbol (FSF), que hasta el momento se muestra reacia a aceptar esa posibilidad.

“El auténtico problema estriba en la desorganización crónica que reina en nuestro país. Hay cerca de 1.000 escuelas de fútbol en Senegal. Es muy complicado seguirlas a todas ellas, y a todos sus jugadores”, señaló Bassoura Diaby, coordinador técnico adjunto de la FSF a este medio.

A lo que hay que añadir que “la FIFA únicamente concede licencias a los clubs oficiales, no a escuelas de fútbol”, subraya el técnico.

Los defensores del sistema de ‘pasaportes deportivos’ refutan esos argumentos, defendiendo que sus escuelas, que compiten en diversos campeonatos, deberían estar reconocidas en tanto que clubes, independientemente de requisitos administrativos como la obtención de una licencia.

Por otro lado, la falta de reconocimiento formal de las escuelas de fútbol puede suponerles pérdidas económicas significativas. Según el Reglamento de la FIFA sobre el Estatuto y la Transferencia de Jugadores, cuando un jugador menor de 23 años es comprado por un equipo profesional, este último debe pagar un porcentaje de su transferencia en calidad de indemnización a todas las ‘entidades formales’ que contribuyeron a su formación entre los 12 y los 23 años de edad. Cuando se trata de transferencias de millones de euros, ese pequeño porcentaje puede convertirse en importantes sumas de dinero, que les resultaría tremendamente útiles a las escuelas de fútbol senegalesas, en general bastante pobres.

En la mayoría de los casos, estas escuelas no reciben absolutamente nada por las transferencias de jugadores que contribuyeron a ‘crear’.

“Hemos formado a muchos jugadores que están en Europa ahora”, explica Ady Diouf, exfutbolista y actualmente entrenador de Solar FC, una escuela de fútbol con sede en Pikine, a las afueras de Dakar.

El “terreno Thiossane”, donde juega y se entrena el equipo, no es sino una parcela cubierta de arena sucia y desperdicios, delimitada por una interminable hilera de neumáticos de camiones medio calcinados, con dos porterías oxidadas que amenazan con desplomarse.

Muchos jugadores profesionales provienen de las filas del FC Solaire. “Mira, este es Bamba Ndiaye, estuvo en el Deportivo [de la Coruña]”, comenta Diouf, mostrando con orgullo algunas fotos en su teléfono. “Y este es Mouhamadou Sakho, juega en Italia, en el Empoli FC”.

Ninguna de estas transferencias aportó un franco a las exiguas arcas de la escuela. Excepto la última: “Estamos esperando recibir la primera indemnización de 36 millones de francos CFA (62.000 dólares; 55.600 euros)”, señala Diouf entusiasmado. Hace referencia a la transferencia de Pape Cheick Diop del Celta de Vigo [España] al Olympique Lyonnais [Francia] por 10 millones de euros (11,2 millones de dólares), que ha generado enormes esperanzas para la pequeña escuela.

Pero se trata de una contribución totalmente voluntaria por parte del club francés. Teniendo en cuenta que la escuela senegalesa ‘formalmente’ no existe, nada obliga al club lionés a respetar su compromiso de pagarle un porcentaje de la transferencia.

“Todavía no sé lo que haremos con el dinero”, explica Diouf, confiando que llegará.
“Por supuesto, tenemos múltiples opciones: comprar nuevo material, pagar a uno o dos entrenadores más, quizás trasladarnos a un terreno mejor. Hay uno aquí cerca, de césped artificial, como los que tienen en Europa”.