Trabajo en tiempos de guerra: yo secuestro, tú secuestras, él secuestra

Trabajo en tiempos de guerra: yo secuestro, tú secuestras, él secuestra

With many of the men having fled, gone missing or been killed, women are often the main breadwinners of the family. A Syrian woman embroidering in a clandestine workshop set up by a group of Syrian refugees close to the Turkish-Syrian border, in Turkey’s Hatay Province (northeast of Syria).

(Marga Zambrana)

“Me siento como si la vida me hubiera dado una segunda oportunidad”, dice Tajj, uno de los innumerables civiles que han sido secuestrados durante el conflicto en Siria, donde raptar al vecino se ha convertido en un negocio en los últimos días de la guerra.

Los secuestradores “me metieron en un cuartucho de un metro cuadrado, no me daban ni agua, perdí 25 kilos en dos meses y medio”, explica Tajj, de 31 años, que pide usar un alias. En enero de 2018 fue secuestrado en un puesto de control en la norteña provincia de Idlib, último bastión opositor, por ocho hombres enmascarados vestidos como ninjas. Nunca supo quiénes eran, pero ellos lo sabían todo de él.

Sabían que trabajaba para una ONG extranjera y que su padre era el líder de una “ashira”, una tribu local, equivalente a un potentado. Primero pidieron a su familia un rescate de medio millón de dólares USD (unos 450.000 euros), tras varias negociaciones y venta de tierras, acabaron pagando 75.000 USD (67.000 euros). Tajj dice saber de otros ocho casos como el suyo. El secuestro acabó con su carrera, ya que tras huir a Turquía ha perdido su empleo.

En el noveno año de guerra (y enfrentando una nueva crisis humanitaria tras reavivarse la violencia a finales de abril en Idlib), facciones, milicias y civiles despiadados, ya desprovistos de ideología, no vacilan en secuestrar para sobrevivir. Siria se ha convertido en un territorio infestado por señores de la guerra y mafiosos inspirados por el autodenominado Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) o por seriales de narcos. Expoliados los escasos recursos sirios, sólo queda traficar con vidas.

La miseria y Estado Islámico dejan abonado el terreno al delito

La guerra ha dejado medio millón de muertos, desplazado a la mitad de 23 millones de sirios, con 5,6 millones como refugiados, una de las mayores crisis humanitarias desde la Segunda Guerra Mundial.

La economía del pequeño productor de petróleo está pulverizada. Según la Comisión Económica y Social de la ONU para Asia Occidental, UNESCWA, la destrucción en capital físico y su distribución sectorial supera los 388.000 millones de dólares (348.000 millones de euros), siendo el coste de la destrucción física de unos 120.000 millones (108.000 millones de euros); sin incluir pérdidas humanas y de mano de obra cualificada por muertes y desplazamientos.

La FAO alerta que el principal reto económico del país es el desempleo, con civiles y menores ejerciendo empleos míseros para poder comer. Tras la huida, desaparición o muerte de los hombres, las mujeres son hoy el sostén de las familias.

Una de ellas es Sara, que pide usar un nombre ficticio. Aguantó el asedio de El-Waer en Homs hasta lo que le permitieron sus fuerzas, bajo bombardeos y tiroteos de francotiradores, esquivando cadáveres y explosiones en el taxi que la llevaba cada día a la empresa de pollos donde trabajaba en el centro de la ciudad.

La contable de 46 años y su hermana funcionaria, con sus exiguos salarios y la voluntad inquebrantable de seguir trabajando hasta bajo bombardeos, han salvado a su familia. Sara recuerda el cénit del asedio, cuando aún llegaban verduras a Homs, y sus vecinos empezaron a plantar las semillas en los balcones y patios de quienes les habían dejado las llaves de sus casas en su huida. Muchos se convirtieron en campesinos urbanos para sobrevivir, mientras millones perdían sus tierras.

En las noches ateridas del invierno y en pleno apagón, Sara y los suyos acumulaban nieve en tanques para beberla y asearse. “Soy capaz de limpiar una casa entera con esta cantidad”, bromea uniendo sus manos en forma de cuenco. “Si alguien tiene una vida normal en mi país es porque sus familiares les envían dinero desde fuera”.

Su padre y dos de sus primos fueron también capturados por diferentes grupos criminales, y uno de sus hermanos detenido por el régimen. Liberarlos a todos les ha costado una fortuna de decenas de miles de dólares, lo que ha endeudado a su ya paupérrima familia, explica Sara, que huyó a Turquía en 2013. Desde Estambul, donde colabora con una ONG, dice saber de otros ocho secuestros. “Dentro de Siria reina el caos, no hay seguridad”.

Escasean los datos sobre el sector laboral sirio. Informes de la ONU de 2016 y datos del régimen indican que el desempleo se disparó desde un 8,6% en 2010, hasta un 55% en 2015, unos 2,1 millones de puestos de trabajo se han perdido y la inflación alcanzó máximos de un 90% en 2013. Un 83% de la población vive por debajo del nivel de pobreza.

Los salarios no llegan a 200 dólares (180 euros) mensuales y no alcanzan para comprar nada. De una producción petrolera del 0,5% mundial en 2010, en 2016 había caído por debajo del 0,05%, según informes de BP. La miseria ha dejado abonado terreno al delito.

“No sabemos quiénes los raptaron, no tienen nombre. Funciona así: Yo tengo un arma y vosotros tenéis armas, hagamos este grupo para secuestrar a gente y pedir dinero”, explica Sara, cuyos familiares fueron capturados entre 2012 y 2015, cuando aún las ideologías sectarias los justificaban. “Mi padre fue secuestrado porque pensaban que era alauita (la minoría en el poder). Y lo contrario sucedió con mi primo, pensaban que era sunita, pero luego descubrieron que no”. Lo que sí que sabían es que el patriarca había sido dentista, así que algún ahorro tendrían.

Es difícil cuantificar cuántos sirios han sido secuestrados desde que la guerra irrumpió en Siria en 2011. Consultores y empresas de seguridad contactadas por Equal Times son conscientes del riesgo, que dicen está extendido por todo el territorio debido a la carencia de seguridad y la corrupción tanto del régimen como de las decrépitas facciones opositoras.

Pero al no haber extranjeros involucrados (salvo contados casos recientemente reportados) no ha trascendido.

Desde 2013 y a raíz de los secuestros de periodistas extranjeros por parte de ISIS y otras facciones, algunos de ellos tristemente famosos por los vídeos públicos de sus ejecuciones, medios de comunicación y ONG dejaron de enviar extranjeros a Siria. Aunque el califato ha sido casi aniquilado tras años de intensos bombardeos, el grupo ha inoculado una herencia delictiva.

Periodista, guía, transferente de dinero en el mercado negro…

“Sí, se puede decir que ISIS ha creado escuela. Pero los secuestrados y los secuestradores son sirios, no extranjeros o marcianos”, explica Aref Alkrez, que con 26 años ha fundado una empresa de consultoría y comunicación sobre Siria. Proveniente de una familia humilde, la guerra cercenó su incipiente carrera de ingeniero aeronáutico, que sufragaba con trabajos temporales. Pero ha sabido sacar partido del conflicto con ingenio. Tras unirse a la oposición y con un precario nivel de inglés, su sueño de trabajar como periodista se hizo realidad. Con la llegada a Siria de los primeros reporteros extranjeros en 2012, se convirtió en guía (fixer, una especie de productor local con contactos).

“Mi inglés era tan malo. No sabía que hubiera un trabajo llamado fixer por aquel entonces. Pero al final del primer día me pagaron 100 dólares (90 euros) y me dijeron que lo que había hecho era un oficio. Y me gustó mucho la idea”, explica Alkrez, cuyo accidentado aterrizaje en el periodismo es habitual en zonas de conflicto. Ante él se abrió un nuevo horizonte de oportunidades “que antes eran sólo para la gente del régimen”.

Hussein Akoush, otro joven de 24 años de Al Atarib, Alepo, ha seguido una trayectoria similar, colaborando con medios de prestigio, y ahora como investigador. La guerra le pilló en secundaria, soñando con ser dentista mientras ganaba un dinerillo en una fábrica de refrigeradores. Con el conflicto, su familia perdió tierras que producían trigo, algodón y patata que vendían al régimen.

Según la FAO, dos tercios de los 1,5 millones de hectáreas de cultivos irrigados en 2011 se han perdido. La desintegración es tal que la agricultura de supervivencia ha pasado de un 18% del PIB en 2010, a un 60% ahora. Akoush y sus amigos recurrieron a oficios inesperados: hospitales móviles, construcción, transfiriendo dinero en el mercado negro o reparando ordenadores. Dice con sorna que el oficio más extraño que descubrió “fue el periodismo, porque en 60 años de dictadura nunca hubo libertad de prensa en Siria”.

Alkrez huyó a Turquía en 2014, tras iniciar ISIS su campaña de secuestros. “En 2013 mucha gente vendía a los periodistas y trabajadores de ONG a ISIS, se convirtió en un negocio. El 95% de la gente que conozco se vio afectada financieramente y está luchando por sobrevivir, algunos con oficios malos, como tráfico de armas. Pero lo peor son los secuestros”. Alkrez dice saber de unos 15 secuestros –tres de los cuales acabaron en asesinato–, y todos siguieron el mismo patrón: captura, filmación de la tortura y envío del vídeo a la familia pidiendo un rescate estratosférico. Los matones provienen de cualquier facción o área: gobierno u oposición, milicias como Shabiha o Hezbollah, en zonas controladas por Turquía o por Damasco.

Alkrez se dedica ahora a “crear felicidad y recuerdos hermosos”. Se refiere a su nuevo negocio de eventos y fiestas de lujo en Estambul (con su firma registrada en España), a los que asiste con sombreros estrafalarios y capas bordadas. “Crear recuerdos felices es muy importante para mí, porque llevo años trabajando en una zona de conflicto con un daño emocional. Me gusta disfrutar y ver a la gente feliz. ¿Por qué no invertir en eso?”.

This article has been translated from Spanish.