Tras el paso de Idai por Mozambique, nuevos retos: reconstruir y lograr resiliencia frente cambio climático

Tras el paso de Idai por Mozambique, nuevos retos: reconstruir y lograr resiliencia frente cambio climático

On 23 April 2019, children play with unprotected electrical wires on a street in Beira, Mozambique.

(Flavio Forner)

Desde que el ciclón Idai golpeó Mozambique en marzo, Ana Antónia Jonas, de 45 años, no tiene un lugar seguro donde vivir. Su casa se derrumbó la noche del 14 de marzo; los vientos que alcanzaron una velocidad máxima de 195 kilómetros por hora arrancaron el techo, y las paredes se cayeron. El ciclón causó estragos cerca de la ciudad portuaria de Beira esa misma noche y provocó daños catastróficos en seis provincias antes de disiparse el 21 de marzo. En muchos sitios no quedó nada tras su paso.

Desde hace dos meses, Ana Antónia –madre de cuatro hijos y viuda– tiene un trabajo temporal como guardia de seguridad en la empresa G4S y se desempeña en un hospital de campaña en el barrio de Macurungo, en Beira; el 90% de esta ciudad sufrió daños a causa del ciclón Idai. “No me queda nada, ni dinero ni medios para reconstruir mi casa. Ojalá recibiera alguna asistencia que nos ayude, a mí y a mis hijos, a sobrevivir”, señala a Equal Times.

Andrade Memo, de 35 años, que trabaja en el mismo hospital desinfectando vehículos y suministros médicos, dice que él y su familia tienen suerte de estar vivos después de que su casa fuera sacudida por vientos fuertes alrededor de las 9 de la noche el primer día del ciclón. “Creó un pánico tremendo. Los vecinos empezaron a huir de sus casas en busca de un lugar seguro para proteger a sus hijos”, dice este padre de dos hijos. “Al día siguiente vi muchos edificios derruidos. Muchas personas que no pudieron encontrar un lugar seguro sufrieron mucho y muchas otras perdieron su vida”, nos cuenta Memo.

Más de 1.000 personas fallecieron y algo más de tres millones se vieron afectadas después de que el ciclón Idai devastara Mozambique, Malaui y Zimbabue en marzo, destruyendo carreteras, casas, escuelas, puentes y explotaciones agrícolas a su paso.

Solo cinco semanas después, el 25 de abril, Mozambique también fue golpeado por el ciclón Kenneth; según los registros, esta era la primera vez en la que dos ciclones tropicales fuertes golpean Mozambique durante la misma temporada.

Además de enfrentarse a la muerte, el desplazamiento y la reconstrucción del país, los supervivientes luchan contra brotes de cólera y otras enfermedades transmitidas por el agua. El Banco Mundial calcula que la recuperación de los tres países costará 2.000 millones de dólares USD (unos 1.800 millones de euros).

Sin embargo, el progreso está siendo difícil por la respuesta lenta al desastre, tanto por parte del Gobierno de Mozambique como de la comunidad internacional. Aunque el Gobierno ha creado una oficina de reconstrucción tras el paso de Idai bajo la dirección del Ministerio de Obras Públicas, Ana dice que todavía no ha recibido ayuda. “Las ONG internacionales son las que nos ayudan. La ayuda que recibimos es del extranjero. Todavía no he visto ningún apoyo del Gobierno [local]”.

Y no es la única. “Todavía no ha llegado ninguna ayuda a la zona en la que vivo”, asegura Gina Jorge, de 43 años, empleada del hogar en Beira. “Solo como cuando estoy en el trabajo porque mi jefe me da de comer. El precio de la comida ha aumentado después del ciclón”, lamenta. “Me resulta difícil comprar incluso un kilo de azúcar o de arroz”.

Algunas familias han tenido más suerte. Santos Faria, de 27 años, vive en el barrio de Matacuani, en Beira. Dice que ha recibido 12 kilos de arroz, además de aceite y sal de parte del Gobierno. “Me parece que el Gobierno trata de ayudar poco a poco, pero somos muchos los afectados”.

Un nuevo capítulo de endeudamiento

El Fondo Monetario Internacional (FMI) acordó en abril conceder a Mozambique un préstamo para emergencias de 118,2 millones de dólares (unos 106 millones de euros) para ayudar a reconstruir su infraestructura. El FMI describió la tormenta como “el peor, y más costoso desastre natural jamás sufrido por el país”, y dijo que el desembolso realizado por el Servicio de Crédito Rápido del FMI ayudaría a hacer frente a “las necesidades inmediatas de financiación del país y desempeñaría un papel catalizador para obtener subvenciones de donantes y de la comunidad internacional”.

Sin embargo, los observadores temen un nuevo capítulo de endeudamiento para Mozambique, junto con otros países de ingresos bajos y medios, que son los más vulnerables a los efectos del cambio climático. Se teme que la “trampa de la deuda climática” deje detrás un reguero de préstamos a devolver en los próximos años y décadas.

La campaña británica Jubilee Debt critica duramente los préstamos del FMI a Mozambique. En una declaración realizada en abril, su directora, Sarah-Jayne Clifton fue contundente, al subrayar que era escandaloso que “un país tan pobre como Mozambique tenga que pedir préstamos a instituciones internacionales para hacer frente a la devastación causada por el ciclón Idai”.

La campaña Jubilee Debt pide que se pongan a disposición de todos los países pobres subvenciones para emergencias a fin de responder a desastres como Idai, “especialmente los relacionados con la crisis climática causada por los países más ricos del norte global”.

Sin embargo, la respuesta de la comunidad internacional al desastre en Mozambique ha sido moderada, según Michel Le Pechoux, representante adjunto del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) para Mozambique. A finales de mayo, solo se había financiado un tercio de la ayuda humanitaria inicial, aunque los donantes internacionales se comprometieron a donar 1.200 millones de dólares (1.072 millones de euros) para acelerar la labor de recuperación de Mozambique en el marco una conferencia internacional celebrada a principios de junio.

“Mozambique sufrirá otros desastres y necesita asegurarse de que sus mecanismos de protección educativa, médica y social están preparados para responder. Las personas desplazadas regresan ahora a sus pueblos o se las está reubicando, pero el problema persistirá. Serán víctimas de la inseguridad alimentaria y de la falta de servicios básicos, los cuales fueron totalmente destruidos”, cuenta Le Pechoux a Equal Times.

“Para superar todos estos retos necesitamos recursos. Tendremos que redoblar los esfuerzos para movilizar a los países y que apoyen a Mozambique para que podamos contribuir a la labor de reconstrucción, reestablecer los servicios básicos y asistir a las familias vulnerables que pronto volverán a sus comunidades”, sostiene.

Es hora de establecer un nuevo plan para la reducción del riesgo de desastres

Mozambique –que fue el país más afectado por el ciclón Idai con más de 600 personas fallecidas y más de 1,8 millones de personas afectadas– ahora se enfrenta al verdadero desafío de reconstruir su infraestructura. Asimismo, se enfrenta a la tarea de reconstruir un sistema de protección social más sólido y resiliente para su población. UNICEF elabora actualmente un programa de seis meses para apoyar a las familias después del ciclón con transferencias de efectivo, pero la cantidad todavía no se ha definido ni se ha anunciado una fecha de inicio.

Para el representante de UNICEF, no cabe duda de que el país experimentará un número cada vez mayor de desastres climáticos, para los cuales tendrá que estar totalmente preparado a fin de responder más efectivamente en el futuro. “Solo este año, dos ciclones –Idai y Kenneth– causaron estragos. Hace dos años, El Niño afectó al área con una sequía. El cambio climático está afectando profundamente a la región, y las comunidades pobres son las más afectadas”, asegura Le Pechoux.

Mozambique ocupa el tercer puesto entre los países africanos más vulnerables a múltiples riesgos relacionados con las condiciones meteorológicas y sufre ciclones, sequías e inundaciones periódicos y epidemias conexas, según el Fondo Mundial para la Reducción de los Desastres y la Recuperación (GFDRR, por sus siglas en inglés), un mecanismo gestionado por el Banco Mundial que concede financiación en forma de subvenciones y apoya proyectos de gestión del riesgo de desastres en países en desarrollo.

El informe anual de 2018 del GFDRR indica que la rápida urbanización y el impacto del cambio climático están cambiando los perfiles de riesgo de desastres de muchos países africanos. Anteriormente, los problemas solían estar principalmente relacionados con sequías y seguridad alimentaria, mientras que ahora también es probable que se produzcan acontecimientos hidrometeorológicos y relacionados con las condiciones meteorológicas, como inundaciones y ciclones. Los expertos dicen que este cambio exige un nuevo programa para la reducción del riesgo de desastres en la región.

“Mozambique es un país vulnerable a muchos riesgos”, apunta en el informe Maria Felizardo Adrião, jefa de planificación y presupuesto del Ministerio de Economía y Finanzas de Mozambique. “Tenemos pérdidas anuales de un 1,1% del PIB a causa de inundaciones y ciclones. Necesitamos que el proceso de financiación del riesgo proteja nuestro presupuesto nacional y nuestros medios de vida”.

El largo proceso de la reconstrucción

Un equipo de 20 bomberos brasileños pasó más de un mes en las zonas más afectadas del país, primero en Beira y Dondo –las dos ciudades más impactadas por Idai– y después en Pemba, tras el ciclón Kenneth.

“Abrimos el acceso a carreteras que estaban bloqueadas por árboles enormes que se habían caído, una tarea peligrosa que lleva mucho tiempo, para que los camiones cargados de comida, agua y suministros pudieran llegar a los pueblos aislados”, explica el capitán Kleber Silveira, bombero y piloto.

El equipo de rescate y gestión del desastre construyó refugios temporales para la población desplazada y tiendas de campaña para la atención médica, y arregló el único punto de distribución de agua de Beira.

Se espera que la fase de reconstrucción posterior al desastre dure un año, según Telma Azevedo, especialista en enfermedades infecciosas que dirigió el equipo de la Cruz Roja de Portugal en Beira.

Construyeron el hospital de campaña en Macurungo, al lado de un centro de salud que fue destrozado parcialmente por el ciclón Idai. Las tiendas de campaña han habilitado un área de maternidad, un área de cirugía, una farmacia y espacios para consultas diarias.

“Hemos asistido a pacientes con enfermedades crónicas, hipertensión, enfermedades cardiovasculares y parasitarias, infecciones por HIV y malnutrición. El cólera está ahora bajo control, y los casos que quedan están aislados y en tratamiento”, dice Azevedo.

El objetivo ahora es prevenir el aumento del paludismo debido a las precipitaciones y el entorno óptimo para que los mosquitos que transmiten el paludismo proliferen. A finales de abril, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCAH) notificó unos 6.600 casos de cólera y aproximadamente 15.000 casos de paludismo tan solo en la provincia de Sofala. Se espera que el hospital de campaña permanezca en Macurungo durante los próximos nueve meses hasta que se reconstruya el hospital (que atiende a unas 35.000 personas en este distrito de Beira).

“La respuesta a la emergencia ha terminado. Lo que necesitaremos es un plan de desarrollo para las zonas afectadas. Los esfuerzos de reconstrucción se tendrán que priorizar a partir de ahora. Durante la fase inicial todo el mundo está alerta, pero al cabo de un tiempo nadie se acuerda de la tragedia. Habrá consecuencias importantes durante los próximos meses y años”, advierte Azevedo.