Copa Africana de Naciones: una oportunidad para Egipto de probar su tecnología de control de hinchas politizados

Copa Africana de Naciones: una oportunidad para Egipto de probar su tecnología de control de hinchas politizados

Crowds attending the matches of the Egypt national football team have to pass through a series of identity checkpoints. High ticket prices also exclude the working classes, associated with the ultras.

(Hossam Rabie)
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El pasado 27 de junio, Alaa Mubarak, hijo del exdirigente egipcio Hosni Moubarak, reveló en su cuenta de Twitter que, un día después de ser visto en el estadio durante el partido de Egipto contra la República Democrática del Congo, los organizadores de la Copa Africana de Naciones (CAN), que se celebra actualmente en Egipto, le confiscaron su tarjeta de “Fan Id” sin aducir razón alguna.

Esta tarjeta de identificación, que Rusia impuso por primera vez durante la Copa del Mundo de la FIFA de 2018, se entrega a las personas que quieren asistir a los partidos y sirve para reforzar las medidas de control de los aficionados, en principio por motivos de seguridad, aunque también, para algunos, por motivos políticos. El hijo de Moubarak, símbolo del antiguo régimen derrocado por la revolución de 2011, tiene la suerte de haber podido asistir al menos a uno de los partidos de la CAN, que finalizará el 19 de julio.

Egipto asumió el pasado mes de enero la organización de este importante acontecimiento deportivo tras la retirada de Camerún (por razones de seguridad y por las amenazas de Boko Haram), y lo percibe como una manera de demostrar la capacidad del país para garantizar el buen funcionamiento de una competición a la que acude un gran número de visitantes. El país ha experimentado una caída drástica del turismo desde la Revolución de 2011 y la multiplicación de los ataques terroristas dirigidos en particular contra turistas, como sucedió el pasado mes de mayo.

La inestabilidad política y la llegada al poder de los militares, con el mariscal Abdel Fattah al-Sissi, en 2013, ha instaurado progresivamente un estado de control reforzado de los grupos extremistas, de la oposición y de los medios de comunicación.

Este contexto ofrece a las autoridades una oportunidad magnífica para poner a prueba sus sistemas de control y de vigilancia militar de las masas. El objetivo oficial es la amenaza terrorista, pero las medidas de vigilancia se aplican también a las personas consideradas cercanas a los revolucionarios (que apoyan las reivindicaciones de la Plaza Tahir) y a los ultras, involucrados con frecuencia en enfrentamientos en las inmediaciones de los estadios.

Estos últimos son grupos de fans de fútbol –un deporte sumamente popular en Egipto– que se crearon en 2007, pero también se han implicado bastante, a título personal, en los grandes acontecimientos políticos de los últimos años contra los poderes autoritarios, la Policía y el Consejo Militar. Con sus himnos provocadores y su capacidad de movilización, se han convertido en la pesadilla de las autoridades, y en 2015 varios de estos grupos fueron clasificados como organización “terrorista”. Así pues, el mariscal Abdel Fattah al-Sissi, que dirige el país con mano de hierro, quiere impedir que durante la CAN se canten eslóganes políticos en las gradas y que se produzcan disturbios en su contra.

Una sociedad privada, dirigida por el Ejército, se hace cargo de la seguridad

En enero de 2019 se creó discretamente una nueva empresa de seguridad para la CAN. La African Security Service Corporation (ASSC) –dirigida por tres generales militares en activo (entre ellos un general de Estado Mayor de la Dirección General de Inteligencia) y un alto cargo de la Policía– contrató a 4.000 personas para garantizar la seguridad durante los partidos de la CAN.

“Antiguos oficiales (del Ejército y de la Policía) formaron a estos jóvenes durante dos meses”, reveló a Equal Times el director ejecutivo de la empresa, el general Mahmoud Taher. En Egipto, la pasión por el fútbol se ha desbordado a menudo al terreno político. Durante la CAN se han registrado convocatorias de manifestación para protestar contra las violaciones de los derechos humanos, y el papel de esta nueva empresa de seguridad es impedir justamente que el malestar de los egipcios se retransmita por los canales internacionales que cubren el campeonato, en concreto la cadena de televisión BeIN Sport, con sede en Qatar, país enemigo de Egipto por su afinidad con la Hermandad Musulmana.

En la sede de la empresa, situada al norte de El Cairo, se respira una atmósfera militar. En el panel de instrucciones, los jóvenes seleccionados para garantizar la seguridad están divididos en brigadas. “Diez por ciento de los jóvenes contratados para garantizar la seguridad son antiguos oficiales con mucha experiencia en este servicio”, señala por su parte el general Mohamed, director de la empresa y miembro del Comité de Organización de la CAN, creado por el Gobierno.

La empresa aspira a aprovechar la CAN para recuperar el mercado de los servicios de seguridad de las futuras competiciones nacionales, en particular la Premier League de Egipto, donde desde 2012 se prohíbe la asistencia de los fans a los partidos.

Para cumplir su misión, la ASSC dispone de un sistema tecnológico muy moderno y sin precedentes en Oriente Medio que, inspirado en el sistema adoptado por Rusia durante el Mundial de 2018, incluye un dispositivo de reconocimiento facial integrado en drones que vigilan a los fans en los estadios.

En paralelo, el Estado ha creado Tazkarti (“mi billete”, en árabe), una empresa que se encarga de la venta de entradas. Aunque la razón oficial de la creación de esta empresa es “facilitar la distribución de entradas y luchar contra el mercado negro de entradas”, la empresa tiene otro objetivo oculto: decidir quién puede asistir a los partidos de la CAN.

Tazkati ha establecido un nuevo sistema de inscripción para la adquisición de entradas. Los fans tienen que facilitar en la sede de la empresa su nombre y apellidos, una copia de su documento de identidad, su dirección y una fotografía. Estos datos son revisados por los dispositivos de seguridad, y la empresa entrega después a las personas seleccionadas una tarjeta de identidad para fans, la “Fans ID”, con la cual pueden comprar entradas y acceder a los estadios. Mediante este sistema, los dispositivos de seguridad han podido localizar y excluir de los estadios a centenares de miembros de grupos ultras y jóvenes politizados, según ha confiado a este medio un antiguo miembro de los Ultras Ahlawy (del club al-Ahly FC, el principal club de fútbol de Egipto).

Acabar con los disturbios de raíz

Según Mahmoud Taher, en las puertas de los estadios también se han colocado cámaras conectadas al sistema de reconocimiento facial, lo cual permite grabar a los fans que van entrando. El objetivo es evitar cualquier manifestación de violencia. “Los drones que se encuentran en el estadio durante el partido estarán preparados para grabar a los autores de los disturbios que se pudieran producir”, subraya el general Taher. Además, miles de policías permanecen en alerta, tanto en el interior como en el exterior de los estadios.

En junio de 2019, cuatro simpatizantes del club de Zamalek SC fueron detenidos por las Fuerzas de Seguridad del Estado y acusados de formar parte de un grupo de ultras prohibido. Estos cuatro simpatizantes se suman a los cientos de miembros de grupos ultras que se encuentran presos en el marco de la campaña puesta en marcha por el Gobierno contra dichos grupos en el año 2013.

En marzo de 2018 la policía arrestó en sus domicilios y lugares de trabajo a 40 simpatizantes del al-Ahly FC por haber reclamado en las tribunas la puesta en libertad de los presos políticos durante el partido de al-Ahly contra el club gabonés Mounana FC, en las eliminatorias de la Liga de Campeones de la CAF –uno de los pocos partidos que las autoridades habían abierto al público–.

Siete meses después, las fuerzas del orden detuvieron a otros 21 simpatizantes durante un partido de la Liga de Campeones de la CAF que habían coreado la misma demanda. La apertura de los estadios conlleva siempre el riesgo de que se expresen críticas políticas contra el régimen.

Los grupos ultras de fútbol, sobre todo el Ultras Ahlawy y el Ultras White Knight (del club Zamalek FC), son actores importantes que han influido en la vida política desde los últimos años del antiguo régimen de Moubarak, derrocado por la revolución en 2011, y su hostilidad hacia la policía también ha provocado numerosos altercados. En 2012 se sospechó de la complicidad de la policía durante los enfrentamientos mortales del estadio de Port-Saïd donde 74 simpatizantes del al-Ahly fueron asesinados. A partir de aquella tragedia se prohibió a los simpatizantes asistir al campeonato egipcio, y los partidos se juegan prácticamente a puerta cerrada.

“Instagramers”, más que fans de fútbol

A pesar de todas estas restricciones, el Estado sigue temiendo ver jóvenes politizados en los estadios de la CAN, y que sean vistos por los africanos y los medios de comunicación internacionales. “El Estado seguramente haya conseguido determinar quién puede asistir a los partidos y quién no”, critica Mohamed Hassan, uno de los aficionados que ha asistido a los tres primeros partidos de Egipto en la CAN –nación anfitriona eliminada el 7 de julio–. “Miradlos, la mayor parte es gente que viene a hacer fotos para publicarlas en Instagram o en las redes sociales”, añade.

Por otra parte, el Estado ha decidido triplicar las tarifas de las entradas de la CAN con el objetivo de excluir a “numerosos fans entusiastas y politizados que vienen de los barrios pobres”, comenta Mohamed Hassan. “El Estado quiere ver los estadios llenos de aficionados de clase alta a quienes no interese la política”, añade, Mohamed Hamdy, periodista autónomo, que también ha asistido a los tres partidos de Egipto en la CAN.

No obstante, algunos simpatizantes se han atrevido a desafiar todas estas restricciones. Durante el partido de inauguración de Egipto contra Zimbabue, un gran número de aficionados corearon el nombre de Mohammed Aboutrika, exfutbolista exiliado que, debido a su afinidad con la Hermandad Musulmana, figura en la lista de terroristas elaborada por las autoridades egipcias.

Durante el segundo partido la policía recurrió a decenas de informadores, según imágenes difundidas en las redes sociales y las declaraciones de algunos fans a Equal Times.

Bassem el-Sayed, uno de los aficionados, relataba en su cuenta de Facebook que la policía le había interpelado por llevar una camiseta con el número 22, el mismo que llevaba Aboutrika durante el partido de Egipto contra el Congo, el 26 de junio. Explicó que la policía le pidió que se quitara la camiseta y que informara a los agentes si veía hinchas coreando el nombre del exjugador. Otro aficionado fue detenido por el mismo motivo, según algunos medios.

Los aficionados egipcios no son los únicos que están en el punto de mira de las autoridades. El 23 de junio, tres aficionados argelinos fueron detenidos y expulsados por agitar una pancarta con el eslogan “Que los liberen a todos”.

Una situación extraña que han constatado los aficionados al fútbol es que, durante los partidos en los que Egipto no juega, en particular los partidos de las selecciones árabes, los estadios están casi vacíos, a pesar de que la empresa Tazkarti anuncia la venta de la mayor parte de las entradas para dichos partidos. Algunos fans llegan incluso a pensar que Egipto se conforma con no ver una gran afluencia en los estadios mientras la CAN se lleve a cabo sin problema.

This article has been translated from French.