El terrorismo no es la única amenaza para la vida de los habitantes de Kabul

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Además del lúgubre escenario de la insurgencia violenta liderada por los talibanes, los seis millones de habitantes de Kabul enfrentan otra batalla mortal: la contaminación del aire que respiran en su ciudad. Los alarmantes niveles de dióxido de nitrógeno (NO2) y de dióxido de azufre (SO2), entre otros contaminantes, son tan letales para los kabuleses que respiran el aire tóxico de la capital de Afganistán, como los mortíferos bombardeos que con regularidad estallan en la ciudad.

Apenas hay estadísticas disponibles, pero según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las muertes por riesgos medioambientales (cuyo principal factor de riesgo es la contaminación del aire en los hogares —o HAP, por sus siglas en inglés— causada por el combustible "sucio" utilizado para cocinar y como calefacción) supusieron el 26% de todos los fallecimientos registrados en Afganistán en 2016. Además, se estima que la HAP originó más de 27.000 muertes ese mismo año, mientras que la contaminación del aire exterior ocasionó más de 11.000 fallecimientos.

Respirar aire contaminado causa y exacerba el asma y puede provocar otras afecciones respiratorias, como enfisema, bronquitis crónica y cáncer de pulmón.

En un país donde el gasto en salud per cápita apenas llega a 167 dólares USD (151 euros), según las estadísticas más recientes, se trata de una crisis de salud pública frente a la cual Afganistán carece de medios para actuar.

El empresario y consultor italiano Ivo Toniut, que lleva desde 2002 trabajando en proyectos de reconstrucción y desarrollo en Afganistán, es una de las numerosas víctimas de la contaminación del aire de Kabul. "En julio de 2018 comencé a sentir síntomas de cáncer de garganta y los especialistas italianos creen que se originó durante los años que viví en Kabul", cuenta a Equal Times. Toniut regresó a Italia para someterse a cirugía, radioterapia y quimioterapia. Hoy, libre del cáncer, dice estar listo para regresar a Afganistán y contribuir a la lucha contra la contaminación del aire.

"Espero que mi dolorosa experiencia pueda ser útil para ayudar a la gente a comprender lo urgente que es empezar a hacer algo eficaz para combatir la contaminación y proteger el medio ambiente de este hermoso país", afirma.

Kabul es la tercera ciudad con el aire más contaminado del mundo, después de Delhi y Dhaka, según el Informe sobre la calidad del aire en el mundo de 2018. En determinados momentos del año, durante los meses de invierno, Kabul alcanzó uno de los niveles más altos del mundo de contaminación por partículas en suspensión (PM 2.5) en la atmósfera —partículas como el sulfato, los nitratos, el amoníaco, el cloruro de sodio, el carbón negro y el polvo mineral—.

Debido al aumento de las temperaturas en el planeta, hoy no son tan frecuentes algunos de los factores que más contribuyen a la grave contaminación de Kabul —por ejemplo, la quema de residuos como combustible para la calefacción doméstica, a la que recurren los habitantes de los asentamientos informales y de los campamentos de desplazados internamente, debido a los cortes de luz y a los elevados precios de la electricidad—. Pero los gases de escape, las actividades industriales no reguladas y las fábricas de carbón continúan bombeando toxinas a la atmósfera de la ciudad durante todo el año.

Crear conciencia

En un intento por evitar que la mala calidad del aire kabulés vuelva a encabezar los peores rankings del mundo, la Agencia Nacional de Protección Ambiental (NEPA) del país acaba de anunciar un plan quinquenal para combatir la contaminación atmosférica. Entre sus características más destacadas figuran la prohibición gradual del uso del carbón y del petróleo de baja calidad y el establecimiento de una nueva unidad de policía para el control de la calidad del aire en los principales centros urbanos. La NEPA también está trabajando con varios Ministerios para que contribuyan en la labor de sensibilización sobre los peligros de la contaminación del aire.

"Hemos dado dos pasos importantes en este sentido", dice Leela Samani, directora de Relaciones Públicas de la NEPA. "Llegamos a un acuerdo con el Ministerio de Hajj y Asuntos Religiosos, que nos ayudará a difundir mensajes en miles de mezquitas de todo el país sobre las medidas para lograr un medio ambiente más verde y limpio". Los líderes religiosos de todo Afganistán han aceptado animar a sus feligreses a tomar medidas para mejorar los niveles de contaminación del aire y el bienestar ambiental general, como la reducción de la quema de combustible de mala calidad en los vehículos o para la calefacción.

A pesar de sus escasos recursos, la NEPA también se ha asociado con el Ministerio de Educación para garantizar que los alumnos de las escuelas públicas aprendan a proteger el medio ambiente.

Los más vulnerables, también los más perjudicados

Aunque nadie en Kabul puede evitar respirar el aire contaminado, los residentes más pobres son los que corren mayores riesgos. Tienden a vivir en estructuras informales, a menudo situadas cerca de las carreteras o de las zonas industriales, donde la calidad del aire es deficiente y peligrosa durante todo el año. Las temperaturas descienden hasta -1°C en el invierno y, para calentarse y cocinar, los residentes más pobres suelen quemar todo lo que encuentran, desde neumáticos de goma viejos hasta cartón usado y cualquier madera, a pesar del peligroso hollín y del humo producido por esos materiales.

Los niños también son extremadamente vulnerables a los perjuicios de la contaminación del aire de la capital. El portavoz del Ministerio de Salud Pública, Waheedullah Mayar, explicó a Equal Times que, aunque no hay estadísticas verificadas independientemente para medir el impacto de la contaminación del aire en la población, un hospital público ha reportado que, durante el invierno, trata hasta 1.000 niños al día por diferentes afecciones respiratorias, lo que nos da una idea de la magnitud del problema.

El informe de UNICEF sobre Asia meridional Danger in the air: how air pollution can affect brain development in young children (Peligro en el aire: cómo la contaminación atmosférica puede afectar el desarrollo del cerebro en los niños pequeños) revela que el aire tóxico que respiran los niños pone en riesgo su desarrollo cerebral.

Los niños son también muy vulnerables a la contaminación porque respiran más rápido y porque su sistema inmunológico aún no está desarrollado del todo.

Desde 2017, un decreto presidencial establece que toda persona declarada culpable de delitos graves relacionados con la contaminación (cuya definición es muy flexible y depende de los caprichos de los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley) puede ser condenada a un máximo de entre 16 y 20 años de prisión aunque, en la mayoría de los casos, a los culpables se les impone una pequeña multa. La ley también dispone que alguien cuyas acciones (relacionadas con peligros medioambientales) hayan conducido a la muerte de una persona puede, en casos extremos, ser condenado a muerte.

Pero la aplicación de la ley continúa siendo una barrera infranqueable y quienes tienen dinero suficiente rara vez tienen que rendir cuentas por sus delitos. No basta con imponer estos castigos tan severos a los delincuentes probados. Toniut afirma que para combatir la contaminación del aire en Afganistán es necesario ir mucho más allá: "El alto nivel de corrupción sigue siendo el mayor obstáculo para despejar los cielos de Kabul y de otras ciudades afganas".