Activistas de todo el mundo defienden la dignidad menstrual

Cuando Gemma Abbott empezó a trabajar como voluntaria en el proyecto The Red Box, una iniciativa que distribuye productos menstruales y ropa interior gratuitos a chicas jóvenes del Reino Unido, no salía de su asombro al escuchar algunos testimonios.

“Recuerdo en especial a una mujer que se me acercó en un estand informativo que montamos en un supermercado, para decirme que ella había crecido sin protección menstrual suficiente”, nos cuenta Abbott, abogada, madre de dos hijos y coordinadora voluntaria del proyecto. “Le preocupaba tanto manchar o desprender olor, que acabó por dejar de asistir a la escuela durante su menstruación”.

Esta mujer no había crecido en una aldea remota de uno de los países más pobres del planeta ¡creció en el cuarto país más rico del mundo!, y su experiencia de pobreza menstrual –un concepto que se refiere, según la organización benéfica internacional Action Aid, a una falta de “acceso a productos sanitarios para la menstruación y a espacios seguros e higiénicos donde utilizarlos”– es frecuente.

Según las estadísticas citadas por #FreePeriods, una de cada diez niñas del Reino Unido no puede permitirse comprar productos menstruales y más de 137.700 niñas en el país han faltado a la escuela debido a la pobreza menstrual. “Es realmente absurdo si lo piensas. Nadie espera que los escolares lleven en la mochila su propio rollo de papel higiénico y su jabón”, dice Abbott.

Desde los países ricos industrializados hasta los más pobres del Sur Global, hay una demanda creciente de medidas que garanticen que todas las mujeres y las niñas puedan menstruar con dignidad. La pobreza menstrual y los diversos estigmas que rodean a la menstruación, perjudican la salud, la educación, el empleo y el medio de subsistencia de decenas de millones de mujeres y de niñas en todo el mundo.

Según las cifras de la cadena de televisión Channel Four Fact checkers, las mujeres y las niñas del Reino Unido gastan una media de 10 libras esterlinas (unos 11 euros) al mes en su periodo menstrual. A pesar de que los productos sanitarios son de primera necesidad y no de lujo, la mitad de los países de la Unión Europea aplican la “tasa tampón” (con un IVA similar al del tabaco, la cerveza y el vino) a las compresas sanitarias y los tampones. Lo sorprendente es que, en diez de estos países, el tipo de IVA es superior al 20%.

Menos estigma y más acceso a los productos menstruales

Chris Bobel, profesora y presidenta de Estudios sobre la Mujer, el Género y la Sexualidad en la Universidad de Massachusetts de Boston, afirma que el activismo menstrual suscita hoy más interés que nunca. Sin embargo, al poner el acento en los productos menstruales, está alejando la atención del problema subyacente, el estigma menstrual: “La vergüenza, el silencio y el secretismo son, a la postre, la raíz de que la menstruación sea vivida como un problema por todos, especialmente por quienes viven en los márgenes”, explica Bobel.

Lamentablemente, la necesidad de intervenciones contra la pobreza menstrual es más obvia y urgente en los países en desarrollo, señala Sophia Grinvalds, cofundadora y directora de la empresa social AFRIPads, con sede en Uganda. Desde su fundación en 2010, AFRIPads ha distribuido a niñas y mujeres más de 3,5 millones de kits con compresas reutilizables, principalmente en África oriental, pero llegan hasta Afganistán y Nepal.

“Los productos menstruales deben estar disponibles, deben ser apropiados y asequibles, pero, por sí solos, no solucionan el problema”, avanza Grinvalds a Equal Times.

La cofundadora de AFRIPads pide que se preste más atención a la gestión de la higiene menstrual (es decir, disponer de los productos adecuados para absorber la sangre menstrual y de los medios seguros e higiénicos para deshacerse de dichos materiales) y a las normas culturales que estigmatizan a las mujeres y a las niñas menstruantes.

“Algunas de las niñas con las que trabajamos tienen su primer período sin tener ni idea de lo que les está sucediendo, no saben por qué están sangrando y carecen de las capacidades necesarias para el manejo de su propio período”, asegura Grinvalds a este medio.

“Solemos considerar los problemas derivados del precio de los productos menstruales como los principales causantes de la ‘pobreza menstrual’, pero en el Sur Global la realidad es mucho más compleja", añade.

En Nepal, por ejemplo, en algunas zonas rurales, la ancestral tradición hindú del chaupadi considera impuras a las mujeres menstruantes y las confina durante los días que dura su periodo en una choza, donde son vulnerables a los ataques de los animales salvajes y a la violencia de los hombres de la localidad.

En otras culturas, apunta Grinvalds, “se cree que si una mujer con la menstruación camina a través de un huerto, echará a perder las cosechas. Esto, en una sociedad agrícola, puede disuadir a las niñas de ir a la escuela o a las mujeres de cosechar alimentos”.

Dar un paso más

Hay muchas organizaciones benéficas trabajando para dar un paso más allá de las medidas básicas que abordan el estigma menstrual o mejoran el acceso a los productos sanitarios. Involucran a niños y a hombres en la labor de educación y de concienciación, por ejemplo, o presionan para que se adopten medidas como construir retretes separados por género.

James Malinga es el director ejecutivo de Mountains of Hope Children’s Ministries, una ONG con sede en Mpigi, Uganda, que trabaja para empoderar a las comunidades rurales marginadas. Desde 2014, Mountains of Hope viene enseñando a niñas, y también a niños, cómo hacer compresas sanitarias reutilizables con toallas de felpa, tela de popelina, polietileno fino y velcro. La ONG también trabaja para desmantelar los tabúes que rodean a la menstruación impartiendo cursos de sensibilización, organizando debates con las autoridades escolares, con las familias y los dirigentes eclesiásticos sobre la necesidad de disponer de retretes separados para niñas y niños.

En otros lugares encontramos muchos ejemplos de gobiernos, ONG e individuos que luchan por mejorar la experiencia menstrual de las mujeres y las niñas. En 2004, la vecina Kenia se convirtió en el primer país del mundo en derogar el impuesto que grava los productos menstruales. Desde 2011, el Gobierno ha asignado alrededor de tres millones de dólares anuales para proporcionar productos menstruales gratuitos en las escuelas de las zonas de bajos ingresos, aunque la demanda sigue superando a la oferta.

El documental Period. End of Sentence, ganador de un Oscar en 2018, homenajea la labor de Arunchalam Muruganantham, un emprendedor social del estado indio de Tamil Nadu, que ha capacitado a las mujeres de las zonas rurales para fabricar sus propias compresas biodegradables, que venden a otras mujeres a bajo precio, estimulando así el espíritu microempresarial.

En el Norte Global, el año pasado, el Gobierno escocés se convirtió en el primero del mundo en proporcionar productos menstruales gratuitos a las estudiantes de escuelas, colegios y universidades.

“Por supuesto, el acceso a los productos menstruales no siempre tiene que ver con el nivel de ingresos”, expone Monica Lennon, la política escocesa que presentó el proyecto de ley porque le preocupaban las repercusiones de la política de austeridad y los recortes de los servicios públicos en las mujeres y las niñas. “También puede verse afectado por una serie de cuestiones, como la profesión, el lugar de trabajo o problemas sociales más generales, como la violencia doméstica y el control coercitivo, en las que los productos menstruales pueden ser retenidos como medio de controlar o de moderar el comportamiento de las mujeres”.

Lennon está ahora impulsando otro proyecto de ley para establecer el acceso universal y gratuito a los productos menstruales, a cualquiera que los necesite. “El siguiente reto al que nos enfrentamos consiste en cambiar la cultura –así el acceso dará paso a la aceptación– para que podamos reducir el estigma en torno al periodo”, comunica. “Estoy expectante ante las posibilidades que nos aguardan”.

Productos gratuitos

Aunque Inglaterra está más rezagada en estos avances, este mes de marzo el Gobierno del Reino Unido acordó financiar la distribución de productos menstruales gratuitos en todas las escuelas y universidades. Gracias a ello, el proyecto The Red Box logró alcanzar su objetivo en apenas tres años.

Abbott subraya que The Red Box está dando un paso atrás para asegurarse de que no pone en peligro el éxito del plan del Gobierno, que comienza en enero de 2020. Sin embargo, están decididos a velar por que las políticas gubernamentales se apliquen de forma plena y sostenible, y que se adopte una disposición equivalente en Irlanda del Norte.

“El acceso a productos gratuitos es sólo el primer paso en el camino hacia la auténtica igualdad: debemos abordar los tabúes que rodean a la menstruación y mejorar drásticamente la educación que se imparte a los niños y las niñas que crecen en nuestro país”, dice Abbott, que también dirige la campaña #FreePeriods.

“El movimiento #FreePeriods se centra en conseguir que los cambios en las políticas del Gobierno sean significativos y sostenidos, y que los activistas de otras jurisdicciones reciban también apoyo, para abordar las desigualdades legales que dificultan el acceso de los niños a la educación”, concluye.