Cuba abre la caja de Pandora de Internet

Cuba se encuentra ante una encrucijada que determinará su evolución social, económica y política en los próximos años. Este punto de inflexión no lo está marcando un proceso de reformas que no está dando resultados y que ha aportado más a la propaganda interna que al desarrollo económico. El factor de cambio en Cuba es internet y su imparable difusión. Según subraya el periodista cubano independiente Abraham Jiménez, “la llegada de internet a la isla ha reconfigurado la sociedad cubana”.

El Gobierno del presidente Miguel Díaz-Canel tiene por delante la complicada gestión de este cambio: sabedor de que es necesaria una apertura para apuntalar la subsistencia económica, e inamovible en la voluntad de controlar el acceso de la población a la información. El régimen castrista sabe que está en juego su propia supervivencia y que internet es un factor decisivo en esta batalla.

“Más vale que en Cuba siga existiendo ETECSA con malas comunicaciones y caras, pues internet va a ser la tumba del comunismo en la isla. Todo se puede grabar y subir a Youtube”, advertía un reciente mensaje en Twitter, una de las redes más dinámicas para la participación de aquellos cubanos que tienen los medios para conectarse a internet. ETECSA es la Empresa de Telecomunicaciones del Estado y la piedra angular del monopolio de internet en la isla.

Internet “ha dotado a los ciudadanos de un poder comunicativo que antes no tenían. Los cubanos, que han vivido por más de 60 años bajo las lógicas de un sistema totalitario y dictatorial que ha impuesto a la opinión pública su visión tras el secuestro de la realidad, están experimentado una suerte de libertad al poder informarse, comunicarse con el exterior y contar el día a día de sus vidas”, indica a Equal Times Abraham Jiménez, director de la página de periodismo independiente El Estornudo.

Hambre de información

La historia de internet en Cuba es corta. En 2013, el Gobierno la abrió al acceso público con cortapisas y restricciones motivadas, por una parte, por el bloqueo que mantiene Estados Unidos sobre la isla, y, además, por el férreo control de las comunicaciones ejercido por el régimen cubano. Apenas dos años después, los parques y zonas aledañas a los hoteles se llenaban ya de gente que, con sus tarjetas prepago y sus computadoras y celulares, se enganchaban sin cesar a la red. Buena parte de ese uso de internet se dedicaba a contactar con familiares residentes en cualquier lugar del planeta. El “aislamiento” de Cuba se había acabado.

Otro paso fundamental lo dio el Gobierno en diciembre de 2018, cuando se activó el servicio móvil celular 3G. Cualquier persona podía así conectarse a la red desde cualquier punto del país. Al menos en teoría. La realidad era mucho más complicada, dada la baja calidad de la señal y los altos precios de conexión: el paquete de datos móviles más barato, de 600 Megas, era de siete CUC (la unidad monetaria convertible cubana), es decir, unos siete euros. El paquete de cuatro Gigas costaba 30 CUC, es decir, el salario medio mensual de un cubano.

El 29 de julio de 2019 se autorizaba la creación de redes privadas de internet con conexiones alámbricas e inalámbricas en casas y negocios, y el permiso para la importación de enrutadores y otros equipos de redes. Los ciudadanos cubanos ya no tenían por qué acudir a los más de 1.400 puntos wifi existentes en todo el país. Por entonces 80.000 hogares disponían de acceso a internet y 2,5 millones de ciudadanos tenían conectividad 3G. Unos siete millones de cubanos podían así acceder a contenidos de internet de forma continua o periódica, esto es cerca del 57% de la población. Los cubanos comenzaban a ver la realidad con sus propios ojos.

Internet suponía además un instrumento de hacer negocios hasta entonces desconocido en Cuba y por tanto facilitaba la actividad de los “cuentapropistas” o trabajadores por cuenta propia. “Mejorar el acceso y la calidad de conexión en Cuba va a permitir nuevas formas de negocio y nuevos caminos para atraer divisa internacional con los que esquivar el bloqueo estadounidense”, apunta a Equal Times el experto en Comunicación por la Universidad de Columbia Javier Sauras.

“El acceso a internet rompe con la insularidad de la sociedad cubana y satisface un anhelo de conexión y conocimiento. Desde una postura más práctica, abre nuevas vías de expresión y participación social”, añade este periodista español especializado en la internet cubana.

Y es así. Si hay algo que ha sacado a la luz la llegada de internet a Cuba es el hambre de información que existe en este país. Conectarse es todavía un privilegio en la mayor parte del territorio nacional, pero las transformaciones operadas ya no tienen vuelta atrás.

Para Jiménez, se puede hablar de un antes y un después de la llegada de internet. “El nacimiento de una nueva generación de medios independientes y las demandas de los ciudadanos ante las escaseces de un país sumido en una crisis económica y las erróneas políticas dictadas por el gobierno, hablan a las claras del nacimiento de una nueva narrativa en Cuba”, asevera.

Movilización ciudadana vía Twitter y WhatsApp

Un ejemplo de la movilización ciudadana que ha propiciado la difusión del 3G en la isla ocurrió el pasado enero, cuando un tornado azotó La Habana. La respuesta fue inmediata, con la creación de líneas y redes de apoyo directo a las víctimas. Tal movilización confirmó a los habaneros que la información y su manejo no solo significan poder, sino eficacia y solidaridad. También sirvió para subrayar la lentitud de la respuesta gubernamental a la hora de poner en marcha la asistencia en casos como éste, de desastres naturales. Hasta entonces los ciudadanos de a pie solo tenían la propia propaganda de las autoridades para valorar esa asistencia. Ahora sabían realmente lo que se hacía y lo que no.

Desde entonces ha habido otras situaciones que han demostrado la utilidad cívica de internet en Cuba. Durante 2019 la situación económica empezó a empeorar, por el desabastecimiento y los déficits estructurales de la economía cubana. Internet permitió la creación de redes por WhatsApp para informar a sus usuarios de los lugares donde se ponía a la venta éste o aquél producto alimenticio, dónde aparecían los huevos o los filetes de pollo, dónde la leche o el aceite. La movilización ciudadana volvía a manos de los propios ciudadanos, al margen de las autoridades, miradas éstas con un creciente recelo por los impedimentos legales y tecnológicos que seguían poniendo a las tecnologías de la información y la comunicación.

Las crecientes protestas que se han venido sucediendo en torno a temas como los derechos de las minorías sexuales o el propio uso de internet han estado convocadas por WhatsApp o Twitter. Puede ser que las manifestaciones tuvieran pocos asistentes, pero decenas de miles de personas las seguían en directo por internet.

“El principal cambio que ha producido internet es el fin del monopolio estatal sobre la información. La prohibición de la Conga-marcha de la comunidad LGBTI se conoció muy rápidamente gracias a las redes sociales. El silencio de los medios oficiales no sirvió para nada”, destaca el periodista de origen uruguayo Fernando Ravsberg, otro pionero de la información independiente en la isla.

Ravsberg sufrió los embates de la censura estatal en su web Cartas desde Cuba, un lugar de encuentro e información muy influyente hasta que se puso en la mirilla del régimen. Para este periodista, una de las claves que ofrece internet es precisamente “el debate”, como ocurrió con la marcha a favor de los derechos de la comunidad LGBTI. “En las redes sociales hubo una gran cantidad de opiniones respecto a esa marcha y se rompió la bipolaridad. Revolucionarios como Silvio Rodríguez o Vicente Feliú criticaron en las redes sociales la represión policial”, explica Ravsberg a Equal Times.

Otra de las protestas que ha alimentado el debate digital ha sido la centrada en Snet, uno de esos inventos con los que los cubanos tratan de “resolver” sus carencias. Snet (Street Network) ha sido desde la década pasada la gran red semiclandestina que, con principios similares a los de internet, permitió a decenas de miles de cubanos, sobre todo jóvenes, intercambiar contenidos en foros y webs, compartir videojuegos y crear una gigantesca comunidad que atendía a más de 40.000 familias. Era una red enlazada primero con cables y después con rúters, y admitida a regañadientes por las autoridades.

Mayor conexión, mayor capacidad de control

Las resoluciones 98 y 99 de mayo de 2019 dictadas por el Ministerio de Comunicaciones cubano cambiaron este panorama. Snet se escapaba al monopolio económico de ETECSA, pero lo que más preocupaba al Estado es que pudiera convertirse en un foco difusor de disensión. Así había ocurrido con las Primaveras Árabes, donde proliferaron redes similares que no podían ser cercenadas cuando las autoridades decidían un apagón de internet para atajar la revuelta. Lo que hizo el Ministerio de Comunicaciones cubano fue integrar las instalaciones de Snet en las instituciones oficialistas del ramo, como los llamados JCC (Joven Club de Computación), o simplemente desmantelar e incautar los equipos.

En agosto de 2019, numerosos periodistas independientes que defendieron la supervivencia de Snet, entre ellos Jiménez, sufrieron la presión de los servicios de Seguridad del Estado. Las autoridades evidenciaban su temor de que ésta o cualquier otra red se convirtiera en un caballo de Troya de la injerencia extranjera o en un ariete de una disidencia interna.

Disidencia que actualmente no tiene apenas fuerza, precisamente por su incapacidad para hacer llegar sus postulados al grueso de la población. Internet y redes como Snet han cambiado este panorama de opacidad y las autoridades cubanas lo saben.

“Igual que hemos podido ver en el resto del mundo, desde Estados Unidos hasta China, tener más ciudadanos conectados a la red supone una mayor capacidad de control de la población, más herramientas de seguridad, e incluso de influencia y manipulación del discurso”, apunta Sauras, quien, no obstante, destaca que “abrir la conexión de Internet ha sido una decisión política, largamente madurada”, por parte de las autoridades de Cuba. Según Sauras, “el gobierno cubano no sólo se va a adaptar al crecimiento de internet en la isla, sino que probablemente tenga planeado aprovecharlo tanto nacional como internacionalmente”.

Jiménez insiste en que lo único cierto es que hay un antes y un después tras la aparición de internet en Cuba. “Desde que los cubanos han podido conectarse a internet, desde un parque wifi o desde su propio teléfono en casa, el país ha cambiado su fisionomía y ha comenzado a andar más al desnudo. El Gobierno ya no puede esconder el acontecer”, concluye el periodista.

This article has been translated from Spanish.