Veinte años después del terremoto de Izmit, que se cobró 17.000 vidas, ¿está hoy Estambul preparada para otro gran movimiento sísmico?

Era un agradable día de septiembre. Un breve pero fuerte terremoto de 5,8 grados en la escala Richter sacudió Estambul, la ciudad más grande de Turquía, alarmando a todos los que sintieron sus bruscos temblores. Aunque provocó pocos daños, sirvió para recordar el catastrófico seísmo que destruyó la región del Mármara hace casi exactamente dos décadas y que se cobró 17.000 vidas.

Además, obligó a los estambulenses a enfrentarse al problema que todos se empeñaban en ignorar. En general se cree que otro terremoto de magnitud 7 (el umbral de un ‘gran’ terremoto) o superior causará estragos en Estambul en un futuro no muy lejano. Los expertos están convencidos de que provocará una destrucción mucho mayor que el terremoto de 1999, ya que, por desgracia, la ciudad no está preparada para una catástrofe de dicha magnitud.

“El factor determinante en Estambul es la urbanización no planificada, pues el proceso de desarrollo de la ciudad no ha contado con un plan para catástrofes. El proceso de ‘gecekondu-zación’ de Estambul pasó de ser ilegal a ser legal”, explica Oktay Kargül, secretario de la delegación de la Cámara de Planificadores Urbanísticos (SPO) de Estambul. El término ‘gecekondu’ más o menos vendría a traducirse como ‘construido de la noche a la mañana’ y se refiere a las extensiones de asentamientos informales que brotaron por toda la ciudad tras la enorme migración rural a Estambul que se inició en la década de 1950.

Aunque dichos barrios solían construirse ilegalmente en terrenos de propiedad pública, a muchos residentes finalmente les otorgaron títulos de propiedad parcial y direcciones oficiales, por lo que pudieron beneficiarse de los servicios municipales gracias a las iniciativas populistas de los partidos políticos de aquella época, que andaban a la caza de votos.

Muchas de esas zonas acabaron por convertirse en asentamientos más permanentes con un parque de viviendas de mejor calidad, mientras que otras se han demolido. Algunos barrios se han visto envueltos en prolongados litigios judiciales para salvar sus hogares y comunidades.

“La geografía de Estambul está formada por colinas y cantidad de materiales naturales. Hay asentamientos en lugares increíbles”, nos cuenta Kargül. No resulta inusual encontrar modestas viviendas de una planta que estarían mejor ubicadas en un pueblo, encajonadas entre hileras de bloques de apartamentos mucho más altos y modernos. Otras viviendas informales están ocultas a plena vista, estratégicamente situadas a la sombra de arboledas y todo tipo de vegetación. Aunque muchos habitantes de estos barrios insisten desafiantes en que sus viviendas salieron totalmente indemnes de los anteriores terremotos, resulta imposible prever lo que podría suceder en el futuro, ya que el seísmo de 1999 tan solo afectó a ciertas zonas de la ciudad (su epicentro fue en una provincia vecina situada al este).

“Un buen ejemplo es el barrio de Kağıthane, donde las casas se construyeron sobre cauces de arroyos. En el barrio de Zeytinburnu hay edificios que llegan hasta la costa y se erigieron en terrenos poco sólidos. Además, se construyeron edificios muy altos en tramos de calles muy estrechas”, explica Kargül. Algunas de las zonas de Estambul más afectadas por el terremoto de 1999 fueron los barrios periféricos de las afueras, construidos a lo largo de la costa del mar de Mármara.

En cuanto a lo que hay que hacer para proteger Estambul, la principal solución es bastante clara: “La precaución fundamental que debemos tomar consiste en construir edificios que no se derrumben”, asegura Ali Hacıalioğlu, secretario de la junta de la delegación en Estambul del Sindicato de la Cámara de Ingenieros y Arquitectos Turcos.

“Creemos que una parte de nuestro actual parque de viviendas no es segura. No son edificios sólidos, así que tenemos que mejorarlos y reforzarlos. Para ello, existen diferentes métodos: podemos demoler el edificio y volver a construirlo desde cero o podemos reforzarlo”, explica Hacıalioğlu a Equal Times.

Un informe publicado el año pasado por la cámara de Ali Hacialioğlu sobre las inspecciones técnicas en las edificaciones recalcó que entre los problemas a los que se enfrenta Turquía en este ámbito se encuentra el hecho de que las organizaciones profesionales como la suya están excluidas del proceso de construcción y que dichas inspecciones ya no se consideran un servicio público, sino un asunto comercial.

La amnistía urbanística, los puntos de reunión en caso de catástrofe y la urbanización no planificada

El gobierno presentó su iniciativa de ‘amnistía urbanística’ antes de las elecciones generales de 2018; por tanto, millones de edificios construidos ilegalmente pudieron optar a recibir títulos legítimos de propiedad si sus propietarios pagaban una tasa al Estado. Aunque mucha gente ha aprovechado esta oportunidad y ha solicitado la amnistía urbanística, sus implicaciones ya han demostrado ser desastrosas. A principios de este año, un bloque de apartamentos, cuyos últimos tres pisos se habían construido ilegalmente, se derrumbó en el barrio de Kartal, provocando 21 víctimas mortales. Dicho edificio se había formalizado jurídicamente gracias a la medida de amnistía urbanística.

Oktay Kargül calcula que en el caso de que un terremoto de 7 o más grados en la escala Richter sacuda Estambul, tres de sus 16 millones de habitantes se verán afectados, pues el 20% de los hogares quedarán totalmente destruidos y el 80% restante sufrirán algún tipo de daño.

Otro de los factores determinantes en la posible devastación que podría sufrir Estambul si hay un gran terremoto es la desaparición de los puntos de reunión en caso de catástrofe.

En septiembre, el día después del terremoto de 5,8 grados, el alcalde de Estambul Ekrem Imamoğlu declaró que de los 470 puntos de reunión que se designaron tras el seísmo de 1999, tan solo quedaban 77, pues en la mayoría se habían erigido centros comerciales y otros edificios. La ciudad carece de parques y espacios verdes y muchos de sus habitantes no están seguros de dónde dirigirse en caso de terremoto.

El presidente de la Cámara de Estambul de Ingenieros Civiles, Nusret Tuna, confirmó las cifras del alcalde Imamoğlu y añadió que, debido al tamaño de la población de la ciudad, incluso si contara con miles de puntos de reunión el número seguiría siendo claramente insuficiente.

En cuanto a la urbanización no planificada en Estambul, los asentamientos informales tan solo constituyen una parte del problema. Según parece, un considerable porcentaje del parque de viviendas de la ciudad se construyó con materiales de mala calidad. Esto llegó a reconocerlo Ali Ağaoğlu, un infame contratista cuyo nombre adorna en grandes letras los enormes edificios de viviendas que ha construido su empresa. Este hombre es sinónimo de la urbanización desenfrenada que ha asolado Estambul.

En una entrevista en 2009, Ali Ağaoğlu reconoció que en la década de 1970 su empresa y otras utilizaron arena extraida del mar de Mármara y hierro adquirido en desguaces para construir apartamentos, alegando que se trataba de los mejores materiales disponibles en aquella época. “Si hay un terremoto, ni siquiera el ejército será capaz de entrar a Estambul. Los muertos serán los afortunados”, declaró el contratista tras advertir que como mínimo el 70% de las viviendas de la ciudad no se construyeron a prueba de terremotos.

La legislación y la esperanza para el futuro

Incluso es posible que la legislación teóricamente diseñada para la rehabilitación de zonas en riesgo haya agravado el problema. La ley 6306, conocida como ‘la ley para la transformación de zonas en riesgo ante catástrofes’, lleva en vigor desde 2012 y ha permitido la demolición de barrios pobres informales que son rápidamente sustituidos por nuevas viviendas de lujo.

“La ley 6306 está muy, pero que muy alejada de su idea inicial. Hoy en día ha abierto las puertas para que la gente construya viviendas y cree espacios comerciales. Se ha dejado la ley en manos de mucha gente que está fuera del control del Estado y, por desgracia, no podemos realizar un seguimiento para vigilar las obras que se están llevando a cabo aquí”, se lamenta Kargül. Como ejemplo cita el destartalado barrio obrero de Fikirtepe, donde se está llevando a cabo uno de los proyectos de gentrificación más destacados de la ciudad.

Fikirtepe fue declarado en riesgo en 2013, lo cual abrió las puertas a numerosos contratistas que demolieron rápidamente muchos de los desvencijados edificios de la zona con el objetivo de construir apartamentos de lujo frente al mar. Sin embargo, bastantes personas se negaron a firmar las escrituras de sus viviendas a favor de los contratistas, pues esperaban conseguir un mejor precio del que les ofrecían. La economía turca en crisis afectó gravemente al sector de la construcción y muchas empresas quebraron, por lo cual se paralizaron numerosos proyectos y se vieron afectadas las vidas de cientos de ciudadanos indignados. Este fiasco sigue sin resolverse y constituye una de las mayores catástrofes urbanas que está sufriendo Estambul hoy en día.

El rápido y desenfrenado desarrollo de Estambul se llevó a cabo varias décadas antes de la llegada al poder del Partido Justicia y Desarrollo (AKP) del presidente Recep Tayyip Erdoğan. Sin embargo, los 25 años de administración de la ciudad por parte del presidente Erdoğan o de un colega de su partido han empujado a esta gran urbe al límite más absoluto. Este año los votantes optaron por un cambio, eligiendo al alcalde Imamoğlu, del principal partido de la oposición Partido Republicano del Pueblo (CHP), no una vez, sino dos después de que el gobierno cancelara los resultados de las primeras elecciones.

“Se trata de un nuevo comienzo. Un nuevo alcalde con gran energía que ha declarado él mismo que estos asuntos deben ser prioritarios en su programa. Esperamos que así sea”, afirma Oktay Kargül sobre el alcalde Imamoğlu, que ha prometido trabajar para aplicar medidas serias al respecto.

En octubre, el alcalde Imamoğlu anunció que su administración pretendía reforzar 20.000 edificios al año y preparar más de 800 nuevos puntos de reunión para catástrofes con una capacidad colectiva de 21 millones de personas.

Sin embargo, tras el temblor de septiembre, Imamoğlu denunció que no había sido invitado a una reunión sobre el terremoto convocada por el gobierno, lo cual desencadenó una oleada de disputas entre los círculos políticos de tendencias opuestas y se hizo eco de la triste realidad: ni siquiera las grandes catástrofes naturales parecen ser una fuerza unificadora en esta Turquía dividida.