Por qué la artesanía es el futuro del trabajo y qué significa esto para las organizaciones y las personas

Cuando se habla de futuro del trabajo, se suele hablar de inteligencia artificial, de automatización e incluso del “fin del trabajo” –pocas veces de artesanía y de relaciones humanas–. Sin embargo, el mundo laboral que está surgiendo está precisamente reinvirtiendo los valores de la artesanía olvidados desde hace mucho tiempo: autonomía, control del tiempo propio, responsabilidad del trabajo propio de cara a los clientes o usuarios, creatividad... e incertidumbre respecto al futuro.

El paradigma industrial del siglo XX se está descomponiendo. Su poder se basaba en la organización científica del trabajo (el principio taylorista del one-best-way, o la mejor manera de hacer las cosas) y en la mano de obra asalariada. A cambio de la división del trabajo y del vínculo de subordinación, los empleados podían aspirar a determinadas contrapartidas: estabilidad laboral, renta fija, más fácil acceso a la vivienda gracias a una nómina y a la protección social, negociación colectiva, vacaciones pagadas, promesas de enriquecimiento futuro... Era lo que yo denomino “contrato de labor (laboral u obrero)”.

La alienación característica del trabajo industrial solo resultaba aceptable a cambio de estas contrapartidas. El trabajo era, efectivamente, poco satisfactorio. La alienación industrial iba acompañada de una mayor dependencia respecto al empleador, puesto que las tareas repetitivas que realizan diariamente los trabajadores cualificados no son “transferibles”. Pero con las ventajas del contrato de labor, esta pobreza intelectual era, al fin y al cabo, aceptable. La seguridad que proporcionaba dicho contrato podía hacer que la alienación resultara tolerable.

Hoy en día, la organización industrial sigue estando omnipresente en muchas organizaciones. La hiperespecialización, los horarios fijos y la subordinación siguen siendo la norma. Pero la seguridad laboral está desapareciendo.

Y, poco a poco, también han empezado a debilitarse otros elementos del susodicho conjunto de ventajas: la negociación colectiva se ha debilitado a la par que los sindicatos; el acceso a la vivienda se está viendo amenazado por el aumento de los precios de la vivienda en las grandes ciudades; la protección social se resquebraja; los trabajadores autónomos, a diferencia de los asalariados, carecen prácticamente de vacaciones pagadas, etc.

Así pues, cada vez hay más trabajadores que cuestionan la división del trabajo y la subordinación. ¿Por qué infligirse esta alienación sin la seguridad que conllevaba? La “crisis de sentido” y el rechazo a “trabajos estúpidos” son expresiones de este cuestionamiento. Además, mientras que las máquinas transforman determinadas profesiones y permiten automatizar tareas repetitivas y rutinarias, el trabajo humano tiene razones adicionales para optar por los valores de la artesanía.

El retorno de la artesanía

No defino la artesanía principalmente como un sector o una serie de profesiones manuales (panadero, quesero, carpintero o ebanista), aunque estas profesiones suelan constituir buenos ejemplos del modelo artesanal. No, la artesanía es, en primer lugar, un modelo de organización del trabajo que se define como la antítesis del modelo industrial, ese modelo anticuado en el que los trabajadores han de ser intercambiables, los productos estandarizados para una mayor fiabilidad, y en el que existe un one best way que puede reproducirse a gran escala para producir bienes o servicios en masa.

Para poder hablar de artesanía, tiene que haber primero autonomía de los trabajadores en cuestión, los cuales también tienen que saber manejar sus herramientas, gestionar su tiempo de trabajo, responsabilizarse del resultado de su trabajo de cara a sus clientes (o usuarios), existir en el marco de su singularidad individual (o empresarial), aportar una dosis de creatividad a su trabajo y encontrar en él una forma de dignidad. Podríamos hablar, por tanto, de un “contrato de obra”. En otras palabras, la artesanía es exactamente lo contrario al mundo de la división del trabajo y de la subordinación.

Según esta definición, se puede ser “artesano” cuando se es escritor, informático, médico, ebanista o fontanero, así como ama de casa o asistente a domicilio, siempre y cuando el trabajo se desempeñe en las condiciones mencionadas. Existen varias razones para creer que las condiciones de trabajo del artesano están destinadas a dominar el futuro del trabajo (y, sin duda, saldríamos ganando con ello).

He aquí cuatro tenues señales y tendencias que pueden inducir a creerlo:

1. La moda de la neoartesanía y los discursos sobre las nuevas aspiraciones de los trabajadores están omnipresentes . El número de neoartesanos va aumentando probablemente a un ritmo más lento que el de los libros, programas o artículos dedicados a ellos. Sigue resultando difícil diferenciar a los “neoartesanos” de los “antiguos artesanos”, y no se trata de aportar argumentos cifrados, sino de tener en cuenta lo que la fascinación que ejerce sobre nosotros la neoartesanía nos dice acerca de nuestras aspiraciones. Es fascinante porque a muchos trabajadores les gustaría unir lo que la organización industrial había dividido: el pensamiento y la ejecución, la cabeza y las manos. Nos gustaría entregarnos por completo al trabajo, disfrutarlo, tomarnos el tiempo para hacerlo bien, ser creativos. Al fin y al cabo, podemos dejar que los robots y los programas informáticos se encarguen de las tareas repetitivas e intercambiables.

2. El trabajo autónomo se está convirtiendo en una alternativa deseable para las personas “creativas”, sobre todo para los jóvenes . En la informática, el diseño, el marketing y la consultoría, es más habitual convertirse en autónomo inmediatamente después de haber obtenido el diploma, o tras una primera experiencia como asalariado. En la economía digital se está constatando un rápido aumento de los trabajadores autónomos cualificados. Algunos de ellos pueden encontrarse en una posición de fuerza, con competencias específicas, y pueden organizar su trabajo al margen de la relación de subordinación del empleo por cuenta ajena.

3. Los servicios locales basados en las relaciones humanas representan el grueso de los empleos del futuro. Actualmente se está tratando de contratar a cientos de miles de enfermeros, profesores, asistentes a domicilio y cuidadores. El envejecimiento de la población y los desafíos relacionados con el clima (por ejemplo, la necesidad de cadenas de suministro locales) nos llevan a considerar que las necesidades en materia de servicios locales van a ser aún más importantes dentro de 20 o 30 años. Es cierto que en el mundo de los servicios locales (como por ejemplo, en los servicios domésticos) se ha intentado reproducir la organización industrial del trabajo, pero estos servicios no encajan bien en el modelo productivista. Generan mucho más valor cuando se realizan en un marco artesanal, como lo ilustra la empresa holandesa Buurtzorg, que proporciona cuidados de enfermería de forma “personalizada”.

4. El incremento del teletrabajo y las nuevas prácticas relacionadas con las herramientas colaborativas han transformado la relación con el espacio y socavan el “presentismo” heredado del trabajo en las fábricas del siglo pasado. En Francia, cerca de un tercio de los trabajadores del sector privado practican actualmente el teletrabajo. El aumento de los costes de las oficinas, las nuevas herramientas y las mayores expectativas de los asalariados en materia de flexibilidad han superado finalmente las reticencias de los directivos. El trabajo asíncrono se ha banalizado. Tenemos que aprender a interesarnos más por el resultado del trabajo que por el tiempo que se le dedica.

Lo que significa para las empresas y las personas

La primera consecuencia del final programado del contrato de labor es una crisis de contratación que muchas organizaciones parecen estar sufriendo. Algunas no consiguen contratar ingenieros, otras no encuentran técnicos. Los servicios públicos ya no encuentran suficientes cuidadores ni profesores, puesto que el contrato ofrecido suele ser una versión degradada del contrato de labor. Para que vuelva a resultar atractivo, habrá que replantearse ese contrato: ya sea con mayor flexibilidad y autonomía, mejor remuneración y mejor protección social, o con acceso a la vivienda. Porque, a menudo, los sueldos asociados a estos empleos ya no permiten vivir dignamente en la zona donde se trabaja (en particular en las grandes ciudades). Sobre todo, y con mayor razón, en el ámbito de los servicios.

Para prosperar en esta nueva era de la artesanía también es preciso transformar la gestión. Una creciente proporción de los recursos humanos de las empresas se está externalizando. Se trata de todos los proveedores de servicios, consultores, autónomos, trabajadores temporales y usuarios que trabajan por cuenta propia. Al no poder ser “gestionados” como asalariados, consiguen dar un giro (a veces en la dirección correcta) a la gestión del conjunto de los “recursos humanos” (incluidos los asalariados).

El teletrabajo, la flexibilidad, la formación y la movilidad son elementos que conducen a transformar el contrato propuesto a los trabajadores.

En lo que respecta a las personas, el futuro artesanal que se perfila está plagado de obstáculos. Ya sean asalariados o autónomos, les corresponde ahora reorganizar los múltiples componentes anteriormente asociados al contrato de labor. Necesitan replantearse la protección frente a los riesgos fundamentales de la existencia. Tienen que aprender a transformarse en una economía que evoluciona a gran velocidad, a componer y recomponer las redes que necesitarán para sus transiciones profesionales. Y cuando no hay sindicatos fuertes, son ellos quienes deben velar por el mantenimiento de su poder adquisitivo, tomando ejemplo de la campaña estadounidense Fight for 15$ (lucha por 15 dólares USD).

El futuro del trabajo parece caracterizarse por una creciente polarización: por una parte están los trabajadores pobres, que siguen teniendo dificultades para encontrar unas condiciones de trabajo satisfactorias; y, por otra, los trabajadores que pueden encontrar la manera de conseguir más autonomía y dignidad. Sin embargo, esta polarización no es una fatalidad. Para que todos los trabajadores se beneficien de la nueva edad de oro de la artesanía habrá que inventar instituciones nuevas. Los sistemas de protección social y las organizaciones sindicales tendrán que reinventarse para estar al servicio de los trabajadores-artesanos del mañana.

This article has been translated from French.