¿Profundiza la UE la extracción de gas natural o lidera la retirada total de los combustibles fósiles?

¿Profundiza la UE la extracción de gas natural o lidera la retirada total de los combustibles fósiles?

An aerial view of the LNG terminal construction site on the island of Krk in Croatia. The terminal should be operational as of 2021 and will be able to process 2.6 billion cubic metres of gas per year. Current EU policy favours construction of new gas infrastructure, as gas is seen as a less polluting, ’transitional’ fossil fuel.

(Amazing Aerial Agency)

En la punta noroccidental de Krk, la mayor isla de Croacia y un importante destino turístico, están construyendo un muelle y tendiendo gasoductos subterráneos. Para finales de 2020 habrá un buque petrolero de 280 metros de eslora (reconvertido) atracado aquí, en una pintoresca bahía a las afueras de la población de Omišalj. La edificación –conocida como terminal de importación de GNL o simplemente GNL Krk– constituirá un importante punto de entrada para el gas natural licuado (GNL) que llega a Europa por el mar.

Para minimizar el coste de transportar el gas a largas distancias (es decir, desde el extranjero), dicho combustible se refrigera a -162˚C y se licúa, con lo cual se comprime hasta 600 veces. A continuación, el gas licuado se transporta a terminales de importación de GNL como la de Krk, donde se vuelve a gasificar y se distribuye a los consumidores a través de gasoductos.

A pleno rendimiento, la futura terminal de Krk podrá procesar 2.600 millones de metros cúbicos (mmc) de gas al año –el equivalente a casi el 80% del consumo anual de gas de Croacia. El gobierno ha anunciado a bombo y platillo que se trata de un proyecto estratégico para Croacia y crucial para la independencia energética del país. Como la mayoría de los países europeos, Croacia importa su gas de Rusia: alrededor de 2.040 mmc en 2018 o dos tercios del consumo anual del país. La UE empezó a buscar fuentes alternativas de gas tras una serie de disputas entre Rusia y Ucrania que hicieron que se paralizaran las exportaciones de dicho combustible. Posteriormente, el gas natural licuado se ha convertido en un elemento esencial de la política energética de la UE.

En 2016, la Comisión Europea presentó una estrategia europea para el gas natural licuado y el almacenamiento de gas que incluía la construcción de la infraestructura necesaria para lograr “la integración plena del mercado energético interno y la identificación de los proyectos necesarios para acabar con la dependencia de ciertos Estados miembros de una sola fuente de suministro de gas”.

Estados Unidos, que pretende convertirse en el mayor exportador de gas natural del planeta (actualmente es el tercero, por detrás de Australia, el número uno, y Qatar en segundo lugar), se mostró muy partidario de la transición europea del carbón al gas. En mayo de 2019, el Departamento de Energía de Estados Unidos intentó cambiar el nombre del gas natural rebautizándolo como “gas de la libertad”.

El embajador estadounidense en Croacia, W. Robert Kohorst, manifestó su apoyo a la terminal de gas natural licuado en Krk, pero la comunidad local y las organizaciones ecologistas han denunciado con ahínco dicho proyecto. Asimismo, muchos se oponen al proyecto por su inviabilidad económica. Hasta la fecha, LNG Hrvatska, la empresa que se encargará de la gestión de la terminal, ha recibido ofertas vinculantes de tan solo dos compradores que se han comprometido a adquirir un total de 520 mmc de gas al año, una cifra notablemente inferior a los 1.500 mmc de gas necesarios para que la terminal salga rentable. Además, los críticos aseguran que al traer más gasoductos a la región (como el Gasoducto Transadriático, que conecta el norte de Grecia con Italia vía Albania y forma parte del llamado Corredor Meridional de Gas) habrá incluso más gas ruso barato a la venta en Europa.

En los últimos años, la mayor parte de las terminales de gas natural licuado no han estado funcionando a pleno rendimiento, debido a la baja demanda europea de dicho combustible, pues todavía sale más caro que el gas importado mediante gasoductos. Sin embargo, 2019 acabó siendo un buen año para las importaciones de gas natural licuado a Europa. Las exportaciones del GNL se dispararon, ya que el cálido invierno en Asia redujo la demanda de calefacción y obligó a los importadores asiáticos a desviar los cargamentos a Europa. Para los importadores de gas y las terminales de importación de gas natural licuado en Europa –como la que se está construyendo en la isla de Krk– esta es una buena noticia, pues significa que los precios del gas natural licuado se están haciendo más competitivos.

“A veces el discurso político está desconectado de las realidades del mercado. Sin embargo, en este momento van a la par. Existe una coincidencia entre los intereses geopolíticos y los económicos en Europa, pues hemos tenido un gran excedente de gas natural [procedente de Estados Unidos]”, explica Kirsten Westphal, responsable del proyecto de Geopolítica de la Transformación Energética del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad, en una entrevista telefónica con Equal Times. “No podemos predecir cómo serán la demanda ni los precios en el futuro. Todo dependerá de la geopolítica, los mercados y los comerciantes”, concluyó.

¿Combustible de transición?

Para las organizaciones ecologistas locales e internacionales, la posibilidad de la viabilidad económica del mercado del gas natural licuado no cambia nada. Las ONG ecologistas croatas, como Zelena Akcija (Acción Verde), han impulsado campañas contra el proyecto de la terminal en Krk, alegando que simplemente se limita a hacer que el país dependa más de los combustibles fósiles.

“Estamos en contra de la terminal en Krk porque no queremos meter más gas en el mercado. El gas natural sigue siendo un combustible fósil y, por tanto, es malo para el medio ambiente. Acelera el cambio climático”, argumenta Marija Mileta de Zelena Akcija. “Asimismo, grandes cantidades del gas natural que hay en el mercado –producido en Estados Unidos– se extraen mediante la tecnología de la fracturación hidráulica, que también está dañando al medio ambiente”, explica.

El gas natural se ha promocionado por todas partes como un ‘combustible de transición’; es decir, como un puente hacia la energía renovable que arde de una forma más limpia que el carbón o el petróleo. Eurogas, una asociación que representa a los sectores europeos mayoristas, minoristas y de distribución de gas, calcula que los gases combustibles son determinantes para lograr los objetivos climáticos de la UE a largo plazo. “Sustituir el carbón por el gas en la producción de energía, reemplazando los ineficientes calefactores de petróleo por los de gas y utilizando el gas natural licuado para el transporte marítimo y los vehículos de mercancías, contribuirá de manera significativa a lograr el objetivo de la UE de reducir aún más las emisiones para el año 2030”, aseguró el secretario general de Eurogas, James Watson, en un correo electrónico. “Más adelante, el uso de gases renovables y descarbonizados –biogás, biometano e hidrógeno– será indispensable para lograr los objetivos de 2050”, concluyó.

Sin embargo, el informe The New Gas Boom (El nuevo boom del gas), publicado en julio de 2019 por la ONG ecologista Global Energy Monitor con sede en Estados Unidos, asegura que el metano, el principal componente del gas natural, es responsable del 25% del calentamiento global hasta la fecha.

Asimismo, afirma que “si se mide en función de las consecuencias para el calentamiento global, la escala de la expansión del GNL que se está llevando a cabo es del mismo tamaño o incluso mayor que la expansión de las centrales térmicas de carbón, lo cual afecta directamente a los objetivos climáticos del Acuerdo de París”.

Otros críticos de este combustible calculan que, al construir más infraestructuras de gas natural licuado, Europa podría acabar atrapada en el mercado del gas natural.

“Estamos eliminando progresivamente el uso del carbón, pero no deberíamos caer en la trampa de sobreestimar la necesidad de infraestructuras”, afirma Lisa Fischer, una asesora principal de políticas de E3G, un laboratorio de ideas independiente que analiza el cambio climático. “Hoy en día, la infraestructura en Europa se ha planificado para que las empresas encargadas de los sistemas de transporte a nivel nacional puedan integrar sus planes en un plan europeo común. Así se identificarán los obstáculos. Obviamente, si eres una empresa que construye y vende gasoductos, resolverás los obstáculos construyendo más gasoductos, no menos. Ese no es tu modelo empresarial”, explica.

En octubre de 2019, el Observatorio Corporativo Europeo, un grupo dedicado a la investigación y la organización de campañas con sede en Bruselas que analiza el impacto que tienen los grupos de presión en la formulación de las políticas de la UE, colaboró con organizaciones ecologistas como Friends of the Earth y Greenpeace para publicar investigaciones que revelaron que, desde 2010, tan solo cinco multinacionales del gas y el petróleo –Shell, BP, Total, ExxonMobil y Chevron– han destinado un mínimo de 250 millones de euros (unos 274 millones de dólares USD) para presionar a la UE. El impulso para construir más infraestructuras de gas natural licuado proviene directamente de las industrias del gas y los gasoductos. Además, el informe destacó que, a pesar de sus intentos por liderar la lucha mundial contra el cambio climático, la UE ha subvencionado generosamente las infraestructuras del gas.

“Desde el año 2014 se han destinado más de 1.600 millones de euros (1.754 millones USD) a proyectos relacionados con el gas, aunque sabemos que cualquier infraestructura extra nos dejará atrapados en un futuro basado en los combustibles fósiles”, asegura dicho informe.

Dos meses después, en diciembre de 2019, se presentó el Acuerdo Verde Europeo. Dicho pacto constituye la piedra angular de las políticas de la nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y se ha catalogado como una estrategia de crecimiento que tiene como objetivo transformar a la UE en una economía competitiva con cero emisiones para el año 2050. Para lograr este ambicioso plan, la Comisión ha desarrollado una gran hoja de ruta formada por políticas y medidas esenciales, como aprobar la primera ‘Ley climática’ europea para marzo de 2020, que consagrará el objetivo de la neutralidad climática para 2050 en la legislación.

En el verano de 2020, la Comisión también presentará un plan para ampliar su objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de la UE para 2030 en un mínimo de un 50% y más bien de un 55% comparadas con los niveles de la década de 1990. Asimismo, el pasado noviembre, el Banco Europeo de Inversiones se comprometió a dejar de financiar todos los proyectos de combustibles fósiles para finales de 2021, convirtiéndose en un ‘banco climático’ después de haber puesto fin a sus préstamos al carbón en 2013.

Sin embargo, el organismo de la Unión Europea encargado de los préstamos puede seguir subvencionando las infraestructuras de gas natural. En un informe encargado por la Fundación Europea del Clima y publicado por la consultoría de servicios industriales Artelys en enero de 2020 se calculó que podrían acabar “desperdiciándose” 29.000 millones de euros (unos 31.800 millones USD) en 32 proyectos de gas mayormente “innecesarios”. Dichos proyectos están incluidos en la lista de los llamados Proyectos de Interés Común (PIC) europeos, unos planes esenciales de infraestructura transfronteriza que interconectan los sistemas energéticos de los Estados miembro y que son generosamente subvencionados por la Comisión Europea. La terminal de GNL de Krk, que también es un proyecto de interés común, costó un total de 233,6 millones de euros (256 millones USD). La Comisión aportó 101,4 millones de euros (111 millones USD) y el resto lo han puesto el Estado (100 millones de euros; 110 millones USD), la empresa energética croata HEP y la operadora de gasoductos Plinacro, ambas estatales (32,2 millones de euros; 35,3 millones USD).

“La lista de los PIC [...] constituye un paso positivo para completar las interconexiones que faltan en la infraestructura del gas en el centro, este y sudeste de Europa. Las redes de gas ya existentes, así como las nuevas, pueden transportar gas renovable y descarbonizado. Para lograr los objetivos del clima de la UE necesitaremos esta infraestructura”, destacó James Watson de Eurogas. Asimismo, Florian Ermacora, un alto cargo en la Dirección General de Energía de la Comisión Europea, negó las afirmaciones de que las nuevas infraestructuras significan que la UE se está quedando atrapada en el mercado del gas natural, informó Euractiv el 24 de enero.

Sin embargo, el estudio de Artelys asegura que las nuevas redes de gas no son necesarias, ya que la “infraestructura del gas que existe en la UE ya está lo suficientemente capacitada como para hacer frente en un futuro a las diversas situaciones hipotéticas de demanda de gas en los 28 Estados de la UE [ahora 27, tras la salida del Reino Unido de la Unión Europea], incluso en los casos extremos de interrupción del suministro”. Los investigadores no consiguieron convencer a los responsables políticos de la UE. El 12 de febrero de 2020, el Parlamento Europeo otorgó formalmente su apoyo a 32 grandes proyectos de gas, con un coste total de hasta 29.000 millones de euros del dinero de los contribuyentes.