Recordando a Mossadegh: el icono antiimperialista que Teherán, Londres y Washington prefieren olvidar

Recordando a Mossadegh: el icono antiimperialista que Teherán, Londres y Washington prefieren olvidar

At the Ibn-e Baabevey cemetery in the town of Rey in Greater Tehran lies a broken memorial stone for Mohammad Mossadegh. On 19 July 1980, during the only official ceremony that has ever been held at his empty grave, a three-metre-high memorial was installed in Ibn-e Baabevey with Mossadegh’s name carved on it in Farsi calligraphy. However, the memorial only stood in place for one week before it was broken by Islamists.

(Mehrnoush Cheragh Abadi)

Los habitantes de la ciudad la llaman "La Fortaleza", por la puerta metálica de tres metros de altura que protege su entrada, abierta en contadas ocasiones desde hace años. Se trata de la finca solariega donde en su día vivió y hoy reposan los restos de Mohammad Mossadegh. Está situada en pleno centro de la pequeña aldea de Ahmad Abad, a 120 kilómetros de Teherán. Mossadegh fue primer ministro de Irán, tras ganar las primeras elecciones democráticas celebradas en este país; pero en 1953, apenas dos años después asumir su cargo, un golpe de estado derrocó a su Gobierno. Su cuerpo está enterrado, en contra de su deseo expreso, en el salón de la mansión familiar de dos pisos a la que no se permiten visitas.

"Si quiere ver la mansión, vaya al otro lado de la fortaleza", me indica una joven tendera, de veintipocos años, encargada de una pequeña tienda de comestibles cerca del portalón de entrada. "Allí el muro de barro es más bajo. Súbase a un pequeño saliente y podrá ver lo que hay detrás del muro". También me advierte: "Dese prisa, porque si le descubre la policía, se meterá en problemas".

Cincuenta y tres años después de su muerte, el nombre de Mossadegh (también escrito Mossadeq) sigue siendo tabú en Irán. Está prohibido visitar su tumba y no hay estatuas o monumentos dedicados a él. La supresión de su figura contrasta con la popularidad de la que gozaba Mossadegh cuando le nombraron primer ministro, en abril de 1951, luego de encabezar el movimiento de nacionalización del petróleo en el Parlamento iraní (el Majlis).

Después de que el Majlis aprobara la ley que nacionalizó la industria petrolera de Irán, en marzo de 1951, y justo antes de que llegara al poder, Mossadegh se convirtió en un héroe nacional gracias a sus esfuerzos por poner fin a "150 años de injerencia política, de explotación económica y saqueo de los recursos iraníes por parte británica", según reza el El Proyecto Mohammad Mossadegh, una página web creada en su memoria.

A pesar de que sigue siendo una figura muy respetada entre los iraníes de a pie, ni el monarca que reinaba antes de la revolución iraní de 1979, ni los actuales gobernantes teócratas han reconocido jamás su papel fundamental en la historia moderna de Irán. "Durante la época del Sha [el último rey de Irán, cuyo régimen autoritario y secular duró de 1941 a 1979] Mossadegh fue una personalidad controvertida, sobre todo entre los monárquicos, debido a su inmensa popularidad", explica Mark J. Gasiorowski, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Tulane y coeditor del libro Mohammad Mosaddeq and the 1953 Coup in Iran, publicado en 2004. "A los izquierdistas no les gustaba, porque les resultaba demasiado moderado. Y desde la Revolución [de 1979], a la mayoría de los islamistas tampoco les gusta", añade.

Mohammad Mossadegh vuelve a ser hoy objeto de atención debido al paralelismo entre las devastadoras sanciones que EEUU impuso en 2018 a las exportaciones de petróleo iraní, con los embargos que paralizaron la economía de Irán en 1951, tras la nacionalización de su industria petrolera. "De nuevo, la evolución de la política interior iraní se ve frustrada por la política de las grandes potencias", explica a Equal Times el profesor Nader Hashmi, director del Centro de Estudios sobre Oriente Medio de la Escuela de Estudios Internacionales Josef Korbel, de la Universidad de Denver. "En 1953, fueron los británicos quienes impusieron un bloqueo económico a Irán y apoyaron el golpe de la CIA que puso fin a la incipiente experiencia democrática iraní. Hoy, son los Estados Unidos, con el apoyo fundamental de Israel, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, los que pretenden que haya un cambio de régimen en Irán", añade.

El primero de los múltiples golpes respaldados por Estados Unidos

Desde el descubrimiento de petróleo en Irán, en 1908, la Anglo-Persian Oil Company –en la cual el Gobierno británico tenía una participación mayoritaria– había controlado la perforación, extracción y venta de petróleo del país. Los nacionalistas iraníes llevaban luchando desde 1940 por la nacionalización de su industria petrolera, sin embargo, la influencia del Gobierno británico sobre el último rey de Irán, el Shah, había obstruido esos intentos.

El Sha llegó al poder con el apoyo directo del Gobierno británico. Su dictadura, respaldada por Occidente, se enfrentó a un único desafío democrático serio: el ascenso al poder del Mossadegh en 1951. Lamentablemente, apenas dos años después de asumir el cargo, el 19 de agosto de 1953, se lanzó la Operación Ajax en Teherán, que derrocó al Gobierno de Mossadegh mediante un violento golpe de Estado financiado y planeado por la CIA y el MI6 –los servicios de inteligencia de EEUU y Gran Bretaña– que provocó decenas de muertes. Mossadegh fue juzgado por traición y algunos de sus seguidores fueron arrestados, torturados, encarcelados e incluso ejecutados.

La Operación Ajax fue la primera vez que la CIA, desde su creación en 1947, logró derrocar a un Gobierno soberano no alineado con los intereses estadounidenses.

Además, abrió un nuevo y sangriento capítulo en la historia de la Política Exterior de los Estados Unidos, durante el cual se orquestaron numerosos golpes de Estado y se derrocaron líderes elegidos democráticamente en todo el mundo: el guatemalteco Jacobo Árbenz, en 1954; el congoleño Patrice Lumumba, en 1960, y el chileno Salvador Allende, en 1973. Pero también se intervino: la investidura de Hissène Habré como presidente del Chad en 1982 y la desestabilización de Iraq a lo largo de la década de los noventa, pueden contarse entre los innumerables ejemplos.

Tras el golpe de Estado, Mossadegh cumplió tres años de reclusión solitaria, seguidos de diez años de arresto domiciliario, hasta su muerte, el 5 de marzo de 1967. Sin embargo, ni siquiera el ángel de la muerte pudo liberarlo de su internamiento.

Una tumba vacía

Mossadegh expresó su deseo de ser enterrado en Ibn-e Baabevey, un histórico cementerio de la ciudad de Rey, junto a los 25 iraníes anónimos cuyas lápidas comparten un mismo epitafio "Mártires de la Patria". Estos 25 hombres fueron partidarios de Mossadegh, y murieron en los disturbios conocidos como Si-e-tir, que estallaron luego de que Mossadegh renunciara a su cargo, el 16 de julio de 1952, bajo la presión del Sha. Los manifestantes se movilizaron en torno al lema "¡Dame a Mossadegh o dame la muerte!". Su presión logró que Mossadegh regresara al poder cinco días después, hasta que acabó siendo derrocado, en marzo de 1953. Desde entonces, su deseo de ser enterrado junto a sus partidarios mártires sigue sin cumplirse.

El último rey de Irán jamás permitió que el cadáver de su enemigo saliera de "La Fortaleza", y quienes llegaron al poder a través de la Revolución de 1979 han seguido esa misma política.

Según el profesor Hashemi, los seguidores del ayatolá Ruhollah Jomeini, líder supremo de Irán, enmarcan su animadversión hacia Mossadegh en su política identitaria posrevolucionaria.

"Los políticos islamistas leales a Jomeini lucharon por la hegemonía y el control del Estado con varias organizaciones marxistas y socialistas, y con nacionalistas seglares y religiosos partidarios la revolución iraní", dice Hashemi. "En este contexto, Jomeini y los islamistas consideraban a Mossadegh demasiado seglar y no lo suficientemente religioso, a pesar de que era un musulmán practicante".

Abdol-Madjid Bayat Mossadegh, nieto del derrocado primer ministro, de 95 años de edad, dice que su familia conserva la esperanza de poderle llevar algún día a su lugar de descanso definitivo. "Hay una sepultura en el cementerio de Ibn-e Baabevey reservada para él todos estos años. La tierra está lista para acoger su cuerpo, pero nadie permite que esto suceda", añade Bayat Mossadegh, director de la Fundación Mossadegh, ubicada en Ginebra, una organización sin ánimo de lucro que mantiene vivo el legado de Mohammad Mossadegh y de Irán.

Traidor o héroe

Según el relato oficial de las autoridades iraníes, Mossadegh se equivocó al confiar en que los Estados Unidos cumplirían sus promesas de mediar entre Irán y el Reino Unido tras la nacionalización de la industria petrolera en 1951, y de proporcionar apoyo monetario durante el embargo a la atribulada economía iraní. Error que llevó al movimiento de nacionalización del petróleo a un punto muerto y, en última instancia, al fracaso. Después del golpe, la National Iranian Oil Company se convirtió en un consorcio internacional, en el que entró a formar parte la Anglo-Iranian Oil Company. Esto permitió a Gran Bretaña y los Estados Unidos seguir ejerciendo una influencia directa en la industria petrolera iraní hasta la revolución de 1979.

“Justificar el golpe de 1953 por este supuesto error supone una burda distorsión de los hechos históricos", dice Hashemi a Equal Times. "Se han desclasificado nuevos documentos que revelan el apoyo económico que la CIA brindó a varios altos clérigos iraníes en 1953, para movilizarlos contra Mossadegh –un hecho que la República Islámica se niega a admitir por razones ideológicas¬–".

Desde el golpe de 1953, varias generaciones de iraníes de a pie fantasean sobre lo que habría ocurrido en su país si el efímero Gobierno democrático de Mossadegh no hubiera sido derrocado por Occidente. De manera similar, la gente se pregunta hoy qué habría pasado si los Estados Unidos no hubieran violado el Plan de Acción Integral Conjunto de 2015 (PAIC).

En 2015, tras ocho años de sanciones contra Irán de efectos devastadores, seis potencias mundiales e Irán firmaron el PAIC, para aliviar décadas de sanciones contra el país (que comenzaron a raíz de la toma de la embajada estadounidense en Teherán, en 1979), a cambio de que Irán impusiera límites a su programa nuclear. Lamentablemente, en 2018, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en un intento de obligar a Irán a abandonar completamente su programa nuclear, de socavar el legado del expresidente estadounidense Barack Obama y de promover los objetivos expansionistas estadounidenses en la región, abandonó unilateralmente el PAIC e impuso duras sanciones a las exportaciones de petróleo iraní, al sistema bancario y a cualquier empresa extranjera que haga negocios con Irán.

"La lucha por la democracia en Irán ha dependido de un contexto internacional propicio", dice Hashemi. "Algo que existió, por un breve espacio de tiempo, durante la administración Obama. Creo que si el PAIC se hubiera aplicado y respetado plenamente, podría haber abierto las puertas a una organización y movilización democráticas en el futuro. En gran medida, esta es la razón por la que los partidarios de la línea dura en Irán se opusieron firmemente al PAIC y ahora celebran su desaparición".

Sin embargo, existe una diferencia fundamental entre la sociedad iraní actual y la de hace siete décadas. Entonces, Mossadegh recibía tremendas presiones de todos sus partidarios para no rendirse en su lucha contra las potencias imperiales. Hoy, agotada por décadas de sanciones paralizantes, de corrupción y 41 años de "despotismo clerical", como lo describe Hashemi, una gran parte de la sociedad iraní carece de voluntad para continuar esta batalla.