Lo que dice el nuevo Gobierno finlandés respecto al compromiso de su país hacia la igualdad

Lo que dice el nuevo Gobierno finlandés respecto al compromiso de su país hacia la igualdad

Finland’s Prime Minister Sanna Marin (centre right) pictured with the Education Minister Li Andersson, Finance Minister Katri Kulmuni and Interior Minister Maria Ohisalo after the first meeting of the new government in Helsinki, Finland on 10 December 2019.

(Reuters/Lehtikuva Lehtikuva)

En diciembre de 2019, Sanna Marin, del Partido Socialdemócrata, se convirtió con 34 años en la jefa de Estado más joven del mundo. Su Gobierno de centroizquierda está integrado por cinco partidos, todos ellos liderados por mujeres –cuatro de ellas con menos de 35 años–. El Gabinete está integrado mayoritariamente por mujeres e incluso en el Parlamento prácticamente se ha alcanzado la paridad, con 93 mujeres de un total de 200 escaños.

El Gobierno de Marin ha convertido a Finlandia en el alumno modelo de la igualdad de género a escala mundial, aunque ya era considerado desde hacía tiempo como uno de los países más igualitarios del mundo, donde las mujeres adquirieron el derecho al voto y a ser elegidas ya en 1906.

Las mujeres representan la mitad de los graduados universitarios en Finlandia y la proporción de participación en la fuerza laboral de las mujeres respecto a los hombres es del 88,5%, frente a una media del 65,8% a nivel mundial y del 81% en la UE. Anu-Tuija Lehto, asesora jurídica de la Organización Central de Sindicatos Finlandeses (SAK) afirma que un elemento clave que contribuye a la igualdad de género en Finlandia es el hecho de que el Estado ha permitido la plena participación de la mujer en la fuerza laboral. Por ejemplo, se ofrece a padres y madres servicios públicos de guardería asequibles, así como generosos permisos parentales. “Además, las comidas escolares son gratuitas”, comenta Lehto, “algo que todavía no tienen en los países de Europa meridional y central, lo que implica que alguien tiene que quedarse en casa y cocinar para los hijos”.

No obstante, Finlandia no representa la realización de una utopía respecto a la igualdad. En promedio, las mujeres cobran 83 céntimos por cada euro que ganan los hombres. Existe un elevado nivel de segregación laboral en el mercado laboral finlandés, donde las mujeres representan el 90% de la mano de obra en sectores como cuidados infantiles, sanidad, y limpieza; mientras que los hombres dominan, con un porcentaje similar, en campos como la construcción o el transporte por carretera.

La violencia contra la mujer sigue siendo un importante problema en la sociedad. Y en 2016, dos tercios de las personas con discapacidades indicaron haber sufrido discriminación. Además, un informe de 2019 de la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia reveló que: “se registra una escalada en cuanto a mensajes racistas y de incitación al odio, que apuntan sobre todo a los solicitantes de asilo y la población musulmana”.

“Hace falta que las mujeres no resulten discriminadas en su carrera profesional, ni en cuanto al despido ni en ninguna otra circunstancia. Un cambio de actitud debe reflejarse en cuestiones prácticas en el lugar de trabajo”, afirma Lehto, sugiriendo que charlas informales entre colegas durante las pausas en el trabajo es un buen lugar para empezar a desmantelar actitudes sexistas o racistas. Y aunque la ley sobre igualdad de género de Finlandia tenga más de tres décadas de antigüedad, otras formas de igualdad han ido siendo introducidas en la ley desde los años 2000, conforme distintas directivas de la UE las incorporaron.

Aunque el Estado finlandés garantiza a todos los niños el derecho a cuidados infantiles, el anterior Gobierno de coalición, de centroderecha, restringió el número de horas a la semana a las que tenían derecho los hijos de padres desempleados. Pese a que, en términos prácticos, se trataba de un cambio relativamente pequeño, suponía un alejamiento significativo del principio de igualdad de trato para todos los niños, y la política fue rápidamente revertida el año pasado.

Iiris Suomela, diputada de la Liga Verde indicó en declaraciones a Equal Times que “la ayuda para cuidados infantiles en casa, que representa el subsidio parental más bajo, es utilizado sobre todo por mujeres –y especialmente aquellas con menos capacitación o ingresos más bajos–. Así pues, en términos de discriminación interseccional, los progresos son escasos”.

El 97% de las personas que recurren a ayudas para cuidados infantiles a domicilio son mujeres. La quinta parte de los padres no aprovecha ningún beneficio parental, lo que sitúa a Finlandia por detrás de otros países nórdicos. El Gobierno ha prometido mejorar la calidad de las guarderías reduciendo el número de niños en cada grupo e introduciendo normas de calidad, además de reformar el sistema de permisos parentales para incentivar a más padres a quedarse en casa, asignando una cuota de baja a cada progenitor que no podrá ser utilizada por el otro.

Ascenso al poder político de las mujeres

¿Cómo se reflejan en las más altas esferas del poder los intentos de Finlandia por lograr la igualdad de género?

Theodora Järvi, que está haciendo un doctorado en cambios políticos, societales y regionales en la Universidad de Finlandia, ve la representación proporcional como uno de los principales factores que han facilitado el ascenso de las mujeres en política en Finlandia.

“El sistema electoral finlandés permite el ascenso individual, a diferencia de los sistemas donde los votos se asignan únicamente al partido. En una lista cerrada el partido decidirá quién ocupa un escaño en el Parlamento, mientras que con el sistema finlandés de listas abiertas, los votantes pueden influir en esa decisión, siempre y cuando el partido obtenga suficientes apoyos”, explica.

Suomela piensa que los partidos se benefician si establecen una lista diversa de candidatos. “El sistema electoral requiere que incluyamos a distintas personas en la lista de candidatos. Por ejemplo, en mi caso éramos 19 en la lista. Tenía que haber personas de diversas procedencias, teniendo en cuenta que hay que obtener votos de distintos tipos de personas”.

Järvi subraya que las líderes de los partidos en el Gobierno fueron quienes obtuvieron más votos dentro de sus propios partidos o circunscripciones, a excepción de los Verdes, cuya líder Maria Ohisalo obtuvo el segundo lugar en número de votos, por detrás de Pekka Haavisto, quien fuera antiguo líder del partido y ministro durante varios años.

“Es importante señalar que esas posiciones de poder reflejan las opciones de los votantes, no simplemente las preferencias de liderazgo dentro del partido”, explica Järvi. Con apenas 25 años, Suomela es la diputada más joven del Parlamento actual. Considera que las mujeres se enfrentan a numerosos desafíos en política.

“Las normas de comportamiento son muy estrictas cuando se trata de mujeres jóvenes. Si una ministra pronuncia una palabra malsonante en televisión, dará pie a un enorme escándalo, pero cuando un hombre de mediana edad del otro extremo del espectro político utiliza un lenguaje ofensivo, o incluso si es sospechoso de haber cometido algún crimen, la reacción de la opinión pública no es similar”, afirma, haciendo referencia a un incidente reciente después de que la ministra de Educación y líder de la Alianza de Izquierdas, Li Andersson, calificase de “pura mierda” las declaraciones de un político de la oposición. Por otro lado, varios parlamentarios del Partido de los Finlandeses (principal partido en la oposición), de extrema derecha, están siendo investigados o han sido ya condenados por ‘incitación al odio’ contra un grupo étnico.

Suomela señala además que cualquier crisis política suele brindar un terreno fértil para el sexismo. Anneli Jäätteenmäki, la primera mujer en acceder al cargo de primera ministra, en 2003, únicamente duró dos meses antes de verse obligada a dimitir, y en la década de los 2000 otras tres mujeres ministras tuvieron que abandonar el cargo a causa de la presión de la opinión pública en un país donde no abundan los escándalos políticos.

“Cuando son las mujeres, en un cargo ministerial, las que tienen que enfrentarse a crisis, situaciones en las que los hombres habrían sobrevivido resultan fatales para ellas” afirma la diputada, añadiendo que “el machismo hace que resulte más fácil convertir a las mujeres en chivos expiatorios”.

Pero Suomela considera que la igualdad de trato es una cuestión de democracia. “Si los votantes escogen a una persona para ocupar un puesto de poder y luego esa persona es tratada de forma diferente, representa una falta de respeto hacia miles de votantes”.

La primera ministra Marin procede de una familia humilde, fue criada por dos mujeres –su madre y la pareja de ésta– y ha sido además la primera de su familia en ir a la universidad. La líder de los Verdes, Maria Ohisalo, ha relatado su experiencia de pobreza durante su niñez y sus problemas al haber crecido a la sombra de un padre alcohólico, en contraste con la imagen de clase media asociada generalmente con los políticos, tanto en Finlandia como en otros países.

Una frágil coalición con un ambicioso programa

Tras las elecciones en abril de 2019, los cinco partidos que forman el Gobierno de coalición en Finlandia negociaron un ambicioso programa que aspira a lograr que Finlandia sea neutral en sus emisiones de carbono para 2035, entre otras medidas como mejorar la igualdad e impulsar la inversión en el Estado del bienestar. La asesora de SAK, Lehto, afirma que los sindicatos están satisfechos del programa del Gobierno y sus múltiples referencias a la igualdad. “Está claro que las mujeres participaron en su elaboración”, comenta.

Muchos finlandeses parecen estar de acuerdo: en febrero, una encuesta mostró que el 64% de la población está satisfecha con el Gobierno de Marin. Pero eso no significa que no existan tensiones internas. El Gobierno de coalición llevaba apenas seis meses en el poder cuando el primer ministro que lo había formado, Antti Rinne, se vio obligado a dimitir debido a que el Partido de Centro le retiró su confianza por su gestión durante una larga y disputada huelga del servicio nacional de correos. Marin –que ocupaba la vicepresidencia del partido en aquel entonces– había sido elogiada por su actuación durante la campaña electoral cuando asumió el mando durante un período en que Rinne estuvo de baja por enfermedad, y rápidamente fue elegida para liderar el Gobierno tras la dimisión de este.

La amplia coalición fue remodelada con partidos con prioridades diferentes. Se aglutinaron en torno a una serie de valores socio-democráticos y de derechos humanos después de que el Partido de los Finlandeses, de extrema derecha, fuese el segundo partido más votado –tan solo un 0,2% por detrás del partido Social Demócrata, ganador de las elecciones–.

El Partido de Centro, en particular –cuyo apoyo proviene mayoritariamente de zonas rurales donde ha empezado a perder votos que han ido a parar a los populistas de extrema derecha–, discrepa a menudo con los Verdes, que querrían establecer unos objetivos climáticos más ambiciosos.

Desde las elecciones, el Partido de los Finlandeses ha seguido subiendo en popularidad. Encabeza las encuestas con más del 20% de intención de voto y domina la atención en los medios de comunicación, con un flujo constante de comentarios racistas y ofensivos, como haber celebrado un incendio intencionado en una casa que estaba destinada a acoger solicitantes de asilo, o la epidemia de ébola en la República Democrática del Congo.

Suomela estima que “los índices de popularidad tienen su importancia cuando pueden aprovecharse para establecer políticas con las que uno está de acuerdo. Si ese apoyo adquiere demasiado énfasis, puede llevar a que otros partidos empiecen a seguir políticas que aumenten las desigualdades y fomenten prejuicios, lo que puede promover sus objetivos incluso más que si el partido asumiese el poder”.

“Debemos tener el valor de atenernos a lo que pide la mayoría de la gente, es decir, políticas que promuevan los derechos humanos, la igualdad, y que sean compatibles con el clima. Debemos tener el valor de demostrar que esas políticas funcionan, y que pueden mejorar la vida de las personas. No se trata de un juego de suma cero, donde es necesario despojar a otros de sus derechos para conseguir algo mejor para nosotros”, concluye.