Los comités de resistencia, centinelas de la revolución en Sudán: “resistimos, construimos, vigilamos”

Los comités de resistencia, centinelas de la revolución en Sudán: “resistimos, construimos, vigilamos”

Members of the Haj-Youssef neighbourhood resistance committee (in orange vests) monitor a bakery to prevent the embezzlement of flour.

(Claire Debuyser)

En un terreno baldío rodeado de casitas de barro, tres hombres instalan lonas y caballetes prestados por un comerciante local. Mientras tanto, Bashir Ahmed, lapicero en mano, cuenta las botellas de aceite de sésamo que acaban de ser entregadas. “Estas botellas de aceite vienen directamente de fábrica. Cuestan 17 libras sudanesas, y se venden a 32 en las tiendas. Los precios del mercado son extremadamente elevados de momento, y la gente no puede permitirse comprar”, dice.

Bashir y una decena de voluntarios, de entre 20 y 35 años, integran el comité de resistencia de Ombada, un barrio de Omdurmán, la ciudad más poblada de Sudán, situada frente a Jartum, la capital, a orillas del río Nilo. Organizan un mercado solidario una vez a la semana. Los productos se venden a precio de coste “para facilitar la vida a la población”. “Nos ayudábamos ya durante las manifestaciones, preparando comida para quienes participaban en las sentadas, así que forma parte de nuestra identidad ayudar al barrio con los medios a nuestro alcance”, comenta Bashir con voz pausada.

Estas asociaciones de vecinos de distintos barrios se opusieron al antiguo régimen. Estaban en primera línea durante el levantamiento popular que condujo a la caída de Omar al-Bashir, el 11 de abril de 2019, tras 30 años de dictadura. No obstante, esa resistencia –aunque todavía no se denominaba como tal– había empezado a organizarse una decena de años antes, de manera informal y clandestina.

“En algunos barrios del Gran Jartum, los comités estaban ya estructurados desde 2008-2009, bajo los auspicios de una coalición de partidos de la oposición incluyendo al partido comunista sudanés”, explica Lucie Revilla, estudiante de doctorado en Ciencias Políticas y especializada en gobernanza local en Sudán. En esa misma época surgieron asimismo algunos movimientos juveniles, como Girifna (Estamos hartos, en árabe), un movimiento estudiantil opuesto al Gobierno. Los primeros comités de resistencia como tales nacieron coincidiendo con las manifestaciones contra la carestía de la vida, violentamente reprimidas por el régimen de Omar al-Bashir en septiembre de 2013.

Cuando estalló la revolución en diciembre de 2018, los comités de resistencia eran más numerosos y estaban mejor organizados. Tomaban el relevo, sobre el terreno, a la Association des Professionnels Soudanais (APS), una red de sindicatos independientes, al origen de la contestación. Desempeñan ante todo un papel crucial a la hora de dar un segundo impulso a la movilización.

“En los barrios que habían permanecido menos activos desde el inicio del movimiento, en comparación con otros barrios centrales e históricamente opuestos al régimen, los comités de resistencia tuvieron un papel decisivo tras la masacre del 3 de junio de 2019, organizando la desobediencia civil a nivel local”, analiza Lucie Revilla. Ese día, miembros de las fuerzas armadas cargaron contra los manifestantes congregados frente al Cuartel General del Ejército. El ataque se saldó con un centenar de muertos y más de 500 heridos. Pese a la represión y el miedo, los comités de resistencia distribuyeron discretamente sus consignas por todos los barrios de Jartum. Y cuando el ejército pensaba haber conseguido acabar con la movilización, los sudaneses salieron masivamente a las calles el 30 de junio de 2019 durante la denominada “marcha del millón”.

Unas semanas más tarde, militares y líderes de la contestación acordaron un período de transición, abriendo así la vida a la transferencia del poder a un Gobierno civil, que asumiría el poder hasta la celebración de elecciones previstas para finales de 2022.

Comités de resistencia en todos los frentes

Pero la labor de los comités de resistencia no ha terminado. Bajo la lona que acoge el pequeño mercado solidario en Omdurman, una pancarta recuerda su lema: “Resistimos, construimos, vigilamos”. “Antes, organizábamos manifestaciones para dar a conocer nuestra opinión. Ahora que el régimen ha cambiado, la mejor manera de ayudar al país es ayudándonos a nosotros mismos, apoyándonos mutuamente”, afirma Bashir al tiempo que coloca las mercancías sobre los tablones.

Ese domingo, se podrán comprar productos básicos como aceite, arroz, leche en polvo y jabón. Una ayuda muy de agradecer en ese barrio popular, cuando el país ha de hacer frente a graves dificultades económicas y a una inflación galopante. Fatma, madre de cuatro hijos, acude aquí a hacer la compra cada semana. “Los precios son buenos. Si no fuera por el comité, nadie podría organizar un mercado como este. Les agradezco mucho todo lo que hacen, ¡pero sería aún mejor si también hubiese carne!”.

Los comités de resistencia se han convertido en actores ineludibles. En los barrios, sustituyeron a los comités populares del antiguo régimen, acusados de corrupción. La población acude ahora a ellos para gestionar asuntos cotidianos o para solucionar conflictos vecinales. En el barrio popular de Haj Yusef, son una docena de jóvenes que se reúnen regularmente para decidir sus acciones. Algunos tienen un empleo, otros no; todos dedican su tiempo y energía para mejorar el día a día de la comunidad. Campañas de limpieza de las calles, obras viarias o incluso rehabilitación de escuelas, cubren todos los frentes. Todo ello gracias al dinero recolectado entre los vecinos. “La gente nos ha dado 25.000 libras sudanesas para renovar la escuela pública para niñas. Remozamos la pintura, instalamos ventiladores y conectamos la electricidad”, se felicita Mohamed Abd Alaziz Shrf Eldeen.

Mohamed, de 30 años, acudió a todas las manifestaciones. Hoy quiere participar a la construcción de lo que él denomina “el nuevo Sudán”. “Cuando salimos a la calle durante la revolución, el poder nos acusó de ser simples saboteadores. Queremos ahora demostrar a todos los sudaneses que no es cierto. Por eso lanzamos la campaña Hanabniho, que quiere decir ‘Construimos’. Hacemos todo tipo de trabajos en hospitales, escuelas, orfanatos y muchos lugares más”.

Desde finales de enero, los comités de resistencia luchan también contra el contrabando de harina. En vista de que el país sufre una nueva penuria de pan, el Estado sudanés ha decidido subvencionar la harina para que los panaderos puedan vender el pan más barato, pero algunos se aprovechan para revender parte de esa harina en el mercado negro.

A fin de impedir ese fraude, algunos voluntarios vigilan las panaderías. Mohammed Mekki, de 29 años, llega a las cinco de la mañana a la panadería de su barrio en Omdurman. “Cuento el número de sacos de harina entregados, verifico que todos se utilicen aquí y que nadie compre más panes que el máximo autorizado”, explica el joven. Se turnan entre cuatro para garantizar la vigilancia durante todo el día en esta panadería. También en ese caso, los comités de resistencia sustituyen a las autoridades. “En principio, esta labor no nos corresponde a nosotros”, admite el voluntario. “Pero la policía a veces interviene cuando ya es demasiado tarde o simplemente no interviene. Así que estamos obligados a actuar, es nuestra responsabilidad cuidarnos a nosotros mismos”. A través de un tuit, el ministro de Industria y Comercio sudanés llegó incluso a felicitarlos por sus acciones. “¡Ellos son la revolución! Los comités de barrio siempre han sido y siguen siendo la auténtica riqueza de Sudán”.

Temor ante un posible retorno de los militares

Estos comités tienen intención de proteger los logros de la revolución. Temen un posible retorno de los militares y quieren impedir cualquier desestabilización del país. Pero aunque apoyan al Gobierno civil de transición, no dudan en salir a la calle para recordarle sus obligaciones. Así, por ejemplo, el pasado 11 de febrero, varios miles de personas se manifestaron en Jartum y en otras grandes ciudades del país reclamando la designación de gobernadores civiles que reemplacen a los pertenecientes al antiguo régimen.

¡Thawara!” (revolución), corea la muchedumbre, como en tiempos de las movilizaciones contra Omar al-Bashir. “Hay todo un movimiento contrarrevolucionario que atenta contra nosotros. Debemos apoyar al Gobierno hasta que todos aquellos que se oponen a nosotros sean reemplazados”, afirma Abdullah Ibrahim, un estudiante que porta la bandera sudanesa sobre sus hombros.

Los comités de resistencia se describen a sí mismos como “pilares y protectores de la revolución”. Para ellos, la revolución no ha hecho más que empezar. Están dispuestos a luchar todo el tiempo que haga falta hasta la instauración de una democracia estable. Estas palabras de un manifestante resuenan como una advertencia a los miembros del nuevo Gobierno: “Nosotros los elegimos, depositamos en ellos nuestra confianza. Pero los hemos puesto en el poder para que trabajen por el pueblo. Si no trabajan para nosotros, los sustituiremos”.

This article has been translated from French.