En un mundo en confinamiento, para algunas personas estar en casa es tan peligroso como estar fuera

Un tercio de la población mundial se encuentra bajo algún tipo de confinamiento —impuesto por multitud de Gobiernos en los últimos meses—, por lo que cientos de millones de ciudadanos se han recluido en sus casas para tratar de frenar la propagación del coronavirus. Estas medidas de confinamiento han supuesto tensiones adicionales para muchos, desde la pérdida de ingresos hasta el estrés derivado de tener que permanecer día y noche con familiares en espacios cerrados. Sin embargo, para algunas personas, las dificultades se han visto agravadas por una amenaza adicional: estar confinadas con su maltratador.

Poco después de que se aplicaran las medidas de confinamiento en un país tras otro, las organizaciones de derechos de la mujer y las líneas de asistencia telefónica para víctimas de la violencia doméstica de todo el mundo empezaron a notificar picos de violencia doméstica. En la India, por ejemplo, según la Comisión Nacional para las Mujeres, el número de casos de agresiones domésticas se duplicó durante las primeras cuatro semanas de confinamiento. En Argentina –un país en el que se calcula que, justo antes del confinamiento, una mujer era asesinada a manos de un hombre cada 30 horas–, Al Jazeera informa que, inmediatamente después del confinamiento, el número nacional de emergencia para víctimas de la violencia doméstica registró un aumento del 60% de las llamadas en la provincia de Buenos Aires. Al mismo tiempo, en Kenia se ha notificado un aumento del 34% de las llamadas de socorro relacionadas con la violencia doméstica durante las tres primeras semanas del toque de queda impuesto en el país desde el anochecer hasta el alba.

La atención de los legisladores se ha centrado lógicamente en mitigar las repercusiones sanitarias y socioeconómicas del coronavirus, señala Kalliopi Mingeirou, directora de la sección Poner fin a la Violencia contra las Mujeres de ONU Mujeres en Nueva York. “Pero la pandemia que estamos ignorando actualmente es la violencia contra las mujeres y las niñas”, declara a Equal Times. “Debido a las medidas de confinamiento en vigor, muchas mujeres que ya eran víctimas de la violencia antes de la crisis del coronavirus se encuentran ahora atrapadas en casa con sus maltratadores, alejadas de sus familiares y amigos”.

Muchos de los factores que contribuyen a la violencia doméstica en circunstancias normales han creado un compuesto explosivo durante el confinamiento, afirma Mingeirou: el aislamiento de las víctimas de sus familiares y amigos, algo que los maltratadores suelen buscar activamente; el desempleo y las consiguientes presiones económicas; y el aumento del consumo de alcohol y otras sustancias.

En el Reino Unido, diversos estudios señalan que 1 de cada 5 personas está consumiendo más alcohol; y en Sudáfrica, donde Amnistía Internacional ha descrito recientemente los índices de violencia de género y de feminicidio como “innegablemente alarmantes”, el Gobierno ha prohibido la venta de alcohol para frenar su consumo excesivo durante el confinamiento. Los primeros indicios parecen indicar que esto podría haber contribuido a reducir la violencia doméstica.

Aunque las medidas de confinamiento han añadido un obstáculo práctico adicional, decidirse a buscar ayuda es siempre difícil para las supervivientes de la violencia doméstica, y las investigaciones demuestran que estas pueden tardar dos o tres años en conseguir ayuda. “Para una mujer no es fácil coger el teléfono y denunciar a su marido. Por eso es importante mantener una relación muy estrecha con los centros de ayuda a las víctimas de la violencia y alentar a las mujeres a que hablen con alguien y aborden el tema”, declara Silvana Cappuccio, responsable de políticas del departamento internacional de la central sindical italiana CGIL. Su sindicato ha estado trabajando en estrecha colaboración con ONG locales y con servicios de apoyo que brindan asistencia jurídica y psicológica gratuita a las víctimas de la violencia doméstica desde hace muchos años.

Poco después de que se publicaran en Italia diversos informes sobre el aumento de la violencia doméstica, representantes de la CGIL empezaron a presionar a responsables políticos y medios de comunicación para concienciar sobre la existencia de líneas telefónicas de ayuda a las víctimas de la violencia doméstica. También solicitaron la creación de una aplicación móvil para que las mujeres que no pueden hacer llamadas desde casa puedan pedir ayuda a la policía con solo pulsar un botón, explica Cappuccio. La aplicación, denominada YouPol, ya está operativa, señala encomiando al Gobierno italiano por su rápida actuación.

Repercusiones desproporcionadas en las mujeres y el colectivo LGBTI

La pandemia del coronavirus está teniendo efectos desproporcionados en las mujeres a infinidad de niveles: la gran mayoría de los trabajadores con empleos de primera línea mal remunerados, como la asistencia social, la enfermería y la venta de alimentos al por menor, son mujeres; ellas siempre han cargado con las responsabilidades del trabajo de cuidados no remunerado, lo cual se ha visto exacerbado por el coronavirus; y se están perdiendo numerosos puestos de trabajo en sectores en los que predominan las mujeres, como la peluquería, la limpieza, la venta al por menor y la tripulación de cabina de aerolíneas. Para proteger mejor a las trabajadoras de las consecuencias de la pandemia relacionadas con el género en lo que se refiere a violencia y acoso en el mundo del trabajo, Cappuccio se hace eco de los llamamientos del movimiento sindical internacional para que los Gobiernos de todo el mundo ratifiquen el Convenio 190 (C190) y la Recomendación 206 (R206) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Adoptados por la OIT el año pasado, estos instrumentos constituyen la primera norma internacional del trabajo diseñada para prevenir y proteger a las trabajadoras de “un conjunto de comportamientos y prácticas inaceptables”, según subraya Chidi King, directora de Igualdad en la Confederación Sindical Internacional, en un blog para Equal Times sobre los nuevos instrumentos. “El Convenio se centra en el daño que la violencia y el acoso pueden causar, ya sea físico, psicológico, sexual o económico”. Tal como se plantea en una nueva publicación de la OIT sobre la importancia del C190 y la R206 en la respuesta al coronavirus y la recuperación mundial de las consecuencias del mismo, el Convenio y la Recomendación no solo ofrecen medidas claras para mitigar el impacto de la violencia doméstica en el mundo del trabajo, algo especialmente importante en estos tiempos en que la casa se ha convertido en el lugar de trabajo para muchas personas, sino que también ofrecen orientación exhaustiva para todo tipo de situaciones, desde la protección de las trabajadoras del sector de la economía informal hasta la prevención y el tratamiento del ciberacoso, junto con una mayor precisión de los datos sobre violencia y acoso.

No obstante, es muy probable que las repercusiones económicas del coronavirus dificulten aún más la posibilidad de escapar de situaciones abusivas.

Para mitigar el impacto económico del cierre durante semanas de comercios e industrias, es probable que los Gobiernos de todo el mundo intensifiquen durante los próximos meses los recortes a los servicios públicos, en particular en ámbitos relacionados con la atención a la infancia y las viviendas subvencionadas. Y muchas organizaciones benéficas ya han notado el impacto de la pérdida masiva de empleo, constatando una considerable disminución de las donaciones por parte del público.

Pero eso no es excusa para no proporcionar asistencia y protección a quienes la necesitan, manifiesta Cappuccio. “El Gobierno y los empleadores disponen de instrumentos para hacer frente al aumento [de la violencia debido al confinamiento]. Sabemos que existe un fuerte nexo entre la violencia doméstica y la violencia en el trabajo, y es absolutamente necesario abordar este problema en términos de derechos humanos”, afirma, señalando que la violencia doméstica produce un efecto en cadena en el lugar de trabajo. “Cuando una mujer sufre violencia en el hogar, lleva al trabajo la frustración de verse despojada de su dignidad”. La violencia doméstica también puede repercutir en la capacidad de la víctima para concentrarse en su trabajo, y en su seguridad en el lugar de trabajo. Y, sin una licencia remunerada por violencia doméstica, las supervivientes no pueden organizar la ayuda que necesitan para escapar de esa situación, ya que el trabajo puede constituir el único lapso de tiempo en el que se encuentran lejos de su maltratador.

Las personas del colectivo LGBTI+ que se encuentran confinadas con familiares o parejas abusivos también se han visto gravemente afectadas por las medidas de confinamiento, observa Svetlana Zajarova, directora de Comunicaciones de la Red LGBT rusa. Se ha duplicado el número de personas que se han puesto en contacto con la organización a través de su línea telefónica directa y de su servicio de chat en directo desde que el Gobierno ruso impuso el confinamiento a finales de marzo, lo que ha llevado a la ONG a mantener su servicio de chat activo las 24 horas del día, en lugar de solo siete horas diarias.

Muchas de las personas que se han puesto en contacto con la red en las últimas semanas han sido jóvenes. La mayoría de los menores de edad que llaman no han revelado su homosexualidad a sus familiares, explica Zajarova, y estar encerrados con adultos de los que dependen agrava aún más las tensas relaciones. “Estos menores no pueden recurrir a los comportamientos que normalmente adoptarían para evitar conflictos. Por ejemplo, no pueden marcharse y volver unas horas después haciendo como si no hubiera pasado nada”, comenta. “Tienen que permanecer en el mismo espacio, lo que hace que las dificultades se agudicen y desemboquen en más violencia”.

Y lo más seguro es que los psicólogos que atienden la línea telefónica de ayuda y el chat en directo de la Red LGBT rusa no estén viendo más que la punta del iceberg. “La gente no piensa que las relaciones homosexuales también pueden ser abusivas, y, muchas veces, las personas que se encuentran en una relación abusiva no se dan cuenta de ello”, explica, señalando que la concienciación en torno a la violencia doméstica en Rusia se ha centrado exclusivamente en las parejas heterosexuales. Las cifras oficiales de casos de violencia doméstica recabadas por los organismos locales también son limitadas y fragmentadas. “Supongo que el nivel de casos de violencia doméstica está aumentando pero la gente no denuncia”, declara Zajarova, añadiendo que el colectivo LGBTI+ desconfía enormemente de pedir ayuda a la policía debido a la homofobia profundamente arraigada que existe en la sociedad rusa.

Obstáculos a la ayuda y aumento del abuso infantil

A Zajarova también le preocupan las barreras prácticas para obtener ayuda: casi todos los recursos de ayuda que ofrece la Red LGBT rusa requieren una buena conexión a Internet. Sin embargo, muchas personas viven en zonas rurales remotas con escasa conectividad, o bien no pueden permitirse comprar un paquete de datos. “Esto es cada vez más significativo puesto que cada vez son más las personas que están perdiendo su trabajo”, insiste. “No sé cómo vamos a lidiar con eso”.

Las medidas de confinamiento y el cierre de los centros educativos en numerosos países también entrañan un mayor riesgo de violencia para los niños que viven con padres o familiares abusivos. Por eso, a principios de este mes, la Organización Mundial de la Salud solicitó a los Gobiernos que incluyeran en sus planes de respuesta y prevención frente al coronavirus medidas para proteger a los niños de la violencia, el abandono y el abuso, y que, conforme se vayan relajando las medidas de confinamiento, designen los servicios de protección de la infancia como servicios esenciales.

“Estamos realmente preocupados por el aumento que hemos constatado en las llamadas a los teléfonos de ayuda contra el abuso infantil”, afirma Tim Stroobants, director del centro especializado en abuso infantil Child Abuse Expertise Centre de Flandes, la región neerlandófona de Bélgica.

“Algunos niños, por ejemplo, dicen que en su casa no se oye más que gritos y peleas, que se profieren amenazas y que de vez en cuando se dan bofetadas. Otros dicen: ‘Me obligan a quedarme en mi habitación todo el día’. Y, si bien son cosas que escuchamos en otros momentos, lo cierto es que el confinamiento las está agravando”.

El hilo conector de todos estos abusos, señala Stroobants, es el estrés en la familia y la impotencia para lidiar con el mismo. “Han desaparecido todos los factores atenuantes habituales, como realizar salidas saludables para relajar el estrés y estar en contacto con otras personas”, explica. “Pero no es que estas personas sean maravillosas y de repente se hayan vuelto muy violentas; son familias en las que ya había un nivel muy alto de estrés y donde las tensiones son ahora más difíciles de canalizar y están aumentando con mayor rapidez debido a las difíciles circunstancias actuales”.

Al igual que a Zajarova, a Stroobants le preocupa que el personal que atiende la línea de asistencia no esté viendo más que la punta del iceberg. Los niños a menudo se sienten culpables y responsables de los abusos que padecen, y tomar medidas para buscar ayuda supone un compromiso enorme para ellos, explica. “Si, además de eso, se transmite el mensaje de que los servicios de asistencia se han reducido, no quiero ni pensar en la cantidad de situaciones que no saldrán a la luz”, confiesa. “Por lo tanto, resulta sumamente importante informar de que estos servicios de asistencia siguen activos y en funcionamiento, y que todo el que quiera ponerse en contacto con ellos puede hacerlo”.